LA FE QUE PRODUCE OBRAS

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10)

El verdadero cristianismo no consiste en un conjunto de normas y enseñanzas éticas. No es alguna nueva filosofía o algo que simplemente se ocupe de enseñanzas. El verdadero cristianismo va mucho más allá de la mente, él toca todo nuestro ser, toda nuestra conducta, todo nuestro modo de vida práctica. Hay efectos visibles de una verdadera fe. En resumen: El verdadero cristiano es alguien que tuvo una transformación de vida; muchas cosas que él practicaba ya no las hace más; muchas otras que odiaba, ahora se volvieron su práctica de vida.

Como el viento 

El Señor Jesús, cierta vez, dijo: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” (Jn. 3:8).

¿Qué quiso decir el Señor con esta frase? Él está diciendo que todo aquél que nació de Dios, nació del Espíritu, tuvo un cambio interior; ese cambio no es visible a los ojos naturales, pero los efectos de este cambio pueden ser notados externamente a través de la vida práctica. Es como el viento. Usted no puede verlo, pero puede percibir sus efectos moviendo las hojas de los árboles, en los remolinos, en las olas del mar. Aunque no puede ser visto, él es real, y produce resultados que pueden ser percibidos por todos. Así es aquel que es nacido del Espíritu.

No existen rayos X capaces de examinar el interior del hombre, verificar si su espíritu fue vivificado, si él nació de nuevo. Pero aquello que este individuo produce externamente demuestra si verdaderamente hubo un cambio interior en él o no.

Creados para buenas obras

Muchos piensan que el objetivo de la salvación es simplemente vivir algún día en el Cielo. Piensan que la vida cristiana se resume solamente en ser libre de la condenación. No desmerecemos esta parte de nuestra salvación; solamente debemos pensar que ella no se limita a eso.

En el texto de Efesios 2:8-9 se nos dice que fuimos salvos por la gracia, mediante la fe, y que esto no viene de nosotros, no viene de obras, para que nadie se gloríe. En seguida, en el versículo 10 dice que “…somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” La preposición ‘para’ deja clara la idea de finalidad, propósito, objetivo. Es decir, nuestra salvación tiene un objetivo, un propósito, tiene una finalidad. Dios nos creó en Cristo Jesús para buenas obras que fueron preparadas de antemano para nosotros.

El verdadero cristiano es alguien que tuvo una transformación de vida; muchas cosas que él practicaba ya no las hace más; muchas otras que odiaba, ahora se volvieron su práctica de vida.

Tenemos esta misma idea en Tito 2:14. Allí dice que Cristo se dio por nosotros con la finalidad de redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí mismo un pueblo exclusivamente suyo, celoso de buenas obras. La obra de Cristo, que es recibida por la fe, tiene el objetivo de volvernos Su pueblo, pueblo celoso de buenas obras. Pablo instruye a Tito como lo que él es, como siervo de Dios, que debe ser un modelo de buenas obras (2:7); y también dice que aquellos que creen en Dios deben ser solícitos en buenas obras.

Tenemos textos en abundancia que demuestran que un cristiano verdadero es alguien que practica el bien y es celoso de buenas obras.

¿Qué son estas obras?

Todo aquello que hacemos, hablamos, todo lo que producimos con palabras o acciones, son definidas como nuestras obras. La figura más clara en la Palabra de Dios para tales obras son los frutos. Somos árboles que producimos buenos frutos (buenas obras), o producimos frutos malos (malas obras) (Mt. 7:17).

Todo nacido de nuevo recibió la vida de Cristo dentro de él, y ahora posee todo lo que necesita dentro de sí mismo, en su espíritu; él fue regenerado, Dios le dio un nuevo espíritu, puso dentro de él al Espíritu Santo. Ahora este hombre tiene la fuerza motriz que necesita para vivir en novedad de vida.

La fe sin obras es muerta

La fe es algo activo, es energía de vida. Donde existe fe existen obras, las cuales son los frutos de esta fe. En otras palabras, donde no existen obras, no existe fe.

Pablo, al saludar a los tesalonicenses, dijo que no cesaba de recordar la “obra de la fe” que ellos tenían (1Ts. 1:3). ¿Qué significa esto? Significa que la fe produce obras. Cuando alguien cree en Jesucristo, se vuelve trabajador arduo en el Reino de Dios. Si existe una fe verdadera, encontraremos obras. La salvación conduce al servicio. Eso es trabajo cristiano gobernado y energizado por la fe. Calvino decía que esto trata, tanto de la energía poderosa del Espíritu Santo, produciendo en el creyente el nuevo nacimiento, como del resultado, que es la capacidad de obrar en Cristo Jesús un servicio cristiano. Si continuamos leyendo el capítulo 1 de esta epístola (1 Ts.), veremos que este trabajo producido por ellos puede ser la evangelización en diversas partes del mundo.

Santiago dice que “la fe sin obras es muerta” (2:17, 20). Más adelante él dice: “… y yo te mostraré mi fe por mis obras.” (V.18) ¿Qué quiere decir esto? Que las obras son evidencia de una fe genuina; que la fe es atestiguada por las obras. No existe fe que no trabaje, no existe fe que no produzca; donde no haya frutos, no hay fe.

Ejemplos de buenas obras

Un estudio cuidadoso de las Escrituras nos hará notar que todos los hombres de Dios, en la Biblia, fueron hombres que vivieron por la fe, y que esta misma fe los condujo a una vida de obediencia a Dios. Ellos tuvieron una vida de buenas obras. La fe de ellos los condujo a una vida fructífera. Para el autor del libro a los Hebreos debe haber sido muy difícil seleccionar aquellos personajes del capítulo 11 de su epístola. Incluso, al final del capítulo, se nota el sentimiento del autor por haber dejado fuera a muchos. Los hombres y mujeres descritos allí son considerados en la historia de la Iglesia como Héroes de la Fe. Personas que vivieron una vida llena de grandes hechos, todo eso como consecuencia de su confianza en Dios.

Vea el caso de Moisés (He. 11:23-29). La fe lo llevó a rehusar ser considerado hijo de la hija de Faraón, aunque eso le costase el precio de ser maltratado con el resto de los israelitas; él prefería eso a los placeres de Egipto. ¿Qué convicción lo llevó a cambiar todos los placeres de ser hijo de una hija de Faraón por sufrimiento? Él, por la fe, sufrió con el pueblo de Dios. ¿Y por qué? Porque sus ojos estaban puestos en el galardón de Dios; él confiaba que habría el día de la recompensa para los siervos de Dios. Todo eso fue producido mediante la fe; él vivió por la fe.

Todo aquello que hacemos, hablamos, todo lo que producimos con palabras o acciones, son definidas como nuestras obras. La figura más clara en la Palabra de Dios para tales obras son los frutos.

La fe lo llevó a abandonar Egipto, a no tener miedo de la ira de Faraón, la fe lo llevó a permanecer firme como alguien que ve aquello que no se puede ver; él enfrentó a Faraón, el hombre más poderoso de aquella época, con osadía proclamó aquello que Dios le había ordenado. Entre sus obras está el hecho de ser él el instrumento de Dios para ejecutar juicio a través de las plagas que asolaron a los egipcios. La fe le hizo abrir el mar, atravesar como por tierra seca; en contraposición a eso, estaban los egipcios en su presunción pensando que podrían hacer la misma cosa. La presunción de ellos los llevó a la ruina. Por la fe condujo a millones de personas por el desierto. En ese tiempo Dios les alimentó con maná que descendía de los cielos. Por la fe construyó el tabernáculo, todo según como Dios le había ordenado, él obedeció, tuvo una vida de fidelidad a Dios. En el capítulo 3 del libro a los Hebreos se dice que él fue un hombre fiel en toda la Casa de Dios. Sin duda, él es un ejemplo de vida movida por la confianza en Dios.

Hay muchos otros maravillosos ejemplos de fe en el capítulo 11 del libro a los Hebreos. Sería un maravilloso estudio meditar en la vida y en los hechos que la fe produjo en cada uno de los hombres y mujeres descritos allí.

En la historia de la Iglesia

En toda la historia de la Iglesia siempre ha habido hombres y mujeres que pisaron las mismas pisadas de fe de los hombres de Dios de las Escrituras. Siempre hubo personas que hicieron grandes hechos por causa de su confianza en Dios.

Anthony Norris Groves (1795-1853) fue un gran ejemplo de fe. Groves había decidido obedecer la orden de Jesús al joven rico, cuando le dijo: “…anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo…” (Mt.19:21). Cierta vez él donó una gran herencia a unas personas que estaban involucradas con la obra misionera; él tenía a Dios como su tesoro y suplidor de todas sus necesidades.

Groves renunció a un trabajo lucrativo de odontólogo para ser misionero, muy diferente de los misioneros modernos, él fue sin ningún apoyo financiero; él creía que Dios podría satisfacer todas sus necesidades con oración, como Él prometió en las Escrituras. Groves entendía que el misionero debería depender totalmente de Dios y de las habilidades que Dios le diera, en lugar de tener su confianza en algún tipo de apoyo financiero de terceros.

Groves fue llamado “el padre de las misiones de fe”; él lanzó la primera misión protestante a los musulmanes de lengua árabe, y se estableció en Bagdad, más tarde en el sur de India; él deseaba volver al método de Cristo y de los apóstoles. Su objetivo era convertir indios y formar sus propias iglesias, sin depender de entrenamiento, autorización o financiamiento extranjero. Groves predicó el Evangelio, estableció iglesias, produjo diversos escritos, influyó a hombres como George Müller, Darby, Bellet, Bakht Singh, Watchman Nee, entre otros.

Otro ejemplo de fe fue el cuñado de Groves, el conocido George Müller, que es llamado “el apóstol de la fe”; él quedó a tal punto tan impresionado por el testimonio de Groves, que decidió vivir una vida de fe y dependencia de Dios.

Müller fue un hombre usado por Dios para crear orfanatos que recibieron a millares de niños de la calle. Cada necesidad que había era colocada delante de Dios. Cierto día por la noche, Müller le dijo a un compañero que no había nada para que los niños comieran al otro día por la mañana y pidió que orasen por la provisión. Muchas veces él oraba al Señor: “Señor, tus niños no tienen nada que comer”. Sin saber cómo, a la mañana del día siguiente, Dios había enviado lo suficiente para alimentar a los dos mil niños por un mes. Era la provisión de los cielos. El Señor despertó a una persona durante la noche y le mandó que enviara alimento para suplir a los niños. Episodios semejantes a este ocurrieron durante toda la vida de Müller. Hay un libro titulado “Cincuenta mil oraciones oídas”; en él están descritas varias de estas experiencias de fe en Dios que proporcionaron una vida de buenas obras. Era impresionante la fe que él tenía en Dios y lo que esta fe produjo en la vida de este hombre de Dios.

¿Cuál es nuestra actitud ante estos testigos? 

Como dijo el autor a los Hebreos “...teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos…” (He. 12:1). Para nosotros, esta “tan grande nube de testigos” se ha vuelto aún mayor. Además de los personajes bíblicos, tenemos la historia de la Iglesia, donde hombres y mujeres de Dios vivieron una vida de fe que produjo en ellos muchos hechos. Siendo así, “… despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante…” (He. 12:1b).

Hay muchas cosas que nos estorban; éstas no son necesariamente pecaminosas, pueden ser cosas comunes, pero que son como una mochila pesada que nos impide producir buenas obras en Dios. Debemos abandonarlas, seguir el ejemplo de estos testigos que vivieron por fe.

En toda la historia de la Iglesia siempre ha habido hombres y mujeres que pisaron las mismas pisadas de fe de los hombres de Dios de las Escrituras. Siempre hubo personas que hicieron grandes hechos por causa de su confianza en Dios.

El pecado también nos asedia en todo tiempo; debemos tratarlo con seriedad, abandonarlo inmediatamente.

Nuestros ojos deben estar en Cristo. Él es el Autor de nuestra fe. Nuestra fe procede de la Persona bendita del Hijo de Dios. Él es el Autor y Consumador de nuestra fe.

Querido lector, ¿usted ve que los hijos de Dios son personas activas en la Obra del Señor? Ellos son individuos que naturalmente manifiestan la vida de Cristo. Ellos son luz del mundo, sal de la Tierra, resplandecen como luceros en medio de una generación perversa.

¿Qué hemos hecho de nuestra fe? ¿Será que la estamos convirtiendo en algo abstracto, teórico, filosófico? ¿Será que verdaderamente entendemos para qué fuimos salvos? ¿Cómo hemos lidiado con esto?

Ante todo esto, que El Señor nos ayude a entender estas verdades para que podamos vivir de manera digna de Él y para Su entero agrado.

Las obras que Dios ha preparado para nosotros 

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Ef. 2:10).

Todos creemos que la salvación es por fe, independientemente de las obras. Pero esta fe nos conduce a buenas obras. Muchas veces, cuando escuchamos hablar de ser participantes de la Obra de Dios, sentimos miedo, preocupación, pensamos que estando involucrados en el trabajo, no tendremos ninguna alegría.

Nos gustaría incentivar a los lectores a ser firmes, constantes, siempre abundantes en la Obra del Señor, sabiendo que esto les traerá inmensa alegría. Un hombre verdaderamente feliz, verdaderamente satisfecho con su existencia, es aquél que está andando en las Obras que Dios preparó para que él anduviese. Esa es la manera de glorificar a Dios y estar totalmente satisfechos en Él. Jesús dijo que había glorificado al Padre en esta Tierra, y eso hizo Él, completando la Obra que Dios le dio para hacer (Jn. 17:4).

¡Que podamos ser también imitadores de Cristo en las buenas obras en esta vida, por las cuales el pueblo de Dios debe ser conocido!

Joinville, Santa Catarina / Brasil

Marcelo Vieira

Siervo de Jesuscristo, esposo, escritor, produtor musical. Vive en la ciudad de Joinville, Santa Catarina, en Brasil, lugar en el cual es servidor de la iglesia local. Felizmente casado con Thais, padre de una hermosa niña llamada Helena.