¡Bienaventurados los que Lloran!

“Los que lloran son los que están dispuestos a vivir renunciando a lo que el mundo llama felicidad y paz, los que en nada pueden estar de acuerdo con el mundo, los que no se le asemejan. Sufren por el mundo, por su culpa, su destino y su felicidad. El mundo goza, y ellos se mantienen al margen; el mundo grita: alegraos de la vida, y ellos se entristecen. Ven que el barco de la inmensa alegría se está yendo a pique. El mundo fantasea del progreso, de la fuerza, del futuro; los discípulos conocen el fin, el juicio, la venida del reino de los cielos, para la que el mundo no está preparado. Por eso son extranjeros en el mundo, huéspedes molestos, perturbadores de la paz”. ¡No es de extrañar que el mundo los rechace!

“La peor cosa que le puede suceder a un hombre es pecar y aun así sentir­se feliz; esa es una señal visible que Dios lo abandonó.”