¡ADORACIÓN!

Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová…” (1 S. 1:27-28). En su tristeza, Ana había clamado al Señor por un hijo, y su pedido se había cumplido. ¿Qué respuesta a la oración supera ésta? Todo lo que pedía era este niño. No obstante, al recibir lo que anhelaba, lo devuelve todo al Dador. Al salir Samuel de sus manos, la Escritura nos dice que “adoró allí a Jehová.” Cuando llegue el día para mí, como le llegó a Ana, en que mi Samuel, en quien todas mis esperanzas están centradas, pase de mis manos a las manos del Señor, ese día conoceré lo que significa realmente adorarle. La adoración es consecuencia de la aplicación de la cruz, cuando Dios llega a ser todo en todos. Cuando nuestras manos son vaciadas de todo lo que nos es precioso, y nuestra mirada deja de posarse en nosotros mismos para mirar a Dios, eso es adoració.