¿LA NATURALEZA DE LA BIBLIA?

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redar­güir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Ti. 3:16-17)

Es la Biblia un libro hecho por hombres solamente? ¿De dónde proviene este libro? ¿Quién dijo que se hiciera este libro? ¿De dónde proviene cada palabra? ¿Cuál es el origen? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Por qué es diferente al resto de los libros?

Estas son preguntas importantes para saber por qué cree­mos lo que creemos en medio de un mundo que dice que la verdad es relativa y que se pueden sostener opiniones con­tradictorias. La Biblia dice de sí misma que ella es “inspirada por Dios”, que no es una verdad supuesta, sino la revelación de la verdad absoluta inspirada por Dios. Esto tiene grandes implicaciones para quienes manifiestan creer que la Biblia es la Palabra de Dios, porque esta es la guía con el sello de la autoridad divina para los que creen y para los que no creen, porque igualmente la Palabra de Dios es autoritativa y es la verdad absoluta para todo hombre, independientemente de su aceptación o no.

Para poder llegar a apreciar esta realidad es necesario pri­mero entender lo que se quiere decir al hablar de revelación e inspiración.

Revelación

Esta palabra en griego apokálupsis es la misma que le da su nombre al último libro de la Biblia; por ello el Apocalipsis de Juan es traducido a veces también como ‘Revelaciones’. Esta palabra nos habla de descubrir o dar a conocer algo que antes estaba velado o que no era conocido, como cuando se corre una cortina o un telón para mostrar o descubrir qué hay detrás. Entonces, revelar implica dar a conocer algo que antes no estaba claro o estaba oculto.

El propósito de Dios es darse a conocer, manifestarse a toda la humanidad, como dice Dios en la Escritura, que “si alguien quiere gloriarse, que se gloríe en conocerme que actúo en la tierra con amor, justicia y rectitud” (Jer. 9:23-24). Dios ha querido que todo hombre, toda cultura y en todo tiempo le puedan conocer (Hch.17:26-27), por lo cual ha decidido revelarse a Sí mismo.

Revelación Natural

“…porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y dei­dad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” (Ro.1:19-20).

Esta revelación natural se ocupa de lo que de Dios se co­noce (aparte de la Biblia) por medio de la creación, la cual da testimonio del poder y Deidad supremos y del carácter perfecto de quien la hizo. No obstante, tiene limitaciones,

una de ellas sería que no se ha comunicado con palabras, por lo que el hombre podría equivocarse en su interpretación de lo que ve naturalmente (Ro.1:21). De hecho, esto es lo que se atestigua día a día, que el ser humano, lejos de acercarse a Dios por medio de la revelación natural, termina poniéndola en lugar de Dios o queriendo negar la evidencia dada por Dios a través de ella.

Revelación especial

Por esto fue necesaria una revelación de Dios más especí­fica, una revelación especial, la cual es Dios revelándose a Sí mismo por medio de la Palabra, queriendo Él comunicarse con el hombre. Pero, ¿cómo han sido reveladas estas verda­des de Dios al hombre? En Hebreos 1:1 dice: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los pa­dres por los profetas…” Se puede ver que Dios utilizó múltiples maneras para hablar con los hombres: sueños, visiones, teo­fanías, ángeles, profetas, eventos, Jesucristo y sus apóstoles; un registro producto del trabajo de Dios con sus siervos los profetas y apóstoles.

El Antiguo Testamento

Hebreos 1:1, que acaba de ser considerado, explica cómo Dios se dio a conocer de manera especial a un pueblo, a Abra­ham y su descendencia, los israelitas, para tornarlos su pue­blo. En el monte Sinaí les entregó Su Ley, la cual mandó a Moisés poner por escrito (Ex.34:27) para que la guardasen y pusiesen por obra en la tierra a la cual Dios los estaba in­troduciendo. Estando allí, Dios, por medio de los profetas (hombres enviados con un mensaje de Dios para el pueblo lla­mándolo al arrepentimiento), exhortó y corrigió continua­mente al pueblo por incumplir Su Pacto. Pero también reveló y anunció por medio de ellos la venida del Mesías-Ungido, quien traería pleno cumplimiento de la Ley, y que finalmente vendría a poner fin a la violación de los mandamientos y a la iniquidad del pueblo de Dios (Dn.9:24); y no sólo de ellos, sino también para salvación de todas las naciones (Is.42:6). Podría concluirse que el Antiguo Testamento consiste en los libros inspirados divinamente que contienen la revelación de Dios al pueblo de Israel y a los que habían de creer en Cristo (1 P.1:10-12), escrita de manera ordenada, conteniendo la Ley, los escritos de los profetas y, en ellos, la promesa del Mesías-Salvador.

La encarnación de Jesucristo

“…Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley…” (Gá. 4:4). Llegado el tiempo, aquella promesa del Mesías que vendría a salvar a su pueblo y a los gentiles tuvo su cumplimiento; en el mo­mento justo, Dios se reveló a Sí mismo en toda su plenitud en la persona del Hijo de Dios: Enviado por el Padre; encar­nándose como un ser humano a través del Espíritu Santo; por medio del nacimiento virginal (es decir, sin que María, su madre en la carne, tuviera relación anteriormente con José), así fue cómo, por primera vez en toda la historia, Dios ca­minó en la Tierra con los hombres, revelándose en el Hijo a toda la creación.

Aunque en el Antiguo Testamento ya había sido revelada la venida del Mesías, en Jesucristo es revelada la realidad de todas las cosas:

El propósito de Dios es darse a conocer, manifestarse a toda la humanidad, como dice Dios en la Escritura, que “si alguien quiere gloriarse, que se gloríe en conocerme que actúo en la tierra con amor, justicia y rectitud” (Jer. 9:23-24).

“El mensaje progresivo de la revelación, alcanza la cota suprema en el Hijo… El discurso revelador de Dios se llama Hijo. El mensaje absoluto de Dios se expresó por medio de un hombre, que es Jesús. Pero no se pronuncia por medio de palabras solamente, sino que se manifiesta en la Palabra que vino a los hombres, mediante la encar­nación del Hijo de Dios (Jn. 1:14), quien al ser Verbo (Jn 1:1), expresa absoluta, plena y totalmente a Dios… La revelación absoluta de Dios es posible porque Jesucristo, el Verbo encarnado, es tan Dios como el Padre… La vo­luntad de Cristo es revelarlo en el lenguaje propio y com­prensible de los hombres y en la experiencia de la relación que solo puede ser llevada a cabo por quien es, además de Dios, también hombre perfecto” (“Hebreos”, Samuel Pérez Millos, página 45).

La encarnación del Hijo de Dios es, sin duda, el hecho más asombroso y central de toda la revelación divina y de la historia humana. Mientras para muchos el logro más grande de la humanidad es que el hombre pusiera su pie sobre la luna, fuera de la Tierra, los cristianos reconocen que el even­to realmente maravilloso es que el Hijo de Dios pusiera su pie en la Tierra, y caminara entre nosotros, para venir a dar Su vida en rescate por la humanidad.

Los escritos de los apóstoles

Mientras que la encarnación del Señor Jesucristo es la co­rona suprema de toda la revelación de Dios, el Nuevo Testa­mento es la culminación de ella. Puesto que Jesús ya no está entre los hombres, los autores bíblicos del Nuevo Testamento subrayaron la importancia de las Escrituras y su inspiración de origen Divino (2Ti.3:16-17), en referencia al Antiguo Tes­tamento, al mismo tiempo que eran escritos los cuatro Evan­gelios y las Epístolas, por parte de los apóstoles, a las iglesias. Estos escritos tratan de la enseñanza apostólica (Hch.2:42) e instrucciones dadas por el Espíritu de Dios (Jn.16:13) a la Iglesia. Ya Pedro, en su segunda epístola (2P.3:15-16), equipara los escritos de Pablo a las Escrituras del Antiguo Testamento, lo cual da testimonio de que las tenían por ins­piración divina. Posteriormente, las iglesias guiadas por el Espíritu del Señor (al igual que el pueblo de Israel anterior­mente), reunieron y recopilaron todos estos escritos, reco­nociendo de entre éstos los que eran fidedignos y realmente inspirados por Dios. ¡Qué maravilla! Que de principio a fin la Biblia no se contradice, sino que cualquier persona que se acerque a ella podrá reconocer que es un solo relato de prin­cipio a fin, que apunta en cada una de sus partes a una revela­ción progresiva de Dios, la cual tiene como centro a Su Hijo.

Diferencia entre revelación e inspiración

“Esta diferencia tiene que ser entendida antes de poder comprender plenamente la operación de Dios al dar al hombre Su Palabra. La revelación es cómo Dios se da a conocer a Sí mismo, ante una persona específica o ante varias. La inspiración es la conducción de Dios de aquel escritor u orador, de tal manera que la verdad dada a co­nocer al escritor u orador pueda ser escrita o pronuncia­da de manera infalible. En otras palabras, lo que Dios ha revelado de Sí mismo en cuanto a Su persona y voluntad para nuestras vidas de manera especial, fue luego puesto por escrito bajo la guía y supervisión de Dios que inspi­ró a hombres para que aquello que fue escrito, fuera. La revelación es el cuerpo de verdad que Dios deseó que los hombres poseyeran; la inspiración es la manera en que dio este cuerpo de verdad entre los hombres. La inspiración garantiza el correcto manejo de las verdades reveladas… Todo en la Biblia es resultado de la inspiración”. (“El ocaso de los incrédulos”, página 325. Roger E., Dickson).

La revelación es cómo Dios se da a conocer a Sí mismo, ante una persona específica o ante varias. La inspiración es la conducción de Dios de aquel escritor u orador, de tal manera que la verdad dada a co­nocer al escritor u orador pueda ser escrita o pronuncia­da de manera infalible.

Young dice: “Es bueno mantener en mente la distinción fundamental de que, en tanto que la revelación es esencial­mente la comunicación del conocimiento o información, la inspiración tiene como designio asegurar la infalibilidad en la enseñanza”.

Inspiración

Esdras: “Era escriba diligente en la ley de Moisés, que Jehová Dios de Israel había dado” (Esd.7:6). Este versículo es de gran ayuda para poder entender la inspiración de la Biblia. Prime­ro se observa a Moisés como el escritor humano del Penta­teuco, pero aparece “…que Jehová Dios de Israel había dado”; ahí puede verse el origen de la Ley, la cual es de Jehová Dios, y Él la dio a Moisés. Es esto lo que significa inspiración. José Martínez dijo:

“Podemos definir la inspiración de la Biblia como la ac­ción sobrenatural de Dios en los hagiógrafos (autores) que tuvo por objeto guiarlos en sus pensamientos y en sus escritos, de modo tal que éstos expresaran verazmen­te la revelación, los pensamientos, los actos y la voluntad de Dios. Por esta razón, puede decirse que la Biblia es Palabra de Dios y, por consiguiente, suprema norma de fe y conducta.” Esta es una gran definición de lo que es la inspiración, pero esta definición no es solamente teo­lógica. Por esta razón se considerarán algunos pasajes, ya que el término ‘inspiración’ no es de origen filosófico o teológico, sino de la misma Biblia.

A. 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia…”. La palabra “inspirada” en el griego es Theop­nefstos, que significa literalmente “inspirado por Dios”, “ex­halado por Dios” o “respirado por Dios”; o sea que Pablo le está diciendo a Timoteo que toda la Escritura es inspirada por Dios, es decir, que la Biblia es el resultado del aliento de Dios.

Para poder quitar algunas definiciones erróneas acerca de la inspiración es necesario revisar un poco más en este ver­sículo la expresión “Toda la escritura”; esto quiere decir que cada palabra en los manuscritos originales es inspirada, no hay ninguna parcialidad, no existen algunas partes de la Es­critura inspiradas y otras no. Los teólogos utilizan el término “inspiración plenaria verbal”. Esto dice Roger E. Dickson:

“Por verbal significa que cada palabra en la Biblia se en­cuentra allí debido a que Dios así lo quiso. Dios no dejó al hombre sin conducción para expresar las verdades di­vinas. Como tampoco dictó palabra a palabra cada pasaje. El Espíritu Santo condujo a cada escritor de una manera que aseguraba la inerrancia, pero que permitía la indivi­dualidad. La palabra plenaria proviene del término latino ‘plenus’, que significa «lleno». «La inspiración plenaria significa que todas las partes de la Biblia están igual y ple­namente inspiradas; y se opone a otros puntos, como la inspiración “parcial” y la “inspiración por grados”». De manera que la Biblia es verbalmente (todas las palabras) y plenariamente (todas las partes) inspirada por Dios.”

“Podemos definir la inspiración de la Biblia como la ac­ción sobrenatural de Dios en los hagiógrafos (autores) que tuvo por objeto guiarlos en sus pensamientos y en sus escritos, de modo tal que éstos expresaran verazmen­te la revelación, los pensamientos, los actos y la voluntad de Dios.

B. 2 Pedro 1:20-21 dice: “…entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” Pedro utiliza la palabra ‘inspirados’ de manera diferente; aun en el griego es una palabra distinta a la de 2 Timoteo 3:16. La palabra en el griego es ‘pherontenoi’, que literalmente significa “portadores, llevados a lo largo, movidos, impulsa­dos”. La palabra movido se utiliza también para mostrar el barco moviéndose bajo la influencia de un poderoso viento. Lo que quiere decir es que “los santos hombres de Dios” fueron llevados, movidos en sus escritos hacia donde Dios quería, y produjeron lo que Dios quiso que produjeran.

Entonces podría preguntarse: ¿Qué hicieron los auto­res humanos? ¿Dios les dictó de una manera mecánica, y los autores escribieron lo que tenían que escribir? Estos son errores que suelen decir algunos de los teólogos, afir­mando que Dios les hizo como una especie de dictado a los autores, o algunos también dicen que Dios les dijo algu­nos pensamientos a los hombres, y ellos utilizaron las pala­bras escritas. José Martínez responde a esto:

“Los hagiógrafos pueden ser considerados como órganos humanos que Dios usa para producir la Escritura. Cada órgano conserva su particular naturaleza, lo que da como resultado una mayor variedad, belleza y eficacia al con­junto escriturístico. Este hecho ha sido ilustrado desde tiempos de los Padres de la Iglesia mediante metáforas de instrumentos musicales que suenan por el soplo del Espí­ritu Santo.”

Esto significa que es un caso de doble autoría, es decir, que el origen de la Escritura es a la vez Divino y humano.

“Es de suma importancia mantener equilibradamente el doble carácter de la Escritura. La exaltación desmedida de cualquiera de sus aspectos conduce a error. Pretender salvar la plena inspiración de la Biblia, y lo que de divino hay en su origen, anulando prácticamente su componente humano, sería introducir en la bibliología una nueva for­ma de docetismo. La enseñanza doceta pugnaba por salva­guardar la plena divinidad de Cristo negando lo real de su humanidad. Tan equivocada como esta doctrina es la que solo ve en la Biblia palabra de Dios, y no palabra de hom­bres. Pero igualmente errónea y de consecuencias más graves- es la conclusión a que llega la crítica radical de que los textos bíblicos son producción meramente humana a la que no hay por qué atribuir elemento alguno de inspi­ración sobrenatural.”

Hay una interrogante más: ¿Cómo fue la inspiración, y cómo inspiró Dios a los hombres, de manera que cada carac­terística y personalidad de ellos no fuera alterada? Charles Spurgeon dice acerca de esto lo siguiente:

“Este volumen es la escritura del Dios viviente: cada letra fue escrita por un dedo Todopoderoso; cada palabra salió de los labios eternos, cada frase fue dictada por el Espíritu Santo. Aunque Moisés fue usado para escribir sus historias con su ardiente pluma, Dios guió esa pluma”.

“Es de suma importancia mantener equilibradamente el doble carácter de la Escritura. La exaltación desmedida de cualquiera de sus aspectos conduce a error. Pretender salvar la plena inspiración de la Biblia, y lo que de divino hay en su origen, anulando prácticamente su componente humano, sería introducir en la bibliología una nueva for­ma de docetismo.

La manera que dice Spurgeon “dictada” no significa que a los escritores humanos se les quitaran sus características hu­manas y su personalidad en sus escritos, o cambiara su forma literaria, sino que la Palabra que Dios “inspiró”, fue dada a los escritores humanos, y se les permitió retener su vocabula­rio, su estilo literario y sus propias personalidades. Hamilton añade:

“El Espíritu Santo supervisó a los hombres que estaban escribiendo, mientras lo hacían, de tal manera que, en tanto que fueron dejados en plena posesión de su propio estilo y vocabulario, quedaron sin embargo impedidos de escribir lo que no fuera cierto, y conducidos a seleccionar precisamente los hechos que Dios quería que Su pueblo conociera” (The Basis of Christian Faith, página 291 (“La Base de la Fe Cristiana”).

En conclusión, Pinnock dice:

“La Biblia en su integridad es la Palabra escrita de Dios para el hombre, libre de error en sus autógrafos origina­les, totalmente fiable en historia y doctrina. Su inspira­ción divina ha dado como resultado que el Libro sea «in­falible» (incapaz de enseñar nada engañoso) e «inerrante» (no susceptible de ser probado falso ni equivocado). Su inspiración es «plenaria» (extendiéndose por igual a to­das partes), «verbal» (incluyendo la misma forma del len­guaje), y «confluente» (producto de dos agentes, humano y divino). La inspiración involucra la infalibilidad como una propiedad esencial, y a su vez la infalibilidad implica inerrancia. Esta triple designación de la Escritura se halla implícita en la tesis básica de la autoridad bíblica”. (A De­fense of Biblical Infallibility) (Una Defensa de la Infalibi­lidad Bíblica).

La autoridad de la Biblia

Hoy día muchos cristianos se preguntan sobre la voluntad de Dios, mas Dios ya ha hablado por medio de Su Palabra, dando a conocer Su voluntad. Dado que la Biblia es la Pa­labra inspirada por Dios, puede inferirse que está revestida de Su autoridad. Por Su Palabra, Dios hizo el universo, Él dijo: “Sea…” (Gn.1:3), y vino a existencia todo lo que se ve, y aun lo que no se ve (He.11:3). Israel debía ser cuidadoso en cumplir todo aquello que Dios había mandado escribir a Moisés, pues dado que fue Dios, y no Moisés, quien había hablado, la violación de la Palabra de Dios podía acarrear la muerte, la maldición y el juicio (Dt.27 y 28). La Palabra de Dios no es un consejo o unos dichos. Es para el cristiano la máxima y última regla de fe, doctrina y conducta, la cual rige su fe, caminar, actuar, pensar; en resumen, toda su vida. Pues es tal la autoridad de la Palabra de Dios que en sí misma con­tiene poder para transformar y edificar a quienes la obede­cen (Hch.20:32), dar fe a los oyentes (Ro.10:17), salvación a los creyentes, y juicio a los que la rechazan o desobedecen (Jn.12:48). Se puede pretender ignorarla, pero ella es siem­pre vigente (Mr.13:31), por lo cual nadie puede quedar neu­tral frente a su autoridad.

Concluyendo…

Esdras respondió al llamado y permitió que Dios trabaja­ra en su corazón (Esd.7:10). Ahora, ¿cómo responderemos nosotros ante semejante verdad? ¿Está nuestro corazón de­lante de la Palabra de Dios? ¿Hemos decido escuchar a Dios? ¿Estamos firmes en permanecer en Su Palabra? ¿Estamos leyendo la Palabra? ¿Estamos amando la Palabra? ¿Estamos obedeciendo la Palabra? ¿Estamos comprometidos estudian­do diligentemente la Palabra? ¿Está usted interpretando co­rrectamente la Palabra?

Esdras diligentemente “…había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos…” (Esd.7:10), porque había entendido la importancia y autoridad de las Escrituras. Y como él, tam­bién nosotros tenemos un gran fundamento para estudiar, cumplir y enseñar lo que dijo el Señor Jesús: “…todas las co­sas que os he mandado…” (Mt 28:20). Es necesario entender que toda la Palabra ha sido inspirada por Dios ¡Y cuán im­portante es atender a todas las palabras de Dios en la Escri­tura! En tiempos donde muchos corren de un lugar a otro procurando escuchar a Dios, pero siendo engañados por las artimañas del error, si queremos que Dios nos hable, leamos las Escrituras en voz alta y oiremos claramente a Dios, por­que cuando la Biblia habla, Dios habla, y si Dios ha hablado, debemos obedecer.

Abrace esta verdad confiando en la Palabra de Dios, la cual “…es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tué­tanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón…” (He.4:12). La Biblia es el fundamento más sólido sobre el cual todo hombre puede estar firme.

Diego Ducon

Colaborador y escritor del ministerio Tesoros Cristianos. Nacido en Bogotá, ciudad donde vive actualmente, sirve en la iglesia local  donde reside.

Alberto Rabinovici

Colaborador y escritor del ministerio tesoros cristianos. Nacido en Argentina, criado en Paraguay e Israel. Vive en Colombia hace 8 años donde sirve en la iglesia local donde reside. Felizmente casado con Daniela, y tiene un hijo: Natanael.