UNA VIDA DE SENCILLEZ – 1° Parte

El que la comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. (Filipenses 1:6)

Carta I

SENCILLA OBEDIENCIA

Promueve la paz. Haz oídos sordos a tu acalorada imaginación. Tu activa imaginación dañará tu salud y secará en gran manera tu vida espiritual. Te preocupas enfermizamente sin razón. La paz interior y la dulce presencia de Dios huyen ante el desasosiego. ¿Cómo puedes oír a Dios hablar a su manera dulce y tierna, cuando tus apresurados pensamientos crean un remolino por dentro? Estate tranquilo, y pronto Él se hará oír. Permítete un exceso: ser excesivamente obediente.

Pides alivio, pero no ves se te ha guiado hasta el borde de una fuente que rehúsas beber. La paz y el consuelo sólo habrán de hallarse en sencilla obediencia. Sé obediente sin hablar demasiado de lo obediente que eres. Pronto encontrarás ríos de aguas vivas fluyendo dentro de ti. Si crees mucho, recibirás mucho. Si no crees nada, nada recibirás, y sólo seguirás escuchando a las historias que tú vacía ima- ginación te cuenta.

Deshonras al verdadero amor al suponer que se preocupa de las insignificancias que centran de continuo tu atención. Satanás está disfrazado de un ángel de luz. Asume la forma de un amor legalista y de una conciencia muy sensibilizada. Ya deberías saber de los problemas a los que él te conducirá si te convence para que seas un fariseo. Rechaza su progreso.

Si sólo te dejas avasallar por deseos sencillos y poco complicados, le serás a Dios de mayor agrado que si murieras la muerte de cien mártires. Deja caer tus ansiedades sobre el hecho de haber tardado tanto en ofrecer este sacrificio en simplicidad a Dios. ¿Puede dudar el verdadero amor cuando el Buen Amado así lo pide?

Carta II

EL PELIGRO DE LA AMBICIÓN ESPIRITUAL

Estoy contento de saber que estás bien, y de contarme de una forma sencilla todo cuanto ocurre dentro de ti.Nunca dudes en escribirme sobre cualquier cosa que pienses que Dios te esté pidiendo.

No sorprende que seas muy ambicioso en avanzar en tu vida espiritual y hallarte en compañía de aquellos que tienen reputación de ser espirituales. No importa su apariencia, estas cosas siguen adulando a tu amor propio. No trates de llevar a cabo tus ambiciones de hacerte más espiritual, o ser tenido en compañía de las personas que son honradas por su espiritualidad. Tu meta debiera ser morir a cada una de dichas ambiciones dejándote humillar. Debes aprender a aceptar la oscuridad y el solaz desprecio mientras mantienes tus ojos puestos únicamente en Dios.

Puedes oír interminables sermones sobre una vida perfecta. Puedes saber todo lo que se predica sobre el tema y aún estar más lejos de la perfección que nunca. Tu meta primordial habría de ser hacer oídos sordos al yo, mientras se escucha a Dios en silencio. Deberías renunciar a tu orgullo y entregarte a lo que agrade a Dios. Habla poco y haz mucho, sin preocuparte de si te han visto o no.

Dios te enseñará más que incluso el más maduro cristiano. Él te enseñará mejor que todos los libros del mundo. ¿Por qué tiendes tanto hacia el conocimiento? ¿No te das cuenta de que todo lo que necesitas es ser pobre en espíritu, y no saber nada excepto a Cristo, y a Cristo crucificado? El conocimiento envanece, es sólo el amor el que edifica. (I Corintios 8:1) Conténtate con tan sólo el amor.

¡Qué! ¿Crees que la forma de amar a Dios viene por acumular más conocimiento? Ya tienes más de lo que puedes usar. Practica lo que ya sabes en vez de buscar más conocimiento. Te engañas a ti mismo si crees que estás creciendo espiritualmente porque tu curiosidad ha explorado intelectualmente alguna idea espiritual. Humíllate a ti mismo, y no esperes recibir del hombre lo que sólo Dios puede dar.

Carta III

LA PROFUNDIDAD DEL ORGULLO

Sabes lo que Dios quiere de ti… ¿cómo puedes negarte? Sientes que tu resistencia a Su llamada proviene por completo del amor propio

¿Permitirás que tu orgullo crezca y se invente más excusas ingenuas con el mero fin de rehusar la misericordia de Dios? Aplicas demasia- dos principios morales a tus pensamientos vagabundos… sólo aprende a ignorarlos. Confiesas cosas que mejor harías en pasar por alto. No obstante, el hecho de que resistas de continuo al Espíritu Santo no te preocupa en absoluto. ¿Será porque a Dios no le parece adecuado darte lo que quieres, y de la forma que lo quieres?

El interés propio y el orgullo te hacen rechazar los dones de Dios porque no vienen con el lazo que es de tu gusto. ¿Cómo vas a ser capaz de orar? ¿Qué es lo que Dios te está diciendo en lo recóndito de tu espíritu? Lo único que Él pide es muerte, pero tú no quieres otra cosa más que vida. ¿Cómo le puedes pedir que conteste una oración de la forma en que tú quieres que se conteste?

¿Importa acaso si recibes los dones de la gracia de la manera en que un mendigo recibe pan? Esto no hará que los dones sean menos puros o menos preciosos. Recibe con humildad la dulce gracia que Dios quiere darte.

Carta IV

LA MÁSCARA DE LA PROPIA NATURALEZA

Amarte a ti misma egoístamente cierra el espíritu. Te introduces en una camisa de fuerza cuando te encierras en el yo. Cuando sales de esa prisión experimentas lo inmenso que es Dios, y cómo Él pone en libertad a sus hijos.

Me gozo en que Dios te haya reducido a debilidad. No vas a ser convencida de la existencia de tu propio amor ni serás librada de él de ninguna otra forma. El amor propio encuentra fuerzas ocultas y escondrijos secretos a causa de tu fuerza natural y tu ingenio para sobrevivir. No puedes ver tu egoísmo. El egoísmo se alimenta del sutil veneno de una aparente generosidad de siempre sacrificarse por otros. Dios obligará a tu antigua naturaleza a chillar y a salir a campo abierto. ¿Ves lo celosa que eres en realidad?

La debilidad es muy dolorosa, pero también es muy útil. Mientras el amor propio exista, vas a tener miedo que se descubra. Siempre que quede el más mínimo rastro de amor propio en las secretas moradas de tu corazón, Dios le dará caza, y, por algún martillazo infini- tamente misericordioso, obligará a tu egoísmo y envidias a salir de su escondite. El veneno entonces se convierte en cura. El amor propio, expuesto a la luz, se contempla horrorizado. Las lisonjeras ilusiones de toda la vida que has mantenido a flote son forzadas a morir. Dios te permite ver a quién adoras en realidad: a ti misma. No puedes hacer otra cosa más que verte a ti mismo. Así mismo, eres incapaz de ocultar tu verdadero ser de otros.

Así que arrancar al amor propio su máscara es el castigo más humillante que pueda infligirse. Ves que ya no eres tan sabia, paciente, educada, controlada, y valiente en tu sacrificio por otros como te habías imaginado. Ya no te alimentas de la creencia de que no necesitas nada. Ya no piensas que tu “grandeza” y “generosidad” se merecen un mejor nombre que “amor propio”. Ahora ves tu egoísmo como el de un niño estúpido que berrea por la pérdida de una manzana. ¡Pero el tormento se extiende porque también gritas de rabia por haber llegado tan sólo a llorar!

Nada te puede consolar porque tu venenoso carácter ha sido descubierto. Ves toda tu estúpida rudeza y condescendencia. Mira tu propio reflejo repulsivo. Di junto a Job, “el miedo que presentía me ha sobrevenido; lo que me daba terror me ha acontecido.” (Job 3:25)

¡Bien! Aquello a lo que más miedo tiene tu vieja naturaleza es lo que necesita destrucción.

Dios no necesita atacar lo que ya está muerto. Sólo lo que vive ha de morir. Lo que necesitas es convencerte de tu excesiva ñoñería. Todo cuanto tienes que hacer es estar dispuesto a verte como eres. En el momento que lo hagas, empezarás a cambiar.

El egoísmo se alimenta del sutil veneno de una aparente generosidad de siempre sacrificarse por otros. Dios obligará a tu antigua naturaleza a chillar y a salir a campo abierto.

Pides un remedio para ponerte bien. No necesitas ser curada, necesitas que te maten. No busques una cura; deja que llegue la muerte. Ten cuidado, no obstante, de tomar la gallarda resolución de no dejarte curar. Esto puede llegar a ser un remedio disfrazado, e incluso po- dría ofrecer ayuda y consuelo a la vida propia. No busques consuelo para el amor propio, y no ocultes tu enfermedad. Deja que simple- mente todo se vea, y luego déjate morir.

Esta muerte no ha de ser llevada a cabo por fuerza alguna que pro- venga de ti. La debilidad es lo único que debieras poseer. Toda fuerza está fuera de lugar. Sólo hace que la agonía sea más larga y dolorosa. Si mueres de agotamiento, morirás más rápido y con menos violencia. Morir es necesariamente doloroso. Los estimulantes son una crueldad para los que están siendo torturados. No quieren más fuerzas… sólo anhelan el golpe fatal. Si fuera posible ayudar al torturado debilitándole y apresurando su muerte, su sufrimiento sería acortado.

Pero Él nada puede hacer. La mano que le ató a su potro de tortura es la única que puede acabar con él.

No pidas remedios o fuerza, ni siquiera la muerte. Pedir la muerte es falta de paciencia. Pedir comida o cura es prolongar tu agonía. ¿Qué vas a hacer? No busques nada. No te sujetes a nada. Confiésalo todo, pero no para buscar alivio, sino para ganar humildad y un deseo de rendición.

No me mires como un medio de vida, sino como un medio de muerte. Un instrumento de vida no serviría para su propósito si no ministrara vida. Un instrumento de muerte no se merecería dicho nombre si mantuviera viva a las personas en vez de matarlas. Permí- teme ser, o qué menos que aparentar, duro, sin sentimientos, indiferente, inmisericordioso, molesto, y desconsiderado. Dios sabe cuán lejos está de la verdad, pero Él permite que todo parezca así. Te seré de mucha mayor utilidad a través de este personaje falso e imaginario que por medio de mi afecto y ayuda real. La cuestión no es saber cómo puedes mantenerte con vida, sino cómo has de perderlo todo y morir.

Carta V

MOTIVACIONES ERRÓNEAS

Hay algo engañosamente incorrecto en la manera que tratas con tu sufrimiento. Mientras que por fuera sólo pareces preocupado por la gloria de Dios, la propia naturaleza sin conquistar te está causando problemas en lo recóndito. Estoy seguro que quieres que Dios sea glorificado, pero quieres que Su gloria se exprese a través del testimonio de que Él te ha hecho perfecto. Permíteme que te diga que esto alimenta al amor propio. Sencillamente, es una sutil argucia de la naturaleza propia.

Si en verdad quieres madurar a través del descubrimiento de tus defectos, no te justifiques ni condenes en ellos. En vez de eso, tráelos con mansedumbre ante Dios. Ponte de acuerdo con Él en todas las cosas… incluso en aquellas que no puedas entender.

Permanece en paz, pues la paz es lo que Dios desea para ti sin importar lo que ocurra. De hecho, existe una paz de conciencia que los pecadores deberían disfrutar desde que se arrepienten. El sufrimiento debería ser pacífico y estar templado con el consuelo de Dios. Recuerda la maravillosa palabra de Dios que en una ocasión te deleitó… el Señor no estaba en el ruido y fragor, sino en una voz apacible y delicada. (I Reyes 19:11)

Carta VI

TRATANDO CON TUS DEFECTOS

No te preocupes de tus defectos. Tiendes a buscar lo que Dios puede dar en vez de buscar a Dios Mismo.

Acabo de leer a alguien que ha leído la biografía de una persona piadosa. Estaba tan enfadado al comparar su imperfección que renunció completamente a la idea de vivir una vida devota a Cristo. ¡No seas así! Si miras lo imperfecto que eres, te sacarás a ti mismo de quicio e interrumpirás la presencia de Dios y su obra perfecta dentro de ti. La vergüenza que sientes al ver tus propias faltas es un problema mayor que los defectos originales.

Francisco de Sales dijo que es fácil enredarse con el amor en vez de con el Buen Amado. Si Dios fuera el único objeto de tu afecto sólo estarías interesado en Él. Cuando estás ocupado tratando de captar el sentimiento de que Él te ama, aún sigues ocupado contigo mismo.Cuanto más pacífico y abierto esté tu espíritu, tanto más cerca sentirás a tu Señor.

Carta VII

VIVE EN EL MOMENTO PRESENTE

Vive en paz sin preocuparte del futuro. La preocupación innecesaria y el imaginar el peor de los escenarios estrangulará tu fe. Sólo Dios sabe lo que habrá de sucederte. La verdad es que ni siquiera eres dueño del momento presente, pues incluso éste pertenece a Dios. Así que vive según Su voluntad.

Cada día hay suficiente con lo que Dios te da para hacer… no se espera más ni menos de ti. Quién eres tú para decirle al Señor, “¿por qué me haces esto?” Él es el Señor… deja que haga lo que a Él le parezca bien. En verdad que no necesitas añadir tu sabiduría y tus planes a Su sabio y buen plan. Comer el fruto de tu propia sabiduría es siempre una experiencia amarga. Dios permite esto para mostrarte cuán desagradable es ignorar Su guía. El futuro aún no es tuyo… a lo mejor nunca lo será. Y cuando llegue el mañana probablemente sea diferente de lo que habías imaginado.

No basta separarte de los caminos del mundo. También debes dejar que la humildad se forje dentro de ti. La separación del mundo significa no dirigir el rumbo hacia las cosas externas. Cuando la hu- mildad se forme en ti dirigirás tu rumbo lejos de tu propia naturaleza. Toda traza de orgullo debe ser conquistada. Tu orgullo al pensar que sabes mucho de las cosas espirituales es más peligroso que ser un multimillonario. El orgullo te ayuda a creer que eres importante de una forma mucho más sutil. Pon a un lado tu propio interés, y simplemente deja que la voluntad de Dios se desenvuelva a tu alrededor.

Todo cuanto Él hace es por tu bien. Adórale sin tener que ver y saber todo. Sigue con las cosas buenas que haces, ya que sientes que debes hacerlas y que puedes hacerlas con facilidad. Evita las cosas que te distraigan de Cristo, y ten cuidado en que toda tu energía extra no te meta en problemas. Sobre todo, vive en el momento presente y Dios te dará toda la gracia que necesites.

Carta VIII

LIDIAR CON LAS OFENSAS

Por supuesto, simpatizo con todas tus tribulaciones. Lo único que puedo hacer es orar para que Dios te consuele. Necesitas de verdad que el Espíritu de Dios te dé fuerzas en tus tribulaciones. Su espíritu atará el avance de tu fuerza natural. Es normal que quieras defenderte de los problemas que ahora enfrentas. Pero no las combatas con tu propia fuerza.

En lo que se refiere a la carta sobre tu nacimiento, creo que la deberías entregar a Dios. Pide la misericordia de Dios sobre aquel que quiera dañarte. Siempre he tenido la sensación de que eras muy sensible con este asunto.

Dios siempre te ataca en el punto débil. No intentas matar a al- guien golpeándole donde es más fuerte. Tienes que apuntar a sus órganos vitales: el seno de la vida. Cuando Dios apunta para matar a tu vieja naturaleza, Él toca el punto más tierno… ¡el punto que rebosa de vida! Esto es por lo que ofrece la suerte de pruebas que Él te da.

Déjate ser humillado. Si eres silencioso y pacífico cuando te sucedan cosas humillantes, crecerás en gracia. Me doy cuenta de que te verás tentado a defenderte por miles de razones diferentes. Pero es mucho mejor estar humildemente en silencio. La humildad que aún puede hablar hay que observarla más de cerca. Lames demasiado tus heridas cuando hablas.

No te enfades en extremo cuando se digan cosas de ti. Deja que el mundo hable; sólo busca hacer la voluntad de Dios. Nunca serás capaz de satisfacer por completo a las personas, y el doloroso esfuerzo no merece la pena. Una paz silenciosa y una dulce relación con Dios te recompensará por toda palabra de mal proferida contra ti. Ama a tu prójimo sin esperar su amistad. La gente va y viene… deja que hagan lo que les agrade. Mira a Dios solamente. Él es el que te aflige o consuela a través de las personas y las circunstancias. Lo hace por tu propio beneficio.

Carta IX

DISTRACCIONES

Ruego que este nuevo año haya de ser un año lleno de gracia y bendiciones para ti. No me sorprende que no disfrutes la oración interior como lo hacías al principio. Todo placer tiende a agotarse. Una personalidad activa, acostumbrada a mucha actividad, se desmayará cuando esté en soledad. Durante mucho tiempo has estado distraída por mucha actividad externa. Estoy al tanto de los problemas que en- frentarás a medida que busques vivir una vida totalmente entregada a la voluntad de Dios.

Al principio la vigorosa fuerza de tu entusiasmo te ayudará a salir indemne de tus problemas, da igual lo grandes que sean. Cuando te sientes fuerte tienes la sensación de que puedes hacer cualquier cosa. Cuando te desanimas, crees que no puedes hacer nada y que todo está perdido. Pero ambas sendas están erradas.

No te turbes por ninguna distracción que experimentes en oración. Las distracciones están arraigadas muy dentro de ti, incluso cuando quieres orar internamente. Tu temperamento y costumbres te hacen ser muy activo. Sólo cuando estés completamente agotado buscarás una vida más sosegada.

Cuando lleves fruto, poco a poco llegarás a la experiencia de una vida interior más profunda con menos distracciones. Dios te dio un bocado antes con el fin de que pudieras ver hacia dónde quería guiarte. Luego Él se lleva este maravilloso sabor para que puedas ver que no te pertenece. Mira con claridad que todo lo que Él da es un don de gracia que debe ser recibido con humildad.

No te sorprendas al verte extremadamente susceptible, impaciente, orgulloso, y con una recia voluntad propia. Date cuenta de que ésta es tu disposición natural. Agustín dice que debes llevar el yugo de la confesión diaria de tus pecados. Aprende a sentir tu propia debilidad, tu camino, tu incapacidad de corregirte. Desespera de tu propio corazón y espera sólo en Dios. Sopórtate, pero no te halagues al pensar que eres mejor de lo que eres. No te niegues experimentar nada que sea necesario para tu corrección.

Puedes ver tu propio carácter, pero espera en el reloj de Dios para transformarlo. Déjate ser humillado bajo Su mano todopoderosa. Cada vez que sientas cualquier resistencia en tu voluntad, ríndete  a Dios. Cultiva el silencio tanto como sea posible. No tengas prisa para juzgar. Retén tus decisiones, tus gustos y disgustos. Párate en seco cuando tu actividad sea demasiado precipitada. No estés ansioso ni aún por lo bueno.

Carta X

ESCUCHA A DIOS

No escuches a tu propia naturaleza. El amor propio cuchichea en un oído y Dios cuchichea en el otro. El primero es desasosiego, imprudencia, ansiedad, y precipitación; el otro es sencillo, pacífico, y no habla más que pocas palabras en una voz suave y mansa. En el mo- mento en que escuches al vozarrón del yo no oirás los delicados tonos del amor santo. Cada cual habla de una sola cosa. El amor propio sólo habla de sí… nunca se le presta la suficiente atención. El amor propio habla de que se le considere. El yo desespera de todo excepto de una adulación directa.

El amor de Dios, al contrario, susurra que lo propio ha de olvidarse… ser tenido en nada para que Dios haya de ser todo. Dios quiere llenarte por completo y unirse a Sí Mismo contigo. Deja que el vano y quejumbroso balbuceo del amor propio se silencie para que en la quietud del corazón puedas escuchar el amor de Dios.

Mientras vivas en la tierra sólo puedes comprender en parte. El amor propio, que es la fuente de tus defectos, es el mismo que oculta los defectos. El amor propio tiene que ser desarraigado de ti para que Dios pueda reinar dentro de ti sin oposición.

La luz de Dios te mostrará lo que en realidad eres, y también te sanará de tus pecados. Hasta que no te ves bajo la prístina luz de Dios no te conoces. En realidad dependes de ti mismo mucho más de  lo que piensas.

El amor de Dios te hará ver claramente que Él te ama sin parcialidad y sin halagos. Así es como debes verte a ti mismo, al igual que a tu prójimo. Pero relájate, ¡Dios sólo te muestra tu debilidad en la medida en que ofrece el valor para sobrellevar la visión! Se te mostrarán las imperfecciones una a una en la medida en que seas capaz de encarar- las. A menos que Dios te diera la gracia para ver tus debilidades, el conocimiento de ellas sólo te llevaría al desespero.

Aquellos que corrigen a otros deberían esperar a que el Espíritu Santo fuera delante de ellos y tocara el corazón de la persona. Aprende a imitar a Aquel que reprende con mansedumbre. Las personas no necesitan ver a Dios condenándoles, deben darse cuenta dentro de ellos que han hecho algo incorrecto. No uses de mano dura a no ser que quieras que las personas vean a Dios como un ogro enfadado. Cuando el defecto de una persona te saca de quicio, normalmente no es “indignación santa”, sino tu propia personalidad impaciente expresándose. He aquí al imperfecto señalando con el dedo al imperfecto. Cuanto más egoístamente te ames a ti mismo, tanto más crítico serás. El amor propio no puede perdonar el amor propio que descubre en otros. Nada es tan ofensivo a un corazón altivo y vanidoso como la vista de otro.

El amor de Dios, no obstante, está lleno de consideración, pacien- cia, y ternura. Guía a las personas lejos de su debilidad y pecado pasito a pasito. Cuanto menos egoísta seas, tanto más considerado serás hacia otros. Espera largo tiempo, años, antes de dar consejo. Y entonces ofrece sólo consejo a medida que Dios abra los corazones de los que van a recibirlo. Si arrancas la fruta antes de que la fruta madure, la estropearás del todo.

Tus amigos imperfectos, y todos somos imperfectos, sólo te pue- den conocer imperfectamente. Ven en ti lo que tú no puedes ver y pasan por alto mucho de lo que tú sí ves. Son prestos a ver las cosas que les ofenden, pero no miran en lo profundo de ti los defectos que están ocultos en lo más íntimo. Incluso sus mejores juicios no dejan de ser superficiales.

Escucha a la voz de Dios en silencio. Estáte dispuesto a aceptar lo que Él quiere mostrarte. Dios te mostrará todo lo que necesitas saber. Sé fiel en venir ante Él en silencio. Cuando oigas la voz sosegada y débil por dentro, es tiempo de estar en silencio. Esta voz no es un extraño a tu espíritu. Esto no es algo místico, sino práctico. Dentro de ti aprenderás a rendirte a Dios y a confiar en tu Señor.

Carta XI

DEJA QUE LA ANSIEDAD SE VAYA

Deja que tu ansiedad fluya aguas abajo como un torrente. ¡Menudas evidencias te fabricas para las más inverosímiles situaciones!  Dios te permite, a pesar de tu buen juicio, estar ciego a lo que está delante de ti. Crees que ves claramente lo que ni siquiera existe. Dios será glorificado en tu vida si te rindes a Él. Nunca tomes decisiones importantes en un estado de angustia. Sencillamente no eres capaz de ver con claridad.

Vive en paz sin preocuparte del futuro. La preocupación innecesaria y el imaginar el peor de los escenarios estrangulará tu fe. Sólo Dios sabe lo que habrá de sucederte. La verdad es que ni siquiera eres dueño del momento presente, pues incluso éste pertenece a Dios.

Cuando estés tranquilo y recogido te será más fácil hallar la voluntad de Dios. Vuélvete a la devoción y a la sencillez. Escucha a Dios y haz oídos sordos a ti mismo. Cuando estés en un lugar de calma y quieto descanso, haz cuanto sientas dentro de tu espíritu. Pero supo- ner que estás equilibrado cuando sufres la agonía de la ansiedad es prepararte para cometer una equivocación. Cualquier consejero espiritual experimentado te dirá que no tomes decisiones hasta que re- tomes tu paz y vuelvas a entrar en la oración interior. Nunca confíes en ti cuando estés sufriendo mucho, pues tu naturaleza es muy poco razonable y se solivianta con gran facilidad.

Dices que intento evitar que hagas lo que debes hacer. ¡Dios no quiera! No deseo animarte ni detenerte. Sólo quiero que agrades a Dios. Está más claro que el agua que fallarás al intentar hacer lo que Dios quiere si actúas cuando tu vieja naturaleza se sienta profunda- mente herida hasta el punto del desespero. ¿Harías algo sólo para hacerte feliz incluso si fuera en contra de la voluntad de Dios? Dios no quiera. Espera hasta que no te sientas tan herido. Permanece abierto a toda alternativa que Dios pudiera sugerir. Sacrifícalo todo por Su causa.

Carta XII

UNA GUÍA REPOSADA

Sé que Dios te guardará. Aunque no disfrutas de disciplina espiritual, sé fiel en buscar a Dios tanto como tu salud lo permita. Me doy cuenta de que comer, en lo físico y en lo espiritual, no te hace ahora mucha gracia. No obstante, debes comer para sobrevivir.

Sería bueno para ti si pudieras disponer de algunos instantes de comunión con aquellos miembros de tu familia en quienes tengas confianza. En cuanto a con quién deberías hablar… guíate por tu sentir interno de lo que sea adecuado en cada momento. Dios no te guía en base a tremendos emocionalismos, y me gozo por ello. Sé fiel a la voz mansa, y apacible.

Las emociones fuertes y los sentimientos profundos, o buscar se- ñales, puede ser más peligroso que beneficioso. Seguro que tu imagi- nación se lanza por los cerros contigo detrás. Dios te guiará, casi sin que tú lo sepas, si eres fiel en venir ante Él en quietud. Come de Él y de Su palabra. Ámale y no te diré que hagas nada más. Pues si le amas, todo lo demás funcionará. No te estoy pidiendo un amor tierno y emocional, sino simplemente que atiendas al amor. Pon a Dios delan- te de ti y del mundo e incluso tus malignos deseos empezarán a ser transformados.

Carta XIII

ACEPTA TU DEBILIDAD

He oído que estás enferma. Sufro a tu lado porque me eres muy querida. No obstante, no puedo hacer otra cosa que besar la  mano que permite esta enfermedad. Rezo para que la beses junto a mí con amor. Has abusado de tu buena salud y este es el resultado.

Dios no sólo te mostrará lo débil que eres físicamente, sino lo espiritualmente débil que eres sin Él. Cuán fuerte serás cuando veas que eres del todo débil. Entonces siempre serás capaz de creer que estás equivocado. Ábrete a la clarividencia de los demás. No seas dogmático. Habla la verdad con sencillez.

Deja que otros te evalúen, pero no juzgues a nadie. Ofrece consejo sólo a los que lo pidan. Haz mención de los defectos ajenos sin tener mano dura o ser legalista. Y no hables para ganarte una buena reputación.

Ruego que Dios te mantenga fiel a Su gracia. El que la comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. (Filipenses 1:6) Sopórtate con paciencia. Entrega al Señor todo cuanto te moleste. Hazlo en quietud y en paz. Y no esperes que las cosas cambien de un día para otro.

Piensa poco y haz mucho. Si no te andas con tiento, te agenciarás de tanto conocimiento que necesitarás toda una vida extra para ponerlo en práctica. Hay un peligro al pensar que eres perfecto simplemente porque entiendes lo que debe ser la perfección. Todas tus bonitas teorías no te ayudarán a morir a ti mismo. El conocimiento fomenta la vida de Adán en ti porque te deleitas en lo secreto en tu revelación. Nunca confíes tu poder a tu propio conocimiento. Sé humilde. No confíes en tu vieja naturaleza.

Carta XIV

QUE LAS COSAS SIGAN SU CURSO

Tu mente está demasiado ocupada y argumentas demasiado como para mantener una percepción sosegada de Dios. Si siempre estás razonando no puedes cultivar el silencio en el cual Dios habla. Sé humilde, sincero, y sencillo con las personas. Estáte reposado y calmado ante Dios.

Tus mentores son demasiado secos, intelectuales y críticos. Estas personas se oponen a una vida interior espiritual. Aunque sólo les escuches un poco, te llevarán lejos de una fe sencilla y mansa. Razonan demasiado y son enfermizamente cotillas. Los hábitos mal curados se prenden con facilidad, pues tienes una tendencia natural hacia ellos. Manténte alejado de cualquier cosa que te guíe a los viejo s caminos.

Hace cuatro meses que no he tenido tiempo para estudiar. Pero estoy contento de entregar el estudio y no apegarme a nada que Dios quiera llevarse. Puede que este invierno tenga tiempo de poner un pie en mi biblioteca. Entraré con cautela y atenderé a la más leve insinuación de que Dios me quiera en cualquier otro sitio. Al igual que el cuerpo, la mente tiene que ayunar. No tengo deseo de escribir, hablar, que hablen de mí, razonar, ni persuadir a nadie.

Vivo cada día con sencillez. Soporto cualquier inconveniencia que se presente, pero también me entretengo cuando lo necesito. Los que escriben cosas en contra mía y me tienen miedo están tristemente engañados. ¡Que Dios les bendiga! No soy tan necio como para salir de mi senda para ir a molestarles. Como Abraham dijo a Lot: ¿No está delante de ti toda la tierra? Si tú vas a la izquierda, yo iré a la derecha. (Génesis 13:9)

¡Bienaventurados los libres! Sólo Jesús puede hacerte libre. Te libera quebrando toda cadena que te retiene. ¿Cómo? Su espada divide marido y mujer, padre e hijo, hermano y hermana. En tanto haya algo en este mundo que signifique algo para ti, tu libertad sólo es una palabra. Eres como un pájaro retenido con lazo; sólo puedes volar hasta donde te deje el hilo. ¿Ves lo que quiero decir? Lo que quieres ganar vale más que todo lo que temes perder. Sé fiel en lo que sabes y se te añadirá. No confíes demasiado en tu mente… ¿cuántas veces te ha descarrilado?

Mi propia mente ha sido tal engañador que ya no cuento con ella. Sé sencillo. “Porque la apariencia de este mundo se pasa.” (I Corintios 7:31) Pasarás junto al mundo si sigues su patrón. La verdad de Dios permanece para siempre, así pues deja que Sus caminos tomen plena posesión de ti.

Te vuelvo a advertir: Ten cuidado con los filósofos. Te atraparán y te harán más daño que bien les sepas tú procurar. Sus discusiones son eternas, pero nunca se allegan a la verdad sencilla. Los intelectuales son unos curiosos insanos; son como conquistadores  que destruyen el mundo sin poseerlo. Salomón mismo testifica de la vanidad del in- terminable razonar.

Nunca estudies asuntos espirituales a menos que Dios te anime a ello. Y no estudies más de lo que puedas abarcar. Estudia con un cora- zón lleno de oración. Dios es tanto Verdad como Amor. Sólo puedes conocer la verdad en la medida que ames. Ama la verdad y conocerás la verdad. Si no amas, no conoces el amor. Ama con un corazón humilde y la Verdad te amará. Sabrás lo que los filósofos no pueden conocer e incluso lo que los filósofos no quieren saber. Espero que obtengas el conocimiento que se reserva para los niños y los de mente sencilla. Dicho conocimiento está oculto a los sabios y prudentes. (Mateo 6:25)

Carta XV

EVITA A LOS ENTROMETIDOS ESPIRITUALES

Estoy contento de que hayas encontrado las cualidades que esta- bas buscando en la persona de la que me hablaste. Dios pone lo que Él desea donde Él desea. Nos envía ayuda y luz a través de muy diferentes personas y circunstancias. ¿Te debería eso preocupar? Si ves que Dios te está enviando el socorro, no te apegarás tanto a la forma en que lo envió. Sus caminos están muy por encima de los nuestros. Confía en Su senda y madurarás en humildad y sencillez. El Señor te mostrará que no tienes ningún poder en o de ti. Recibe lo que Él da y depende de Su Espíritu, que sopla de donde quiere. (Juan 3:8) No necesitas conocer los secretos de Dios… tan sólo sé obediente a lo que Él te muestra que hagas.

Pensar mucho te distraerá. Si te ves atrapado en tus pensamientos, apagarán tu sentir espiritual interno como una ráfaga de aire apaga una vela. Si te mantienes en la compañía de personas como esta, verás cuán secos están sus corazones y cuánto se han apartado sus mentes del centro. Es mejor estar alejados de ese tipo de personas.

También quiero advertirte de las personas que aparentan tener una vida espiritual interior. Es fácil confundir una viva imaginación con una verdadera experiencia espiritual. Observa con cuidado y verás que aún están indebidamente apegados a las cosas externas. Tus deseos caprichosos, dejados a su aire, te guiarán a obsesiones que estrangulan tu paz interior y silencio ante Dios. Permanece lejos de per- sonas que suenan bien pero nunca exhiben un verdadero fruto del caminar interior. Su habla es engañosa y casi siempre los verás agitados, buscando los defectos, y llenos de sus propios pensamientos.

A estos entrometidos espirituales les molesta todo, ¡y casi siempre ellos son los molestos!

Carta XVI

ESTÁTE SATISFECHO CON EL HOY

Ruego que nunca busques lo que puedes obtener por confiar en Dios, ni siquiera asirte a las cosas de esta vida, por muy importantes que te parezcan. Confía completamente en Dios. Él no te engañará, pero confiar en los oscuros deseos ocultos en tu corazón sí lo hará.

Sé tan humilde y sencillo entre los prestigiosos como cuando estás a solas ante Dios. No hagas nada por tu razonamiento natural. No busques un sentir de certeza. Ni siquiera tiendas a cosas mejores. El momento actual es tu único tesoro porque es aquí donde se halla la voluntad de Dios. ¡No insultes el hoy buscando un mejor mañana!

¡Mereces un desengaño cuando buscas consuelo de esa forma!

Recíbelo todo con un espíritu humilde. Mira que tu curiosidad no te haga buscar las cosas que no deberías. Ten cuidado también con el egoísmo que quiere retener algo bueno. Deja a Dios trabajar, y mira cada instante como si fuera todo el conjunto de la eternidad.

Carta XVII

DATE LA ESPALDA

Tu única tarea es sobrellevar la debilidad de tu cuerpo y mente. La fuerza es perfeccionada en la debilidad. Sólo eres fuerte en Dios cuando eres débil en ti mismo. Tu debilidad será tu fuerza si la aceptas con un corazón manso.

Te verás tentado a creer que la debilidad y la humildad no forman parte de la confianza en Dios. Se tiene la idea generalizada de que alconfiar en Dios se lo ofreces todo generosamente por lo mucho que le amas. Los sacrificios heroicos se tienen como verdaderos ejemplos de confiar en Dios.

Confiar de verdad en Dios no es tan fascinante. Confiar en Dios es un descanso sencillo en el amor de Dios, como un bebé se mece en los brazos de su madre. La confianza perfecta significa que debes darte la espalda a ti mismo sin siquiera percatarte de que te has dado la vuelta. Parece imposible, ¿no es verdad? Pero te digo que no puedes tener mayor confianza que saber que confías totalmente en Dios.

El meollo de la cuestión de confiar en Dios no es hacer grandes cosas con las que te puedas sentir bien, sino confiar en Dios desde un lugar de intensa debilidad. Aquí hay una manera de saber si en realidad has confiado en Dios en un asunto… no pensarás más sobre tema, ni sentirás una falta de paz.

Carta XVIII

ABRE TU CORAZÓN

Percibes dentro de ti lo que Dios desea, pero te resistes. No hay que extrañarse de que estés angustiado. Dices, “es imposible hacer lo que Dios quiere.” Bueno, esa es una verdadera invitación al desespero, ¿sí o no? Desespérate de ti mismo tanto como te venga en gana, pero nunca desesperes de Dios. Sabes que Él es todo bondad y todo poder. Dios te dará según tu fe. ¡Mira a Abraham que esperó en contra de la esperanza! ¡Mira a María cuando no dudó siquiera cuando le propusieron la cosa más increíble de la tierra!

Abre tu corazón. Lo has cerrado con tanta fuerza que ni siquiera quieres que Dios te ayude en este punto. ¿Cómo puede tener la gracia espacio suficiente para trabajar con una actitud como esa? Todo cuanto pido es que descanses en fe con un corazón manso. Dios lo hará todo por ti. Las cosas que parecen más imposibles y monstruosas serán llevadas a cabo sin que ni siquiera sepas cómo.

Mediante la circuncisión de tu corazón eres hecho un hijo de Abraham. Al igual que él, debes dejar tu país de origen y todo cuanto te es familiar, y salir sin siquiera saber adónde vas. ¡Menuda bendición! Déjalo todo y entrégate a Dios que te ama celosamente. Tú, por  ti mismo, sólo puedes llevar a cabo cambios superficiales. No te conoces a ti mismo. Dios te conoce íntimamente, y sabe exactamente dónde excavar para encontrar la fuente de tus problemas. El amor propio es cobarde. El yo no tiene el valor de herirse hasta la muerte. La mano de Dios golpea en lugares inesperados y no deja nada sin descubrir. Tu amor propio clamará cuando Dios lo golpee. Asegúrate de que no haces nada para consolarle. Simplemente échate para atrás y deja a Dios hacer Su trabajo. Permanece en calma a medida que Él opera en ti y Su trabajo será un éxito.

Encuentro propia inspiración en Juan el Bautista, que se olvidó por completo de sí mismo para que sólo pudiera pensar en Cristo. Puso rumbo a Cristo con toda su vida, ¡menudo ejemplo expone ante ti!

Carta XIX

VIVE LA VERDAD DE DIOS

A medida que leas un pasaje de las Escrituras, haz una pausa después de cada versículo o frase para oír lo que Dios pueda decir. Considera cómo Jesús practica lo que lees. Piensa en cómo otros creyen- tes fieles viven la verdad de Dios. Considera lo que puede estar impidiendo que vivas la verdad por ti misma. A medida que sientas tu in- capacidad para vivir cierta verdad, acude ante Dios en silencio y humildad. Admira con claridad lo incapaz que eres. Pide a Dios que viva Su vida en ti, y que haga por ti todo aquello que tú misma no puedes. En verdad que Él terminará la obra que empezó en ti.

Permíteme ofrecerte un ejemplo. Supónte que estás leyendo Juan 17. En este pasaje Jesús dice a Su Padre: “Te he glorificado en la tierra; he completado la obra que me diste.” Cada cual tiene su propia obra pero no todo el mundo está haciendo la obra que Dios le ha dado a hacer. Todo lo que hagas que provenga del orgullo, o para desfilar ante los ojos del mundo, o simplemente porque agrada a tu vieja naturaleza no es la obra que Dios te da. Todo este tipo de obra proviene del mundo, o de la carne, o incluso del diablo.

Dios no sólo te mostrará lo débil que eres físicamente, sino lo espiritualmente débil que eres sin Él.

Lo que Dios quiere que hagas es obrar en aquellas cosas que están en consonancia con Su naturaleza dentro de ti. Quiere reponer tu vieja naturaleza con Su mismísima naturaleza. Esto conllevará nuevos

pensamientos y deseos. Aquí está la obra de Dios. Considera el ejemplo de los creyentes que han marchado delante tuya. Algunos de ellos lo pasaron mucho peor que tú. También eran débiles, pero terminaron su carrera espiritual.

No hablas a favor de Dios cuando exhibes un temperamento fuera de control. Su obra comienza en ti al querer alejarte de tu antigua vida. La mansedumbre es tu obra, Dios mío. He aquí la obra que Tú me has dado a hacer.

Puede que Dios te haya llamado a soportar que te sirvan de mala manera. Hazlo con gozo, pues ciertamente agradará a Dios. Recuerda que no eres llamado a ser bien servido, sino a servirle bien a Él. Aprende a ser manso y paciente con todo cuanto te turbe.

Cada día está lleno de cosas así y aprenderás a tratar con ellas. Cada uno de estos acontecimientos te enseñarán a vivir en la presencia de Dios. No confíes en tus buenas intenciones si no producen un sen- tir de vida dentro de ti. Busca hacerte manso y humilde. Si haces algo incorrecto que sólo te afecte a ti, arrepiéntete en calma. Si has agraviado a otros, a lo mejor con una palabra desagradable, entonces haz algún pequeño acto de bondad. Recuerda cuán mansa y pacientemen- te trata Dios contigo. Observa cómo Él trata contigo y de ahí aprende a tratar con otros. No te desanimes por tus errores. Nunca dejes de acudir a Dios.

Carta XX

CULTIVANDO EL SILENCIO

Simplemente traerte a ti mismo con mansedumbre ante Dios hará más que preocuparte o ser demasiado religioso. El silencio es muy importante. Aún cuando no puedas hallar un silencio absoluto, puedes intentar dejar a otros llevar la guía de la conversación. No hay mejor modo de mitigar la fuerza natural de tu vieja naturaleza que silenciándola. Guarda tu lengua. A medida que te hagas más consciente de la presencia de Dios dentro de ti, verás cómo Él es capaz de guardar tus palabras, tus pensamientos, y tus deseos a raya. Toda esta obra sucede lentamente, así que sé paciente contigo al igual que con los demás.

Trata de practicar el silencio tanto como la cortesía lo permita. El silencio anima la presencia de Dios, evita palabras bruscas, y te hace que tiendas menos a decir algo de lo que te arrepientas. El silencio también ayuda a poner un espacio entre ti y el mundo. Del silencio que cultivas surgirá la fuerza que demandan tus necesidades.

No importa cuánto cultives el silencio, aún habrá muchas situaciones engorrosas en las que te verás inmerso contra tu propia voluntad. Dios sabe que deseas tener mucho tiempo para orar, pero Él permite que seas rodeado de cosas que parecen evitar la oración.

Aprende a amar la voluntad de Dios más que la dulzura de la ora- ción que uno escoge. Sabes muy bien que no necesitas orar encerrado en tu habitación para amar a Dios. Cuando Él te dé tiempo, úsalo para orar. Cuando no haya tiempo, estáte igualmente satisfecho. Eleva tu espíritu a Él sin hacer ninguna señal externa. Habla sólo cuando sea necesario. Soporta las cosas más duras que se crucen en tu vida. Necesitas más negarte a ti mismo que adquirir más luz. Sé fiel en guardar silencio y Dios te guardará del mal cuando hables.

Acepta lo que Dios escoge para ti. Esto es más importante que lo que tú escoges para ti, pues tiendes demasiado a ti mismo. Date a Dios día tras día. Él te lleva en Sus brazos como una madre lleva a su hijo. Cree, espera, y ama como un niño. Mira con amor y confianza a tu Padre celestial.

Carta XXI

VIVE INSTANTE A INSTANTE

Es un don muy grande ser capaz de estar tranquilo cuando estás enfrentando situaciones que no parecen cambiar. Soporta todas las molestias e inconvenientes de tu situación presente. Míralas como ejercicios que Dios ha diseñado para tu crecimiento. Él te está enseñando a sobrellevar situaciones difíciles sin deprimirte. Tus emociones pueden estar por los suelos, pero tu hombre interior está siendo elevado. Esta paz es tanto más preciosa cuando no existan causas terrenales para experimentarla.

Es maravilloso estar dispuesto a aceptar todas las situaciones, no importa cuán difíciles. Es bueno que nunca se diga, “esto es demasiado para mí, no puedo soportarlo.” Depende del Todopoderoso. La mano de Dios te sostiene. No intentes mirar demasiado lejos, tan sólo vive el instante ante Dios. Ríndete a Dios con un corazón rebosante de confianza. Cuanto más te ama Dios tanto menos te perdona. Acepta cualquier consuelo que te tienda. Tan sólo vive para hacer Su voluntad.

Carta XXII

PROCURA TU SALVACIÓN

Sé fiel a Dios en las cosas pequeñas. La mayoría de las personas malgastan la mayor parte de su vida lamentando sus malos hábitos. Hablan de pasar una nueva página, pero en realidad nunca procuran su propia salvación. Cada instante tienes el privilegio de entrar en mayor plenitud en tu salvación. A medida que Dios te dé cada instan- te, úsalo. No tienes garantía alguna del mañana.

Escucha a Dios, vive en Su presencia, y evita las cosas que te separan de Él. Ámale sobre todas las cosas. Somete tus planes a Su voluntad. Averigua lo que Él quiere para ti y entonces hazlo presto. Las co- sas pequeñas se hacen grandes cuando son hechas como Dios quiere.

No trates de juzgar la importancia de algo si Dios te lo pide. Haz lo que Dios te pide desde el amor y la obediencia hacia Él… esto es suficiente. Da igual lo difícil o molestas que se hagan tus circunstancias, eres libre porque has llegado a aceptarlas todas ellas de la mano de Dios. Lo más grande que existe es sufrir sin desanimarse.

Carta XXIII

VUÉLVETE A DIOS

Necesitas tomar tiempo para volverte a Dios. No ores sólo cuando hayas dispuesto tiempo para hacerlo. Cuanto más ocupado estés tanto más debes practicar volverte a Dios. Si esperas a que llegue el momento oportuno, no hay duda que acabarás pasando poco tiempo con Dios.

Intenta venir ante Dios tanto por la mañana como por la tarde. Ora durante todas tus faenas tanto como puedas. En tu caso no puedes apartarte demasiado del vacuo parloteo del mundo. Aprende a robar este tiempo a pequeños ratos, y hallarás en estos momentos la parte más preciosa del día.

¡No necesitas mucho tiempo para decirle a Dios que le amas! Eleva tu corazón a Él. Adórale en lo íntimo de tu espíritu. Ofrécele lo que haces y lo que sufres. Cuéntale a Dios las cosas más importantes que te ocurren; dile lo que más te llama la atención cuando lees la Biblia. Aférrate a tu más querido Amigo; vive en Él con confianza inquebrantable; habla con Él desde un corazón lleno de amor. A medida que aprendas a dirigir tu espíritu sin pausa hacia la amorosa presencia de Dios dentro de ti, te verás a ti mismo fortalecido para hacer lo que se requiere de ti. Aquí está el reino de Dios resucitando por dentro.

Estos tiempos de retiro interior son la única solución a tu tempe- ramento irascible, naturaleza crítica, e impaciencia. Volverte a Dios te ayudará, pero vas a necesitar hacerlo con frecuencia.

A medida que Dios te atraiga a Sí Mismo, síguele con completa confianza. Ámale como a ti te gustaría ser amado. ¿Suena esto un tanto extravagante? No es darle demasiado. Según te vaya Él mostrando nuevas formas de amarle, hazlo así.

Habla y actúa sin demasiada preparación y autoexamen. Fija tus ojos en Dios y sentirás menos la necesidad de agradar a otros. La maravilla es que podrías acabar satisfaciéndoles mucho más.

Carta XXIV

EXTIENDE TU MANO HACIA Él

Intenta, sin llegar a forzarte a ti misma, volverte a Dios y tocarle tan a menudo como te sea posible. Incluso cuando quieras tocar al Señor y estés distraída, es importante que sigas trayéndote ante Él. No esperes a un momento de perfecta quietud cuando puedas encerrarte en tu habitación y estar sola. Sabes cuán difícil es encontrar un momento como ese. En el instante en que te sientas atraída hacia Dios es el momento de volverte a Él. Sencillamente extiende tu mano hacia Él con un corazón lleno de amor y confianza. Hazlo cuando conduzcas o te vistas o te arregles el pelo. Vuélvete a Él mientras estés comiendo u otros estén hablando. Cuando la conversación se haga aburrida, durante una reunión de negocios, por ejemplo, puedes encontrar unos breves instantes para tener comunión con tu Padre en vez de secarte por tanta charla innecesaria.

Sé fiel con tus tiempos de oración tanto si hallas o no algún con- suelo en ellos. Utiliza el tiempo del día cuando estés poco atareada. Ocupa cada instante libre con Dios. Incluso cuando estés haciendo costura puedes estar al tanto de la presencia de Dios. Es más difícil estar al tanto de Su presencia cuando estás entrometida en una conversación, pero puedes aprender a sentirle dentro de ti, cuidando tus palabras, y reprimiendo todo brote de orgullo, odio, y amor propio. Haz tu trabajo con constancia y bien hecho. Sé paciente contigo misma.

Algo que también deberías recordar es observar tus acciones y retenerte si ves que estás a punto de hacer algo incorrecto. Si haces algo mal, carga con la humillación de tu error. Pero intenta rendirte de inmediato al aviso que el Espíritu Santo te está dando por dentro. Las faltas que se cometen por precipitarse, o a causa de la debilidad humana, no son nada comparadas con cerrar el oído a la voz interna del Espíritu Santo.

Y si cometes un pecado, date cuenta que enfadarse y compadecerse de uno mismo no hará ningún bien. Levántate y sigue sin dejar que tu orgullo saque las plumas.

Admite que estabas equivocada, pide el perdón, luego sigue adelante. Irritarse con uno mismo no es precisamente levantarse y seguir adelante en paz. No te enfades tanto por tus errores.

Normalmente lo que ofreces a Dios no es lo que Él quiere. Por lo general Él quiere lo que tú temes darle. Es Isaac, el buen amado, lo que Él quiere que entregues. Él anda detrás de lo que se sitúa entre tú y Él. No descansará, y tú tampoco, añadiría yo, hasta que le hayas dado todo. Si quieres prosperar y disfrutar la bendición de Dios, no re- tengas nada de Él. Gran consuelo, libertad, y fuerza prevalecen cuan- do nada se interpone entre tú y Dios.

Carta XXV

SAL DE TI MISMO

Siempre que vivas en base a tu vieja naturaleza estarás abierto a todas las injusticias del hombre. Tu temperamento te meterá en lu- chas, tus pasiones chocarán con tu prójimo, tus deseos serán como tiernos brotes expuestos a las saetas del enemigo. Todo estará en tu contra… atacándote desde todas direcciones. Si vives por la misericordia de una muchedumbre de deseos de codicia y avaricia, entonces nunca hallarás la paz. Nunca estarás satisfecho porque todo te preocupará. Serás como un inválido postrado en cama durante años… donde sea que te toquen sentirás dolor. Tu amor propio es terriblemente susceptible. No importa lo poco que le insulten, chilla ¡asesino! Añádele a esto toda la insensibilidad de los otros, su repugnancia ante tu debilidad (y tu repugnancia ante la suya), y lo que tienes son los hijos de Adán atormentándose eternamente uno al otro.

La única esperanza es que salgas de ti mismo. Pierde todo tu inte- rés propio. Sólo entonces puedes disfrutar la verdadera paz reservada para los hombres de buena voluntad. Personas así no tienen otra voluntad más que la de Dios. Si te allegas a un lugar así, ¿qué puede da- ñarte? Ya no serás atacado por tus esperanzas o miedos. Puedes estar preocupado, molesto, o afligido, pero puedes reposar en Él. Ama la mano que te disciplina. Encuentra la paz en todas las cosas… incluso yendo a la cruz. Estáte contento con lo que tienes. No quieras más. Ríndete a Dios y encuentra la verdadera paz.

Carta XXVI

VIVE DÍA A DÍA

Tu camino espiritual es un algo inquieto e impaciente. Simplemente confía en Dios. Si vienes a Él, Él te dará todo lo que necesitas para servirle. Necesitas de verdad creer que Dios mantiene Su palabra. Cuanto más confíes en Él, tanto más será capaz de darte. Si estuvieras perdido en un desierto imposible de cruzar, el pan caería del cielo sólo para ti.

Intenta, sin llegar a forzarte a ti misma, volverte a Dios y tocarle tan a menudo como te sea posible. Incluso cuando quieras tocar al Señor y estés distraída, es importante que sigas trayéndote ante Él.

No temas nada excepto fallar a Dios. Y ni siquiera temas este hecho tanto que llegue a sacarte de quicio. Aprende a vivir con tus fracasos, y carga con los fracasos de tus prójimos. ¿Sabes lo que sería lo mejor para ti? Deja de aparentar ser tan mental y espiritualmente perfecto para con Dios y el hombre. Hay mucho egoísmo y complacencia refinados en no dejar revelar tus defectos. Sé sencillo con Dios. A Él le encanta comunicarse con las personas sencillas. Vive día a día, no en tu propia fuerza, sino totalmente rendido a Dios.

Carta XXVII

ESPERANZA Y TEMOR

Nada es más difícil de tratar como la tensión entre la esperanza y el temor. Ser demasiado sensible te hace caer en la tentación de creer que tus tribulaciones son mayores que tus fuerzas. No conoces la fortaleza de tu propio corazón, ni hasta qué punto te probará Dios. Dios lo ve todo… la secreta intimidad de tu corazón y hasta dónde debe tratar contigo. Aprende a dejarle a Él esta porción. Lo que tú crees que es imposible puede que sólo sea blandura y cobardía. Lo que crees que es sobrecogedor puede que sólo sobrecoja a tu orgullo y amor propio… que poco soporta ser exprimido.

No tengas miedo de sentarte en silencio en la presencia de Dios. Pero no pienses que esto te hace madurar espiritualmente. No puedes hacer uso de la presencia de Dios para escapar del trato con tus debi- lidades. Y no permitas que tus devociones descuiden tus obligaciones. Sé sincero, humilde, y coopera con los que tienen autoridad.

Abre tu corazón al amor de Dios y recibe Su fuerza. Siempre que pongas todo tu corazón y espíritu sobre Él, te aferres a Su voluntad, y no descuides tus tareas, no serás engañado. Sigue a Dios.

Carta XXVIII

PACIENCIA

Todo lo que se asemeje al orgullo o a un espíritu que pone a otros en ridículo revela a una persona que está llena de sí misma. Esta clase de persona no ve sus propios defectos sino que se agrada cuando ve que otros lo pasan mal. Aquí está la peor cara de tu naturaleza propia: se hiere fácilmente, está llena de desprecio, es altiva, celosa, incapaz de perdonar, y poco compasiva.

Tú y yo no somos perfectos. Debes ser paciente con tus defectos y con los defectos de otros. Sé práctico con tus expectativas. Nadie se hace perfecto en un día. Aún las personas más perfectas tienen muchas imperfecciones… ¡esto quiere decir que tú también! Si eres impaciente con las faltas de otros sólo demuestras lo imperfecto que eres.

¡Tus defectos y mis defectos hacen que sea difícil que seamos buenos amigos! Pero sólo podemos cumplir la ley de Cristo soportándonos entre nosotros.

Por otro lado, no excuses tus defectos o los defectos de otros. Deja que tu amor, paciencia, y buena voluntad, capaces de pasar por alto los arrebatos temperamentales, fluya entre tú y todos aquellos con los que te asocias. No picotees en los defectos ajenos. A nadie le gusta eso y sólo se consigue apartar más a las personas de lo que es bueno. Incluso puedes hacer que alguien se dé media vuelta después de dar sus primeros pasos inestables hacia Dios. Renuncia a tu naturaleza crítica y permanece en contacto con Cristo dentro de ti. Anímate a ti mismo y a los que están a tu alrededor a renunciar al orgullo y al egoísmo.

Vive una vida sencilla ante Dios. Acepta lo que Dios permite en tu vida. Su misericordia es lo que ha permitido que estos acontecimientos tomen lugar.

No te dejes irritar interiormente por los pequeños problemas y tribulaciones que se cruzan en tu vida. Resístelos como lo harías con un dolor de cabeza sin empeorarlos. Mientras tanto, sigue con tu oración interior como de costumbre. Cuando las cosas sean difíciles en tu vida, la oración será más difícil, el amor será menos tierno, y la presencia de Dios se sentirá menos. Sólo aprende a ser fiel durante estos tiempos de prueba… eso es todo lo que Dios pide. Mayor es la fuerza que arrastra un bote contra corriente un cuarto de nudo que todo un nudo con el viento en popa. Trata las quejas de tu naturaleza propia como ciertas personas tratan sus apetitos caprichosos. No las escuches y actúa como si no las sintieras.

Carta XIX

DEPENDE DE DIO

El mejor lugar donde estar es donde Dios te pone. Cualquier otro lugar no es deseable porque lo escoges por ti mismo. No pienses de- masiado en el futuro. Preocuparte de cosas que aún no han ocurrido es malsano para ti. Dios Mismo te ayudará, día a día. No hay necesidad de acumular las cosas para el futuro. ¿No crees que Dios cuidará de ti?

Una vida de fe hace dos cosas: la fe te ayuda a ver a Dios detrás de todo lo que Él usa. Y la fe también te guarda en un lugar donde no estás seguro de lo que va a pasar a continuación. Para tener fe no pue- des querer saber siempre lo que está pasando o lo que va a pasar. Dios quiere que sólo confíes en Él a cada instante. La fuerza que Él te da en este minuto no tiene por qué respaldarte al minuto siguiente. Deja que Dios se ocupe de Sus negocios. Tan sólo sé fiel a lo que Dios te pide. Depender de Dios en cada minuto —sobre todo cuando todo está oscuro y es incierto— es en verdad morir a tu viejo ser. Este proceso es tan lento e interior que a menudo está oculto tanto de ti como de otros.

Abre tu corazón al amor de Dios y recibe Su fuerza. Siempre que pongas todo tu corazón y espíritu sobre Él, te aferres a Su voluntad, y no descuides tus tareas, no serás engañado. Sigue a Dios.

Cuando Dios se lleva algo de ti puedes estar seguro de que Él sabe como reponerlo. Hay una leyenda que dice que cuando Pablo estuvo sólo en el desierto, un cuervo le trajo media hogaza de pan cada día. Si la fe de Pablo hubiera tambaleado y quisiera estar seguro de tener lo suficiente, podría haber orado que el cuervo le trajera lo suficiente para dos días. ¿Crees que al cuervo se le hubiera ocurrido regresar? Come en paz lo que Dios te ofrece. “El día de mañana traerá su propio afán.” (Mateo 6:34) Aquel que te alimenta hoy habrá de alimentarte mañana.

Carta XXX

CALMA INTERIOR

 

He oído que estás teniendo problemas de sueño. Debes esperar a que llegue el sueño en paz. Si dejas que tu imaginación corra contigo cuando estás tratando de dormir, puede que nunca duermas. No creo que estés madurando espiritualmente hasta que vea que te has calmado lo suficiente como para dormir pacíficamente sin desasosiegos.

Pide a Dios calma y descanso interior. Sé en lo que estás pensan- do… que controlar tu imaginación no depende de ti. Perdóname, por favor, ¡pero depende mucho de ti! Cuando cortes todos los pensa- mientos inquietos y de poco provecho que puedes controlar, reducirás todos aquellos pensamientos que son involuntarios. Dios guardará tu imaginación si haces tu parte sin alentar los pensamientos de tu propia cosecha.

Vive en paz. Tu imaginación es demasiado activa; ¡te comerá hasta los huesos! Tu vida interior morirá de hambre. Todo ese zumbido en tu mente es como abejas en un panal. Si excitas tus pensamientos, ¡se van a enfadar y te picarán! ¿Cómo esperas que Dios te hable con Su voz suave e interna cuando armas tanto jaleo? Estáte quieta y oirás hablar a Dios. Vive en la paz de Jesús.

Carta XXXI

MALINTERPRETANDO LA ORACIÓN

Vuelve a la oración y a la comunión interior con Dios a cualquier precio. Has secado tu espíritu dando caza a este deseo tuyo sin saber si Dios lo quería para ti.

No malgastes tu tiempo haciendo planes que son meras telarañas… llegará un soplo de viento y las quitará de en medio. Te has apartado de Dios y ahora ves que Dios ha apartado Su presencia de ti. Vuelve a Él y dáselo todo sin reservas. No tendrás paz de ninguna otra forma.

Deja que todos tus planes se desvanezcan… Dios hará lo que vea que es mejor para ti.

Aunque fueras capaz de llevar a cabo tus planes por medios terrenales, Dios no los bendecirá. Ofrécele tu embrollo y Él lo volverá todo hacia Su propio propósito misericordioso. Debes aprender a soltarlo todo, sea que Dios te dé alguna vez lo que tanto anhelas o no. Lo más importante es volver a una comunión con Dios… aunque parezca seca y te distraigas con facilidad.

Carta XXXII

NO ESCAPES

Me temo que vas a abalanzarte con frenesí sobre tus actividades diarias para escapar de las dolorosas circunstancias en que te encuentras. Necesitas venir a Dios y renovar Su presencia dentro de ti a lo largo del día.

Vive en la paz de Dios. Haz lo que se espera de ti mientras miras internamente al Señor. Sólo Él es digno de tu amor.

En el momento en que te percates de que tu vieja naturaleza te in- cita a hacer algo, rechaza inmediatamente su sugerencia. La gracia de Dios será entonces capaz de guardarte de caer en pecado.

No le ayudes a tu vieja naturaleza en nada. Aprende a sabotear cada plan que te presente tu vieja naturaleza. Apártate de toda alianza maligna. Cuando seas fiel de esta manera, será tan bueno para tu cuerpo como para tu espíritu y alma. No descuides tus obligaciones, pero no te dejes consumir por ellas.

Carta XXXIII

CONOCIMIENTO PROPIO

Mientras esperas a que Dios te libere de ti mismo, necesitas echar una buena ojeada a cómo eres. No te sorprendas cuando te veas como realmente eres… impaciente, obstinado, muy irascible, y arrogante. Debes aprender a ser paciente contigo mismo sin caer en la negligencia. Humíllate bajo Su mano.

Ríndete a Dios desde el mismo instante en que te sientas resistiendo. Habita en el silencio tanto como te sea posible. Evita escoger tu propio camino, y retén tu opinión tanto como sea posible. Ponte riendas cuando te veas demasiado entusiasmado. Incluso aunque algo te parezca bueno, no lo sigas demasiado rápido.

Lo que deseo para ti es la templanza de corazón que proviene de sentarse ante Dios con un corazón pleno de amor hacia Él. No te preocupes de las cosas externas. Cuídate de tus asuntos a su debido tiempo con una atención tranquila y silenciosa. Harás más al trabajar con tranquilidad en la presencia de Dios que por la desasosegada activi- dad que proviene de tu vieja naturaleza.

Carta XXXIV

ESTABILIDAD

No dejes que tus defectos te desanimen. Sé paciente contigo misma al igual que con tu prójimo. Pensar demasiado te agotará y te hará cometer muchos errores. Aprende a orar en todas tus situaciones diarias. Habla, actúa, y camina como si estuvieras en oración. De cualquier forma así es como debieras vivir.

Hazlo todo sin excitarte en exceso. En cuanto empieces a sentir que te estás apresurando, cálmate delante de Dios. Escucha cómo te inspira interiormente, y entonces haz tan sólo según Él dirija. Esta corta y sencilla petición es mejor que tus largas disertaciones interiores.

Vuélvete a Dios y será mucho más fácil apartarte de tus fuertes sentimientos naturales. Depende del Señor dentro de ti. Tu vida se hará paulatinamente una oración. Puede que sufras, pero será en paz.

Carta XXXV

DÉJALO IR

Debes dejar marchar tu desasosiego, tu excesiva curiosidad, tu anhelo de éxito, y tu hábito de acumular cosas que acarician tu ego.

La mejor forma de dejar ir todas estas cosas es cultivar un silencio interior donde puedas llegar a experimentar la presencia de tu Señor. Si haces esto cada día de tu vida, harás verdadero progreso en negar- te a ti misma.

El sentarte en la presencia de tu Señor te calmará, suavizará tu temperamento, humillará tu actitud sabelotodo, y restringirá tu impaciencia. Te pondrás al tanto de tu Señor y de las necesidades de tu prójimo. Dios te ha bendecido al hacerte tan sensible. Cosas que a duras penas preocupan a otras personas te tocan hasta lo más íntimo.

¡No te preocupas ni te contentas a medias tintas! Pero te advierto que te guardes de tus gustos y aversiones puesto que optas por expresar- te de esta forma tan pasional.

Carta XXXVI

REALIDADES INTERIORES

Evita todo cuanto te seque o excite. Tu vida de oración se secará si no lo haces. No esperes poder alimentar tu vida interior si sólo vives por lo externo. La verdad es que tienes que aprender a renunciar a todo cuanto te hace demasiado abierto en tu conversación. ¿Cómo vas a cultivar un silencio interior si siempre estás hablando? No puedes querer a Dios y las cosas del mundo al mismo tiempo. ¿No te das cuenta de que tu oración se verá afectada por lo que cultivas en tu vida diaria?

Deja que todos tus planes se desvanezcan… Dios hará lo que vea que es mejor para ti.

Teme a tu excesivo entusiasmo, a tu gusto por las cosas del mundo, y a tus ambiciones secretas. No te emociones tanto con la política y sus tendencias. Si te soliviantas demasiado, será más difícil calmarte ante Dios. Habla poco y trabaja con constancia. Deja que las acciones tomen el lugar de tus floridas palabras.

Después de que aprendas a tratar con tus divagaciones mentales, debes aprender a venir ante Dios para renovar tu fuerza. Aprende a hacer esto incluso en medio de las tareas mundanas del día. Sigue mirando al Señor para procurar Su reposada guía. ¡Pero no seas tan ruidoso que no puedas escucharle!

Perderás el rumbo en el momento en que decidas ir a tu aire. Cuando buscas sólo la voluntad de Dios, la encuentras por todas partes, y no puedes extraviarte. Desear lo que Dios desea te sitúa siempre en la senda correcta. El futuro aún no es tuyo; puede que jamás lo sea. Vive en el momento actual. La gracia del mañana no es tuya hoy. El instante actual es el único lugar en el que puedes acariciar la esfera eterna.

 

Continúa…

Sainte-Mondane/ Francia

François Fénelon

Escritor y teólogo francés. Nació el 6 de agosto de 1651, en el castillo de Fenelon (Perigord). Fue criado en el seno de una familia noble de la Dordogna. Cursó estudios en la Universidad de Cahors y en el seminario San Sulpicio.