SUICIDIO – ESPERANZA PARA QUIENES QUIEREN ACABAR CON SUS VIDAS

“…Salva a los que están en peligro de muerte. (Proverbios 24:11)

Jesús, como la vida misma (Jn. 14:6), como Autor de la vida (Hch. 3:15) y como dador de vida (Jn. 10:10), se nos presenta en horas angustiosas cuando el vacío interior y la ausencia de un propósito, nos ponen frente a frente con la carencia de un verdadero motivo para seguir viviendo. El ser humano debería guardar su corazón sobre toda cosa, pero al no hacerlo, seca la fuente de su vida (Pr. 4:23). En ese desierto personal no se encuentran más razones para luchar y, como Saúl, el primer rey de Israel, algunos optan por “echarse sobre su propia espada” (1 S. 31:4). Pero aún hay esperanza para quienes quieren acabar con sus vidas.

El que planea suicidarse o el que lo intenta, en el fondo no quiere acabar con su vida, lo que quiere es acabar con un dolor intenso, con un sufrimiento terrible (muchas veces prolongado y silencioso), y no encuentra otra manera de hacerlo. En su lucha interior, su panorama de opciones se limita a sólo una, y ésta es irreversible: ha muerto la esperanza de un nuevo día, y peor aún, la futilidad le está ganando la partida y le convence de lo inútil de seguir respirando, de seguir intentando un nuevo comienzo. Pero, generalmente, el que se suicida, realmente, no quería morir… ¡Sólo quería encontrar “un salvador”!

La magnitud del problema 

El suicidio implica quitarse la vida voluntariamente. Abarca la ideación suicida (pensarlo y desearlo), el intento suicida (conducta, sin resultado de muerte) y el suicidio consumado. Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, anualmente, cerca de 800.000 personas se quitan la vida, y muchas más intentan hacerlo, es decir, ocurre un suicidio en el mundo cada 40 segundos. Cada suicidio es una tragedia que afecta a familias, comunidades y países, y tiene efectos duraderos para los allegados del suicida. El suicidio se puede producir a cualquier edad; y en el año 2016 fue la segunda causa principal de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años en todo el mundo. Y el problema podría ser mayor, dada la sensibilidad de este fenómeno y la ilegalidad de las conductas suicidas en algunos países, lo cual conduciría a un ocultamiento de las verdaderas cifras de la cantidad de suicidios. El vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales (en particular, los relacionados con la depresión y el consumo de alcohol) es notorio en los países de altos ingresos, en los cuales está bien documentado. Muchos suicidios se producen, impulsivamente, en momentos de crisis que menoscaban la capacidad para afrontar las tensiones de la vida, tales como: problemas financieros, rupturas de relaciones, enfermedades y dolores crónicos… Además, las experiencias relacionadas con conflictos, desastres, violencia, abusos, pérdidas y sensación de aislamiento, están estrechamente ligadas a conductas suicidas. Las tasas de suicidio también son elevadas entre los grupos vulnerables objeto de discriminación, por ejemplo, los refugiados y migrantes, las comunidades indígenas, las personas del grupo LGBTI y los reclusos.

La realidad en Colombia 

En Colombia, el Instituto Nacional de Medicina Legal reveló, en su más reciente informe, que el número de muertes por suicidio aumentó entre el 2018 y el 2019. Según el Instituto, el aumento es del 3,5%, pasando de 2.247 a 2.326 personas, siendo ésta la causa de muerte con mayor incremento en el País durante el año pasado, por encima de los homicidios y los accidentes de tránsito. El mismo informe señala que los hombres fueron los más afectados (79% de los casos), predominando en el grupo etario entre 20 y 29 años. Y las cinco ciudades donde se registraron mayor número de suicidios en Colombia, mencionadas por orden, fueron: Bogotá, Medellín, Cali, Ibagué y Pasto.

El que planea suicidarse o el que lo intenta, en el fondo no quiere acabar con su vida, lo que quiere es acabar con un dolor intenso, con un sufrimiento terrible (muchas veces prolongado y silencioso), y no encuentra otra manera de hacerlo.

También de documentos del Instituto Nacional de Medicina Legal podemos extractar:

  • Incremento año tras año en los últimos tiempos.
  • Mayor número de intentos en mujeres, pero con mayor consumación en hombres.
  • Incremento de víctimas mayores de 80 años; predominó en personas que no tenían establecida vida marital y, además, tenían un bajo nivel de formación académica.
  • Los principales detonantes del suicidio fueron: los conflictos de pareja o con la expareja, las enfermedades físicas o mentales, y los problemas económicos.

Factores de riesgo 

La Dra. Nadine Kaslow, PhD del Child Mind Institute (Instituto de la Mente Infantil), sobre la prevención del suicidio orientada especialmente a personas jóvenes, niños y adolescentes, señala: “Los niños que hablan o escriben acerca de suicidarse no son tomados en serio, y se les considera excesivamente melodramáticos. Pero no debemos nunca ignorar una amenaza de suicidio, incluso cuando provenga de una niña que ha amenazado con suicidarse ya tantas veces, que estamos tentados a dejar de tomarla en serio. Es importante responder seria y cuidadosamente a dichas amenazas y a otras señales de advertencia; éstas no significan que un niño vaya a intentar suicidarse, pero es una posibilidad que no se puede descartar”.

Algunos factores de riesgo en cuanto al suicidio 

  • Intentos anteriores de suicidio aumentan más el riesgo para un nuevo
  • Trastornos de consumo de alcohol y otras sustancias (drogas, fármacos).
  • También el involucrarse en muchos problemas, tanto de conductas como disciplinarios, o en comportamientos de alto riesgo.
  • Tener dificultades con su orientación sexual.
  • Un historial familiar de suicidio es algo que puede ser realmente significativo y preocupante.
  • También un historial de violencia doméstica, abuso o negligencia infantil.
  • La falta de apoyo social. Un niño que no siente el apoyo de un adulto importante en su vida, así como tampoco de sus amistades, puede aislarse tanto, que el suicidio le pueda parecer la única salida a sus problemas.
  • Sabemos que ser víctima de acoso es un factor de riesgo. Pero hay cierta evidencia de que también los niños acosadores pueden tener un riesgo más alto de comportamiento suicida.
  • El estigma asociado a pedir Una de las cosas que sabemos es que mientras más desesperadas y desamparadas se sientan las personas, tienen más probabilidad de elegir hacerse daño a sí mismas y terminar con sus vidas; también si sienten mucha culpa o vergüenza o si sienten que no valen nada o si tienen baja autoestima.

Conscientes de que vivimos fuera del Edén, enfrentamos las consecuencias de nuestras decisiones egoístas y tomadas a espaldas de nuestro Dios, inmersos en un mundo donde la vida dejó de ser considerada sagrada, y donde atentar contra ella, para algunos, es sólo una reafirmación de su libertad; un ambiente propicio para que el ladrón (como se le llama al diablo en Juan 10:10) venga a tomar las vidas de seres cada vez más vulnerables.

Factores protectores claves 

¿Y qué de los factores protectores? ¿Qué cosas pueden mitigar el riesgo de involucrarse en un comportamiento suicida? Aquí hay algunos, en relación con los niños:

  • Buenas habilidades para resolver Los niños capaces de ver un problema y buscar maneras efectivas de manejarlo, y la capacidad de resolver conflictos de manera no violenta, tienen un riesgo menor de suicidio. En relación a este punto, tenemos que familias construidas sobre principios bíblicos, en amor, respeto y buena comunicación, encuentran factores protectores en contra del suicidio.
  • Conexiones Mientras más fuertes sean las conexiones que los niños tengan con sus familias, con sus amigos y con las personas de su comunidad, menor será la probabilidad de hacerse daño a sí mismos. Eso es, en parte, porque se sienten queridos y apoyados y, en parte, porque tienen personas a quienes acudir cuando estén enfrentando dificultades y se sientan realmente atrapados.

El suicidio en la Biblia

En el Antiguo Testamento se describen algunos casos en los que determinados personajes se suicidaron, y se exponen las condiciones emocional y espiritual que los dominaban en esos momentos. También hay otros casos en los que la progresión de una depresión los llevó a considerar la idea de la muerte, como le sucedió a Moisés, lo cual se puede leer en el contexto del libro de Números, capítulo 11.

En el Antiguo Testamento se describen algunos casos en los que determinados personajes se suicidaron, y se exponen las condiciones emocional y espiritual que los dominaban en esos momentos. También hay otros casos en los que la progresión de una depresión los llevó a considerar la idea de la muerte, como le sucedió a Moisés, lo cual se puede leer en el contexto del libro de Números, capítulo 11.

El psiquiatra cristiano Pablo Martínez Vila, analizando este caso en particular, señala: “En el momento más necesario, cuando Moisés no puede más y desea la muerte, surge la palabra balsámica del Médico Supremo. Dios sabía bien la causa del estado de Moisés, y la respuesta viene de la manera más adecuada. En la forma de actuar del Señor hay tres aspectos que queremos destacar. Dios provee a Moisés de las tres cosas que más necesitaba”.

  1. Comprensión

“Dios no censura a Moisés por su depresión ni le trata ásperamente; ni una palabra de reproche sale de la boca del Señor. La comprensión sustituye a la reprensión. Dios se nos presenta como Maestro de la simpatía hacia el atribulado. Lo que menos necesitaba Moisés en aquel momento eran palabras de reproche. A nosotros, humanamente, nos podría parecer que Moisés merecía algún tipo de corrección. Pero el Señor es “…lento para la ira, y grande en misericordia y verdad.” (Sal. 86:15). Esta respuesta de Dios constituye una iluminadora advertencia para los que se apresuran a emitir juicios condenatorios o gestos de desaprobación cuando ven a un hermano como “caña cascada” o “pábilo que humea” (Is. 42:3). Si queremos parecernos a nuestro Maestro, haremos bien en imitarle: La misericordia, la comprensión y la simpatía deben abundar mucho más que el juicio severo, la reprensión o la condenación hacia el que sufre”.

  1. Ayuda práctica

“Dios provee una salida. La respuesta de Dios no se limita a comprender a su siervo deprimido, sino que es sumamente práctica. Le proporciona la ayuda más asequible para que Moisés pueda salir de la depresión. El estado emocional de Moisés era muy parecido a una ciudad asediada por el enemigo. Lo más urgente es encontrar una salida que alivie este cerco.

Observemos que Dios no le da una ‘solución instantánea’, de manera que el problema desaparezca de forma “mágica”. No olvidemos que la palabra solución no aparece en la Biblia ni una sola vez. En cambio, sí se nos promete que “…fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” (1 Co. 10:13). Dios no cambió a Moisés por otro líder, ni siquiera le dio oportunidad para un tiempo de descanso. El pueblo siguió siendo conflictivo; el peso de la dirección seguía estando allí. Pero algo muy importante sí cambió: Dios le dio la salida precisa, le proporcionó los instrumentos adecuados para afrontar la situación: Setenta ancianos del pueblo “… llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.” (Nm. 11:17). Dios provee la salida adecuada en el momento adecuado”.

  1. Estímulo para su autoestima

“Queda claro que Dios no consideró un pecado la depresión de Moisés. Si hubiese sido así, Dios le habría apartado de tan estratégica responsabilidad. Lejos de ello, le reafirmó en su tarea con una frase luminosa y terapéutica: “…y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos…” (Nm. 11:17). Una vez más, Dios se nos revela como un exquisito conocedor de la mente humana. ¿No se había quejado Moisés de que Dios le trataba mal y de que casi le había desechado? (Nm. 11:11). La mente de Moisés, tan deteriorada, necesitaba una buena dosis de renovación. La frase “… tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos…” implicaba dos grandes estímulos: Por un lado, Dios no se había olvidado de Moisés, Su Espíritu estaba todavía presente en el líder del pueblo. Por otro lado, ¡Dios no podía insuflar un espíritu alicaído y débil en los otros ancianos! La lógica de Dios se hace aplastante: “Moisés, sigo creyendo y confiando en ti”, es el mensaje claro que Dios le transmite con Su decisión. Moisés estaba en depresión, pero era capaz de entender este mensaje: “Si Dios toma de mi espíritu para darlo a otros, es señal de que no debo estar en condición tan desastrosa.”

La vida como don de Dios

Como señala el Dr. Antonio Cruz: “La vida humana, en la perspectiva de la Escritura, se concibe siempre como un don de Dios. Sólo el Creador tiene autoridad sobre la vida y la muerte de Sus criaturas. Es, por tanto, el verdadero propietario que la concede en usufructo para que el ser humano la administre y rinda cuentas, al final, de su buena o mala gestión. Esta creencia de los cristianos primitivos supuso una colisión frontal contra la cultura del suicidio que predominaba en el mundo pagano. La ley mosaica del Antiguo Testamento no se refiere directamente al suicidio, porque lo contempla dentro del homicidio”.

Como señala el Dr. Antonio Cruz: “La vida humana, en la perspectiva de la Escritura, se concibe siempre como un don de Dios. Sólo el Creador tiene autoridad sobre la vida y la muerte de Sus criaturas. Es, por tanto, el verdadero propietario que la concede en usufructo para que el ser humano la administre y rinda cuentas, al final, de su buena o mala gestión.

Nuestra vida y nuestra muerte no sólo afectan al Dios Creador y a nosotros mismos, sino también a las demás personas con quienes convivimos. No habitamos dentro de una burbuja aislada. Nadie vive sólo para sí; de ahí que el hecho de quitarse la vida tenga también repercusiones negativas y en extremo dolorosas sobre los demás. Como afirma el apóstol Pablo en su carta a los Romanos: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.” (Ro. 14:7-8).

Mientras tanto, ¿qué podemos hacer?

Ignorar un problema no lo soluciona; por el contrario, nos expone a un riesgo adicional; el sufrimiento silencioso es más desgarrador. Así que, además de hacer visible este grave problema, existen otros aspectos prácticos en los cuales podemos avanzar.

  • Preguntar: Hagamos preguntas directas y estemos preparados para escuchar de manera empática. Por ejemplo: “Te he visto en los últimos días más triste de lo habitual, ¿podríamos hablar sobre eso?” “Últimamente te veo más callado de lo normal, ¿estás pasando por algo difícil y no has tenido con quien hablarlo?” Y luego más directo: “¿Has pensado en hacerte daño, en acabar con tu vida?”
  • Verdadera conversión: Necesitamos encontrarnos con Jesús. Pero no se trata de un simple asentir religioso, sino de una verdadera conversión, un volverse al Señor con todo el corazón y con todo el ser, en una comprensión adecuada del (Recomiendo leer el primer número de la revista Tesoros Cristianos).
  • Plenitud espiritual: Alguien podría decir: “¿Y si ya soy un creyente y estoy pasando ese desierto desesperanzador?” Se debe revisar el caminar con el Señor. El Señor no prometió una burbuja de inmunidad frente a las dificultades, pero sí prometió que nunca nos dejaría y nunca nos desampararía. Su paz y Su fortaleza están garantizadas aun en el valle de sombra de la muerte. Está disponible el fluir del Espíritu Santo desde el ser interior (el espíritu humano) saltando como ríos de agua viva para el que reconoce su sed y se acerca a beber de Él (Jn. 7:37- 39).
  • La oración y la lectura de la Biblia: Nos trae luz a las tinieblas de nuestro mundo interior, al engaño y a la perversidad de nuestro propio corazón, y nos ayuda a aquietar nuestro ser interior y sus más profundos pensamientos. Puede ser un bálsamo al sufrimiento ocasionado por Poder hablar con Dios, cuando creemos que nadie nos escucha o nos entiende, es un primer paso poderoso para iniciar nuestra recuperación y ser consistentes en nuestro crecimiento espiritual.
  • Pedir ayuda: Los ancianos de la iglesia y las hermanas maduras pueden ser el contacto inicial para ofrecer los primeros auxilios, sin olvidar que existen profesionales (como psicólogos y psiquiatras) que pueden ayudar en este tipo de conflictos cuando la ayuda de la iglesia no es No sólo no se debe estigmatizar a quienes requieran este tipo de ayuda, sino que se les debe animar a pedirla de manera temprana y por el tiempo que sea necesario. En algunos casos, puede ser necesaria la hospitalización para recibir atención integral.
  • Red de apoyo: Los lazos familiares, la comunión con la iglesia y amigos deben ser una red de apoyo para acompañamiento y protección, personas consideradas valiosas con quienes poder tratar estos temas y ante quienes ser responsables y transparentes.
  • Reconocer la lucha espiritual: No olvidemos la dimensión del conflicto y/o enfrentamiento espiritual; estamos inmersos en una batalla que va más allá de asuntos humanos, lo cual implica no sólo un trabajo natural, sino sobrenatural. Nuestra lucha no es contra carne y sangre, razón por la cual debemos estar revestidos de toda la armadura de Dios (Ef. 6:10-18).

Nos trae luz a las tinieblas de nuestro mundo interior, al engaño y a la perversidad de nuestro propio corazón, y nos ayuda a aquietar nuestro ser interior y sus más profundos pensamientos. Puede ser un bálsamo al sufrimiento ocasionado por Poder hablar con Dios…

  • Estudiar: Continuar aprendiendo y profundizando sobre estos temas es muy Este artículo y el de la depresión (del número anterior de esta revista), son sólo introductorios; aún hay mucho camino por recorrer. Recomiendo el libro de Jane Hunt: “Suicidio y propósito para vivir”. También puede ser de gran utilidad el documento: “Prevención del suicidio, un imperativo global”.

Termina el Dr. Martínez Vila, explicando que el trato amoroso y delicado de Dios surtió efecto. Moisés pudo salir del valle oscuro de la depresión. Los acontecimientos posteriores de su vida nos muestran que esta crisis no fue estéril. Sin duda, Moisés pudo aprender valiosas lecciones de esta dolorosa experiencia.

El autor de la carta a los Hebreos nos revela dos de los grandes secretos de la fe de Moisés: Moisés “…tenía puesta la mirada en el galardón.” (He. 11:26). Y Moisés “…se sostuvo como viendo al Invisible.” (He. 11:27). Esta doble expresión de la fe de Moisés es la columna que le permitió asirse de Dios en la oscura hora de su depresión.

¡Y es la misma columna que todo creyente tiene a su alcance para superar cualquier tipo de crisis en su vida, y que lo puede salvar, librar, de terminar en suicidio!

Palmira / Colombia

Pablo Andrés Moyano

Médico especialista en Medicina Familiar con 20 años de experiencia, escritor, docente y servidor en la iglesia local donde reside. Bendecido por el Señor con un matrimonio conformado por su esposa Sandra Vélez y sus dos hijos Natalia Andrea y David Andrés.