“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mt. 7:21-23).
Los cristianos y la salvación
La salvación es quizá uno de los temas más importantes en las páginas del Nuevo Pacto, y no sólo importante, sino también controversial. Cuando un cristiano hace una lectura de su Biblia, se puede encontrar con algunos pasajes que, leídos rápidamente, y sin un conocimiento pleno de la revelación bíblica acerca de la obra de Cristo en la cruz, pudiera parecerle que estuviesen diciendo que la salvación puede perderse. Es por esa causa que en el cristianismo existen dos escuelas de interpretación relacionadas con la salvación: Una enseña que la salvación se pierde, y la otra afirma que la salvación no se pierde. Es necesario que los cristianos estemos bien fundamentados en este tema tan crucial para tener una plena confianza en la seguridad de la salvación.
En este artículo veremos algunos pasajes de la Escritura que un sector del cristianismo ha utilizado errónea e ilegítimamente para afirmar que se puede perder la salvación.
Los que recayeron
“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.” (He. 6:4-6) ¿Significa esto que los cristianos pueden perder la salvación? ¿Indica esto que los que caen no se pueden arrepentir? Iniciaremos diciendo que la epístola se refiere a estas personas con características de un nacido de nuevo:
- Habían experimentado “arrepentimiento” (v. 6).
- Fueron “iluminados y gustaron del don celestial” (v. 4).
- Eran “partícipes del Espíritu Santo” (v. 4).
- También “gustaron de la buena palabra de Dios” (v. 5).
- Y gustaron de “los poderes del siglo venidero” (v. 5).
Ahora leamos la parte final del capítulo 5, versículo 14, donde el escritor de la epístola dice que muchos que ya debían comer alimento sólido, aun tomaban leche, o sea, que deberían ser maestros, pero aún eran niños. Estos creyentes no progresaban en la vida cristiana, aún permanecían inmaduros. Por esa causa, el capítulo 6 inicia diciéndoles: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección…” En esta introducción vemos claramente que el escritor no está hablando de la salvación, sino del camino de la madurez, de la perfección; no está diciendo a los receptores originales de la carta cómo ser salvos, sino cómo progresar en la vida cristiana. Seguidamente, les dice en el mismo verso: “…no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.” (He. 6:1-2). El fundamento ya había sido echado, no había necesidad de colocarlo otra vez.
Cuando un cristiano hace una lectura de su Biblia, se puede encontrar con algunos pasajes que, leídos rápidamente, y sin un conocimiento pleno de la revelación bíblica acerca de la obra de Cristo en la cruz, pudiera parecerle que estuviesen diciendo que la salvación puede perderse.
Como ya vimos las características de aquellos a quienes se refiere el escritor, pasemos a considerar por qué los que recayeron (‘recaer’ literalmente significa ‘caer al lado de’) no pueden ser renovados para arrepentimiento. En el verso 6, la palabra recaer, en el contexto del capítulo, se refiere al retroceso de algunos creyentes en lo relacionado con la fe. Según el entorno de la epístola, puede referirse a cristianos que vuelven incluso a las prácticas del judaísmo, deteniéndose para ellos el crecimiento espiritual hacia la madurez, y dejando de lado el progreso en el conocimiento más perfecto de la fe. En el camino del creyente tendrán lugar muchas caídas; el escritor está señalándonos que ésta era una de ellas, colocando un ejemplo hipotético de alguien que llegara a tropezar.
Sigue diciendo que para éstos que recayeron es imposible que “sean otra vez renovados para arrepentimiento.” Recuerde, esta palabra ‘arrepentimiento’ debemos entenderla desde la perspectiva del capítulo. Estas personas habían experimentado el arrepentimiento, que es uno de los rudimentos de la doctrina de Cristo. Así que, arrepentimiento aquí no significa que una persona que ha creído en Cristo, que ha sido bautizada, que ha entendido el juicio venidero, las verdades de la resurrección y se ha arrepentido de obras muertas, deba arrepentirse nuevamente de lo que ya se ha arrepentido anteriormente. Dicho de otra manera, una persona que es bautizada, no puede ser bautizada de nuevo; que ha creído en el juicio venidero, no puede tratar de creerlo de nuevo. Quiere decir que ningún verdadero creyente, aunque caiga, puede ser renovado para salvación, porque ya es salvo, y en ningún modo, siendo salvo, puede perder la salvación.
Entonces, entendemos que el hecho de que es “imposible” que se arrepientan otra vez, indica que no necesitan arrepentirse nuevamente, porque ya lo hicieron una vez, y eso es todo lo que se necesita para la eterna redención (He. 9:12). Sigue diciendo Hebreos 6:6: “…crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.” Si estos creyentes tuviesen que arrepentirse nuevamente para ser salvos, estarían enseñando que Cristo tendría que morir nuevamente en la cruz por ellos. En otras palabras, si tuviesen que renovar su arrepentimiento, si hubiese necesidad de volver a la salvación inicial, eso equivaldría a reproducir el sacrificio de Cristo en el Calvario, con la impresionante dimensión de la cruz, crucificando de nuevo al Hijo de Dios, al Señor de la Gloria, lo que supondría exponerlo una vez más al vituperio, a la ignominia y a la vergüenza pública ¡Tal cosa es absolutamente imposible!
Concluimos que estos cristianos ya pusieron el fundamento en el instante mismo del ejercicio de la fe en Cristo. Si recaen o vuelven atrás, no tienen necesidad de que echen otra vez el fundamento; lo que necesitan es proseguir hacia la madurez. Este pasaje no enseña que la salvación se pierde, sino que los cristianos que caen, no se pueden arrepentir para salvarse de la condenación, porque ya lo hicieron una vez.
¿Será salvo el que persevere hasta el fin?
Consideremos otro pasaje que es utilizado fuera de contexto. “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mt. 24:13). ¿Enseña en realidad este pasaje que un creyente que no persevere hasta el fin, se perderá? Observemos primero el contexto en el cual fue dada esta frase. En el inicio del capítulo 24, los discípulos deseaban saber qué señales advertirían al pueblo de Dios de la Venida de Cristo y de la consumación del siglo; por eso le preguntan al Señor: “¿…qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” El pasaje, en su contexto (Mt. 24:4-12), habla sobre la terrible situación que tendrá lugar en los últimos tiempos: habrá persecuciones para los seguidores de Cristo, tropiezos, aborrecimiento, odio y traición de muchos, la manifestación de falsos profetas, la anarquía, el enfriamiento del amor. Esa será la situación que domine a las gentes previamente a la Segunda Venida de Cristo a la Tierra. Ese es el trasfondo en el cual el Señor pronuncia las palabras del verso 13. En el contexto inmediato, el verso 12 nos muestra la situación en la cual los discípulos deben perseverar; leámoslo: “…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.” Este sustantivo significa ‘sin ley’, o sea que aumentará la falta de respeto hacia las leyes que Dios estableció, y con esto habrá una desestabilización en la sociedad, con ausencia de paz y tranquilidad. Esto dará como resultado el enfriamiento del amor, o sea, una disminución del amor. Seguidamente, el verso 13 inicia diciendo: “Mas…”, significa que se está contrastando la anarquía y la falta de amor del verso anterior, con lo que sigue: “…el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” Esta misma frase aparece en Mateo 10:22, en el contexto de persecuciones. Observe, apreciado lector, que esta frase “el que persevere hasta el fin”, no se está refiriendo al final de un período de tiempo, sino a ser capaz de resistir hasta lo máximo que pueda soportar. Es muy importante entender el significado en griego de la palabra ‘persevere’ para conocer su significado en el verso. En griego es ‘hypoméno’, que denota la idea de quedarse soportando en un lugar, en vez de abandonarlo; el sentido aquí en estos pasajes es el de permanecer bajo la presión del odio de otros. Cristo llama a los creyentes a mantenerse firmes en la fe a pesar de las pruebas, odios y persecuciones que vienen a los hijos de Dios por amor a Su Nombre. La perseverancia es “hasta el fin”. Según el contexto, se refiere al final del tiempo en que se manifiesten las persecuciones y el odio. El perseverante hasta el fin, “éste será salvo.” Significa que será salvado o librado de las tribulaciones que estén viviendo los cristianos en ese período. En este caso, significa ser preservado de la persecución. La perseverancia no es la causa de la salvación, sino la evidencia de la misma. Si tomamos aisladamente este verso, podría parecer que éste indica que la salvación puede ser ganada. Pero los que conocemos la obra de Cristo en la cruz sabemos que no significa eso, pues las Escrituras siempre presentan la salvación como un don de gracia que se toma por la fe (Ef. 2:8-9). La palabra salvación en la Biblia no siempre significa ser salvos de la condenación eterna. En este caso significa ser preservado de la persecución. Concluimos, entonces, que la perseverancia es la marca distintiva de los que genuinamente han sido salvos.
Si estos creyentes tuviesen que arrepentirse nuevamente para ser salvos, estarían enseñando que Cristo tendría que morir nuevamente en la cruz por ellos.
¿Cómo escaparemos si descuidamos la salvación?
Examinemos otro verso de la Biblia. “… ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron…” (He. 2:3). Si descuidamos la salvación, ¿se puede perder? Iniciaremos diciendo que el escritor de la epístola no está hablando de la pérdida de la salvación. Si consideramos el contexto de este pasaje, veremos que el tema del que viene hablando es la salvación dada en la Tierra, proclamada en el Evangelio, no por un ángel, sino por el Señor Jesucristo en persona. Debido a esto, no debemos pecar tratando la salvación con ligereza, pues el creyente, cuando tiene en poco la salvación dada por la obra del Hijo de Dios, se expone a sanciones más terribles que aquellas que estaban registradas en la Ley. Por esa causa, el escritor hace una pregunta retórica: “¿Cómo escaparemos nosotros, teniendo en poco una salvación tan grande?” (Biblia Textual). En otras palabras, ¿cómo escaparemos de la retribución, si menospreciamos esta salvación tan grande? Aquellos que menospreciaron las palabras dadas por los ángeles recibieron justa retribución (v. 2). ¿Cómo se evitará que Dios intervenga a través de juicio sobre los desobedientes? Los hombres en la antigüedad fueron disciplinados, aun cuando el mensaje a ellos no fue tan completo como el que nosotros hemos recibido. Esta plena salvación inicia con el perdón de nuestros pecados y llega a la participación del majestuoso Reino Venidero. Esta salvación, “la cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor”, confirma aún más que el tema central del pasaje no es la pérdida de la salvación, sino la disciplina para aquellos que tengan en poco, y descuiden la gloriosa salvación anunciada en el mensaje del Evangelio, primero, por el propio Señor Jesucristo, y luego, por aquellos que lo oyeron y fueron sus testigos, dando testimonio de ella, según la dirección del Espíritu Santo.
¿Por qué dicen: “Señor, Señor”?
Ahora consideremos otro texto: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mt. 7:21-23). ¿Son una referencia estos versos a creyentes nacidos de nuevo que pierden su salvación? Examinémoslos. Para comprender este pasaje debemos conocer el contexto general e inmediato. El contexto general lo podemos ver en el capítulo 5, en lo que llamamos el “Sermón del monte”; y el contexto inmediato está en el capítulo 7, versos13 al 27, donde el Señor habla de los dos caminos (vv. 13-14), los dos árboles (vv. 15-20), las dos profesiones de fe (vv. 21-23) y los dos constructores (vv. 24-27). En el verso 15 el Señor exhorta a los discípulos a cuidarse de los falsos profetas que vienen vestidos como ovejas, pero en realidad, internamente, son lobos rapaces. De ellos se hace la descripción en los versos 21 al 23. El Señor no va a hablar de creyentes genuinos nacidos de nuevo, va a describir a aquellos que tienen una falsa profesión de fe, es decir, sólo profesan creer externamente en el Señor, pero sin la realidad de la fe. Jesucristo el Señor está indicando que busca verdaderos discípulos, que no sólo profesen creer en Él, sino que demuestren por su vida la realidad de su fe. Por ello dice: “No todo el que me dice…sino el que hace”, esa es la evidencia de una genuina conversión: la inclinación a hacer la voluntad de su Señor. Continúa el Señor diciendo: “Muchos”, este adverbio indica los muchos del camino ancho (v. 13), que no entran por la puerta estrecha. “Muchos… en aquel día,” esta palabra en este contexto tiene una connotación escatológica, es decir, relacionada con el Día del Juicio. Ese Día se abrirá el Libro de la Vida, y no aparecerán los nombres de los meros profesantes religiosos; sólo aparecerán escritos los que hayan sido salvos por gracia mediante la fe. El Señor describe el encuentro que tendrá con los falsos maestros en aquel Día, cuando éstos tratarán de defenderse ante Él, llamándole “Señor, Señor” (v. 22); además, le reclamarán haber hecho obras en Su Nombre.
Jesucristo el Señor está indicando que busca verdaderos discípulos, que no sólo profesen creer en Él, sino que demuestren por su vida la realidad de su fe.
Recuerden que hubo muchos falsos maestros que profetizaron en el nombre del Señor, pero nunca fueron salvos; entre ellos tenemos: Balaam (Nm. 23 y 24) y Caifás (Jn. 11:51). Hubo falsos profesos que echaron fuera demonios, como Judas Iscariote (Lc. 9:1). Pero no hay evidencia alguna en las Escrituras de que ellos fueran salvos. Estos falsos profesos utilizaron el nombre del Señor, pero la verdad es que Él nunca los envió a hablar en Su Nombre (excepto a Judas Iscariote, que era uno de los doce, quien lo traicionó; Lc. 9:1-6).
El Rey-Juez, después que los oiga en su defensa, les declarará: “Nunca os conocí”. Cristo ni por un momento llegó a conocerlos. El Señor reconoce que nunca tuvo ninguna relación espiritual con ellos. Conocer, en este contexto, tiene que ver con una relación íntima de vida ¡Y ellos no habían nacido de nuevo! Dios habla de la relación con aquellos que conoce, y la vida que éstos muestran por el conocimiento que tienen de Él. Así lo dice Pablo: “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.” (2 Ti. 2:19). Este conocimiento y separación de la iniquidad estaban ausentes en esos falsos profesos. Finalmente, el Señor da su sentencia judicial: “Apartaos de mí, hacedores de maldad.”
Ellos no habrán experimentado el nuevo nacimiento, por tanto, sus obras serán de iniquidad guiadas por la naturaleza pecaminosa no regenerada. La forma verbal de la palabra hacedores, sugiere un carácter constante, es decir, estar constantemente obrando iniquidad. Ellos nunca dejaron de obrar iniquidad, porque nunca dejaron de ser inicuos.
Concluimos que Cristo se está refiriendo, no a creyentes, nacidos de nuevo, sino a meros falsos “profesantes de fe”, que nunca tuvieron una relación vital, por la fe, con Jesucristo.
Siempre ocupados en la salvación
Finalizamos este artículo con este último verso. “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor...” (Fil. 2:12). ¿Enseña este pasaje que el creyente que no se ocupa en su salvación la puede perder? Contextualicemos el pasaje: Pablo, en los versos 5 al 8, presentó la humillación de Cristo como ejemplo de obediencia. Ahora, en base a ese ejemplo, le está pidiendo a la asamblea en Filipos que sigan practicando la obediencia a Dios. La frase “como siempre” indica que los filipenses habían dado pruebas de su amor al Señor al guardar Su Palabra. Estaban siguiendo las pisadas de Cristo, quien “se hizo obediente hasta la muerte”. El sacrificio de Cristo tiene un valor práctico porque nos ayuda a vivir de acuerdo con ese ejemplo. Es en ese sentido que les escribe “ocupaos en vuestra salvación.” Debemos aclarar que Pablo, en ningún momento, sugiere que la salvación se obtiene por medio de las obras; tampoco está hablando de una caída del cristiano, de la gracia. ¿Cuál es el sentido de la frase “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”? Para interpretar correctamente este pasaje, la clave es analizar el verbo ‘ocupaos’; la forma verbal de esta palabra indica un mandamiento, y está en tiempo presente, eso hace referencia a una acción constante. Se podría traducir como lo hace A.T. Robertson: “Obrad hasta lo último” o “trabajad hasta el fin”. Esto expresa la idea de un trabajo o una tarea a realizar. El creyente deber tener, como máxima ocupación, el obrar en favor del progreso de la salvación que le fue otorgada en el mismo instante en el cual él ejerció la fe. Debe progresar en vivir la salvación con una vida de santidad en la práctica, una vida que glorifique el nombre de Dios aquí en la Tierra, pues eso fue lo que el Señor Jesucristo hizo, y fue explicado por Pablo en los versos 5 al 11, hasta que el Padre nos exalte por medio de un cuerpo resucitado, como lo hizo con Su Hijo (Fil. 3:21). Llevaremos esta salvación hasta el final, obedeciendo a nuestro Dios con temor y temblor. Recuerde, estimado lector, el que es de Cristo ha recibido la salvación por la fe; ahora debemos vivir esa salvación en obediencia. En conclusión, este verso no habla de la pérdida o ganancia de la salvación, sino de vivir en obediencia a Dios, teniendo como ejemplo de obediencia suprema al Señor Jesucristo.
Conclusión
Podemos concluir que debemos tener en cuenta varios aspectos en la interpretación de pasajes difíciles.
El creyente deber tener, como máxima ocupación, el obrar en favor del progreso de la salvación que le fue otorgada en el mismo instante en el cual él ejerció la fe. Debe progresar en vivir la salvación con una vida de santidad en la práctica, una vida que glorifique el nombre de Dios aquí en la Tierra, pues eso fue lo que el Señor Jesucristo hizo…
- Debemos aplicar una recta y sana hermenéutica en la interpretación de cualquier texto de la Palabra de Dios, para así conocer su significado y la aplicación correcta.
- También podemos decir que la palabra ‘salvación’ tiene varios significados en la Biblia; por ello es necesario estudiar cada pasaje en su contexto, para darnos cuenta a qué tipo de salvación se está refiriendo el autor Unas veces puede significar ser liberado de persecuciones, de aflicción, de la cárcel, de la muerte; otras veces, ser librado de la condenación eterna; otras, ser salvos de la presencia del poder del pecado; otras veces señala la vida abundante en Cristo; y otras, la esperanza de la vida venidera.
- Para que podamos entender bien el tema de la salvación, de qué tipo de salvación está hablando el autor del libro bíblico en estudio, el significado en cualquier caso particular ha de ser determinado por el análisis de las palabras en su contexto, tanto de la Biblia como de dicho libro.
Villavicencio / Colombia
Jhair F. Diaz
Colaborador y escritor del ministerio: Cristianos Edificación y Comunión. Nacido en Puerto Berrío (Ant). Vive en la ciudad de Villavicencio hace 5 años donde sirve en la iglesia local donde reside. Felizmente casado con Leidy Castellanos y tiene un hijo: Sebastián Santiago Díaz