¡NECESITAMOS DESESPERADAMENTE PASTORES!

“Estoy convencido de que ser pastor es un privilegio bendito y una gran responsabilidad. Ser embajador de Dios y ministro de la reconciliación es la misión más noble, más sublime y más urgente que un hombre puede ejercer en la tierra. Ser portador de buenas nuevas, predicador del evangelio, consolador de los afligidos, edificador de los santos y pastor de almas es el puesto de más honra que el hombre puede ocupar su vida. Ninguna ventaja financiera debería desviarnos de esa tarea. Ninguna posición política, por más estratégica, debería encantarnos al punto de desviarnos del ministerio de la Palabra.

Estoy convencido de que la necesidad más grande que tenemos en la iglesia contemporánea es de un gran despertamiento espiritual en la vida de los pastores. Si de un lado los obreros son el principal problema de la obra; del otro, también ellos son el principal instrumento para el crecimiento de la obra. ¡Necesitamos desesperadamente de un avivamiento en el púlpito! Necesitamos pastores que amen a Dios más que a su éxito personal. Que se fatiguen en la Palabra y traigan alimento nutritivo para el pueblo. Que conozcan la intimidad de Dios por la oración y sean ejemplo de piedad para el rebaño. Que den la vida por el rebaño en lugar de explotar al rebaño. Que tengan valor de decir “no” cuando los demás estén diciendo “sí” y, decir “sí”, cuando la mayoría dice “no”. Que no se doblen al pragmatismo ni vendan su conciencia por dinero o éxito.

Quizás uno de los grandes problemas contemporáneos sea que tenemos muchas estrellas en la constelación de la grey evangélica. Hay pastores a los que les gusta ser tratados como astros del cine y como actores de televisión. Sin embargo, es importante decir que las estrellas brillan donde el sol no está brillando. Donde el Sol de la Justicia brilla, no hay espacio para que el hombre brille. Dios no divide su gloria con nadie. Solamente Jesús debe ser exaltado en la iglesia. Toda la gloria dada al hombre es gloria vacía, es vanagloria. El culto a la personalidad es idolatría y una abominación para el Señor Jehová.”