“Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.” 2 Pedro 2:21
Quizá este pasaje pueda ser considerado «duro» por algunas personas, pero es palabra de Dios, y revela una verdad espiritual. Pero esta situación contenida en este versículo es más común de lo que creemos. ¿Cuantas personas luego de conocer «la verdad del evangelio» se vuelven atrás y abandonan a Dios? ¿Alguien después de haber comprendido que Cristo es «el salvador» puede volverse atrás? ¿Alguien que profesó ser cristiano/a, que concurrió por un tiempo a la iglesia, y que al parecer su vida había cambiado… puede volver al estado anterior, de cuando no conocía nada de Dios?
Para contestarnos esta pregunta, observemos la comparación que hace el apóstol Pedro: «la puerca lavada volvió a revolcarse en el cieno… estos animales tienen su habitat en el barro pantanoso, es parte de su instinto, y su alimentación tampoco es muy limpia que digamos. De hecho puede comer cosas en mal estado con toda naturalidad.
¿Cuantas personas luego de conocer «la verdad del evangelio» se vuelven atrás y abandonan a Dios? ¿Alguien después de haber comprendido que Cristo es «el salvador» puede volverse atrás? ¿Alguien que profesó ser cristiano/a, que concurrió por un tiempo a la iglesia, y que al parecer su vida había cambiado… puede volver al estado anterior, de cuando no conocía nada de Dios?
Supongamos que tomamos uno de estos animales y lo bañamos, lo perfumamos, y hasta le ponemos un collar de mascota. Lo sacamos de su ambiente y lo ponemos en un hábitat limpio, seco, impecable. Con el tiempo quizá su comportamiento pareciera adaptarse, y empezamos a pensar que ha dejado de ser cerdo. Pero un día este animal al cual parecía agradarle su nuevo hábitat, y se había domesticado, lo paseamos por el parque, y de pronto ve un «charco de agua barrosa.» que quedó luego de la lluvia. Un viejo instinto se despierta en él, incontenible, instintivo y animal, y corre desbocadamente a «ensuciarse en el barro», tal cual lo hacía antes. ¿Debería asombrarnos esta actitud «de este animalito»? pues no. Es un cerdo, y es parte de su naturaleza el cubrirse de lodo y chapotear en el fango. Nuestro error quizá fue creer que cambiando el hábitat del animal… éste cambiaría, pero no fue así, porque no es una cuestión de «costumbre» sino de «naturaleza animal».
Ahora tienes un pastor que es Cristo, no solo tienes un nuevo hábitat limpio y santo, sino que tienes una nueva naturaleza que Dios obra en el corazón de todos aquellos que se arrepienten, y que posibilita un verdadero cambio en nuestra vida.
De la misma manera pasa en la vida espiritual. El ser humano en su estado natural ama el pecado, tal cual un cerdo puede amar su pantano. Un buen día conoce una iglesia y entra a escuchar el evangelio, o un amigo se le acerca a hablarle de las cosas de Dios. Ante la demanda de la biblia, quizá esta persona intuye su suciedad, toma la opción equivocada de cambiar por fuerza propia. Deja uno que otro pecado visible, algún vicio temporal, cambia alguna u otra mala costumbre. Trata de refrenar su lenguaje, y trata de adaptarse a su nuevo «hábitat»… que ahora es la iglesia. O sea hay «un arreglo exterior de su vida» para adaptarlo a las circunstancias religiosas del momento, pero no existe un verdadero «cambio de naturaleza» en su interior. ¿Cuál es el resultado? vuelve a lo de antes, al mismo pecado, y a veces peor! ¿Qué pasó con esta alma? ¿Acaso el evangelio no tiene el poder de transformar vidas? claro que sí! Lo que sucedió es que esta persona «no cambió de naturaleza», no llegó a ser cristiano… debido a que: creyó que Cristo era «un salvador», pero no lo aceptó como «su salvador». No entregó sus pecados en arrepentimiento, sino que se impuso una «reforma de su carácter». Escuchó la palabra de Dios, pero… no creyó a la palabra de Dios. La reincidencia en el pecado, y volver a ser como antes, se debe a la falta del cambio de naturaleza.
Estimado amigo/a: la salvación efectuada por Cristo no es una «reforma en el hombre» sino es un «nuevo nacimiento» un cambio de naturaleza. Es una nueva vida! ¿En qué situación estás tú? estás apartado de Dios, quisiste cambiar tu vida, pero estás encadenado a las mismas cosas de siempre? no busques una reforma ni una auto-superación… pide a Dios perdón por tus pecados, ruégale que cambie tu corazón y que te de: una nueva naturaleza espiritual. Si nace esta «nueva naturaleza» en tu corazón, ya no tendrás temor de volver atrás, porque ya eres una «oveja del Señor». Ahora tienes un pastor que es Cristo, no solo tienes un nuevo hábitat limpio y santo, sino que tienes una nueva naturaleza que Dios obra en el corazón de todos aquellos que se arrepienten, y que posibilita un verdadero cambio en nuestra vida.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. (2 Corintios 5:17)
¡Experimenta hoy esta transformación!
Rosario /Argentina
Alejandro Riff
Escritor, pastor en la Iglesia Cristiana Bíblica de Rosario (Argentina) desde el año 2009. Casado, padre de dos hijas. Trabaja para la Sociedad Bíblica Trinitaria dando conferencias y seminarios.