LA ORACIÓN DEL PECADOR

“Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres,o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. Gálatas 1:10

Algo muy común en casi todos los círculos cristianos es la llamada “oración del pecador”. Después del momento de la predicación, ocurre un llamamiento para que los oyentes acepten el mensaje que les fue predicado; ellos son llamados a responder a lo que escucharon. ¿Cuántas veces fuimos testigos de algo como esto? Cuántas veces escuchamos a un predicador decir: “¿Quién quiere re­cibir a Jesucristo en esta noche?”. Parece algo esencial en casi todos los movimientos cristianos. Después de este llamado para aceptar a Jesús, normalmente es acompañado de una invitación para ir al frente, a la plataforma, y la persona hace una oración que fue preparada de antemano para tal momen­to. Esta oración se llama “la oración del pecador”.

Esencialmente no hay ningún error en esto. El asunto en cuestión no son estos actos en sí mismos. Entonces, ¿Qué hay malo en esta práctica “evangélica”? Existen al menos tres problemas que deben ser mencionados:

  1. La falsa presentación del Evangelio.
  2. La cuestión de los métodos sacados de la Biblia y transformados en fórmulas.
  3. Las conversiones psicológicas.

Después del momento de la predicación, ocurre un llamamiento para que los oyentes acepten el mensaje que les fue predi­cado; ellos son llamados a responder a lo que escucharon. ¿Cuántas veces fuimos testigos de algo como esto?

La falsa presentación del Evangelio

Lo que infelizmente muchos no perciben, es que, en su sed por el aumento en número de fieles, han quitado la esen­cia del Evangelio. Al volver el mensaje más agradable a los oídos de los hombres, se ha presentado otro Cristo y otro evangelio. En estos medios, Jesús se volvió solamente un gran Maestro, o un gran hacedor de milagros, o aun peor, un gran psicólogo, listo para resolver todos los problemas de las personas. ¿A quién no le gusta escuchar de alguien que so­lucionará todos sus problemas? Si nos es presentado alguien capaz de resolver todas nuestras dificultades, ¿no nos gustaría entregar nuestra vida en las manos de tal persona? Sin duda es una muy buena propaganda. Pero necesitamos atender las palabras de Pablo en Gálatas 1:10 “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. En este asunto no puede haber dudas, si queremos agradar a Dios, necesitamos presentar el Evangelio genuino. Cuando dilui­mos el Evangelio para agradar a los hombres, nos estamos poniendo en oposición a Dios.

El hecho es que, en muchos lugares, Jesús se volvió un producto; los púlpitos, un balcón de negocios; los oyentes, compradores; los predicadores, comerciantes y vendedores extremadamente astutos. Después del momento de la pre­sentación del producto, que hoy es llamado “predicación”, se les pregunta a los posibles compradores si desean adquirirlo; si la respuesta es sí, ellos firman el contrato pronunciando la llamada “oración del pecador”. ¡Qué terrible perjuicio ha causado esta práctica en el cristianismo de nuestros días!

 El verdadero anuncio del Evangelio, por sí mismo, es un examen profundo para los corazones de los hombres; es algo que por sí mismo conduce al arrepentimiento y a la fe. La buena nueva del Evangelio está vinculada al carácter de Dios, habla de sus atributos, muestra la realidad de la condición hu­mana caída, presenta el Salvador Divino-Humano, revela lo que Él hizo para redimirnos delante de Dios, muestra el alto precio pagado por las almas, y el resultado de toda esta ben­dita obra que se está realizando hace miles de años en todos los que oyen la voz del Espíritu Santo, es que éstos son rege­nerados. La verdadera conversión hacia Cristo está intrínse­camente ligada a una genuina presentación del Evangelio, y no a una mera apelación después de un mensaje falsificado y que lleva a una oración artificial.

¡El Señor nos libre de corromper el Evangelio de Cristo! ¡Que nuestra presentación del Evangelio sea fiel a las Sagra­das Escrituras y al Espíritu Santo! Lo que se requiere de los mayordomos de Dios es que cada uno sea encontrado fiel (1Co 4:2).

Jesús se volvió un producto; los púlpitos, un balcón de negocios; los oyentes, compradores; los predicadores, comerciantes y vendedores extremadamente astutos.

El peligro de los métodos

Al religioso moderno le gustan las fórmulas; él dice: “Dí­game lo que debo hacer, voy a seguirlo fielmente y enton­ces cosecharé los resultados”. En el pragmatismo religioso, si algo funciona, entonces es esto lo que debemos practicar. Con eso él busca modelos que hagan que sus congregaciones crezcan en número.

¿Cuál es el problema de los métodos? El problema es que crean un ambiente artificial, algo que externamente parece verdadero, pero que está desvinculado de la vida y del Espí­ritu Santo. Es como una muñeca bien hecha, ella tiene todas las formas de una niña, pero en ella no hay vida.

Estos métodos pueden tener orígenes diversos. Pueden surgir de algún tipo de estrategia comercial, de imaginacio­nes humanas, carnales, o incluso hasta pueden ser extraídos de las Escrituras. Usted puede ir a la Biblia y crear una fór­mula para que la pareja se lleve bien, que se respeten y vivan una vida tranquila. Usted puede encontrar en ella un buen método para criar a los hijos, una buena manera de conducir a las personas a la moralidad. La Biblia puede ser un manual para muchas cosas. Todo eso puede suceder y de alguna ma­nera funcionar, sin que tales personas sean realmente cam­biadas en su interior por el Espíritu Santo. Nunca debemos olvidar que las Escrituras existen para conducir a los peca­dores al arrepentimiento y para que los nacidos de nuevo tengan orientación de vida. Para el pecador, las Escrituras tienen el propósito de conducir al arrepentimiento y no a mejorar moralmente su condición caída, la cual es imposible por esfuerzos humanos.

Con la introducción de los métodos todo se vale para que haya más fieles. Cada vez más se ha tomado la forma del mundo. Hoy día, los locales de reunión de la Iglesia son verdaderas discotecas, con luces, colores, ritmos que tocan las emociones y el alma, una distorsión del Evangelio con la ex­cusa de ser relevantes en el mundo moderno. El resultado no podría ser otro que la gran cantidad de falsas conversiones, una verdadera aberración.

Estos métodos causan una mala reputación del Evangelio. Piense en las campañas evangelísticas en las cuales millares aceptan el mensaje, y, un tiempo después, sólo una mínima cantidad permanece; esto hace que el Evangelio sea critica­do. Podemos oír al mundo decir: “¿Dónde están aquellos que dijeron haber recibido a Cristo? ¡Mírenlos nuevamente en el mundo!” El Dr. Martin Lloyd Jones en su libro “Conver­siones Psicológicas o Espirituales”, dice: “Atención exagerada hacia técnicas y métodos…, siempre es evidencia de falta de fe en la obra del Espíritu Santo”.

Existe un gran peligro cuando usamos la oración del pe­cador como un método para llevar a las personas hacia Cris­to. ¿Será que alguien simplemente por repetir una oración se convierte en un hijo de Dios? Jesús dijo a los fariseos y escribas: “Este pueblo de labios me honra; pero su corazón está lejos de mí” (Mt. 15:8). Estas palabras evidencian claramente que decir algo con los labios no es evidencia de transformación interior. Estos hombres honraban a Dios con sus labios, pero no había ninguna realidad en sus corazones. No es porque usted condujo a alguien a repetir unas palabras que esto sea evidencia de que él se volvió un cristiano. Este es el equívoco de utilizar la oración del pecador como un método.

Hoy día, los locales de reunión de la Iglesia son verdaderas discotecas, con luces, colores, ritmos que tocan las emociones y el alma, una distorsión del Evangelio con la ex­cusa de ser relevantes en el mundo moderno.

El problema de las conversiones psicológicas

Peor que un impío es un falso cristiano. Alguien que, no teniendo la vida de Dios, piensa que es cristiano. Estas per­sonas son producto de una conversión, apenas psicológica, a determinadas creencias llamadas cristianas.

Ellas nunca se arrepintieron genuinamente, simplemente se adhirieron al cristianismo como si entraran en algún tipo de club. Son fruto de todo tipo de artificios para adición de miembros, frutos de un mensaje falso, de un ambiente donde no hay vida, ni realidad espiritual.

Cuando presentamos el Evangelio genuino, aun corremos el riesgo de que personas “crean en vano”, como dijo el apóstol Pablo en 1 Corintios 15:2 ¡Imagine lo que pasa cuando anun­ciamos un falso evangelio! Eso produce conversiones psico­lógicas masivas. Son personas que quieren irse al cielo, pero sin Cristo. No conocen la cruz, el reino, los sufrimientos que pasaríamos en el mundo, nuestro compromiso como hijos de Dios, nuestra responsabilidad delante de una generación pervertida y corrupta, de ser luz y resplandecer. Estos falsos cristianos solamente piensan en su bienestar, y nada de esto pasa delante de sus ojos.

Necesitamos de hombres y mujeres espirituales, hom­bres con discernimiento para instar a tales personas a que demuestren con sus frutos si realmente están en la fe o no. Necesitamos de hombres maduros para no bautizar a las “ca­bras”, no entretener a los “cerdos” y no hacer que los impíos piensen que son lo que no son. Eso es algo muy serio. Alguien que no tiene vida y cree ser cristiano como mencionamos es una aberración.

¡Imagine lo que pasa cuando anun­ciamos un falso evangelio! Eso produce conversiones psico­lógicas masivas. Son personas que quieren irse al cielo, pero sin Cristo.

¿Debemos aceptar o no la oración del pecador?

Delante de todos estos problemas que mencionamos necesitamos ser cautelosos. Nuestro intento es traer una palabra de equilibrio sobre el tema. Como vimos hasta ahora, todo lo que es espiritual puede de alguna manera ser imitado artificialmente. ¿Dónde está el punto de equilibrio en esta cuestión? Necesitamos solucionar cuestiones como la falsa presentación del Evangelio, el peligro de los métodos y las cuestiones relacionadas con las conversiones psicológicas. Y esto nos ayudará a escudriñar esta práctica a la luz de la ver­dad de Dios.

Entonces surge una cuestión: ¿Debemos o no hacer un llamamiento al pecador a orar a Dios? Responderemos a esto con otras preguntas: ¿Qué lo llevó a usted a hacer esto? ¿De dónde nació tal cuestión? ¿Fue usted llevado por el Espíritu Santo a hacer esta pregunta? ¿Se predicó puramente el Evan­gelio? Si su respuesta es sí, usted se suma a casos como el de John Wesley, D. L. Moody, o Benjamín Warfield, entre otros hombres que fueron llevados por Dios, en su soberanía, a volverse pescadores de hombres como evangelistas que lan­zaban sus redes y recibían el resultado del Señor. Ahora, si nuestro caso es apelar a un modelo para ganar adeptos, algo que aprendemos que debe ser hecho en lugar de estar dispo­nibles al mover del Espíritu y al poder del Evangelio, si hemos actuado independientes de Dios y de Su Palabra, ejerciendo un método sólo con el interés de sumar cifras a nuestras es­tadísticas ministeriales, entonces estamos completamente equivocados, debemos despertar y arrepentirnos. Debemos darnos cuenta de que estamos llenos de métodos, pero he­mos perdido al Señor.

En verdad, podemos percibir que esta cuestión está re­lacionada hasta con los mismos dones que Dios ha dado a la Iglesia y con su multiforme sabiduría. Dios es soberano para trabajar según la manera que Él quiera, no podemos de ninguna manera limitar a Dios. Si alguien es llevado por Dios a preguntar a un pecador si éste quiere recibir a Cristo, de manera que el Evangelio genuino fue predicado y, en algún momento él, por el Espíritu, fue conducido a orar con el pecador, no podemos cuestionar el obrar de Dios. Si, por otro lado, sin haber apelación, los corazones de los hombres fueren compungidos y dirigidos a Dios mismo sin ninguna petición formal hecha por el predicador, es Dios operando de otra manera, y Él es soberano para tal operación. Nuestro intento es denunciar los equívocos, demostrar los errores y llevarnos al camino de la predicación genuina en el poder del Espíritu Santo, que produce verdaderas conversiones a Dios.

Todo lo que hacemos para Dios debe ser producido en y a través de la persona del Espíritu Santo, estando siempre en acuerdo con el genuino Evangelio y con su clara presen­tación, siguiendo la dirección de Dios, y no los métodos fa­bricados por el hombre. La conversión genuina es fruto de la obra del Espíritu, y no de ambientes condicionados por el hombre. ¡Que estemos siempre sensibles y dispuestos delan­te de Dios, para que podamos comprender sus caminos! Lo que Dios produce es siempre real y vivo. Los hijos de Dios, como dice el texto: “…no son engendrados de sangre, ni de vo­luntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn 1:13).

Joinville, Santa Catarina / Brasil

Marcelo Vieira

Siervo de Jesuscristo, esposo, escritor, produtor musical. Vive en la ciudad de Joinville, Santa Catarina, en Brasil, lugar en el cual es servidor de la iglesia local. Felizmente casado con Thais, padre de una hermosa niña llamada Helena.