“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…” (Ro. 5:1)
La doctrina de la justificación no es en ninguna manera una novedad; por el contrario, es una de las doctrinas principales del Nuevo Testamento. Como lo afirma el pastor y escritor Hernandes Dias Lopes: “La justificación no es una verdad secundaria o lateral de la fe cristiana, es la propia esencia del cristianismo”. Y entender esta verdad es crucial para entender el carácter de la salvación que hemos recibido. No es pequeña la discusión que existe en muchos círculos cristianos sobre si la salvación se pierde o no.Y en nuestra edición actual vamos a considerar este asunto trascendental de la doctrina cristiana.
El Evangelio y la Justificación
En este momento varias preguntas deben ser formuladas: ¿Cómo puede un hombre ser justificado ante Dios después de haber cometido tantos pecados y transgresiones a Su Ley? ¿Acaso el Juez Justo de toda la Tierra no debería, indefectiblemente, condenarle eternamente por su maldad? ¿Podemos, como hombres, de alguna manera evitar la ira santa de Dios? Estas preguntas trascendentales deberían ser el foco de la atención de todo hombre. Bien lo decía el teólogo Charles Hodge: “¿Cómo puede el hombre ser justo ante Dios? La respuesta a esta pregunta determina el carácter de nuestra religión. Dar una respuesta equivocada es errar el camino al Cielo. Es errar donde el error es fatal, porque no puede ser corregido”. Sin lugar a dudas, estamos delante de un asunto sumamente crucial y debemos mantener nuestros pies donde sólo la Santa Palabra de Dios puede guiarnos por el camino correcto.
La Epístola a los Romanos es, sin lugar a dudas, la fortaleza de las verdades que tienen que ver con la gloriosa redención que es en Cristo Jesús. Pablo, el gran abanderado del Evangelio, hace una exposición magnífica y elocuente de la salvación por la fe, estableciendo lo que el mismo llamaría “el evangelio de Dios” (1:1).Y la piedra angular de su exposición se centra en esta palabra: ‘Justificación’. Ahora, ignorar este asunto no es simplemente desconocer algún asunto teológico o doctrinal, es, definitivamente, ignorar el mensaje de Jesús y el testimonio de los apóstoles; es desconocer el cristianismo y sus principales prerrogativas. Esto debería ser injustificable para un cristiano o una iglesia. Si desconocemos estos aspectos del Evangelio, deberíamos preguntarnos sinceramente en qué Evangelio hemos creído.
El desarrollo en la Epístola
En los primeros 3 capítulos, Pablo hace una exposición irresistible de la culpabilidad de los judíos y de los gentiles. Sus argumentos claros y poderosos ponen a todo hombre bajo la justa condenación del juicio de Dios: “…pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno…” (Ro. 3:9-10). Y manifiesta claramente que el hombre es totalmente incapaz de poder salvarse por sus propias obras o méritos, “…para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él…” (Ro. 3:19-20). El hombre, por su pecado, es un ser injustificable ante Dios; sus pecados le condenan. Su condenación es segura e inevitable; no importa si es un judío religioso o un gentil moralista, la verdad es que todos estamos totalmente reprobados por la Ley de Dios.
La doctrina de la justificación no es en ninguna manera una novedad; por el contrario, es una de las doctrinas principales del Nuevo Testamento. Como lo afirma el pastor y escritor Hernandes Dias Lopes: “La justificación no es una verdad secundaria o lateral de la fe cristiana, es la propia esencia del cristianismo”.
Ahora Pablo, después de argumentar como un fiscal los delitos y la evidencia contra el criminal (el hombre), pasa a mostrarnos lo que es la justicia de Dios y cómo ella se cumple en el Evangelio. Aquí, en el momento de mayor oscuridad aparece la luz del Evangelio. Ante la poderosa evidencia de la condenación aparece la gloriosa salvación, centrada ésta en el sacrificio vicario de Cristo por los hombres. En la cruz Dios reveló su justo juicio y su ira por los pecados de los hombres, sacando a la luz el medio por el cual el hombre puede ser justificado. El sacrificio perfecto del Cordero permite que un Dios Santo pueda salvar a un hombre pecador y declararlo justo. ¡Qué maravillosa verdad! Lo que ningún hombre pudiera hacer con toda su religiosidad o supuestas buenas obras, Cristo, con un solo sacrificio, nos justificó delante de Su Padre, “…siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús…” (Ro. 3:24).
Ahora la justificación no es alcanzada por el esfuerzo del hombre, sino por la fe en la obra de Jesucristo. Es la obra de Dios en Cristo Jesús la que nos dio vida eterna, perdonó nuestros pecados y nos justificó. No es nuestra justicia la que es recompensada; es la justicia de Cristo, la cual nos es impartida e imputada; el Justo justificando a los injustos, los pecadores poniendo su confianza en el Justo y siendo justificados gratuitamente. ¡Qué maravillosa verdad! ¡Gloria y honra a nuestro Señor Jesucristo!
Pablo, al llegar a su punto principal, al final del capítulo 3, pasaareforzarsuargumentaciónenelcapítulo4,mostrándonos el ejemplo de Abraham, el padre de la nación de Israel, quien, igualmente como los creyentes del Nuevo Pacto, son justificados únicamente por la fe:“Por tanto,es por fe,para que sea por gracia,a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros…” (Ro. 4:16).
Salvos de la ira
Y siguiendo la misma línea de pensamiento, en el capítulo 5 Pablo nos muestra los frutos de la justificación: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…” (Ro. 5:1). Ahora el pecador justificado tiene paz para con Dios.Antes éramos enemigos y adversarios de Dios. Ahora, justificados por la fe en Cristo, tenemos seguridad que nuestros pecados han sido perdonados, hemos recibido vida eterna y somos hechos hijos de Dios. Es importante entender que esta justificación implica la absolución completa y plena de nuestra condenación. Ahora tenemos paz y seguridad que Dios nunca más se acordará de nuestros pecados, y que todas las actas de los decretos que nos eran contrarias han sido anuladas por la obra de Cristo (Col. 2:14).
Ahora Pablo reafirma este argumento con las siguientes palabras: “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.” (Ro. 5:9). El creyente, por un lado, tiene la seguridad de que la obra histórica de Cristo le otorgó la justificación y, además, ahora puede descansar en la seguridad futura de que la ira de Dios ya no recaerá sobre él. Esta frase “salvos de la ira” indica la absoluta certeza de que aquellos que están en Cristo no tendrán ninguna condenación futura. La justificación es un acto que sucedió en el pasado, en la cruz de Cristo, un acto jurídico y legal.Todas las demandas de la Justicia Divina fueron satisfechas para siempre. Esto da al creyente la seguridad de que su salvación no sólo incluye un momento particular, sino que puede decir con el apóstol Pablo de su futuro: “por él seremos salvos de la ira”.Esta seguridad es la certeza de la absolución futura en el Juicio Final.
En la cruz Dios reveló su justo juicio y su ira por los pecados de los hombres, sacando a la luz el medio por el cual el hombre puede ser justificado. El sacrificio perfecto del Cordero permite que un Dios Santo pueda salvar a un hombre pecador y declararlo justo.
Ya lo decía el escritor norteamericano William Greathouse: “Salvos de la ira se refiere a la liberación final en el juicio futuro; la salvación está garantizada por el hecho de que la justificación es un anticipado veredicto favorable de este día.” La justificación es el acto divino por el cual Dios nos ha absuelto eternamente de nuestra culpabilidad. No sólo podemos tener seguridad ahora, sino que tenemos certeza de nuestro futuro glorioso como hijos de Dios en Cristo Jesús. Nuestra justificación es una provisión completa con la cual nos podemos presentar ante el juicio de Dios, ya sabiendo que en Cristo hemos sido perdonados y justificados.
¡Qué gloriosa seguridad! Podemos descansar plenamente en la obra de Cristo y glorificar Su Nombre.
Justificación y Santificación
En los capítulos siguientes Pablo pasa a introducir la doctrina de la santificación. La justificación tiene unos efectos importantes en la vida diaria del creyente.Ahora comenzamos un proceso de santificación rumbo a la gloria. Esto incluye varios asuntos tratados por Pablo en los siguientes capítulos:
- Una consideración de nuestra posición en Cristo (Ro. 5:17).
- Presentar nuestros miembros a Dios, y no al pecado (Ro. 6:13).
- Una lucha constante con el pecado que aun mora en nosotros (Ro. 7:18).
- Una vida diaria de andar en el Espíritu (Ro. 8:9).
- Una disposición para sufrir por Cristo en un mundo adverso (Ro. 8:18).
- Y un gemir constante por el deseo de ser glorificados y estar eternamente con Cristo (Ro. 8:23).
El punto más alto del argumento de Pablo
Ahora llegando al punto culminante de la primera parte de la carta, Pablo hace unas declaraciones, sellando así su argumentación en declaraciones importantísimas en aquello que tiene que ver con la seguridad de nuestra salvación y su carácter eterno. El teólogo y profesor Charles Erdman llegaría a decir acerca de esta porción de las Escrituras, que “es probablemente la más majestuosa porción que nos legó la pluma del apóstol Pablo, y el clímax de su argumento.”
El apóstol termina su exposición con una serie de preguntas retóricas, preguntas que contienen una gran cantidad de luz y revelación en el asunto en cuestión que venimos tratando, dando una exposición admirable de la seguridad inquebrantable de la salvación.
Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Ro. 8:31). Ante la primera pregunta retórica que Pablo nos hace, el pastor John MacArthur hace una excelente explicación: “La obvia implicación es que si cualquier persona estuviera en capacidad de robar nuestra salvación, entonces tendría que ser más grande que Dios mismo, porque Él es tanto el Dador como el Sustentador de la salvación. En efecto, Pablo está preguntando a los cristianos:“¿Quién, dentro de los límites de lo concebible,podría abolir nuestra condición actual de “ninguna condenación”? ¿Acaso existe alguien más fuerte que Dios, el Creador de todas las cosas y todas las personas que existen?” Pensar en que hubiera alguien que aseverara negar lo que Dios afirma, y poner en tela de juicio lo que la Palabra enseña, sería una gran insensatez y un desafío alocado al Evangelio descrito en las Escrituras. ¿Qué poder en la Tierra o en el Cielo pudiera negar u oponerse a semejante realidad?
El que no escatimó ni a su propio Hijo
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro. 8:32). En esta segunda pregunta Pablo nos muestra el valor de nuestra salvación: “la propia vida del Hijo de Dios” ¿Será que Dios nos daría a Su Hijo para salvarnos, a sabiendas que nosotros pudiéramos perder esa salvación? Si el creyente no tuviera seguridad de salvación, ¿sería el sacrificio de Cristo confiable o de valor? ¿Será que el Hijo de Dios se entregó en vano por los escogidos? ¿Será que podemos anunciar a los hombres que se si se arrepienten y creen pueden ser verdaderamente salvos, y después perder esta salvación? Preguntas como estas nos llevan a pensar en lo absurdo de negar la seguridad de la salvación en algunos círculos cristianos.
La justificación es el acto divino por el cual Dios nos ha absuelto eternamente de nuestra culpabilidad. No sólo podemos tener seguridad ahora, sino que tenemos certeza de nuestro futuro glorioso como hijos de Dios en Cristo Jesús.
El sacrificio de Jesús en la cruz no sólo es el fundamento de la salvación, sino también la base de nuestra seguridad eterna. Ayer, hoy y siempre el creyente podrá estar seguro de su salvación basado en las solemnes afirmaciones de las Sagradas Escrituras sobre la obra de Cristo.
¿Quién acusará a los escogidos de Dios?
“¿Quién acusaráa los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.”(Ro. 8:33). Otra pregunta relevante, con su afirmación inmediata. Si Dios, el Juez Justo de toda la Tierra, el Juez Santo, declaró justos a aquellos que escogió en la obra de Cristo, ¿quién se atreverá a acusarlos? ¿Quién podrá tomar su lugar como juez y juzgar a aquellos que la sangre de Cristo limpió y perdonó de sus pecados? ¿Quién haría semejante osadía? Es cierto que uno de los odiosos oficios de Satanás y el mundo es acusar a los escogidos. Pero cuán absurdo, insignificante, insuficiente e ineficaz es su trabajo, ya que Dios mismo nos ha justificado. Si el Juez declara inocente y exime al acusado del pecado,
¿podrá hacer algo el fiscal? Toda acusación de Satanás cae ante la poderosa salvación hecha por Cristo en la cruz. Pablo ya lo diría a la iglesia de los colosenses:Todas las actas en contra nuestra fueron clavadas y consumidas en la cruz (Col. 2:14). Los medios legales que podían dar sustento a la acusación del enemigo fueron totalmente anulados y expirados.
¿Quién es el que condenará?
“¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (Ro. 8:34). Spurgeon, explicando esto, comentaba: “Los que son justificados, son justificados irreversiblemente. En cuanto el pecador toma el lugar de Cristo, y Cristo toma el lugar del pecador, no hay que temer un segundo cambio. Si Cristo ha pagado una vez la deuda, la deuda está saldada; y nunca se volverá a reclamar. Si eres perdonado, eres perdonado de una vez y para siempre. Dios no da al hombre un perdón gratuito firmado por Él para luego retractarse y castigar al hombre: eso dista de ser lo que hace Dios. Él dice: “Yo he castigado a Cristo, tú quedas libre”.Y después de eso podemos “regocijarnos en la esperanza de la gloria de Dios”, de que siendo “justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…” Y continúa asegurando ante aquellos a quienes se les dificulta asimilar estas verdades: “Nos parece extraña”. Los extraños somos nosotros, y no que la doctrina sea extraña. Es doctrina de las Sagradas Escrituras la que afirma que nadie puede condenar a aquel a quien Dios justifica, y que nadie puede acusar a aquellos por quienes Cristo murió”. La muerte, resurrección e intercesión de Cristo son el más seguro sello, no sólo de la exaltación del Hijo de Dios, sino también del alcance y valor de su salvación, entonces, ¿cómo podríamos dudar de una obra tan grande y consumada?
Conclusiones finales
Ahora, después de haber echado una mirada a lo largo de la Epístola del apóstol Pablo a los Romanos, podemos ver y entender el gran tema de esta carta: La salvación que es en Cristo Jesús. Naturalmente, este el tema principal de toda la Biblia. Pablo afirma: “…y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” (2 Ti. 3:15). La Biblia entera es el mensaje de salvación en Jesucristo para todos los hombres. Sin embargo, Romanos expresa de una manera magistral el Evangelio como ningún otro libro. La claridad es evidente, y su profundidad, admirable. La esencia, el valor y el alcance del Evangelio brotan delante de nosotros como un río interminable de aguas vivas. No podemos negar que este es el más grande legado que nos dio el apóstol Pablo sobre el Evangelio de Jesucristo.
El sacrificio de Jesús en la cruz no sólo es el fundamento de la salvación, sino también la base de nuestra seguridad eterna. Ayer, hoy y siempre el creyente podrá estar seguro de su salvación basado en las solemnes afirmaciones de las Sagradas Escrituras sobre la obra de Cristo.
Todos aquellos que dicen ser cristianos deben conocer este libro y sus verdades. La ignorancia ha sido la culpable y madre de la incredulidad, superstición y religiosidad que inunda el cristianismo de nuestros días. Muchos han perdido la oportunidad de anclar sus corazones a la fuerte seguridad de la salvación, porque su fe no está fundada en lo que dice la Palabra de Dios, sino en la enseñanza de los hombres. Debemos cavar el pozo de nuestra fe. Examinar nuestras convicciones y profundizar en ellas. El Evangelio es un mensaje exclusivo y único de la Iglesia de Jesucristo ¡Qué triste es ver que en muchos lugares hoy en día el cristianismo desconoce estas verdades tan esenciales! El Evangelio ha sido remplazado por la conveniencia; la verdad, por las emociones; la predicación, por el entretenimiento; y las Escrituras, por las experiencias. En un ambiente así, deberíamos usar un microscopio para encontrar algo del Evangelio de Jesucristo.
Dios quiera que, en Su misericordia, el tema actual de nuestra revista sirva para arraigar a los hijos de Dios en la profunda seguridad de su salvación eterna.
Bogotá / Colombia
Pablo David Santoyo
Director y fundador del ministerio Tesoros Cristianos. Nacido en la ciudad de Bogotá donde vive actualmente. Predicador, escritor y servidor en la iglesia local donde reside desde hace 18 años. Bendecido por el Señor con un matrimonio conformado por su esposa Diana Ramírez y su hija Salomé.