LA FINALIDAD DEL EVANGELIO

“…Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron, ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella” (Marcos 14:4-5).

Estas palabras nos llevan a lo que queremos considerar, es decir, cuál es el significado de  aquella pequeña palabra “desperdicio.”

¿Qué es un desperdicio? Desperdicio significa, entre otras cosas, dar más de lo que sería necesario. Desperdicio significa que tú das, en demasía, por algo que es insignificante. Si alguien está recibiendo más de lo que se considera necesario, entonces eso es un desperdicio. Eso pensaron los apóstoles.

Pero acuérdate que estamos hablando de algo que el Señor dijo que acompañaría al Evangelio, en cualquier sitio donde el Evangelio fuese anunciado.

¿Por qué? Porque entiende que, la predicación del Evangelio, debe llevarse a cabo con «algo,» que tiene los mismos ingredientes contenidos en la acción que emprendió María en el pasaje que estamos tratando, esto es, que las personas deberían venir a Él y «desperdiciarse a sí mismos» en Él. Este es el resultado que está procurando la Escritura.

Desperdicio significa, entre otras cosas, dar más de lo que sería necesario. Desperdicio significa que tú das, en demasía, por algo que es insignificante. Si alguien está recibiendo más de lo que se considera necesario, entonces eso es un desperdicio. Eso pensaron los apóstoles.

Debemos ver la cuestión del desperdicio desde el punto de vista de Judas (Juan 12:4-6), pues Judas por supuesto, que nunca había llamado “Señor” a Jesús, todo lo que se derramase sobre Él lo consideraba un desperdicio. No solamente el perfume era un desperdicio: aunque hubiese sido agua lo consideraría un desperdicio. Aquí Judas establece el punto de vista del mundo. El mundo estima que cualquier servicio que hagamos para el Señor y que no lo entreguemos a él, lo considera como un completo desperdicio. Él Señor nunca fue amado, ni nunca tuvo un sitio en el corazón del mundo. Por eso, cualquier dádiva que le ofrezcamos es un desperdicio. Hay muchos que dicen “ ¡Tal y tal persona serían grandes hombres en el mundo si no fuesen cristianos!” Si un hombre tiene algún talento natural, una cualidad a los ojos del mundo, consideran una vergüenza que la «desperdicie» en servicio del Señor. Ellos piensan que una tal persona es demasiado buena como para dedicarse al Señor y murmuran diciendo, “¡Qué gran desperdicio de vida!”

Déjenme relatarles algo que me sucedió personalmente en 1.929. Estaba de regreso de Shangai a la ciudad donde había nacido, en Foochow. Un día estaba caminando por la calle con un bastón, muy debilitado y enfermo, y me encontré a uno de mis antiguos profesores de escuela. Él me llevó a un salón de té, donde nos sentamos. Me miró de arriba abajo, de la cabeza a los pies, y entonces me dijo: – ¿Qué tenemos aquí? –  En tus tiempos de colegio teníamos grandes esperanzas puestas en ti, esperábamos que realizases grandes cosas en tu vida. ¿Estás queriéndome decir que esto es a lo único que has llegado?” Mirándome a los ojos penetrantemente, me hizo aquella incisiva pregunta. Y debo confesar que al escucharla, mi primer deseo fue venirme abajo y ponerme a lamentar.

El mundo estima que cualquier servicio que hagamos para el Señor y que no lo entreguemos a él, lo considera como un completo desperdicio.

Mi carrera, mi salud, todo parecía estar perdido, aquí estaba mi antiguo profesor de Derecho, preguntándome “¿Todavía estás en esa situación, lleno de fracaso y sin progresos en tu vida? ¿No tienes más que hacer?”

Pero en ese mismo instante – y tengo que admitir que fue la primera vez en toda mi vida –  supe lo que significa tener conmigo el “espíritu de gloria” reposando sobre mí. La idea de haber puesto mi vida enteramente en manos del Señor invadió con gloria mi alma. No era nada menos que el espíritu glorioso inundando todo mi ser en aquel momento. Así que pude mirar al cielo y decir abiertamente, “Señor, ¡yo te alabo! ¡Esta es la mejor cosa disponible para que un hombre dedique su vida; esta es la mejor decisión que he podido tomar!” A mi profesor le parecía un completo desperdicio aquello de servir al Señor; pero para eso sirve el Evangelio. Judas lo tomó como un desperdicio. “Podíamos haberlo vendido y usábamos el dinero en cosas más necesarias. Hay mucha gente pobre. ¿Por qué no se ha utilizado en obras de caridad o en obras sociales? Podíamos haber ayudado a mucha gente de una manera más eficaz ¿Por qué se ha derramado a los pies de Jesús? (vea Juan 12:4-6).” Esta será siempre la forma de pensar del mundo. “¿No puedes encontrar otro empleo mejor para tu vida? ¿No encuentras nada mejor que hacer por ti mismo? ¡Es una estupidez que malgastes así tu vida para ese Señor!

Pero si el Señor es precioso, entonces ¿Cómo puede ser un desperdicio? Él es precioso y merece la pena ser servido. Él es precioso y merece la pena ser su prisionero. Para mí, es tan precioso, que merece que viva plenamente por Él. ¡Sí, Él es precioso! El Señor dijo “No la molestéis.” Así que no me dejaré molestar por el mundo. Los hombres pueden decir lo que quieran, pero nosotros debemos mantener firme nuestra vocación.

Así que pude mirar al cielo y decir abiertamente, “Señor, ¡yo te alabo! ¡Esta es la mejor cosa disponible para que un hombre dedique su vida; esta es la mejor decisión que he podido tomar!”

“Buena obra ha hecho”. La obra verdadera no es la que se hace a los pobres; toda obra verdadera es la que pone al Señor como lo más importante. Cuando de una vez por todas se abran nuestros ojos a la obra real de nuestro Señor Jesús, realmente nada será un sacrificio suficientemente grande para Él.

“En cualquier parte que se anuncie el Evangelio… también se contará lo que esta ha hecho”. (Marcos 14:9). ¿Por qué diría esto el Señor? Porque el Evangelio se destina a producir esta misma reacción. Eso es para lo que sirve el Evangelio. El Evangelio no se destina a satisfacer a los pecadores. ¡Alabado sea el Señor! ¡Los pecadores serán saciados! Pero la satisfacción es una bendición añadida por el Evangelio y no su primer objetivo. El Evangelio se predica en primer lugar para que el Señor se dé por satisfecho. 

Me temo que hayamos puesto demasiado énfasis a favor de los pecadores, y que no hayamos apreciado suficientemente aquello que el Señor tiene en vista como Su objetivo principal. Hemos estado pensando, qué sería de los pecadores si no hubiese Evangelio? Pero eso no es lo que deberíamos tener primeramente en consideración. Sí, por supuesto, ¡Alabado sea el Señor! Los pecadores tienen su parte en todo esto. Dios ha suplido sus necesidades y los ha rociado de bendiciones; pero eso no es lo más importante. Lo más importante es esto, que todas las cosas deberían ser para satisfacer al Hijo de Dios. Solamente estaremos satisfechos, y los pecadores estarán también satisfechos, cuando Él se dé por satisfecho primero. Nunca me encontré con un alma que, satisfaciendo al Señor, se encontrase insatisfecha. Es imposible. Nuestra satisfacción viene infaliblemente cuando le satisfacemos a Él en primer lugar.

Eso es para lo que sirve el Evangelio. El Evangelio no se destina a satisfacer a los pecadores. ¡Alabado sea el Señor! ¡Los pecadores serán saciados! Pero la satisfacción es una bendición añadida por el Evangelio y no su primer objetivo.

Pero tenemos que recordar que jamás se dará por satisfecho sin que nos “desperdiciemos” nosotros mismos sobre Él. ¿Ya le has dado al Señor demasiado? ¿Puedo decirte una cosa? Hay una lección que tenemos que aprender muchos de nosotros, y es que, en el servicio divino, el principio del desperdicio es el principio del poder.

El principio que determina la utilidad es el principio mismo del desperdicio. La verdadera utilidad en las manos de Dios se mide en términos de “desperdicio.” Mientras más nos desperdiciamos más seremos útiles. Los caminos que Dios toma con nosotros se destinan a establecer en nuestra vida este principio, es decir, que la labor que realizamos para Él, nace cuando estamos ministrándole  a Él mismo. Yo no estoy diciendo que no hagamos nada; sino que lo más importante debe ser siempre el Señor, y no su obra.

¡Quitemos nuestra vista de todas las cosas! Miremos al Señor, y preguntémonos nuevamente qué es lo que es más importante. El principio del desperdicio es el principio que debe gobernar nuestras vidas. “Ha hecho conmigo una buena obra.” Dijo Jesús de María. La verdadera satisfacción al corazón de Dios viene cuando realmente estamos, como las personas del mundo dirían, “desperdiciándonos” sobre Él. Parece completamente como si estuviésemos dándole demasiado sin recibir nada a cambio – pero ese es el secreto de agradar a Dios.

Oh, amigos míos, ¿Qué es lo que procuramos? ¿Procuramos ser útiles como lo fueron aquellos que pensaron ser un desperdicio lo que hizo María? Ellos querían hacer rendir al máximo cada céntimo de las trescientas piezas de plata. Toda la cuestión se resumía en “aprovechar” aquel dinero. 

Pero lo que el Señor espera de nosotros es que digamos: “Señor, nada de eso me importa. Si puedo agradarte a ti, con eso me basta.”

Fuzhou,provincia de Fujian / China

Watchman Nee

Fue un predicador y escritor cristiano chino. Llegó a ser cristiano en el 1920 a la edad de diecisiete años y comenzó a escribir ese mismo año. Su ministerio se centra en Cristo y Su Cuerpo, la Iglesia. Fue encarcelado en el 1952 por causa de su fe y murió en prisión en 1972 manteniendo su fe y gozo en el Señor.