LA DEPRESIÓN Y EL CREYENTE

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe… (Gá 5:22-23)

Siendo el gozo una parte del fruto del Espíritu (Gá. 5:22), esperaríamos disfrutar momento a momento de ese maravilloso estado emocional, desde el gozo en la conversión (Hch. 8 :39), pasando por el gozo en la lectura de las Escrituras (Jer. 15:16), el gozo en la oración (Jn. 16:24), el gozo en las tribulaciones (Stg. 1:2), el gozo en el sufrimiento (Hch. 5:41), el gozo en el servicio (2 Co. 1:24) y el gozo al final del camino (He. 12:22). Pero con demasiada frecuencia e intensidad los creyentes se encuentran tristes, sombríos y abatidos.

Justin Burkholder, misionero en Guatemala, dice: “Existe la idea errónea en el mundo cristiano de que el creyente siempre tiene que estar feliz. Entramos a las reuniones de la Iglesia los domingos, y todos ponen su mejor cara de felicidad, vienen vestidos en su ropa más alegre, y aplauden, y cantan, lo cual demuestra el gozo que tienen. Sin embargo, muchos de nosotros reconocemos que lo que sentimos adentro no cuadra con lo que damos a entender por fuera. En muchos círculos cristianos existe la creencia de que es imposible para un verdadero creyente deprimirse, a menos que esté en pecado, tenga falta de fe o falta de conocimiento bíblico.

Todos nos sentimos tristes de vez en cuando; sin embargo, la enfermedad depresiva es otra cosa, y requiere un tratamiento especial. Trae mayor confusión cuando usamos la palabra depresión para referirnos a distintas cosas, como la pena o duelo por la muerte de un ser querido, la humillación que nos trae el fracaso y la derrota, la frustración por expectativas (que jamás son satisfechas) frente a los demás u otros problemas emocionales sin resolver.

No hay duda: Estamos fuera del Paraíso. Ese mundo perfecto diseñado por Dios para el hombre, tuvo que ser abandonado por las decisiones contrarias al Creador. Y ahora, hombres y mujeres debemos lidiar con las consecuencias de la caída. La enfermedad y la muerte no pueden ser eludidas, pero aquí debemos ampliar nuestro entendimiento de la situación, en la cual la enfermedad mental, que incluye la depresión, es tan real como la enfermedad física, y el dolor emocional puede ser más intenso que el dolor físico.

La magnitud del problema. 

La depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo, y se calcula que afecta a más de trescientos millones de personas (creyentes y no creyentes). La depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana, como la tristeza. Puede convertirse en un serio problema de salud, especialmente cuando es de intensidad moderada a grave y de larga duración, y puede causar gran sufrimiento y alteración de las actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos puede llevar al suicidio.

En muchos círculos cristianos existe la creencia de que es imposible para un verdadero creyente deprimirse, a menos que esté en pecado, tenga falta de fe o falta de conocimiento bíblico.

Los trastornos depresivos se caracterizan por una tristeza de una intensidad o una duración suficiente como para interferir en la funcionalidad (con frecuencia comprometiendo el sueño, el apetito y la intimidad sexual) y, en ocasiones, por una disminución del interés o del placer despertado por las actividades que en otros tiempos se disfrutaban. La herencia, los cambios en las concentraciones de neurotransmisores, alteraciones de la función neuroendocrina y factores psicosociales, juegan un papel importante en su génesis.

Los trastornos depresivos pueden presentarse a cualquier edad, pero su desarrollo es típico a mediados de la adolescencia, y en la tercera y cuarta décadas de la vida. En la enfermedad depresiva se combinan tres elementos:

  • Minusvalía: “No valgo nada para nadie”.

“No hay nada de valor en mi vida”.

  • Desesperanza: “Me siento terrible, y me pone peor el hecho de que no veo “luz al final del túnel”.

“Mi situación nunca va a cambiar”.

  • Y futilidad: “Todo es vacío”.

“Nada logra despertarme un nuevo interés”.

Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de los afectados en todo el mundo (y más del 90% en muchos países) no recibe tratamiento alguno. Muchos de ellos, creyentes, consideran que recurrir a la medicación antidepresiva sería una expresión de falta de fe en Dios. Asumir esta postura en todos los casos reduce la depresión y la experiencia de muchos a una simple fórmula de “ten más fe y serás feliz”. Suena fácil, pero para muchos no lo es, y para otros no es cierto, o no quieren cargar con el estigma de ser diagnosticados con depresión.

Un caso clínico. 

-Dr. Pablo, mi nombre es Elizabeth M. Me lo recomendaron a Ud. como médico especialista en Medicina Familiar, con 20 años de experiencia, pero ante todo, como médico cristiano. Espero que Ud. sí me pueda entender (hace una pausa y llora en un breve momento para retomar su relato).

-Siempre he sido una mujer triste. Mis tristezas me llevaron a acercarme a Dios. Ahora soy una hija de Dios, oro, leo la Biblia, me reúno con otros creyentes; ahora veo la vida distinta, pero interiormente me sigo sintiendo con una profunda tristeza. Cuando en un grupo de estudio bíblico para mujeres, tuve libertad para compartir cómo me sentía, me dijeron, entre otras cosas, que sentirme así era un pecado de ingratitud en una persona que no tenía mayores problemas como yo; otra persona dijo que me faltaba oración y fe; una tercera, dijo que era normal que las mujeres nos sintiéramos así; y otras, al ver mi sufrimiento interior, querían ayudarme, pero no sabían qué decir. Nunca volví a ese grupo de estudio, me sentí juzgada y condenada. Ahora oro más y leo más la Biblia, pero no veo que nada haya cambiado. Como de manera compulsiva, me despierto todos los días a las 3 am, me siento fatigada o irritada la mayor parte del día, lloro la mayor parte del tiempo a solas, no quiero que mis hijos me vean llorar, y no puedo hablar con nadie sobre esto, porque nadie me entiende. Siento que algo está mal en mí, y no sé qué es ¿Pero cómo puedo, si soy una creyente, sentirme tan mal?  ¿Ud. me entiende? ¿Ud. me puede ayudar?

-Elizabeth, lo que acaba de decir no se llama tristeza, sino depresión; es algo complejo y difícil de entender para personas que no la han padecido. Hombres de Dios en la Biblia, como Job, Elías, Jonás, David y Jeremías, también la padecieron; asimismo, hombres de Dios en la historia de la Iglesia, como Agustín de Hipona, Martín Lutero, Whitefiel, Spurgeon, C. S. Lewis, A. Sparks y David Wilkerson. Con lo anterior, queda claramente establecido que un creyente puede sufrir depresión; esto no debe generar culpa adicional, pues no elegimos nuestras enfermedades.

Muchos de ellos, creyentes, consideran que recurrir a la medicación antidepresiva sería una expresión de falta de fe en Dios. Asumir esta postura en todos los casos reduce la depresión y la experiencia de muchos a una simple fórmula de “ten más fe y serás feliz”.

-Elizabeth, entre los creyentes es frecuente que se considere todo de origen espiritual. Se desconoce que somos una triple unidad de espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23). El mal físico es tan real y destructivo para los seres humanos, creyentes o no, como el moral y el espiritual.

Catherine Scheraldi, médica endocrinóloga cristiana, que también ha sufrido depresión, señala que “la relación entre la mente y el cerebro es compleja. No siempre es fácil saber dónde termina la biología, y dónde comienzan los hábitos y conductas pecaminosas”. Continúa la Dra. Scheraldi:

“No podemos ver la depresión como toda espiritual, o toda biológica, ya que usualmente es una combinación de ambos componentes. El cuerpo y el alma están entrelazados. La depresión aumenta la oscuridad típica de la mente caída, resultando en un corazón más duro y egocéntrico. Nuestro corazón nos engaña (Jer. 17:9). Sentimos una especie de nube de duda y temor siempre encima, y una neblina que no nos deja ver las cosas como son. Comenzamos a pensar que esto nunca se irá. Los problemas parecen más grandes que las promesas de Dios, y las heridas y el dolor vencen nuestra fe. Como resultado, perdemos de vista que este mundo no es nuestro hogar. En vez de buscar las razones para alabar al Señor, preferimos maldecir nuestra crisis”.

-Deficiencia de vitaminas, como B12 y D, o condiciones endocrinas, como el hipotiroidismo, pueden manifestarse con depresión. También las enfermedades crónicas pueden manifestarse con depresión, como la diabetes, la epilepsia, la esclerosis múltiple, el Parkinson o la artritis reumatoidea, entre otras. Incluso, la depresión puede ser un efecto adverso frecuente de algunos medicamentos, lo cual no quiere decir que se deban suspender, sino conversar al respecto con el médico que los haya formulado.

-Como ve, la química del organismo implica un frágil equilibrio de múltiples sustancias, como neurotransmisores y hormonas, que pueden verse fácilmente afectados, lo cual explica por qué las mujeres sufren más frecuentemente de depresión (no tiene nada que ver con una debilidad de carácter), y también nos permite entender por qué después de un parto, o en los días previos al siguiente período menstrual, o en la menopausia, los síntomas depresivos aparecen con más frecuencia. Está bien que un creyente consulte al médico para descartar todas estas posibles causas físicas. Y cuando encuentres una hermana con este padecimiento, antes del juicio y/o condenación, puede serle más útil una orientación médica.

-Elizabeth, por esa misma razón, algunos cambios en nuestro estilo de vida serían muy útiles para contribuir a ese equilibrio químico que le mencionaba, tales como:

  • Ejercicio físico: 30 minutos diarios, 6 días a la semana, ideal con exposición a la luz
  • No trabajar más de 8 horas diarias, con pausas activas cada 2 horas, sea del trabajo físico o
  • Suspender el uso del tabaco y el consumo de bebidas alcohólicas.
  • Ingerir suplementos nutricionales, únicamente en el caso de haberse documentado una deficiencia en
  • Dormir 7-8 horas diarias: Para ello, evitar hacer siestas; tomar café sólo en horas de la mañana; es ideal no tener televisor dentro de la habitación, y apagar el celular antes de ir a la Un vaso de leche tibia, endulzado con miel de abejas, antes de acostarse, aporta triptófano, aminoácido precursor de la serotonina, importante para el sueño.
  • Cambios en la alimentación: Dejar pasar mínimo 2 horas desde la última comida y la hora de ir a Disminuir alimentos procesados, azucarados, grasos o muy condimentados. Hoy en día se habla mucho de la dieta antidepresiva, que incluye: granos integrales, vegetales de hojas verdes, pescados azules (salmón, atún, trucha, arenque, caballa), pollo, pavo, betacaroteno (hortalizas de color zapote o rojo, como zanahorias, zapallo, tomates, y otros), frutos secos, (nueces), y probióticos, como el kéfir, producto lácteo fermentado parecido al yogurt líquido.
  • Evitar estar solo, leer un buen libro y cantar; la música puede elevar el espíritu, como lo hizo con el rey Saúl (1 S. 16:14-23).

Seguramente se preguntará cuál es la causa de su depresión, si se descartan las posibilidades físicas anteriormente mencionadas.

Los problemas parecen más grandes que las promesas de Dios, y las heridas y el dolor vencen nuestra fe. Como resultado, perdemos de vista que este mundo no es nuestro hogar. En vez de buscar las razones para alabar al Señor, preferimos maldecir nuestra crisis”.

Cuando se publicaron en forma de libro los 21 sermones compartidos por el Dr. Martyn Lloyd-Jones sobre este tema, en 1964, el libro se tituló: “Depresión espiritual, sus causas y su cura”, y, como él mismo reconoce en el prefacio, el tratamiento del tema no es de ninguna manera exhaustivo; por ejemplo, en cuanto a las causas sólo menciona cuatro:

  1. El temperamento: Las personas introvertidas son más proclives a padecer depresión, pues están permanentemente volcadas hacia adentro, evaluando todo lo que hacen, siempre mirando para atrás, siempre llenas de remordimientos fútiles.
  1. Causas físicas: Cansancio, agotamiento, ‘stress’ o cualquier tipo de Los mejores cristianos son más propensos a ataques de depresión espiritual cuando están físicamente débiles.
  1. La “reacción”: Reacción a una gran bendición o a una experiencia fuera de lo común. Este fue el caso de Elías, sentado debajo del enebro; él estaba sufriendo una reacción a lo que había sucedido en el Monte Carmelo (1 19).
  1. Satanás: La causa final es, ciertamente, el diablo, el enemigo de nuestras Son incontables los medios por los cuales el enemigo puede causar depresión espiritual.

Herencia: Con los aportes de la investigación científica incluyo también la herencia, la cual da cuenta del 50% de la etiología. La depresión es más frecuente entre los familiares en primer grado de los pacientes con este cuadro; la concordancia entre gemelos idénticos es alta. Además, los factores genéticos probablemente influyen en el desarrollo de las respuestas depresivas a los eventos adversos.

Traumas: Y añadiría las experiencias traumáticas, como historias de maltrato, o los distintos tipos de abuso infantil físico, sexual o psicológico -aun de los cuales no se tenga memoria consciente-, podrían manifestarse como depresión en la vida adulta.

El Child Mind Institute de NuevaYork nos dice en varios estudios recientes: “Los usuarios adolescentes y adultos jóvenes que pasan la mayor parte del tiempo en redes sociales, como Instagram, Facebook y otras plataformas, mostraron una tasa de depresión substancialmente más alta (del 13 al 66%) que aquellos que pasaron menos tiempo.¿Significa eso que en realidad Instagram y Facebook están causando depresión? Estos estudios muestran una correlación, no una causalidad. Pero vale la pena observar seriamente cómo las redes sociales podrían estar afectando negativamente a adolescentes y adultos jóvenes”.

Una de las mayores diferencias en la vida de los adolescentes y adultos jóvenes actuales, en comparación con las generaciones anteriores, es que pasan mucho menos tiempo conectados en persona con amigos de su edad, y más tiempo conectándose electrónicamente. Algunos expertos ven el aumento de la depresión como evidencia de que las conexiones que los usuarios de los medios sociales forman electrónicamente, son menos satisfactorias desde el punto de vista emocional, por lo que se sienten socialmente aislados.

-Elizabeth, con frecuencia, más importante que encontrar la causa, es encontrar la solución. Escribí cinco puntos en esa dirección que quiero compartir con Ud.

  1. Reconocer el problema

Tenemos elementos para reconocer la realidad del problema, y éste no desaparecerá con sólo desearlo. Citando al Dr. Lloyd-Jones, él afirma que el autor del Salmo 42 estaba experimentando una depresión espiritual, pero no se contentó con quedarse sentado, sintiendo lástima de sí mismo; él hizo algo al respecto: asumió el control de sí mismo, habló consigo mismo, diciendo: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?” El salmista habló con su «yo», en vez de permitir que su «yo» hablara con él. Una gran parte de la desdicha y perturbación proviene del hecho de que nos oímos a nosotros mismos, en vez de hablar con nosotros mismos. El salmista se dirige a su alma, diciendo: «Oye por un momento. Yo quiero hablar contigo». Se necesita volverse a sí mismo –reprendiendo, censurando, reprobando, exhortando – y diciéndose a sí mismo: “Espera en Dios”, en vez de lamentarse en la desdicha.

  1. Pedir ayuda

En el Salmo 32:3 el rey David dice: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.” Muchos cristianos sucumben en la depresión sufriendo en silencioso secreto. Por orgullo, autosuficiencia, ignorancia, temor al estigma, entre otras causas, se resisten a pedir ayuda, y hacerlo a tiempo. La Iglesia debe ser esa comunidad de salud y restauración, y no el espacio de condena o murmuración cuando se presenta una enfermedad mental, y conducir al arrepentimiento, restauración y/o restitución, cuando sea necesario. En ocasiones, la atención médica, el descartar problemas físicos relacionados, la medicación antidepresiva, serán necesarios, junto con el acompañamiento permanente del cuidado pastoral de los hermanos.

  1. Afirmarse en el fundamento sólido: Jesucristo

Cuando experimentemos que nuestra vida se hunde en terreno líquido, oraciones basadas en los Salmos nos pueden ayudar a reafirmarnos sobre la Roca de nuestra vida, el Señor Jesucristo. Algunas citas que podrían ayudar son:

Sal. 61:2: “Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo.

Sal. 40:2: “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.

Sal. 62:6: “El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré.

Sal. 71:3: “Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú has dado mandamiento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortaleza.

Sal. 31:24: “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón.

Reforzar nuestra vida de oración y la búsqueda del Señor en Su Palabra son pasos fundamentales hacia la recuperación. El agradecimiento diario a Dios por sus favores y misericordias aclararán nuestra visión nublada de las situaciones que enfrentamos.

  1. Encontrar una perspectiva saludable en la adversidad

En ocasiones estaremos abrumados por circunstancias adversas que sobrepasan nuestra capacidad de afrontarlas y resolverlas. Recordemos allí que Dios está en Su trono, en pleno control de todas las cosas, y llevando a cabo un propósito a través de cada situación que permite en nuestras vidas. Tal vez no veamos ahora cuál es la finalidad del sufrimiento en una situación determinada, pero la entenderemos después. Como dice en Su Palabra:

Una de las mayores diferencias en la vida de los adolescentes y adultos jóvenes actuales, en comparación con las generaciones anteriores, es que pasan mucho menos tiempo conectados en persona con amigos de su edad, y más tiempo conectándose electrónicamente.

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Romanos 8:28).

Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” (1 de Pedro 5:10).

  1. Ayudar a otros

Vivimos vidas muy centradas en nosotros mismos. Pasar por esta experiencia nos hará más sensibles al sufrimiento de otras personas; el contarles nuestra experiencia les hará sentir que no están solos, y compartirles cómo el Señor nos está ayudando a mejorar cada día será esperanzador para ellos, y saludable para nosotros. Después de un largo proceso de pérdidas económicas, muertes de familiares cercanos, enfermedad física, juicio e incomprensión de sus cercanos, culpabilización de un hombre inocente, y depresión, Job fue restaurado a sus condiciones previas de bienestar, y bendecido en forma adicional al orar y compartir su experiencia con otros. “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos…” (Job 42:10). Su vida es un testimonio para nosotros hoy, de cómo el creyente enfrenta la depresión, como también se señala en 2 de Corintios 1:4: “…el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.

-Elizabeth, aquí está tu solicitud de exámenes y tu formulación hasta el próximo control, pero termino esta consulta con la historia de una mujer como tú.

Un ejemplo bíblico de una mujer deprimida 

– Ella sufría en silencio. Evitaba encontrarse con otras personas; se sentía usada como un objeto porque había pasado de una pareja a otra, y antes de recuperarse del dolor de una ruptura anterior, ya estaba enredada en una nueva relación sentimental, buscando llenar esos faltantes en su alma, para descubrirse cada día aún más vacía. Su manera ruda de hablar ponía de manifiesto la irritabilidad de su corazón y su lucha interior con lo cultural, lo étnico, las cuestiones de género y las inquietudes espirituales. Pero se encontró cara a cara con Aquel que dijo: “…el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Juan 4:14). Ella se dijo la verdad a sí misma (verso 18), y la verdad la hizo libre de su enfermedad emocional. Su vida tuvo un nuevo comienzo, y desde ese momento fue una bendición para todos los que estaban cerca (verso 39), y su testimonio de vida nos alcanza aún a nosotros que nos encontramos lejos: Encontró el Agua de Vida y bebió de sus poderes sanadores cada día. Esa misma Fuente aún está disponible para ti. Esta mujer fue la samaritana que se encontró con Jesús. De la misma manera, todos podemos encontrarnos con Él y beber de la fuente que Él prometió. Acompaña toda tu vida con la comunión diaria con el Señor Jesús, y conocerás la libertad que Él prometió a aquellos que le conocen y le aman.

Bibliografía recomendada 

Es claro que nuestro artículo sólo aborda el tema de manera preliminar. Quisiéramos recomendar las siguientes lecturas a aquellos que quieran profundizar en dicho tema:

“Depresión Espiritual” – Martyn Lloyd-Jones.

“Los cristianos también se deprimen” – David Murray.

Aaminar con Dios a través del dolor y el sufrimiento” – Timothy Keller.

“Más allá del dolor” – Pablo Martínez Vila.

“Mentiras que las mujeres creen y la verdad que las hace libres” – Nancy DeMoss Wolgemuth.

“Cuando no se disipan las tinieblas” – John Piper.

Palmira / Colombia

Pablo Andrés Moyano

Médico especialista en Medicina Familiar con 20 años de experiencia, escritor, docente y servidor en la iglesia local donde reside. Bendecido por el Señor con un matrimonio conformado por su esposa Sandra Vélez y sus dos hijos Natalia Andrea y David Andrés.