LA BIBLIA ES LA PALABRA DE DIOS

Moisés convocó a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: «éstas son las cosas que Jehová ha mandado que sean hechas» (Éxodo 35:1)

Hay dos áreas de las que conseguimos información para demostrar el origen divino de la Biblia: las evidencias internas y las evidencias externas. Las evidencias internas se derivan del texto de la Biblia. ¿Cómo manifiesta la inspiración el texto por sí mismo? Esta es nuestra principal cuestión en el área de las evidencias internas.

Muchos, sin embargo, mantienen que la Biblia no puede ser utilizada como testigo para confirmar su propia inspiración, pero esta pretensión no es realmente ni justa ni válida. ¿Tiene alguien derecho a negar la autenticidad de un documento sin consultar el documento mismo? Negaría alguien las obras de Shakespeare sin  primero considerar su texto? La Biblia debería ser tratada al menos como cualquier otro libro. Pero incluso esta demanda es rechazada por las mentes llenas de prejuicios de algunos, Pinnock escribió: «En tanto que insisten en su derecho de tratar la Biblia «como cualquier otro libro» (esto es, un libro producido sólo por el hombre), algunos críticos pasan entonces a tratarla como a ningún otro libro, sumergiéndola en la solución ácida del escepticismo y pesimismo histórico con el que se enfrentan a ella».  Con frecuencia, cuando la Biblia contradice a Josefo, Herodoto, Orígenes o a cualquier otro de los historiadores antiguos, se le achacan a ella los errores, y Josefo y los otros quedan exentos de toda duda. Estas injustas críticas no son objetividad erudita, sino una irracional incredulidad. Y no se podría atrapar a ningún estudioso serio dando abrigo a tal tipo de raciocinio.

La segunda área de evidencias de la inspiración de la Biblia es clasificada como evidencias externas. Ya hemos examinado la arqueología. Ésta era una evidencia externa. Pero el cumplimiento de las profecías, la exactitud histórica de la Biblia e incluso la indestructibilidad de la Biblia tiene que ser, todo ello, considerado como evidencias externas. Estas evidencias serán consideradas al final de este capítulo.

Un breve examen de las evidencias internas y externas de la Biblia muestran que la Biblia no hubiera podido tener un origen humano. Los pensadores humanos, sencillamente, no hubieran podido llegar a redactarla. Y, en realidad, si se rechaza la inspiración de la Biblia, uno se ve obligado a decir que la razón humana lo hizo todo. Naturalmente, la conclusión lógica de tal manera de pensar es la negación del cumplimiento de toda profecía y la negación de que Jesús sea verdaderamente el Hijo de Dios. De hecho, la negación de la inspiración de cualquier sección de la Biblia llevará lógicamente a una negación de que Jesús sea el Cristo, el Hijo de Dios. ¡Y ésta es una negación ciertamente capital! Así que aquí nos es preciso comenzar un estudio del mismo texto de la Biblia. ¿Cómo concuerda con la inspiración?

AFIRMACIONES DE LA BIBLIA PASADAS POR ALTO

No se puede pasar por alto el hecho de que la Biblia hace claras afirmaciones de inspiración. Homero, Orígenes y Platón no hicieron tales afirmaciones de inspiración. Si la Biblia fuera meramente otro libro, sus abrumadoras demandas de inspiración serían ciertamente consideradas insensatas por parte de cualquier lector. Pero cuando leemos la Biblia, sus afirmaciones de inspiración suenan a todo menos insensatas.

Esteban, por ejemplo, afirmó que los judíos habían recibido las verdaderas «palabras de vida» de Dios (Hechos 7:38). Pablo dice que «les ha sido confiada la palabra De Dios» (Ro. 3:2). El Nuevo Testamento afirma ser la palabra de Dios (He. 5:12; 1 Pe. 4:11). Los profetas tuvieron la palabra de Dios puesta en sus bocas (Éxodo 4:12; Jeremías 1:7 9; Números 12:8). Isaías habló «la palabra de Jehová» a Israel (Isaías 1:10,20). «Moisés escribió todas las palabras de Jehová» (Éxodo 24:4). Moisés afirmó que «éstas son las cosas que Jehová ha mandado que sean hechas» (Éxodo 35:1). Y estas palabras son la Biblia.

Muchas veces, cuando los escritores del Nuevo Testamento citan a los escritores del Antiguo Testamento, el escritor del Antiguo Testamento es dejado a un lado y se da todo el crédito a Dios obrando por Su Espíritu (Gálatas 3:8; Hechos 4:24,25; Hebreos 3:7). Con frecuencia, se afirma que son las mismas palabras de Dios las que están registradas en la Biblia (Éxodo 20:1; Daniel 10:9ss). Con frecuencia, un libro comienza afirmando que es «Palabra de Jehová» (Isaías 1:1,2; Jeremías 1:1; Oseas 1:1; Jonás 1:1; Miqueas 1:1; Sofonías 1:1; Malaquías 1:1).  De hecho, frases como «la Palabra de Dios», «dijo Dios», «vino palabra de Jehová», «Habló Jehová»,  «Jehová mandó», etc., aparecen más de 3.000 veces en la Biblia.

Si la Biblia fuera meramente otro libro, sus abrumadoras demandas de inspiración serían ciertamente consideradas insensatas por parte de cualquier lector. Pero cuando leemos la Biblia, sus afirmaciones de inspiración suenan a todo menos insensatas.

La Biblia afirma ser «escritura» (Timoteo 3:16; Romanos 9:17; Gálatas 3:8). Los escritores de la Biblia escribieron «en el Espíritu» (Mateo 22:43; Hch. 1:16; cp. Hebreos 3:7). La advertencia de Juan en Apocalipsis 22:18,19, de no añadir a este «libro» sería verdaderamente una demanda extraña si la Biblia no fuera la Palabra de Dios. Josué registró por inspiración las palabras del pacto (Josué 24:26). Y Moisés registró «los mandamientos y los estatutos que mandó Jehová por medio de Moisés a los hijos de Israel…» (Núm. 36:13). La Biblia afirma claramente ser el libro verdaderamente dado por Dios. No podemos negar este hecho.

Las promesas de Jesús manifiestan la inspiración del Nuevo Testamento. Él les dijo a Sus discípulos que no temieran cuando estuvieran ante reyes y gobernadores, porque les sería dado qué decir (Mateo 10:17; Marcos 13:11; Lucas 21:12 15). Él prometió a los apóstoles que les sería dado qué decir (Mateo 10:17 20), y esto era una promesa directa de inspiración. Prometió que serían conducidos a toda verdad (Juan 14:16; 16:12,13). Los apóstoles y profetas recibieron y predicaron el misterio, el evangelio (Efesios 3:3 5; 1 Corintios 2:9 13). Los escritores del Nuevo Testamento hablaron y escribieron por inspiración «los mandamientos del Señor» (1 Corintios 14:37; cp. 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:16: 2 Pedro 3:2,16). Jesús prometió todo esto. Y estas cosas fueron cumplidas en las vidas de los primeros discípulos. Ellos así lo afirmaron.

Así, la Biblia afirma abiertamente la inspiración. No puede haber dudas acerca de ello. Gerstner concluye acertadamente al decir: «La Biblia podría, concebiblemente, afirmar ser una revelación sin serlo, pero no podría serla sin afirmarlo. En tanto que la afirmación puede no ser un argumento a su favor, la ausencia de esta afirmación sería ciertamente un argumento en contra de ello».

CONFIRMACIÓN NEOTESTAMENTARIA DEL EL ANTIGUO TESTAMENTO

Es en raras ocasiones que hoy en día se oye a alguien negar la inspiración del Nuevo Testamento sin negar simultáneamente la inspiración del Antiguo Testamento, y viceversa. Los dos Testamentos, Antiguo y Nuevo, no pueden ser separados. La mayor parte de la gente se da cuenta de esto. La negación de la inspiración del uno demanda la negación del otro. Ambos están tan estrechamente relacionados con confirmaciones entrelazadas, que no hay manera de separar entre ambos.

Los cuatro registros evangélicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) tienen aproximadamente 400 citas del Antiguo Testamento. Hay 278 diferentes versículos del Antiguo Testamento citados en el Nuevo. La epístola a los Hebreos cita 88 veces de 16 libros diferentes del Antiguo Testamento. «Los escritores del Nuevo Testamento eran inspirados, y cuando citaban del Antiguo Testamento evidenciaban la inspiración de los libros de los que citaban o, al menos, de las citas que hacían».  Esta yuxtaposición de inspiración entre los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, es ligada por la confirmación por parte de los escritores del Nuevo Testamento de los escritores del Antiguo Testamento. Siguen a continuación unos ejemplos de esta confirmación unificadora:

A. El testimonio de Jesús

Jesús reconoció el Antiguo Testamento como palabra de Dios. Su afirmación de la inspiración y autoridad del Antiguo Testamento se puede ver en afirmaciones como: «Escrito está» (Mateo 4:4,6,7; Lucas 20:17), y «¿Nunca leisteis en las Escrituras?» (Mateo 21:42; cp. Marcos 12:10,11). En Juan 10:34 Jesús dijo: «¿No está escrito en vuestra ley…?» (cp. Salmo 82:6). Y luego en el versículo 35 se refiere a aquella ley diciendo: «La Escritura no puede ser quebrantada» (cp. 5:39). En Lucas 20:42 Jesús dijo: «Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos», citando a continuación el Salmo 110:1. Pero en Marcos 12:36 Jesús citó el mismo Salmo y dijo: «El mismo David dijo por el Espíritu Santo». Así, Él afirma la inspiración de David y de los Salmos.

Jesús afirmó también la inspiración y autoridad de Moisés (Mateo 8:4; Marcos 7:8 11; Juan 5:45 47), los milagros de Elías al proveer para la mujer de Sarepta (Lucas 4:25,26), la curación de Naamán (Lucas 4:27), el episodio de Jonás tragado por un gran pez (Mateo 12:39 41), las enseñanzas proféticas de Daniel (Mateo 24:15), la destrucción de Sodoma y Gomorra (Lucas 17:28 32), el diluvio del Génesis (Lucas 17:26,27), la muerte de Abel (Mateo 23:36) y muchos otros episodios del Antiguo Testamento.

Algunos enredan su teología alrededor de falsas teorías científicas. Al hacerlo así, o bien han distorsionado Génesis 1 hasta hacerlo irreconocible, o han tratado de resolver sus problemas  o al menos creen que lo han conseguido  llamando Génesis 1 un mito. Pero Jesús afirma la genuinidad de Génesis (Mateo 19:4 6). Y Pablo utiliza los hechos de Génesis en sus escritos (Romanos 5:14; 1 Corintios 11:8,12; 2 Corintios 11:3; 1 Timoteo 2:13). Así que o bien Jesús y Pablo estaban errados en su postura acerca de los orígenes, o bien el primer registro de los orígenes (Génesis 1) es cierto y verdadero. Y por cuanto no había ningún ser humano allí cuando todo ello tuvo lugar, Génesis 1 tiene que ser considerado como un registro inspirado de los acontecimientos. Después de todo, esto es lo que Jesús y Pablo pensaban acerca de este asunto. Y Jesús tiene que saberlo. ¡Él estaba allí! (Juan 1:1ss).

Así que la negación de cualquier sección del Antiguo Testamento pondría en tela de juicio, desde luego, la afirmación de que Jesús es el Hijo de Dios. ¿Acaso Jesús malentendió, citó mal o mal aplicó el Antiguo Testamento? ¿Fue engañado por los líderes judíos a pensar que el Antiguo Testamento era verdaderamente la Palabra de Dios? Si es así, entonces Él no era el perfecto Hijo de Dios.

B. El testimonio de Pablo

Pablo cita de veinticinco de los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento en sus epístolas.  En 2 Timoteo 3:16, con referencia primaria al Antiguo Testamento, Pablo escribió: «Toda la Escritura es inspirada por Dios…» Pablo afirma que el Espíritu Santo habló por medio de Isaías (Hechos 28:25). Reconoce asimismo la inspiración y autoridad de Moisés y de los profetas al citar de ellos y referirse a sus leyes inspiradas (Hechos 26:22,23; 1 Timoteo 5:18; Deuteronomio 25:4). Si Pablo se equivocó en su entendimiento de que «toda la Escritura es inspirada por Dios», entonces tenemos que llegar a la conclusión de que tampoco él era un escritor inspirado por Dios. Y si esto es así, ¿cómo podemos fiarnos de él con respecto a las otras enseñanzas en el Nuevo Testamento? Esto resulta crítico cuando se considera que Pablo escribió las dos terceras partes del Nuevo Testamento.

C.El testimonio de Pedro 

Pedro escribió: «Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pe. 1:21). Pedro también clasificó los escritos de Pablo como «escritura» (2 Pedro 3:15,16). Recordemos, Pablo dijo que «toda la Escritura es inspirada por Dios» (2 Timoteo 3:16). ¿También se equivocó Pedro en su entendimiento de que todas las Escrituras fueron traídas por el Espíritu de Dios?

Jesús reconoció el Antiguo Testamento como palabra de Dios.

Dios habló durante la dispensación del Antiguo Testamento en diversas maneras a los padres y a los profetas (Hebreos 1:1), pero Él nos ha dado Su revelación hoy por medio de Jesús, los apóstoles y profetas (Hebreos 1:2; Efesios 3:3 5). Negar la inspiración de los registros escritos de los profetas y apóstoles, es negar a Jesús como Hijo de Dios, porque Jesús prometió que el Espíritu Santo guiaría a los apóstoles a toda verdad (Juan 14:26; 16:13). Sería también una negación de la inspiración del Antiguo Testamento. Y los que mantienen que la Biblia se contradice a sí misma están en realidad diciendo que no está inspirada.

UNIDAD INSEPARABLE

La unidad de la Biblia es uno de los más poderosos argumentos que dan evidencia de su inspiración. Los siguientes puntos ilustran lo que significa por unidad, y cómo esta unidad sustenta la inspiración:

a. Unidad de escritores:

La Biblia es una recopilación de sesenta y seis libros y epístolas, todo ello escrito a lo largo de un período de alrededor de 1.500 años, por aproximadamente cuarenta autores. Estos hombres escribieron en diferentes períodos históricos y en diferentes localidades. Y, sin embargo, sus obras presentan una armonía total, con ausencia de contradicciones. Muchos escritores confirman la inspiración de otros. Pedro reconoce a Pablo como un escritor inspirado (2 Pedro 3:15,16). Los libros Primero y Segundo de Crónicas y Primero y Segundo de Reyes se confirman mutuamente en cuanto a episodios históricos. Josué 1 verifica Deuteronomio 34. Jueces 1:1 verifica Josué 24:27-33. Jeremías 52:31 34 verifica 2 Reyes 25:25, 27 30. Esdras 1 verifica 2 Crónicas 36:22,23. Daniel se refiere a Jeremías (Daniel 9:2) y Ezequiel se refiere a Daniel (Ezequiel 28:3). ¿No testifica esta unidad que la Biblia tuvo que tener una divina mano conductora durante los muchos años en los que fue escrita? ¿Cómo hubieran podido tantos escritores haber tenido una tal armonía en su redacción?

b.Unidad orgánica

Homer Hailey escribió: «La unidad orgánica implica tres cosas: En primer lugar, que todas las partes son necesarias para un todo completo; en segundo lugar, que todas son necesarias para complementarse entre sí; y en tercer lugar, que todas estén impregnadas de un mismo principio vital».  Examinemos de cerca estos conceptos.

  1. Todas las partes completan el todo. Todas las partes y libros de la Biblia son esenciales. Todos agregan a la plenitud de la revelación de Dios al hombre. Libros como Rut, Ester, Cantar de los Cantares, Filemón y Apocalipsis tratan de áreas singulares de la revelación total de Dios. Ester nos relata la condición de Israel durante el cautiverio. Rut presenta la práctica del levirato hebreo y rellena un enlace vital en la genealogía de Jesús (Mateo 1:5; Lucas 3:32). Así que cada sección de la Biblia nos presenta con verdades necesarias y esenciales para la comprensión del todo.
  1. Todas las partes se complementan. Todos los libros y epístolas son necesarios para completarse o complementarse entre sí. Mateo, Marcos, Lucas y Juan destacan distintos aspectos de la vida de Cristo a fin de relacionar el evangelio bien con el judío o con el gentil. También cada uno de ellos destaca un aspecto específico de la misión y ministerio de Jesús. Marcos destaca las obras de Jesús. Juan escribió para generar fe (Juan 20:30,31). Mateo dirigió su registro del evangelio primariamente al pueblo judío. Juntos, los registros evangélicos nos dan una visión completa de la genealogía, humanidad, divinidad, vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús.

La Biblia es una recopilación de sesenta y seis libros y epístolas, todo ello escrito a lo largo de un período de alrededor de 1.500 años, por aproximadamente cuarenta autores. Estos hombres escribieron en diferentes períodos históricos y en diferentes localidades.

  1. Todas las partes completan un único principio vital. Todos los libros se centran en un solo principio vital la existencia de Dios y el deber del hombre de servirle-. Salomón llegó a esta correcta conclusión: «El fin de todo el discurso oído es éste: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre» (Eclesiastés 12:13). Y cada libro de la Biblia es una llamada de Dios al hombre para que reconozca este principio.

c. Unidad de enseñanza

El tema evidente de la Biblia es: «El plan de Dios para redimir al hombre». Desde Génesis a Apocalipsis este tema es puesto en primer plano por los escritores bíblicos. Toda la revelación y actividad de Dios se centran alrededor de este tema. Lo asombroso acerca de este aspecto de unidad es que no hay contradicciones entre los escritores bíblicos acerca de este tema ni en ninguna otra enseñanza, aun a pesar de que escribieron a cientos de años y a cientos de kilómetros de distancia entre sí. Hamilton escribió: «Si se pudiera probar claramente la existencia de contradicciones, el asunto se habría resuelto ya hace siglos, y no habría ya lugar para discusiones».

Si existieran contradicciones, los críticos las hubieran mantenido delante de la vista del pueblo de Dios a lo largo de cada siglo desde el registro de una contradicción específica. Pero no lo han hecho. Y ello demuestra que las pretendidas contradicciones proclamadas por parte de algunos, simplemente no existen en la Biblia. ¿No es esto prueba de una paternidad divina? ¿Cómo hubieran podido los escritores armonizar sus enseñanzas a lo largo de los 1.500 años en que la Biblia estuvo siendo redactada, sin ayuda divina? James Orr escribió:

Pero la mente imparcial no puede ignorar el hecho de que en los escritos que constituyen nuestra Biblia hay una unidad y progresión, un propósito conductor, culminando en Jesucristo y Su redención, una plenitud y poder de verdad religiosa, que los sitúa en una categoría, y que llevan al reconocimiento de un origen singular correspondiente con su singular carácter.

Una vez más, ¿cómo pudríamos explicar tal carácter si la Biblia sólo hubiera tenido una paternidad humana?

Si cuarenta hombres comenzaran a tocar instrumentos musicales, y como resultado surgiera un hermoso son de una música melódica en una maravillosa armonía, nos daríamos cuenta de que alguien había organizado y estaba dirigiendo su actividad. Si cuarenta hombres, a lo largo de un periodo de 1.500 años, escribieron literatura y sus escritos se presentan con un tema armonioso y sin ninguna contradicción, en absoluto, y con nadie fuera de sintonía con el tema general, también nos daríamos cuenta de que alguien había organizado y conducido su actividad de redacción. Esto es simplemente lo razonable.

Así que aquí tenemos que dirigir nuestra reflexión a las evidencias externas de la inspiración. En otras palabras, ¿qué hechos hay que rodeen el texto de la Biblia y que den apoyo a su inspiración?

PERMANENCIA INDUDABLE

En Mateo 24:33 Jesús dijo: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Pedro escribió: «La palabra del Señor permanece para siempre» (1 Pe. 1:25). Hay un principio de durabilidad aquí que rodea la palabra de Dios que tenemos que reconocer.

El canon completo de la Biblia ha estado en manos de los hombres durante casi 2.000 años. El Pentateuco (Génesis, Éxodo. Levítico, Números y Deuteronomio) ha estado disponible para el hombre casi por 3.600 años. ¿Cómo, o por qué, han estado estos libros tanto tiempo en circulación?

Siguiendo esta misma línea de raciocinio, es interesante señalar que hubo otros libros escritos por los judíos que eran contemporáneos con los libros de Josué, Números y Crónicas [Números 21:14; Josué 10:13; 1 Crónicas 22:29). Pero estos libros no han sobrevivido hasta el día de hoy. Es evidente que los judíos no los consideraban sobre la misma base que a la Biblia. Los libros de la Biblia fueron confirmados como inspirados por las poderosas obras de Dios y eran por ello cuidadosamente guardados por los judíos. Ello constituye evidencia de que fueron verdaderamente confirmados y considerados inspirados hace miles de años. Y esta consideración los ha seguido desde el día en que fueron escritos hasta el presente.

El intento de Joacim de destruir la palabra de Dios cortándola con un puñal y arrojándola a las llamas, constituye una ilustración de cómo los malvados han intentado destruir la Biblia a través de los siglos (Jeremías 36:22,23). Durante las Edades Tenebrosas se hicieron muchos intentos de mantener la Biblia fuera del alcance del hombre de la calle. Las «quemas de Biblias» vinieron a ser una práctica común de la iglesia de Roma. Los que eran atrapados en posesión de una copia de las Escrituras eran sometidos a tortura y muerte. Sí, la Biblia ha sobrevivido sin daños e invicta.

Voltaire dijo en una ocasión: «Dentro de cincuenta años la Biblia ya no será considerada entre las personas instruidas». Voltaire hizo esta afirmación hace 200 años. Parece que se equivocó. Cuando Robert Ingersoll corría por las carreteras de América a principios de este siglo, dando conferencias en contra del cristianismo y de la Biblia, hizo esta afirmación en uno de sus discursos refiriéndose a la Biblia: «En quince años tendré este libro en el depósito de cadáveres». Pero en quince años él estaba en el depósito de cadáveres y la Biblia sigue en pie. Un escritor desconocido escribió en cierta ocasión el siguiente poema ilustrativo que hace referencia a la maravillosa durabilidad de la Biblia a través de los siglos:

Frente a un herrero pasando anoche,

El batir sobre un yunque oí resonar,

Viejos martillos sobre el suelo yacían.

Gastados, usados, cansados de golpear.

 

«¿Cuántos yunques rotos van»  inquirí-

«para así dejar tantos martillos?»

«Uno solo», el artesano dijo;

«El yunque al martillo puede, ¿no sabías?»

 

Pensé, pues: Sobre las Palabras de Dios

De la incredulidad fuertes golpes han caído;

Pero en medio del fragor de tal batir

Indemne el yunque queda… rotos los martillos.

En Mateo 24:33 Jesús dijo: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Pedro escribió: «La palabra del Señor permanece para siempre» (1 Pe. 1:25).

S. Bates dijo, y dijo bien: «Ningún individuo, ningún Cesar ni Napoleón ha tenido una parte tan grande en la historia humana como este libro… Si sólo quedaran fragmentos y trozos de nuestra civilización, entre ellos todavía encontraríamos la Biblia, entera y sin daños. El libro que sobrevivió al Imperio Romano sobrevivirá a cualquier destrucción que pueda sobrevenir».

ARMONIZA CON LA HISTORIA

La Biblia es totalmente armónica con la historia. La arqueología ha confirmado la exactitud histórica de la Biblia una vez tras otra. El campo de la arqueología no contradice la historia tal como ésta es presentada en la Biblia. Esto ha sido tratado en un capítulo anterior, pero tiene que recibir énfasis aquí para destacar la importancia de esta armonía. Coder y Howe escribieron: «Las Escrituras mencionan grandes naciones, reyes, ciudades, pueblos, ligándolo todo con fechas y episodios específicos durante miles de años, sin cometer jamás ningún error [énfasis mío, R.E.D.]».

Tenemos que contender por la limpieza al tratar de ello. Cualquier otro documento es considerado exacto hasta que no se demuestra su inexactitud. Los que tienen prejuicios contra la Biblia la consideran inexacta hasta que no se demuestre que es exacta. Pero así es realmente el prejuicio contra la Biblia. Los que niegan la exactitud histórica de la Biblia tienen que demostrar que ello es así. ¿Pueden venir con una discrepancia histórica? ¿Pueden presentar una contradicción histórica con la Biblia? Estas discrepancias y contradicciones no pueden ser halladas. Y mirando a la historia ya pasada podemos suponer que ello nunca sucederá en el futuro.

LAS ESCRITURAS CONFORMAN LA SOCIEDAD

También se demuestra que la Biblia está por encima de la autoridad humana debido a su efecto sobre la humanidad. William Lyon Phelps escribió: «La civilización occidental está basada en la Biblia; nuestras ideas, nuestra sabiduría, nuestra filosofía, nuestra literatura, nuestro arte, nuestros ideales, todo ello proviene más de la Biblia que de todos los demás libros juntos. Es una revelación de divinidad y de humanidad».  ¿Podría un libro de paternidad meramente humana tener tal efecto sobre la sociedad? ¡Difícilmente! ¿Tiene alguien la capacidad de emitir principios que fuesen universales y adaptables para los hombres en todas las épocas? Los inútiles esfuerzos humanos para conseguirlo, desde el cierre del canon del Nuevo Testamento y en la antigüedad antes de ello, constituyen prueba de que esta tarea está más allá de su alcance. La Biblia tiene que ser de origen divino debido a la incapacidad humana para producir una manera de vivir como la que se expone en las Sagradas Escrituras.

Varios hombres principales de todas las épocas han reconocido el asombroso efecto que la Biblia ha tenido sobre las vidas de los hombres y su valor para conformar una manera de pensar y de vivir correctas. Jean Jacques Rousseau, un escritor francés escéptico, admitió: «Tengo que confesar que la majestuosidad de las Escrituras me deja atónito.., si hubiera sido invención humana, el inventor sería más grande que el más grande de los héroes». El general U. S. Grant dijo: «Aferraos a la Biblia como el ancla firme de vuestras libertades, escribid sus preceptos en vuestros corazones y practicadla en vuestras vidas. Todos estamos en deuda hacia la influencia de este libro por todo el progreso hecho en la verdadera civilización, y a él tenemos que mirar como nuestro conductor en el futuro».  John Quincy Adams también escribió: «He hecho mi práctica habitual durante varios años leer la Biblia entera una vez al año. Por lo general me dedico a su lectura durante la primera hora después de levantarme por la mañana».  Abraham Lincoln escribió en 1864: «Toma este libro todo lo que puedas con la razón, y el resto con la fe, y vivirás y morirás un hombre más feliz y mejor».  Woodrow Wilson dijo en un discurso en 1911, con referencia a la Biblia: «Un hombre se ha encontrado a sí mismo cuando ha encontrado su relación con el resto del universo, y aquí está el Libro donde se exponen estas relaciones»«Si permanecemos en los principios enseñados en la Biblia», advirtió Daniel Webster, «nuestro país prosperará, pero si nosotros y nuestra posteridad descuidamos su instrucción y autoridad, nadie puede decir cuán repentina catástrofe puede abrumarnos y sepultarnos a nosotros y nuestra gloria en una profunda oscuridad».

PRUEBA DE LA PROFECÍA

La profecía es la evidencia principal en apoyo de la inspiración de la Biblia. Debido a la importancia de este tema se dedicará un capítulo siguiente a ello. Aquí sólo consideraremos brevemente el tema en cuanto a su aportación como evidencia de la inspiración de la Biblia.

En Deuteronomio 18:22 se da una cualificación necesaria para un profeta: «Si el profeta hablare en nombre de Jehová; y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él» (cp. Jeremías 28:9). Israel podía probar a sus profetas mediante la profecía del profeta. Si se cumplían las profecías de un cierto profeta, era un profeta de Dios. Si sus profecías se incumplían, es que era un falso profeta. Era así de sencillo. Dios desafiaba a profetizar a los falsos profetas de la época de Isaías, sabiendo que sus profecías se incumplirían. Y el pueblo podía saber así que estos profetas eran falsos (Isaías 41:22,23; 45:21). Esta es una prueba para los profetas de todo tiempo.

Pero los verdaderos profetas de Dios fueron probados ciertos en todas las profecías. Cuando hablaban de acontecimientos futuros, las palabras que habían pronunciado se cumplieron. No se trataba aquí de prueba y error. La Biblia contiene literalmente cientos de profecías que fueron cumplidas. Profecías como la de Isaías, capítulos 13 y 14, acerca de la caída de la gram ciudad Babilonia, han sido indudablemente cumplidas. Las naciones y las ciudades de Tiro (Ezequiel 26), Egipto (Isaías 19: Ezequiel 29, 30), Edom (Abdías), Nínive (Nahum), y una gran cantidad más oyeron la profecía de su destrucción y posteriormente fueron destruidas. ¿Hubieran podido saber estos profetas estas cosas cientos de años antes de que tuvieran lugar? La probabilidad de que estas profecías se cumplieran por mera casualidad está más allá de la razón y de la lógica.

El Antiguo Testamento contiene más de trescientas profecías acerca de Jesús. Todas estas profecías se cumplieron. Peter W. Stoner calculó matemáticamente que la probabilidad de que un hombre cumpliera la profecía de Miqueas 5:2, acerca del hecho de que Jesús nacería en Belén de Judá, en relación con las otras profecías acerca de su vida, sería de 1 en 2.8 x 105 (ver referencia).  Stoner calculó que la probabilidad de que se cumplieran todas las profecías acerca de Jesús justo en el momento adecuado de la historia sería de 1 en 1.7 x 10245, lo cual es un número fantásticamente grande.

William Lyon Phelps escribió: «La civilización occidental está basada en la Biblia; nuestras ideas, nuestra sabiduría, nuestra filosofía, nuestra literatura, nuestro arte, nuestros ideales, todo ello proviene más de la Biblia que de todos los demás libros juntos.

Podemos comprender por qué Dios dijo a Sus discípulos: «¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho…! Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían» (Lucas 24:25,27). ¡Y cuán tardos de corazón son algunos hoy en creer en la precisión profética de la Biblia!

ACLAMACIÓN COETÁNEA 

Otro argumento en favor de la divinidad de las Escrituras, y que es muchas veces pasado por alto, es la aceptación de la inspiración de las Escrituras por parte de la Iglesia Primitiva. Aquellos que fueron testigos del poder divino de que se había investido a Pablo, Pedro y el resto de los obreros de Dios en manifestación de milagros, no arrojaron dudas a su palabra como siendo de Dios. Cuando Dios por mano de Pablo cegó a Barjesús, la Biblia dice que Sergio Paulo, que había sido testigo del hecho, creyó (Hechos 13:12). Y así creyeron una cantidad innumerable que fueron testigos del poder de Dios. Cuando los profetas de Israel mostraron pruebas de haber sido enviados por Dios por el poder de los milagros y de la profecía que les había sido dado por Dios, el pueblo aceptó lo que dijeron o escribieron como procedente de Dios. Pocos fueron los que dudaron o negaron su credibilidad o sus escritos inspirados. La Iglesia del Nuevo Testamento en los primeros siglos de su existencia aceptó plenamente los escritos de los apóstoles y profetas sobre la misma base.

Los documentos del Nuevo Testamento vinieron a ser puestos en duda siglos después de la muerte de aquellos primeros testigos. Sólo después de que se desvaneciera el efecto de la confirmación milagrosa de la palabra de Dios, proclamaron sus pretensiones los escépticos.

Pero los padres apostólicos citan las epístolas del Nuevo Testamento como Escritura, aceptándolas sin ningún género de dudas. Warfield afirma este extremo de la siguiente manera:

Está meridianamente claro, entonces, que la crítica moderna no ha demostrado que la Iglesia coetánea resistiera la afirmación de los escritores del Nuevo Testamento ni que se enfrentara a su afirmación de inspiración; es bien precisamente lo contrario. Cada migaja de evidencia en este caso exhibe a la iglesia apostólica no rechazando, sino reconociendo de manera clara la autoridad absoluta de los escritos del Nuevo Testamento. En el breve período de los fragmentos de la literatura cristiana de las dos primeras décadas del siglo segundo tenemos a Mateo y Efesios citados claramente como Escritura, los Hechos y las Epístolas de Pablo nombrados específicamente como parte de la Santa Biblia, y el Nuevo Testamento como consistente en registros evangélicos y escritos apostólicos formando una colección sagrada primitiva en la inspiración del Antiguo Testamento está fuera de discusión, y veremos que el significado de todo aquello es simplemente éste: La iglesia apostólica ciertamente aceptaba los libros del Nuevo Testamento como inspirados por Dios. Estos son los resultados de la indagación crítica acerca de las opiniones de que este tema tenían los escritores de la Iglesia que vienen inmediatamente a continuación de los apóstoles.

RECAPITULACIÓN

Al observar las evidencias internas y externas que acaban de ser examinadas, uno es llevado a la conclusión de que la Biblia es más que una mera colección de epístolas y libros escritos por autores humanos. Es más que esto. ¡Tiene que ser el Libro de Dios!

Este autor cree que el rechazo de la inspiración de la Biblia expresado por muchos críticos, es en parte el resultado de hombres que intentan rehuir las responsabilidades de una vida recta. Los hombres que no quieren que se les gobierne o que se les tenga como responsables ante un juez y legislador, llegarán al final a negar la autoridad y credibilidad del juez y de su ley. Hacer esto con la Biblia es dejar al hombre sin un fundamento sobre el que erigir una fuerte sociedad. Es dejar al hombre errando sin rumbo a través del tiempo, sin esperanza ni promesa. Pinnock concluye diciendo:

Ponerse fuera de la sombra de las Escrituras no es un privilegio de la libertad cristiana; es el poner la cabeza debajo de la arena del racionalismo. Porque ello no le pone a uno en la luz más clara de la revelación directa, sino en la densa tiniebla de la total ausencia de revelación. Esta tiniebla reduce al final todo el universo a una máquina inhumana sin orígenes personales, y condena la vida humana a una trágica futilidad.

Sí, la Biblia es la palabra de Dios. Es Dios hablando al hombre (2 Pedro 1:21, 2 Timoteo 3:16,17; Hebreos 1:1,2); Dios hablando por medio de hombres a hombres (Ezequiel 2:7; 3:4, 19, 11, 17). Es Dios hablando por el Espíritu Santo a través de hombres a los hombres (Lucas 1:70; Romanos 1:2; 16:26; Hechos 28:25), Si no es inspirada, entonces somos criaturas sentenciadas, sin un solo rayo de luz que nos conduzca a través de la oscura estancia de la vida. Esto no es un argumento en favor de la inspiración de la Biblia, sino sólo el aturdidor caos con que se nos deja si no tenemos hoy la palabra de Dios. Pero podemos sentirnos agradecidos y felices por tenerla.

Kansas /Estados Unidos

Roger E. Dickson

Nació en el año de 1947. Ardiente estudiante de la Biblia, comenzó sus estudios de la Biblia a principios de la década de 1960.  El Dr. Dickson ha escrito numerosos libros, manuales de estudio de la Biblia. Comenzó a predicar el evangelio en 1967 y ha servido a iglesias de Cristo en los Estados Unidos, Brasil y las Indias Occidentales.