“Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.” (1 Co. 6:18)
Uno de los pecados que más destruye el corazón es el pecado sexual. Ningún otro pecado causa heridas tan profundas en el alma.
Lastimosamente, la inmoralidad ha avanzado tanto, que ha llevado a muchos a descuidarse en el área sexual; la pornografía, la masturbación, las relaciones sexuales prematrimoniales y cualquier tipo de inmoralidad, ya la Iglesia no las percibe tan graves; se ha dado una tregua al enemigo y se le ha permitido pasearse por el campamento de los santos sin ninguna restricción.
Actualmente, la inmoralidad sexual ha tomado gran auge gracias a los diversos medios de comunicación. El avance de la tecnología ha sido usado por las grandes industrias para bombardear con inmoralidad todas las esferas de la sociedad; han utilizado esto como un cebo para atrapar en sus perversidades, la mayor cantidad de público de todas las edades. Lo más triste de todo es ver cómo el pueblo de Dios ha cedido, y poco a poco muchos han silenciado sus voces; la inmoralidad sexual ya no es vista como algo tan peligroso.
Pareciera como si hubiera cambiado el estándar moral que las Escrituras establecen. Hoy en día resulta anticuado hablarles de pureza y santidad a los jóvenes cristianos.
¿Qué ha sucedido? ¿Cuál ha sido la falla? La instrucción ha sido clara en las Escrituras, y sus estándares siguen siendo los mismos. El precepto que Dios da en cuanto a este pecado es huir. Sin embargo, muchos no lo han hecho así, y siempre están jugando, mirando hasta donde pueden llegar, como quien se asoma por un precipicio, para finalmente acabar destruyendo sus vidas.
La sexualidad en el plan de Dios
Dios fue quien creó el sexo, y lo dio como un regalo al hombre para que fuera disfrutado dentro del pacto matrimonial entre un hombre y una mujer. En la sexualidad se puede ver la bondad de Dios. Él quiere que el hombre disfrute de este regalo. Dios creó al hombre con emociones, sentimientos y con la capacidad de experimentar el placer, y donde más se puede apreciar esto es en la sexualidad de acuerdo con el plan de Dios. No obstante, como diría Ben Patterson: “Hablar de la bondad de Dios en la sexualidad es algo extraño para nuestra sociedad, en la cual se ha hecho una hipérbole sexual”. El diablo ha hecho un énfasis desmedido en la sexualidad y ha distorsionado todo significado del placer sexual ¿Y por qué? En palabras de este mismo autor: “El placer es idea de Dios, y el diablo se opone a Dios. De hecho, el diablo odia el placer porque odia al Dios del placer”. El diablo ha logrado que muchos cristianos vean la sexualidad como un tabú, como algo malo. Y si bien Dios no aprueba los estándares de sexualidad que ha establecido la sociedad según sus deseos pecaminosos y corazones entenebrecidos, en las Escrituras se observa con claridad que la sexualidad es uno de los regalos que Dios, en su bondad, le concede al ser humano para ser disfrutado en el matrimonio entre un hombre y una mujer.
Lo más triste de todo es ver cómo el pueblo de Dios ha cedido, y poco a poco muchos han silenciado sus voces; la inmoralidad sexual ya no es vista como algo tan peligroso.
“El descomunal secreto del sexo es este: el sexo es bueno porque el Dios que creó el sexo es bueno, y Dios es glorificado al máximo cuando recibimos Su regalo con acción de gracias -porque dicho regalo nos señala al Dios que lo concedió- y cuando lo disfrutamos de la forma en que Él quiso que lo disfrutáramos” (Benn Patterson).
Degradación de la sexualidad
Basta con echar una ojeada a las noticias del día para ver la degradación moral de la época: violaciones, pederastia, bes- tialismo, divorcios, infidelidades, homosexualismo, y demás, todo como resultado de la desobediencia del hombre.
La llamada “revolución sexual” ha llegado a su expresión más burda. Pareciera que la humanidad entera fuera la actual Sodoma. A los pecados sexuales, que ofenden al Señor y de los cuales la Biblia dice que son vergonzosos, la sociedad les llama “libertad sexual”. El aumento de la industria de la pornografía pervierte día a día a niños y jóvenes, haciéndoles creer que la sexualidad es simplemente un instinto o impulso que debe ser satisfecho, llevándolos a comportarse como animales irracionales. Los embarazos no deseados han aumentado, así como también aumenta el número de madres “cabeza de familia” y la cantidad de abortos practicados por día. Esta “revolución sexual” lo único que ha traído es más esclavitud al hombre. La sociedad, con sus inmundicias, ha logrado permear la Santa Institución de Dios. Muchos líderes y pastores han caído en esta trampa. Se ha llegado a tal punto de degradación que existen pastores y líderes homosexuales, divorciados, adictos a la pornografía, infieles a sus esposas, y con muchas otras degradaciones. Esto es realmente lamentable. Muchos son el retrato exacto de los hijos de Elí, quienes con sus acciones manchan el santuario y deshonran el nombre de Cristo ante la Iglesia y ante el mundo que los observa.
Por todo esto, es necesario advertir insistentemente en cuanto a los peligros de los pecados sexuales. Es preciso mirar con mucha atención lo que hablan las Escrituras en cuanto a estos temas, y aprender cuál debe ser la forma de conducirse en una sociedad que bombardea inmoralidad implacable y constantemente.
Pecado contra el cuerpo
La palabra que usa el apóstol Pablo para fornicación en 1 Corintios 6:18 es la palabra griega ‘porneia’, que expresa cualquier tipo de pecado sexual. Como se mencionó antes, el pecado sexual causa profundos daños en el alma, deja un intenso sabor de amargura, resentimiento, dolor y un sentido de auto-rechazo. Así como una tela que absorbe la suciedad, la fornicación deja en la persona manchas sucias y oscuras.
Estos son los pecados más difíciles de borrar de nuestra mente y también los más difíciles de abandonar; ningún otro pecado trae tantas cadenas. Además, en el verso 13, el apóstol dice que el cuerpo fue creado para el Señor, no para la fornicación. Y en el verso 19 muestra que el cuerpo del creyente es el templo del Espíritu Santo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”. Al dar un uso inapropiado al cuerpo, los cristianos deshonran la gloria de Dios y contristan Su Espíritu Santo, quien ha hecho del creyente su morada. Es terrible ver cuántos creyentes están envueltos en fornicación, manchando la gloria del Señor y atentando contra el Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
Heridas en el alma
Al escuchar testimonios de jóvenes que han caído en pecados sexuales, se pueden percibir los daños emocional, psicológico y físico que les quedaron como consecuencia. Asimismo ocurre con los adultos, quienes han perdido sus familias por causa de la inmoralidad. Este pecado no da tregua, destruye todo a su paso. Son varias las jovencitas que empezaron su vida sexual a temprana edad, creyendo que se entregaban al “hombre de su vida”, y simplemente fueron un objeto sexual temporal, lo que las llevó a entregarse a uno y otro hombre, corrompiendo su cuerpo cada vez más. En muchos casos, un embarazo no deseado las condujo a la mala decisión de abortar, y a tener que llevar en sus conciencias la carga adicional de un homicidio.
Cientos de miles de jóvenes son esclavos de la pornografía y la masturbación; destruyen sus cuerpos por la lujuria y cargan con la culpa de la inmoralidad. Viven como animales sin saciarse; pareciera que no encuentran una solución a su adicción, y continuamente se sumergen más y más en esos pecados ¡Jóvenes destruidos! Tal como lo dice Proverbios 7:23: “…Como el ave que se apresura a la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa su corazón.”
A quienes incurren en la pornografía y la masturbación, los pensamientos lujuriosos no los abandonan, son su tormento día y noche. La tranquilidad y la paz que trae la pureza parece algo distante e imposible de alcanzar. Neciamente, algunos pueden pensar: “Cuando me case ya no voy a necesitar esto, y lo voy a solucionar”. Pero, al contrario, toda la inmoralidad y la lujuria que alimentaron, los llevará a destruir sus matrimonios.
La llamada “revolución sexual” ha llegado a su expresión más burda. Pareciera que la humanidad entera fuera la actual Sodoma. A los pecados sexuales, que ofenden al Señor y de los cuales la Biblia dice que son vergonzosos, la sociedad les llama “libertad sexual”.
En cualquier caso, es importante entender que este no es un asunto meramente físico, sino que se origina en el interior del corazón, exactamente como lo señaló el Señor Jesús cuando dijo que del corazón provenían los malos pensamientos, los adulterios y las fornicaciones. Es un asunto psicológico y emocional que debe ser puesto a los pies del Señor Jesucristo, quien puede hacer nuevas todas las cosas.
Advertencia a los jóvenes
Ceder ante las tentaciones sexuales, y caer en ellas, es una de las más peligrosas trampas para el hombre; el pecado sexual tiene un terrible poder para corromper y esclavizar.
El apóstol Pablo dice: ¡Huyan! Este no es un pecado para enfrentar o resistir, pues no tendrá piedad con aquel que cayere en sus garras. Las Escrituras muestran el ejemplo del joven José, quien era acosado sexualmente por la esposa de su amo Potifar; ella le insistía que se acostaran, pero él respondió: “… ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Gn. 39:9). Y en seguida no vaciló en huir de tal situación. En total contraste está Sansón, quien pereció a causa de su lujuria. No hay que pensarlo dos veces para tomar la decisión más sabia en estas situaciones, la cual es: ¡Huir!
Muchos albergan en su cabeza pensamientos lujuriosos que consienten, y permiten que crezcan en sus mentes; por eso, cuando están frente a una tentación no escogen huir, pues ya están atrapados en sus concupiscencias. Muchos son prisioneros de la inmoralidad porque siempre vacilaron en este asunto, nunca tuvieron la determinación firme de huir. Creían que ya habían vencido este pecado, y lentamente se dejaron enredar. Nunca tomaron en serio la pureza o la santidad, ignoraron que la inmoralidad bombardea por todos los frentes y es como un animal hambriento, siempre buscando su presa para devorarla. Actualmente, la pornografía está a sólo un clic de distancia, y es quizás por orgullo (sentirse inmune a estas tentaciones, pensando que no es su debilidad) o por ignorancia, muchos terminan cayendo… ¡Y quedan atrapados! “Al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero, y como el necio a las prisiones para ser castigado…” (Pr. 7:22). Quienes coquetean con el pecado, siempre codiciándolo en sus corazones, ignoran que la paga del pecado es muerte y sus consecuencias son terribles. Olvidan las familias, ministerios y vidas destruidas por la inmoralidad. Aunque se nieguen a creerlo, la fornicación arruina la vida del hombre, y aquello que Dios había diseñado como un jardín bello de luz y deleite, se convierte en un horrible lugar de infelicidad y oscuridad.
Disciplinas que nos ayudan a vencer la tentación
Ante un probable desastre, la mejor forma de salvar vidas es tomar precauciones; y frente a las terribles consecuen- cias causadas por la inmoralidad, además de huir de la forni- cación, es necesario tomar en cuenta ciertas disciplinas que ayudarán a mantenerse distantes de la inmoralidad. Randy Alcorn, en su folleto “Tentación sexual”, plantea la siguiente ilustración: “Hay dos maneras de abordar el peligro de caer por un precipicio. Una de ellas es colocar ambulancias y pa- ramédicos en la parte inferior. Otra, es colocar señales de ad- vertencia y construir una barrera en la parte superior”. Dios ha dado mandamientos en Su Palabra para evitar que se caiga en el precipicio de la inmoralidad, y ha provisto de ayudas que mantienen al hombre en el buen camino. A continuación veamos algunas de ellas:
Velar en nuestra mente
La mente es el campo de batalla donde se logra la victoria sobre la fornicación o donde se cae en ella. El Señor Jesús dijo que del corazón salen todas estas cosas: adulterios, fornicaciones e inmundicias. Si no se vigila en la mente, fácilmente se caerá en la tentación.Al respecto, Randy Alcorn dijo: “Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”. Muchos no han llegado al acto físico de fornicar porque no han tenido la oportunidad, pero en sus corazones ya lo han hecho, porque no han velado en sus pensamientos. Las Escrituras dicen qué cosas deben ocupar los pensamientos del hombre: “…todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Fil. 4:8). Así que es nuestra responsabilidad el material que colocamos en nuestra mente; si estamos colocando combustible para alimentar la llama de la inmoralidad, tarde o temprano nos quemaremos; o si, por el contrario, estamos limpiando nuestra mente con material saturado de la santidad de Cristo, viviremos en paz y pureza sexual.
Ser llenos de la Palabra de Dios
La sociedad ataca con toda clase de inmoralidad, y el hombre puede ensuciarse con sus inmundicias; por eso es necesario que la Palabra de Dios more abundantemente en los creyentes, pues sólo ella podrá limpiar su camino y llevarles por la senda correcta. Es indispensable pasar tiempo en la Palabra, procurar memorizarla y meditarla constantemente.
Ceder ante las tentaciones sexuales, y caer en ellas, es una de las más peligrosas trampas para el hombre; el pecado sexual tiene un terrible poder para corromper y esclavizar.
“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.” (Sal. 119:9).
Las consecuencias del pecado sexual podrían dejar secuelas de por vida, por eso es necesario obedecer las recomendaciones que Dios da en su Palabra, y buscar el consejo de quienes ya han recorrido esta senda y pueden brindar instrucción. Por tanto, sumado al estudio de la Biblia, se recomiendan algunas obras al final del mensaje para profundizar más en este asunto.
La oración
En el modelo de oración que el Señor Jesús enseñó está la grandiosa frase: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal…” (Mt. 6:13). Aunque Dios no tienta a nadie, es normal que sus hijos sufran tentaciones o pruebas por la naturaleza caída, pero lo que el Señor Jesús enseña es que no se po- drá superar ninguna tentación sin un sentido de dependen- cia absoluta de Dios. Gran cantidad de cristianos que caen en fornicación empezaron descuidando su vida de comunión íntima con Dios. Por eso es necesario pasar tiempo orando para ser guardados de la tentación. John Bunyan decía: “La oración alejará al hombre del pecado, o el pecado alejará al hombre de la oración”.Tal vez no exista mejor arma para for- talecer el espíritu y alejar de la tentación que la oración. Ser constantes, diligentes y entregados a la oración llenará a los creyentes de todos los poderes del Cielo para vencer en esta área, donde muchos han caído para su perdición.
Cuidar las amistades
El Señor ha hecho de los creyentes Su pueblo, y si bien estos son puestos en el mundo para dar testimonio y anunciar las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable, deben poner límites a sus amistades. Hay que procurar apartarse de todo aquel que es enemigo de Dios, pues muchos creyentes se han perdido por una mala amistad, porque tuvieron más temor de ser desaprobados por sus amigos impíos que por el Señor; se enredaron en actos de inmoralidad por sus malas amistades, y así como Jonadab que instó a Amnón a violar a su hermana Tamar, muchos son incitados por sus amigos a cometer pecados sexuales. ¡Tengan cuidado de sus amistades! Escójanlas sabiamente; procuren relacionarse con personas que estén buscando y amando la santidad, que se caractericen por el temor a Dios, que lo desafíen a usted a amar y servir a Jesucristo.
La confesión
Uno de los mayores poderes que tiene el pecado sexual es que es cultivado y practicado en lo secreto.Y nada tiene mayor eficacia para vencerlo y anularlo, que exponerlo públicamente. Durante años, muchos viven en esclavitud y vergüenza, lo que les impide confesar sus pecados delante de Dios y delante de los hombres. Pero la Escritura enseña (Pr. 28:13):
“El que encubre sus pecados no prosperará;
Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.”
Confesar equivale a emitir una sentencia sobre sí mismo, lo cual es indispensable para conocer la libertad y la victoria sobre el pecado. Cuando se habla de la confesión, es fácil declarar el pecado delante de Dios, y si bien este es un primer paso, no es el único. En ocasiones, la confesión sincera delante de Dios no es suficiente para vencer en la guerra contra el pecado, y se necesita de la ayuda de creyentes más experimentados. Se necesitan consejos y la exposición del pecado que esclaviza. Esto es sumamente alentador y ayudará a llevar la carga con otros. Busque personas con la madurez y experiencia que lo puedan ayudar en esta área. No tenga temor de exponer su lucha, no sienta vergüenza de hacerlo; sería peor seguir viviendo esclavo del pecado.
Las consecuencias del pecado sexual podrían dejar secuelas de por vida, por eso es necesario obedecer las recomendaciones que Dios da en su Palabra, y buscar el consejo de quienes ya han recorrido esta senda y pueden brindar instrucción.
¡Busque ayuda, y búsquela inmediatamente! Hágalo por su alma y su comunión con Dios. Cualquier tipo de inmoralidad no tratada, traerá consecuencias lamentables sobre su vida, y su pecado obstruirá la obra de Dios.
Un poderoso Salvador
No hay que olvidar que Jesucristo caminó en esta tierra y, como hombre, fue tentado en todo, aunque jamás pecó. Él sabe de las luchas y tentaciones que enfrentan los jóvenes. Él puede darles victoria sobre las tentaciones, la degradación e inmoralidad que les acechan. Puede ayudarles en sus incapa- cidades y debilidades. Él dijo (Jn. 8:31-32):
“…Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
En la comunión con Él y la permanencia en Su Palabra está la poderosa verdad que le llevará camino a la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
No fuimos llamados a ser esclavos, no fuimos llamados a vivir en vergüenza, no fuimos llamados a morir en nuestros pecados. Cristo vino a libertarnos, tomemos en serio nuestra comunión con Él. Hagamos de Su Palabra nuestro alimento diario y luchemos fervientemente contra el pecado con la ayuda del Espíritu Santo. Así veremos cómo Él hace nuevas todas las cosas. No existe un pecado tan grande que nuestro poderoso Salvador no pueda perdonar. Reconoce hoy tus pecados, arrepiéntete, acude a Cristo, permanece en Él, quien te hará verdaderamente libre. ¡Él es nuestro poderoso y gran Libertador!
Obras recomendadas para profundizar más en este tema:
“El sexo y la supremacía de Cristo”, de John Piper.
“El principio de la pureza” y “Tentación sexual”, de Randy Alcorn. “¿Por qué esperar?”, de Josh McDowell.
Bogotá / Colombia
Andrés Rodríguez
Escritor del ministerio Tesoros Cristianos y colaborador en la iglesia local donde reside, nacido en la ciudad de Bogotá. Felizmente casado con Alicia Hernández y bendecidos por el Señor con una hermosa bebé llamada Abigail.