EL PODER DE LA PRESIÓN

“Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte” (2 Corintios 1: 8-10)

Qué es lo que Pablo deseaba que los hermanos conociesen, según vemos en este pasaje de 1ª Corintios? La aflicción que le sobrevino a él y a sus compañeros en Asia Menor.

¿Por qué tipo de aflicción ellos pasaron? La aflicción de la presión.  ¿Hasta   qué   punto   aconteció   tal   presión sobre ellos? Más allá de su capacidad, de tal manera que temieron por su vida. Esa fue la situación exterior de ellos, ¿Y en cuanto a su sentimiento interior? Armonizaba con su situación exterior, pues tenían sentencia de muerte dentro de sí. ¿Y cuál fue la conclusión a la que llegaron? Que no podían confiar en sí mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. Por eso, Dios los había librado de tan gran muerte en el pasado para poder librarlos ahora y librarlos en el futuro.

Lo que nos gustaría considerar aquí es la relación entre presión y poder. Como cristianos, prestamos mucha atención al asunto del poder. Eso es especialmente verdadero entre los cristianos espirituales. Ellos frecuentemente preguntan si cierta persona tiene poder o indagan sobre cuánto poder tiene. Oímos tales preguntas donde quiera que vayamos.

Veamos lo que la Biblia enseña sobre la relación entre presión y poder. Antes, me gustaría decir que ambos son directamente proporcionales. O sea, siempre que hay presión, hay también poder. Si un cristiano no sabe qué es la presión, tampoco tiene conocimiento acerca del poder. Solamente los que han experimentado inclinarse ante la presión saben qué es el poder. Cuanto mayor es la presión, mayor el poder.

Pero antes de hablar sobre la relación espiritual entre estos dos hechos, debemos explicar la relación que existe entre ellos en el ámbito físico, pues de ella podremos aprender luego el principio espiritual.

¿Usted ha observado cómo el agua hierve en una caldera abierta? Usted puede haber visitado una tienda donde se vende agua caliente. El agua es hervida allí desde la mañana hasta la noche, año tras año. El vapor escapa y llena la casa, aunque no sea utilizado por falta de presión. Pero si en otro lugar observamos otro tipo de caldera, sea dentro de una locomotora o en un barco a vapor, veremos que los operarios encienden un fuego fuerte bajo la caldera permitiendo que el agua hierva; pero, a diferencia de la tienda que vende agua, ellos no dejan que el vapor escape. La caldera, en este caso, es hecha de acero grueso y el vapor es continuamente presionado dentro de ella. La caldera comienza a reunir fuerza debido a la presión exterior, puesto que el vapor no puede expandirse, conduciendo al siguiente resultado: Que se condensa en una especie de poder. Y cuando el poder del vapor es liberado por medio de una pequeña abertura, comienza a mover el tren o el barco.

Ahora, el vapor en la tienda de agua caliente y el vapor en la locomotora es el mismo. ¿Por qué, entonces, existe tal diferencia en el poder? El vapor generado en la tienda es inútil, pero el de la locomotora es tremendamente útil. La razón es porque en un caso no hay presión, permitiendo que el vapor se disperse; pero en el otro caso, el vapor permanece constantemente bajo presión, es canalizado por una abertura y, finalmente, es transformado en un gran poder.

Aquí, entonces, hay una ley o principio espiritual que es derivado de la ley física: Donde no hay presión, no hay poder, pero la presión puede producir poder, y de hecho lo hace. Sin embargo, para un cristiano, conocer el poder implica conocer primero la presión. La presión estaba siempre presente con los apóstoles del Nuevo Testamento. Muchas cosas se amontonaban sobre ellos que podían robarles permanentemente la paz. Pero Dios usó ese fenómeno para darles poder. Por el hecho de ser excesivamente presionados, no había nadie que tuviese tal poder como los apóstoles, pues la presión los llevaba a mirar hacia Dios.

Permítame preguntar: ¿Cuán grande es la presión que hay sobre Usted? Usted sólo puede medir su poder por la presión que recibe. El poder del vapor es medido por la presión de la caldera. De la misma forma, el poder de un creyente nunca puede ser mayor que la presión que él soporta. Si alguien desea saber cuán grande es su poder delante de Dios, necesita comprender que su poder no puede exceder la presión que recibe de Dios. Esta es una ley espiritual básica.

A veces usted ora: «¡Oh, Dios, dame poder!». ¿Usted sabe lo que realmente está pidiendo? Si Dios responde a su oración, ciertamente Él lo pondrá a usted bajo presión, pues Él sabe que el poder de la vida es generado por la presión de la vida. Una vida bajo presión es una vida con poder, mientras que una vida sin presión es una vida sin poder. Una gran presión en la vida produce un gran poder de vida, mas poca presión en la vida resulta en poco poder de vida. Sin embargo, el poder en discusión aquí es el poder de la vida y no el de otras fuentes.

Continuemos nuestra discusión en lo que dice relación con la esfera moral y espiritual, y veamos cuán verdadero es el principio de «presión es poder».

La presión del pecado 

¿Cuántos de nosotros tenemos alguna experiencia clara de vencer el pecado? ¿Quién entre nosotros conoce cómo la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos liberta de la ley del pecado y de la muerte?

¿Quién ha tratado explícitamente con el pecado y lo ha vencido? ¿Por qué tan pocos de nosotros somos libertados de la esclavitud del pecado? Puede ser debido tal vez a nuestra incapacidad de usar este principio: Saber cómo usar la presión del pecado sobre nosotros; por el contrario, desmayamos bajo su presión. Fallamos por no usar esa presión para clamar a Dios y buscar su liberación. Cuán frecuentemente debemos ser presionados por el pecado hasta ese punto – presionados más allá de nuestra medida, de tal forma que no podemos ayudarnos o salvarnos a nosotros mismos– antes que se vuelva real el tener poder para ir a Dios y recibir la victoria de Cristo. Entonces, seremos libertados.

Supongamos, por ejemplo, que un creyente, involuntariamente, diga frecuentemente mentiras. Un pequeño descuido, y una mentira escaparán de su boca. Él no podrá vencer ese pecado si no tiene la conciencia de la impiedad de las mentiras, y le da dolor de mentir; tampoco sentirá profundamente que está bajo la opresión de las mentiras y que no tiene fuerza alguna para luchar contra ellas. Solamente cuando desee no cometer ese pecado es que él reconocerá cuán sometido está bajo su presión. En tal caso, luchar contra el pecado sólo aumenta cada vez más la conciencia de la opresión del pecado. Él todavía no puede hablar sin mentir y se va tornando cada vez más y más miserable.

¿Cuándo y cómo puede encontrar liberación de ese pecado? No antes de confesar, un día, que, no importa cuánto él intente, simplemente no puede vencer ese pecado, y siente que sería mejor si estuviese muerto. Está tan consciente de la presión de ese pecado, que no puede soportarlo más. La presión en el momento es grande y suficiente, y por eso, el poder de vencerla se hace suficientemente grande también. Desde esa vez, él parece tener mayor poder por el cual puede ir a Dios y clamar por la liberación, como también mucha mayor capacidad para recibir la obra de Cristo. En seguida, dirá a Dios: «Oh, Dios, no puedo vivir si Tú no me capacitas para vencer mi pecado por medio de la obra consumada del Señor Jesús». Cuando se allega a Dios de esa forma, él vence. ¿Ve usted cómo la presión del pecado le da poder para ir a Dios en busca de liberación?

O sea, siempre que hay presión, hay también poder. Si un cristiano no sabe qué es la presión, tampoco tiene conocimiento acerca del poder. Solamente los que han experimentado inclinarse ante la presión saben qué es el poder.

Usemos otra ilustración: Un creyente es incomodado por pensamientos impuros. Él no tiene cómo refrenar esos pensamientos impuros. Él sabe que eso no está correcto, pero no consigue resistir ni tiene poder para orar a Dios. Él podrá intentar resistir e incluso hasta intentará orar, pero parece que está intentando sin mucha dedicación. No existe poder. ¿Por qué? Porque él aún no sintió la presión del pecado y, por eso, no tiene el poder de la liberación. Pero si es perturbado por esos pensamientos, no sólo una o dos, sino un centenar de veces, y es vencido todo el tiempo, pese a sus esfuerzos, entonces sufrirá el dolor de la confesión y de las derrotas al punto de no poder soportar más la presión, ni siquiera por cinco minutos más. Es en ese momento que él recibe la fe como también el poder para vencer su pecado. En los días comunes, él no tiene ni fe ni poder. Pero cuando experimenta el poder de la presión, su fe parece acumular poder. Normalmente, su resistencia en el pasado era pequeña, pero ahora, después de haber aumentado tanto la presión, su resistencia se hace más poderosa.

Recordemos, por lo tanto, que la presión tiene como meta producir poder. Utilicemos la presión en nuestro diario vivir, para transformarla en poder a fin de progresar espiritualmente. Tenga en mente también que un creyente poderoso no posee ninguna medida extra de poder más allá del que nosotros mismos poseemos; él simplemente sabe cómo utilizar la presión sobre él y está decidido a hacerlo.

La presión de la necesidad 

Un hermano me preguntó por qué su oración no tenía respuesta. Le respondí que era por no haber presión. Cuando preguntó por qué la presión era necesaria, yo le dije que era necesaria para que la oración tuviera respuesta. En verdad, yo siempre hago esta pregunta a los hermanos: «¿Dios oye su oración?». La respuesta que generalmente recibo es esta: «Después de orar tres o cinco veces, el asunto es olvidado». ¿Por qué es olvidado? Porque los que olvidan no sienten la presión sobre sí. ¿No es extraño que frecuentemente sea ese el caso? Si usted olvidó un asunto de oración, ¿Cómo puede culpar a Dios por no acordarse? Naturalmente, Dios no le responderá si usted sólo pronuncia casualmente algunas palabras de oración. Muchos oran como si estuviesen escribiendo una redacción. Sería mejor que no orasen. La oración de muchos transgrede el primer principio de la oración, que no es fe ni promesa, sino necesidad. Sin necesidad no hay oración. No es de maravillar que las personas no reciban respuesta a sus oraciones. Para que Dios responda la oración de un creyente, Él le dará primero alguna presión a fin de que sienta la necesidad. Entonces, el creyente se vuelve a Dios pidiendo una respuesta.

John Knox era poderoso en la oración. La reina Mary, de Inglaterra, dijo cierta vez: «No tengo miedo al ejército de Escocia; sólo temo la oración de John Knox». ¿Cómo oraba John Knox? Él decía: «¡Oh Dios, dame Escocia o me muero!». ¿Por qué él oraba de esa forma? Porque la presión dentro de él era muy grande. Sobrepasaba su capacidad; por eso, él la derramaba delante de Dios. La presión dentro de John Knox lo llevaba a hacer tal oración. Usted no puede comprender por qué Moisés, en su época, oró de esta forma: «Te ruego que… perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito» (Éxodo 32:31-32). La razón era que Moisés estaba consciente de una necesidad y estaba tan oprimido por esa necesidad que prefería perecer si Dios no salvaba a los hijos de Israel. Por eso, Dios lo oyó.

La oración de Pablo era lo mismo: «Porque deseara yo mismo… ser separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne» (Romanos 9:3). Él prefería no ser salvo si los hijos de Israel no eran salvos también. Tal palabra no es mera oración de la boca para afuera, tampoco una mera explosión emocional. Ella procede de un profundo sentimiento causado por la presión de la necesidad. Alguien puede imitar las palabras de oración de otro, pero la oración será ineficaz y sin utilidad porque no hay presión. ¿Quién orará diciendo que si Dios no le responde, él no se levantará? Si alguien tiene realmente ese sentimiento y esa palabra dentro de sí, su oración será oída. Usted también puede orar con esas palabras, pero lo esencial es que usted sienta la presión dentro de sí.

En Tsinan, había un muy buen hermano en el Señor. Él tenía un hermano en la carne que era también su compañero de escuela. Por causa de su fe, él era frecuentemente ridiculizado y hostilizado por su hermano. El año pasado, yo prediqué en esa escuela y tuve oportunidad de conversar con su hermano de carne y sangre, el cual, no obstante, permaneció indiferente. Ahora, este buen hermano acostumbraba testificar en la escuela y asumir el liderazgo entre los hermanos allí. Pero, por algún tiempo, él dejó de testificar y su rostro se puso triste. Por eso, los otros hermanos me informaron de su condición. En verdad, temían que él hubiese apostatado. Fui requerido para ayudarlo. Yo me encontré con él algunas veces; sin embargo, en cada ocasión él se alejaba después de intercambiar unas pocas palabras. Yo estaba realmente confundido. Otro hermano me contó que ese joven hermano le había dicho la razón de por qué ya no testificaba: Mientras su hermano de carne no fuese salvo, él no testificaría por el Señor. En la noche de la última reunión, hablé con él nuevamente, y le pregunté, a quemarropa, por qué él actuaba de esa manera. Él respondió que si Dios no salvaba a su hermano, no testificaría más. Yo sabía cuán honesto era él, y que estaba realmente preocupado por su hermano. Sabía también que él debía tener una carga especial en el corazón por su hermano y que estaba bajo una tremenda presión.

Sólo podía haber dos explicaciones: O eso era el enemigo que lo engañaba y hacía que desfalleciese y no trabajase por el Señor, o, entonces, Dios iba realmente a salvar a su hermano. Si Dios le dio tal presión y lo llevó a orar con esa intensidad, entonces su hermano sería salvo. La presión sobre él era tan grande, más allá de su capacidad, por eso él tuvo esa reacción tan particular. Después de volver a casa, recibí una carta trayendo las buenas nuevas de que el hermano de aquel joven fue finalmente salvo. No mucho después de yo haber dejado la escuela, el hermano de aquel joven cayó muy enfermo, y, durante la enfermedad, aceptó al Señor ¡y fue sanado!

La experiencia de ese joven nos muestra un principio: Dios, antes de responder nuestras oraciones, frecuentemente pone una gran presión sobre nosotros para llevarnos a orar. Anteriormente no teníamos poder en la oración, pero ahora, con tal presión, somos capaces de orar. Cuanto mayor sea la presión de Dios, más poderosa se vuelve nuestra oración. Aprendamos esta lección: La presión produce poder. El propósito de la presión no es destruirnos, sino ser utilizada por nosotros para transformarla en poder.

Podemos, así, entender por qué algunas oraciones son respondidas y otras no. ¿Por qué Dios frecuentemente oye oraciones por cosas grandes, mientras que no oye oraciones por cosas pequeñas? ¿Por qué Dios oye nuestras oraciones por nuestros seres queridos, amigos o colaboradores, cuando están peligrosamente enfermos, pero no oye inmediatamente nuestras oraciones cuando tenemos dolor de cabeza, resfriado o algún achaque? Ya lo dije y lo voy a repetir: Cualquier oración que no nos mueve, no puede mover a Dios. Eso está relacionado con el poder, y el poder es determinado por la presión.

¿Por qué Dios permite que muchas dificultades, callejones sin salida y hechos inevitables lleguen a nosotros? Por ninguna otra razón que no sea llamarnos a utilizar tal presión y tornarnos poderosos en la oración. Nuestro fracaso está en no saber cómo hacer uso de la presión para transformarla en poder. Debemos saber que todas las presiones tienen un propósito. Sin embargo, no debemos esperar hasta que la presión se haga excesivamente insoportable antes de orar. Debemos aprender a orar sin presión como también con presión. Si hay presión, utilicemos cada una, transformándola en poder.  Haciendo así, reconoceremos que siempre que la presión surja, Dios va a manifestar el poder de resucitar a los muertos. No existe poder mayor que el poder de la resurrección. Y cuando estemos oprimidos más allá de toda esperanza, experimentaremos el poder de Su resurrección fluyendo dentro de nosotros.

Sería mejor que no orasen. La oración de muchos transgrede el primer principio de la oración, que no es fe ni promesa, sino necesidad. Sin necesidad no hay oración.

¿Cuántas veces en su vida sus oraciones han sido respondidas? Sin duda, usted debe haber recibido respuesta a sus oraciones por lo menos algunas veces. ¿Por qué esas pocas oraciones fueron respondidas? ¿No fue porque usted sintió la presión y, por ser ésta tan grande, usted derramó su corazón delante de Dios? Tal vez nunca usted ayunó antes, pero en aquel día particular, usted no pudo hacer nada sino ayunar. Usted sintió que estaba siendo presionado a ir delante de Dios y no consideraba más la oración como una carga; por el contrario, la oración para usted se convirtió, aquel día, en un medio para vaciar una carga.

La presión de las circunstancias

No sólo el pecado y la necesidad crean presión, sino también las circunstancias. Dios permite que los creyentes pasen por la presión de las circunstancias para que vivan delante de Él. Frecuentemente, surgen situaciones adversas en la vida de los hijos de Dios. Algunos son perturbados por los familiares, otros, por los amigos. Algunos pueden sufrir pérdidas en los negocios; otros pueden ser perseguidos por los colegas. Unos pueden ser hostilizados o mal interpretados por las personas; otros pueden tener dificultades financieras. ¿Por qué les sobrevienen estas cosas? Muchos creyentes normalmente no reconocen cuán preciosa es la vida regenerada que han recibido. Aunque sean nacidos de nuevo, aún ignoran el hecho de que su vida regenerada no tiene precio. Pero una vez que están bajo presión ellos comienzan a apreciar su vida regenerada, porque esa nueva vida que Dios les dio los capacita para vencer en todas las situaciones. Todas esas presiones exteriores pueden probar la realidad de la vida regenerada y de su poder. El Señor nos pone a propósito en situaciones adversas a fin de recordarnos que sin Su vida no podemos soportar. El poder de Su vida es manifestado a través de la presión exterior.

Si, por ejemplo, su corazón está siendo traspasado por algo que lo lleva a llorar en secreto, y usted reconoce que está totalmente desamparado y sin ningún alivio, usted ganará la victoria completa si en aquel momento, se lanza en Dios. Usted quedará maravillado con la grandeza del poder que le da la victoria. Esa presión exterior lo lleva a confiar en Dios espontáneamente, capacitándolo, a su vez, para manifestar la realidad y el poder de la vida del Señor. Naturalmente, los que no creen en el Señor y no poseen la vida regenerada serán aplastados bajo la fuerte presión de tales circunstancias agonizantes. Un cristiano, sin embargo, es regenerado, y tiene una vida dentro de sí que es más fuerte que cualquier presión exterior. Cuando es oprimido, entonces él vence, puesto que la presión de las circunstancias simplemente comprueba la vida regenerada dentro de él.

Leí una vez un panfleto titulado «Sea una máquina de gas». En él se contaba la historia de cierta persona. En la ciudad norteamericana de Pittsburgh, toda la comunidad en aquella época usaba lámparas de gas. El propietario de la compañía de gas era cristiano. En cierta época, él comenzó a enfrentar muchas situaciones adversas. Sus clientes lo acusaban frecuentemente de cosas que no tenían ninguna relación con él. Personas que negociaban con él se le oponían y rehusaban darle la debida honra. Entonces, él oró a Dios pidiéndole que le concediese poder para vencer todas aquellas dificultades. Pero después de orar así, su situación sólo empeoró.

Un día, un empleado vino a decirle que todas las máquinas en la fábrica habían dejado de funcionar. Como nadie sabía ni lograba descubrir dónde estaba el problema, el propietario mismo tuvo que ir a inspeccionar la situación. Entonces él descubrió que la maquinaria estaba toda intacta, excepto una pequeña válvula en una caldera, que estaba quebrada. Al no haber presión, todo el vapor producido no podía ser utilizado, y por eso ninguna de las máquinas funcionaba. En ese momento, él oyó una voz suave y mansa que le decía: «Usted debería ser una máquina de gas». Posteriormente, él testificó que esta maquinaria de gas le habló a él de la misma forma que la mula de Ba- laam en el pasado. ¡Gracias a Dios! Él no debería resistir la presión en su vida y debería ser, al contrario, una máquina de gas. Debemos ver que el poder de la vida de una persona no puede exceder a la presión que ella recibe. Había un hermano entre nosotros que rehusó a ofrecer culto a los dioses lares en su casamiento. Su tío había conseguido anteriormente un empleo para él en el banco, pero, debido a este rechazo suyo no le dieron aquella posición. Todos lamentamos por él, pero este incidente obviamente mostró cuánto poder había en él. Porque si yo puedo quedar de pie después de ser empujado, eso muestra cuánto poder tengo dentro de mí. Un empujón exterior sólo manifiesta la fuerza interior. El poder manifestado desde adentro es tan grande cuanto lo es la presión desde afuera.

La Biblia no nos habla sólo del hecho de la resurrección, sino también nos revela del principio de la resurrección. El Señor Jesucristo fue resucitado de entre los muertos. Eso es un hecho. Pero muchas enseñanzas concernientes a la resurrección, tales como conocer su poder, pertenecen al principio de la resurrección. De modo que la resurrección no es sólo un hecho; ella es también un principio que debe ser probado en nuestra vida. El principio de la resurrección está basado en el hecho de la resurrección. Cierto Hombre que estaba vivo físicamente un día fue crucificado. Naturalmente, Él murió y fue sepultado. Pero resucitó de entre los muertos. La esclavitud de la muerte no tenía poder sobre Él, porque había en Él un poder mayor que el de la muerte. Y, aunque ese poder pasó por la muerte, estaba vivo, pues no podía ser tocado por la muerte. Por eso, el principio de la resurrección es vida que sale de la muerte.

Supongamos que un hermano sea naturalmente paciente, gentil y amoroso. Esas no son sino partes de su bondad natural que no podrían ser resucitadas. Pero Dios permite que sus amigos, parientes y colegas lo presionen, afligiéndolo e hiriéndolo a tal punto que él no puede soportar más, llegando a perder la calma. En aquel momento, él reconoce que todo lo que viene de lo natural no puede pasar por la muerte (que es la mayor prueba) y permanecer vivo. Y si, en aquel momento, él levanta la cabeza y ora: «Oh Dios, mi paciencia llegó a su fin; permite que tu paciencia se manifieste en mí», entonces, para su gran sorpresa, él se descubrirá actuando con paciencia bajo todos los tipos de muerte. Ahora, eso es resurrección, pues la resurrección es la vida de Dios que pasa por la muerte y aún existe.

Cualquier cosa que sea natural no puede ser resucitada después de pasar por la muerte. Pero todo lo que pertenece a Dios vivirá después de pasar por la muerte. Muchos no saben lo que pertenece al «yo» y lo que pertenece a Dios, lo que pertenece a lo natural y lo que pertenece a Cristo, lo que es viejo y lo que es nuevo, lo que es natural y lo que es sobrenatural. En consecuencia, Dios permite que la muerte venga sobre ellos a fin de conocer lo que puede pasar por la muerte y lo que no puede. Y así, ellos conocerán la resurrección. ¿Por qué Dios permite que la presión venga sobre usted? Por ninguna otra razón sino la de revelarle que cualquier cosa que usted considere capaz de realizar, de soportar y de resistirla debe ser reducida a la nada. Usted es presionado de tal forma que sólo puede decir: «Oh, Dios, no puedo más. Mi fuerza se agotó. Por favor, manifiesta tu poder». Dios va a permitir

que usted sea presionado hasta que obtenga el poder de Él. En aquel punto, la presión se convierte no sólo en su poder de oración, sino que ella extrae, también, el poder operador de Dios.

Así sucedió con el Señor Jesucristo: «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo», observó el Señor Jesús, «Pero si muere, lleva mucho fruto» (Juan 12:24). Mi oración es que usted y yo podamos conocer a Cristo y su poder de resurrección más profundamente, día a día. Esta fue la meta de Pablo en toda su vida: «No que lo haya alcanzado ya», declaró el apóstol, «Ni que ya sea perfecto; sino que prosigo (…) a fin de conocerle (experimentarlo), y el poder de su resurrección (no sólo la resurrección de Cristo)» (Fil. 3:12,10). Él también declaró esto: «Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos» (2ª Cor. 4:8-10). Esto se refiere a las circunstancias de Pablo y a la vida dentro de él. Él tenía muchas presiones exteriormente, pero tenía también gran poder dentro de sí. Las presiones externas sólo manifestaban su poder interior.

La Biblia no nos habla sólo del hecho de la resurrección, sino también nos revela del principio de la resurrección. El Señor Jesucristo fue resucitado de entre los muertos. Eso es un hecho. Pero muchas enseñanzas concernientes a la resurrección, tales como conocer su poder, pertenecen al principio de la resurrección.

El ambiente donde cada uno de nosotros está es preparado por Dios. Por favor, recuerde que usted está donde está por Su disposición, sea en el hogar, en la escuela o en el trabajo. Sean cuales fueren las circunstancias en que usted se encuentre, sean suaves o ásperas, Dios quiere que usted manifieste la vida de resurrección de Cristo. El crecimiento de un cristiano depende de la manera como él lidia con el ambiente donde está. Todas las cosas que nos presionan mucho tienen como propósito entrenarnos para que conozcamos el poder de la resurrección.

¿Quién es más poderoso? Aquel que ofrece más oraciones será, sin duda, el más poderoso. ¿Pero qué significa que alguien diga que la vida más profunda posee mayor poder? Significa nada más que esto: La persona que tiene más presión tiene más habilidad para tratar con ella. De modo que la profundidad de la vida de un creyente puede ser medida por la manera cómo él trata con la presión. Lamentablemente, al cristiano, con mucha frecuencia, le gusta preservar su poder natural. Él no quiere morir, como Pedro no quería que el Señor muriese. Sin embargo, si el Señor no hubiese muerto, hoy no habría resurrección. Muchos cristianos consideran que es una vida buena, aquella que tiene pocas dificultades y angustias. Siempre que se encuentran con alguna cosa dolorosa, ellos piden a Dios que la quite. Podemos decir que ellos están viviendo, pero esa vida no puede ser llamada de resurrección.

Supongamos que, en su capacidad natural, usted puede soportar la crítica de diez personas, pero no más; entonces, pide a Dios que no permita que usted sea tentado más allá de eso. Pero Dios permite que la presión de once personas venga sobre usted. En tal situación, usted, finalmente, clama a Él, pues eso está más allá de su capacidad. Permítame decirle que Dios dejará que usted sea presionado más allá de lo que su propio poder y paciencia y bondad natural puedan soportar. El resultado será que usted le dirá que no puede soportar más y le pedirá el poder para vencer. En aquel momento, usted experimentará un poder nuevo y mayor, que puede soportar la crítica, no sólo de diez, sino hasta de veinte personas. Usted llegó así a reconocer y experimentar que, cuanto mayor es la presión, mayor es su poder; y que, siempre que esté sin poder, es porque usted no fue puesto bajo la disciplina de la presión.

Entonces, si esto es así, ¿Por qué muchos demoran en buscar a Dios hasta que la presión se hace grande? Antes, debemos buscarle tan luego sintamos nuestra incapacidad, e inmediatamente recibiremos el poder necesario. Por eso, siempre que nos encontramos con nueva presión, debemos utilizarla para transformarla en poder. Nuestro poder crecerá con cada encuentro de esos. Dios nunca preserva la capacidad natural; Él quiere sólo lo que procede de la resurrección. Él nunca cambia lo natural, puesto que Él es Dios «Que da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen» (Romanos 4:17). Llamar algo de la nada es el poder que Dios tiene de crear; dar vida a lo que está muerto es el poder redentor de Dios. Abraham creyó en Dios como Aquel que crea todas las cosas de la nada y da vida a los muertos. El hombre quisiera proteger su vida, pero Dios rechaza esa vida. Y después que el hombre es quebrado por Dios y le confiesa que está absolutamente desamparado, él será resucitado de los muertos. Este es el secreto de la vida y el poder.

Cuando se encuentre con muchas presiones, usted debe recordar que presión es poder y, por lo tanto, no deben ser evitadas, sino acogidas. Pues cuanto mayor sea la presión sobre usted, mayor será su poder. Usted vencerá todo y obtendrá una fuerza aún mayor.

La presión de la obra 

Gran parte de la obra de Dios debe pasar por la presión antes que pueda haber buenos resultados. (Los que sirven a Dios deben prestar bastante atención en este punto). Lamentablemente, pocos obreros tienen esta experiencia o parecen dispuestos a experimentarla. El que es fiel, sin embargo, no sólo tiene tal experiencia, sino que tendrá bastantes más. Si usted nunca experimentó eso, lo ha de experimentar en el futuro. Dios va a hacer que el trabajo que usted está haciendo pase por la muerte. Eso no ocurre porque Dios tenga placer en la muerte; por el contrario, Él lleva la obra a la muerte a fin de alcanzar la resurrección.

Al comienzo de su obra, muchos obreros de Dios notan que innumerables personas están siendo salvas por medio de sus esfuerzos, y su obra parece estar prosperando y siendo bendecida. Sin embargo, extrañamente, tal situación no dura mucho tiempo. Después de algún tiempo, la obra comienza a fracasar. Los que antes fueron salvos no están haciendo ningún progreso. Más tarde, no sólo la obra parece haberse detenido, sino que los propios obreros se sienten fríos y muertos. Cuando se descubren en esa situación difícil, con seguridad desean hacer algo, pero no pueden porque parecen haber perdido el poder. Quedan realmente intrigados. Pueden hasta comenzar a imaginar que cometieron algún pecado grave. A esa altura, están realmente temerosos y no saben qué hacer. Pueden entender que no hay ya ninguna esperanza, pues parece que Dios no quiere bendecir ningún aspecto de su obra. Pero es precisamente en ese momento que la luz de Dios vendrá para sondear el corazón de ellos y, entonces sabrán si desde el comienzo estuvieron trabajando para Dios o para ellos mismos, si estuvieron compitiendo con las personas o sirviendo con sinceridad para la gloria de Dios. Ellos descubrirán para quién estuvo realmente trabajando. Pues cuando la obra está prosperando y teniendo éxito, los creyentes tienden a sentir que todo cuanto estuvieron haciendo fue para Dios. Solamente cuando la obra de alguien está bajo presión él podrá discernir si su obra ha sido para Dios o si se ha mezclado él con la obra.

Usted, que ha tenido alguna experiencia como la aquí descrita, sabe cuán dolorosa es. Durante ese tiempo, usted se siente sobrecargado y muerto y está siendo presionado a tal punto que no puede hacer otra cosa excepto preguntar a Dios: «Oh Dios, ¿por qué esto es así?¿Por qué nadie está siendo salvo? ¿Por qué los creyentes están tan muertos?». Usted también se siente presionado a preguntar a Dios: « ¿Qué debo hacer? ¿Dónde debo ir de aquí en adelante?». Usted percibió que su antiguo poder no es suficiente para enfrentar la presente situación, y que su experiencia pasada es inadecuada para suplir la exigencia actual. Tal vez en este momento Dios le muestre que, cuando la obra estaba prosperando, usted concibió pensamientos de autosatisfacción, abrigó orgullo espiritual, fue celoso por su propia gloria, ansiando sobrepasar a otras personas en la obra. Resumiendo, usted descubre que muchas cosas no fueron hechas para Dios, sino para los hombres, y consecuentemente, su obra necesitaba pasar por la muerte. Ahora usted reconoce cuán útil fue para su obra haber sufrido esa presión.

El propio Moisés necesitó aprender lo que significaba la circuncisión antes de poder trabajar para Dios. En cierta ocasión, Dios quiso matarlo, porque él aún no era «Un esposo de sangre», por haber fallado en circuncidar a su hijo de su esposa Séfora, la cual, aparentemente, se había opuesto a la práctica sanguinaria (la cual, sin embargo, ahora, lo hizo, cuando vio la vida de su marido en peligro, Éx. 4:24- 26). Dios no iba a permitir que la carne se mezclase con su obra, para la cual Él estaba llamando a Moisés. Dios va a permitir que usted sea presionado hasta el punto en que no le importará si la obra muere, que nadie sea salvo y todos los hermanos se dispersen. Eso porque la obra – en verdad, todo – pertenece a Dios y no más a usted. En aquel momento, usted dirá a Dios que, en tanto Él glorifique su propio Nombre, para usted no hay diferencia si Él destruye la obra y también todo lo demás. Así usted pasa por la muerte, que es el principio de primordial importancia en los tratos de Dios con sus obreros. Y, de ahí en adelante, Dios pondrá la carga de la obra nuevamente sobre usted.

¡Cuán diferente será eso de lo que era antes! Antes, la obra era suya y usted la realizaba por intereses propios. Pero ahora es de Dios, y no importa si sus intereses están siendo servidos o no. La obra pertenece a Dios. Él debe tener todo. No es más usted. De modo que, en esta nueva situación, usted pide a Dios que le dé poder a fin de realizar Su obra bajo tales circunstancias tenebrosas y secas. Usted reconoce haber estado bajo presión por algún tiempo y, por eso, pide a Dios que reavive Su obra. ¡Dentro de poco tiempo habrá nuevos cambios! La situación próspera retornará, y usted verá, claramente, que eso no es algo hecho por usted, sino solamente por el propio Dios por intermedio de usted. El resultado es que la presión que usted soportó le dio nuevo poder para trabajar. Antes era usted quien trabajaba, pero ahora es Dios trabajando, pues Él llevó Su obra a resurrección a través de la muerte. De ahí en adelante, nadie puede impedir Su obra. Cuán lamentable es que muchos de los obreros de Dios rehúsen ponerse en sus manos. Entendamos que, si alguien es fiel y obediente, él no será aliviado de la presión excesivamente grande y no tendrá ni siquiera un día confortable. Cierta vez, alguien preguntó a un hermano en el Señor cómo él pasaba sus días en Shangai – cuán confortables eran, y si él tenía pruebas. El hermano, sonriendo, contestó: «¿Existe alguien verdaderamente usado por el Señor que no tenga pruebas y que pueda pasar todos sus días confortablemente?».

Nuestro poder no puede exceder a la presión que recibimos. Cuanto mayor es la presión que Dios mide para nosotros, mayor el poder que crecerá dentro de nosotros. Dios trabaja por medio del proceso de muerte. Sin pasar por la muerte, nadie puede hacer nada. Lo que yo más temo es que muchos no utilicen la presión que les es dada. Ellos serán más como el vapor en una tienda de agua caliente, que es desperdiciado, en vez de ser utilizado para mover un vehículo. En los últimos dos años, he sentido profundamente que la presión es el auxilio para el poder. Si usted tiene tal experiencia, concordará que todo su poder sólo puede venir de la presión; que el poder que usted tiene en su contacto con las personas procede de la presión. Un día, cuando estemos delante de Dios, reconoceremos plenamente la presión que el Señor Jesucristo sufrió en Sus días en la tierra, qué presión soportaron los apóstoles en sus días y qué presión soportaron todos los que fueron grandemente usados por Dios.

La presión del enemigo 

Hoy en día muchos creyentes desconocen la presión satánica. Sin embargo, el enemigo puede traer muchos males al ambiente donde estamos, como también a nuestra vida. Los cristianos generalmente no entienden por qué existen tantos pensamientos desconcertantes en su mente y tantas perturbaciones a su alrededor. En verdad, algunas de ellas son permitidas por Dios, mientras que otras son las obras de opresión del enemigo.

Había un hermano que habitualmente tenía pensamientos vagos y no lograba concentrarse. La situación se tornó tan seria que él llegó incluso a ser tentado a cortarse la garganta. Cuando él compartió eso conmigo, yo le pregunté si tal pensamiento había venido de él mismo, si había sido dado por Dios o si había sido inyectado en su mente por el enemigo. Obviamente, no podía haber venido de Dios. Así, la causa de tal pensamiento se redujo a dos posibles fuentes: Si no venía de él mismo, tenía que ser del enemigo. Pregunté, entonces, al hermano cómo él distinguiría sus pensamientos de los pensamientos del enemigo. Yo le expliqué que si la idea de cortarse la garganta se hubiese originado en su propia mente, él debería haber pensado en el asunto antes. Por eso, le pregunté de manera muy franca si él ya había pensado en ese asunto, o si alguien más lo había desarrollado y luego lo había inyectado en su mente. Aquel hermano me dijo que nunca había pensado en tales cosas. Entonces yo le dije que aquellos pensamientos debían haberle sido dados por Satanás. Este es un principio importante a ser considerado: ¿Tiene usted mismo esos pensamientos o alguien más ha pensado esas ideas por usted antes de ser inyectadas en su mente? Déjeme asegurarle que sólo aquello que usted mismo piensa es suyo; de otro modo, viene del enemigo. No necesitamos ser corteses con nuestro enemigo. La primera persona en el mundo que fue amable con el enemigo fue Eva, que, como consecuencia, introdujo el pecado en el mundo. Algunos cristianos frecuentemente intentan argumentar con el enemigo. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, ¿Qué hizo cuando el enemigo dio testimonio que Él era el Hijo del Altísimo? Él le prohibió hablar. Los creyentes comunes pueden no considerar serio dejar que el enemigo inyecte uno o dos pensamientos en su mente. Sin embargo, ¡cuán trágicas pueden ser  las consecuencias si sus pensamientos son, poco a poco, completamente controlados por el enemigo! Su cerebro puede convertirse en la máquina de pensamientos de Satanás, el cual, de allí en adelante, lo usará continuamente. ¡Cuán triste es que algunos cristianos no sepan cómo controlar sus propios pensamientos! Sólo cuando comenzamos a aprender a controlar nuestros propios pensamientos es que reconocemos cuán difícil es esa tarea.

Dios va a hacer que el trabajo que usted está haciendo pase por la muerte. Eso no ocurre porque Dios tenga placer en la muerte; por el contrario, Él lleva la obra a la muerte a fin de alcanzar la resurrección.

Con respecto a las enfermedades, reconocemos que muchas enfermedades son la violación de las leyes naturales. Pero es claro que hay otras enfermedades que vienen como presiones del enemigo. Quiero resaltar que no estoy afirmando que todas las enfermedades vienen de Satanás; digo solamente que algunas provienen de él. Las llagas que Job tuvo, por ejemplo, fueron dadas por el enemigo y no fueron causadas por un descuido de la higiene. Tratándose de acontecimientos circunstanciales en nuestra vida, algunos los consideran como si fuesen meras ocurrencias naturales. Pero necesitamos preguntar: La caída de la casa que causó la muerte de los hijos de Job

¿Fue simplemente un fenómeno natural? El robo repentino de su ganado y la quema de su rebaño, con fuego del cielo, ¿Fueron solamente accidentales? Todos sabemos, por el registro de Dios, que esos acontecimientos tuvieron origen en el enemigo. Necesitamos entender que en nuestra vida puede haber un gran número de cosas que indican la presión del enemigo. Lamentablemente, muchos creyentes no están conscientes de esa realidad y dejan que ellas pasen sin tratarlas.

Unos hermanos estaban distribuyendo folletos de evangelización en un tren. Encontraron allí un cristiano cuyo rostro estaba demudado. Cuando le preguntaron la razón de eso, él respondió que era un hombre de negocios y que, en los primeros años, había sufrido repentinamente infortunio tras infortunio, tanto en la familia como en los negocios. Él llegó a sentirse tan miserable que, al no ver otra salida, decidió cometer suicidio. En realidad, él había tomado aquel tren con la intención de quitarse la vida en cierto lugar más adelante. Aquellos hermanos inmediatamente reconocieron eso como una obra del enemigo. Le preguntaron si él realmente hallaba que tales infortunios habían sido accidentales o que habían sido tramados por alguien en secreto. Después de pensar un poco, él admitió que parecía que alguien, tras bastidores, estuviera preparando esas cosas – casi como si una mano estuviese allí conspirando, por decir así, cada movimiento sobre el tablero de ajedrez. Mis amigos le dijeron francamente que aquello era obra del enemigo y le aconsejaron resistirlo. Entonces, oraron con él allí mismo en el tren sobre el asunto.

El hermano volvió inmediatamente a su casa y, después de algún tiempo escribió, explicando cómo, después de volver a casa él comenzó a resistir al enemigo día a día, cómo rehusó aceptar cualquier cosa que viniese de él, y cómo su situación actual estaba mejorando gradualmente. Él dio gracias a Dios por haber sido libertado, aunque admitía que aún no había sido totalmente recuperado. Lo que deseo enfatizar es la falla del hombre en resistir las tácticas de opresión del enemigo. En el principio, puede ser que Satanás le dé a usted uno o dos pensamientos, pero al final él corromperá, si puede, todo su ser, como también su familia y el ambiente donde está. Eso es porque usted está siendo oprimido, pero no le resiste. Eso es un error fatal. Usted debe usar la presión para producir el poder de su resistencia. Cuando usted soporta más allá de su medida, usted necesita resistir al enemigo. En aquel instante, usted encontrará el escape. Frecuentemente, no tenemos poder para resistir a Satanás, pero, cuando somos presionados más allá de toda medida, descubrimos un poder brotando dentro de nosotros y capacitándonos para resistirle.

Por eso, siempre que estemos siendo presionados por el enemigo, no pensemos que tal presión es inútil; por el contrario, debemos utilizar esa presión porque ella suscita poder.

Tengamos en mente esto: Si sabemos cómo utilizar la presión, ella no permanecerá en nuestro camino. Verdaderamente, cuanto más pesada la presión, mayor el poder de resistencia. Que el Señor nos capacite para resistir al enemigo.

Fuzhou,provincia de Fujian / China

Watchman Nee

Fue un predicador y escritor cristiano chino. Llegó a ser cristiano en el 1920 a la edad de diecisiete años y comenzó a escribir ese mismo año. Su ministerio se centra en Cristo y Su Cuerpo, la Iglesia. Fue encarcelado en el 1952 por causa de su fe y murió en prisión en 1972 manteniendo su fe y gozo en el Señor.