EL FIN DEL RÉGIMEN DE LA LEY Y EL ESTABLECIMIENTO DEL NUEVO PACTO

Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.. (Romanos 7:4)

Como ocurre con muchos temas que encontramos en las Escrituras, el asunto de la Ley de Dios es distorsionado y evaluado de manera equivocada por muchos. En toda la historia de la Iglesia encontramos individuos que distorsionaron el verdadero significado de la Ley y pervirtieron el Evangelio. Estos hombres transforman el cristianismo en algo semejante a las religiones de mérito, en las cuales el hombre alcanza el favor de Dios mediante sus “buenas” prácticas u obras. Tales personas perdieron el significado de la Gracia Divina, haciendo mal uso de la Ley y su significado.

Entre estos movimientos están los judaizantes, hombres de un movimiento que ya existía en los días del apóstol Pablo; ellos decían que si los gentiles no se circuncidaban ni observaban la Ley de Moisés, de ninguna manera podrían ser salvos, desviando de Cristo y Su gracia a los hermanos para ponerlos bajo un yugo que ni ellos mismos podrían soportar. Pablo los combatió fuertemente durante toda su vida, instruyendo a los hermanos a no dejarse persuadir por hombres que los estaban desviando de la verdad.

En nuestros días tenemos esa misma lucha que tuvo el apóstol Pablo. Hay tantos movimientos llamados evangélicos, los cuales, haciendo mal uso de la Ley de Dios, aprisionan a los discípulos de Jesús en viejas prácticas caducas (sin vigencia) y ponen sobre sus hombros cargas imposibles de llevar.

Es sumamente necesario entender que nunca nos acercaremos a Dios por practicar las obras de la Ley; nunca seremos aceptados por Él de esta manera. Dios ya nos dio a Cristo, Su Hijo, y en Él nos fue dada la abundante gracia; no nos debemos apartar de ésta.

El progreso de la revelación bíblica

Cuando hacemos una lectura secuencial de las Escrituras somos puestos frente a una especie de progreso en la Revelación Divina. Dios se va revelando al hombre cada vez más en la medida que su historia va avanzando.

Entender este progreso en la revelación es fundamental, porque si vamos a estudiar la Ley e intentar buscar una explicación para ésta en determinada parte de la Escritura, olvidando relacionarla con el todo, difícilmente tendremos una comprensión exacta del propósito y significado de dicha Ley. Necesitamos siempre tener la visión general de las cosas antes de pasar a alguna parte específica.

Es sumamente necesario entender que nunca nos acercaremos a Dios por practicar las obras de la Ley; nunca seremos aceptados por Él de esta manera. Dios ya nos dio a Cristo, Su Hijo, y en Él nos fue dada la abundante gracia; no nos debemos apartar de ésta.

Ya en este punto pecan los judaizantes. Ellos no comprenden el progreso de la Revelación Divina, y viven como si estuvieran en otra dispensación. No logran hacer una armonía ni perciben la unicidad de las Escrituras. Hacen un mal uso de la Palabra de Dios.

La Ley de Dios y las Alianzas 

Una alianza o pacto es una promesa o acuerdo entre dos partes donde se involucran obligaciones y beneficios. Por toda la Escritura vemos a Dios haciendo alianzas con el hombre. Cada vez que propuso una alianza, Él la hizo en ciertos términos. Podemos llamar a estos términos como contrato o Ley de la Alianza. Es semejante a cuando hacemos un contrato, el cual es regido por un documento que establece su objetivo y la obligación de cada parte relacionada.

En la historia del mundo antiguo existían dos tipos de alianzas. La bilateral, que era condicional, y la unilateral, que era incondicional. Un ejemplo de alianza bilateral era cuando un rey vencedor de un pueblo establecía un contrato en estos términos: “A partir de hoy soy su rey, y ustedes mis súbditos. Si ustedes me sirven, me obedecen, pagan los tributos y me honran, entonces yo los defenderé, los protegeré de invasiones y demás; si ustedes me desobedecen, yo iré contra ustedes, aprisionaré sus hijos y los llevaré cautivos”. Así era una alianza bilateral y condicional de la época. Por otra parte, una alianza unilateral la podemos ejemplificar así: Cuando un rey quería donar cierto pedazo de tierra a alguien, él simplemente hacía un contrato que no involucraba ninguna exigencia de parte del beneficiario, todo dependía de la bondad de él, y él ponía en el documento solamente aquello que él mismo estaba haciendo en favor del beneficiado; esta era una alianza unilateral e incondicional.

Podemos encontrar estos dos tipos de alianza en las Escrituras. La alianza de Dios con Noé (Génesis 9) era una alianza unilateral, sólo involucraba lo que Dios haría. La alianza de Dios con Abraham (Génesis 15 y 17) también era unilateral, solamente decía lo que Dios haría. Ya la alianza de Dios con el pueblo en el Sinaí fue bilateral; involucraba beneficios y obligaciones de las dos partes.

La importancia de la Ley revelada en el Sinaí 

Aunque la alianza en el monte Sinaí era temporal, porque tenía, como podemos extraer de Hebreos, plazo de validez o caducidad, aun así era grande en gloria y tuvo un rol importantísimo en la dispensación del Antiguo Testamento. Podemos decir que ella hace parte de un momento único en la historia de la humanidad. El propio Dios vivo, en medio de truenos, relámpagos, en una espesa nube y con fuerte sonido de trompeta (Ex. 19:16, He. 12:18-29), habló a Moisés anunciando Su Ley. En Éxodo 31:18 se nos dice que eran tablas escritas por el dedo de Dios; y Pablo, en 2 Corintios 3:7-11, habla de la gloria de ese momento (aunque se desvaneció después), todo lo cual revela la grandeza de dicho momento.

En esta Ley, dada en el Sinaí, estaba revelado el carácter Santo y Justo de Dios. Era una demostración de Su Ser, y de las justas exigencias para que el hombre pudiera estar en Su Presencia. Esta Ley debería regir a todo el pueblo de Israel como nación, enseñaba cómo acercarse a Dios y andar con Él durante aquel tiempo, y los conduciría hasta la venida del prometido Profeta llamado Jesucristo, quien sería mayor que Moisés.

El quebrantamiento de la Alianza Antigua 

En todo el Antiguo Testamento vemos el tema de las alianzas vinculado a la figura del matrimonio. En esta figura, Dios es el esposo, y la nación de Israel su esposa. En dicha figura, la alianza entre Dios y Su pueblo es la alianza del Sinaí. En ésta, ellos se comprometían a amar a Dios por sobre todas las cosas y no podrían ir tras otros dioses. Israel, como la esposa, no podría cometer infidelidad, no podría cometer adulterio abandonando a Dios y traicionándolo con los dioses paganos. Si así hiciesen, estarían quebrando la alianza. Israel quebró la alianza que hizo con Dios. Jeremías 3 habla del adulterio del pueblo contra Dios, y Dios dándole carta de divorcio a Israel y prometiendo lo mismo a Judá. La alianza de este matrimonio era la alianza del Sinaí.

La Nueva Alianza 

En Jeremías 31:31-34 existe la promesa de una Nueva Alianza, una alianza diferente de la del Sinaí. Dios dice que desposó al pueblo, como un novio a una novia; sin embargo, ellos no guardaron Su alianza. Ahora Él promete una Nueva Alianza diferente de aquella antigua. Si existe la promesa de la Nueva Alianza, revela por sí misma que la antigua se volvería vieja y caducaría.

Teniendo esto en mente, debemos prestar mucha atención en cuál alianza estamos, para no traer nada que ya haya pasado y no intentar vivir bajo los moldes de algo que Dios ya no espera de nosotros. ¡Estamos bajo la Nueva Alianza y en ella debemos permanecer!

Teniendo esto en mente, debemos prestar mucha atención en cuál alianza estamos, para no traer nada que ya haya pasado y no intentar vivir bajo los moldes de algo que Dios ya no espera de nosotros. ¡Estamos bajo la Nueva Alianza y en ella debemos permanecer!

Esta expresión ‘Nueva Alianza’, por sí misma, revela que de nuestra parte debe haber una búsqueda de la comprensión de aquello que permanece y de aquello que fue temporal y transitorio. Ser “nueva” indica que la otra es “vieja”, anticuada, obsoleta. Debemos entender que hubo una transición, y a la luz de la Nueva Alianza necesitamos hacer una relectura de la Antigua. El problema de muchos es que, en lugar de leer la Antigua Alianza por el Espíritu bajo la luz del Nuevo Pacto, ellos buscan una interpretación de los textos antiguos disociados del restante de las Escrituras. Así surge todo tipo de equivocaciones.

Para una mejor comprensión continuaremos usando la figura del matrimonio. En la Nueva Alianza, Jesucristo es el novio, y Su pueblo, la novia. En aquella ocasión, algunos discípulos de Juan el Bautista y algunos judíos querían causar problemas entre Jesús y Juan, pero el mismo Juan hizo esta maravillosa confesión: “El que tiene a la novia es el novio…” (Jn. 3:29) (NVI); él dijo que Jesús era el Novio, y aquellos que lo seguían, sus discípulos, eran la Novia.Ya allí estaba el anuncio de una nueva alianza de matrimonio entre Jesús y Su pueblo. Dios estaba nuevamente buscando una Novia para Sí. Él estaba buscando nuevamente al hombre para relacionarse con él. Esa figura del matrimonio era bien conocida entre los judíos.

¿Qué tipo de alianza es la Nueva Alianza? ¿Es unilateral o bilateral? No dudo al decir que la Nueva Alianza es unilateral, muy semejante y complementaria a la que Dios hizo con Abraham, donde Dios mismo asumió la responsabilidad de hacer, y juró por Sí mismo, no pudiendo jurar por otro mayor (He. 6:13).

Cuando analizamos las primeras menciones de la Nueva Alianza en el Nuevo Testamento podemos percibir muchas cosas (Mt. 26:17-30; Mr. 14:22-26; Lc. 22:19-21). Una delas más importantes es la señal de la Nueva Alianza, que es la sangre de Cristo. Jesús dijo: “…Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.” (Mr. 14:24). Este verso revela que la base de esta Nueva Alianza era la Persona y la Obra de Cristo. En Él vemos Su sacrificio de sustitución en favor de los pecadores. Esta es la base para el perdón, para la redención, para la reconciliación con Dios. La Nueva Alianza es basada en el sacrificio de Cristo muriendo por Su pueblo, para beneficio de ellos, para salvación de ellos, quienes deberían recordar siempre este bendito sacrificio en favor de ellos; deberíamos partir el Pan, tomar la Copa, y siempre traer a la memoria la Nueva Alianza establecida entre Cristo y Su pueblo; una Alianza que es basada en la fidelidad de Dios en salvar completamente a Sus hijos ¡A Él pertenece la salvación!

Jesús vino a comprar una Novia para Sí, Él la compró con Su propia sangre. Él la rescató de un lugar terrible, le dio a ella ropas nuevas y la recibió para Sí mismo.Algunos de los resultados de esta Nueva Alianza son descritos a continuación.

La purificación de los pecados de una vez por todas 

Hay muchas diferencias entre la Alianza del Sinaí y la Nueva Alianza. Existen muchas cosas que constaban en la Alianza del Sinaí que perdieron su plazo de validez.

La primera de ellas es la llamada Ley Ceremonial, que eran  leyes  pertenecientes  al  sacerdocio. Esas  prefiguraban la  obra  redentora  de  Cristo.  Todos  aquellos  sacrificios, rituales,  fiestas,  días  y  comidas  descritos,  eran  sombras del   único   sacrificio   hecho   por   Jesucristo.  Todo   aquel sistema de sacerdocio y sacrificios que encontramos en los libros  de  Éxodo  y  Levítico, y  que  debían  ser  practicados continuamente, fueron cumplidos de una vez por todas en Cristo. Por lo tanto, el perdón de pecados fue dado de una vez por todas a Su pueblo. Esto se vuelve muy claro para nosotros en pasajes como Hebreos 7:27 y 9:12. En Hebreos 9:11-12 está escrito: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Note la importancia de esto: Cristo, con Su sacrificio, conquistó, una vez y para siempre, eterna redención. Eso demuestra la grandeza de la Nueva Alianza propuesta  por  Jesús. Por  causa  de  este  precioso  sacrificio podemos ser totalmente perdonados para siempre.

El problema de muchos es que, en lugar de leer la Antigua Alianza por el Espíritu bajo la luz del Nuevo Pacto, ellos buscan una interpretación de los textos antiguos disociados del restante de las Escrituras. Así surge todo tipo de equivocaciones.

Si en la Antigua Alianza eran necesarios sacrificios de todos los tipos, día tras día, ahora en la Nueva Alianza no hay necesidad de ellos, ya que ellos eran transitorios porque eran sombras de Cristo y, claramente, en el Nuevo Testamento hay un cambio en lo que se refiere a eso. Por lo tanto, aquello que se refería a la parte de la Ley llamada “Ley Ceremonial” se cumplió en Cristo, por lo cual no hay necesidad de repetir ninguno de aquellos rituales en nuestros días. Los judaizantes llevan a los hombres a practicar fiestas, hacer sacrificios, los involucran en todo tipo de rituales que no tienen valor para nosotros, pues todo se cumplió en Cristo, y ¡gracias a Dios! Él nos hizo libres de cualquier necesidad de repetir estas viejas prácticas.

Muertos a la Ley 

En el capítulo 7 de la Epístola a los Romanos, Pablo hace la analogía del matrimonio, y empieza demostrando que tenía sentido común que una relación conyugal fuera regida por una ley, la ley del matrimonio. Cualquier persona en el mundo sabe que un contrato de matrimonio establece obligaciones y beneficios de ambas partes, y que un contrato como ese solamente termina con la muerte de uno de los cónyuges. Cada uno de los dos está ligado al otro mientras esté vivo. Sólo si uno de los dos muere, entonces el otro queda libre para casarse: “Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.” (Ro. 7:2). Entonces él aplica esa figura a nosotros. En esta figura tenemos dos maridos: la Ley y Cristo.Y nosotros somos la esposa en ambos casos. Estábamos casados con la Ley e, infelizmente, por causa del pecado, en lugar de dar frutos resultantes de este matrimonio, la única cosa que producíamos era muerte, obras muertas. El problema no era la Ley, era nuestra naturaleza caída. Se hizo necesario que algo fuera hecho.

Ahora en Cristo, en la Nueva Alianza, estamos muertos a la Ley. Volver al viejo marido, sería una apostasía, sería abandonar a Cristo. Si no comprendemos bien el objetivo del Antiguo Pacto, corremos el peligro de ponernos bajo cosas que no tienen más validez, abandonando así la fe y retrocediendo.

¿Cuándo morimos a la Ley? Pablo dice que morimos para la Ley por medio del cuerpo de Cristo, o sea, cuando Cristo murió, morimos con Él, fuimos unidos a Él y la experiencia de Él se volvió la nuestra. Si morimos con Cristo, ahora estamos libres de esta alianza con la Ley, estamos libres de este viejo marido.Y ahora pertenecemos a un nuevo marido, Cristo, para dar frutos para Dios (Ro. 7:4).

Ahora en Cristo, liberados del antiguo marido, servimos en novedad de vida por medio de esta nueva vida, y no en la caducidad de la letra. En oposición a la letra está el Espíritu. En oposición a los mandamientos exteriores está el poder del Espíritu y de la nueva vida que recibimos en el interior. Ahora somos capaces de fructificar para Dios, manifestar el fruto del Espíritu; las varias características de Cristo se expresan a través de nosotros (v. 6).

Querido lector, nunca permita ser puesto bajo este viejo yugo. Cristo le fue dado a usted, Él es su nuevo Marido, usted no está más bajo el régimen de la Ley. ¡Avance! No deje que nadie le engañe. Permanezca firme bajo la gracia de Dios y viva una vida para Él.

La Nueva Alianza es superior 

Ya vimos que en la Nueva Alianza las Leyes de Dios fueron impresas en nuestra mente y corazón. Además, recibimos la capacidad y el poder para cumplirlas. La Nueva Alianza es superior a la Antigua porque ella es escrita por el Espíritu Santo en los corazones, transmite vida y justicia, dando el poder para obedecer los mandamientos de Dios.

La Nueva Alianza es superior en gloria. En la Antigua Alianza había gloria. Nos es dicho en 2 Corintios 3:7 que la Antigua Alianza fue revestida de gloria, al punto de que los hijos de Israel, por causa de sus pecados, pidieron que Moisés cubriera su rostro con un velo. La gloria de la Antigua Alianza era temporal y transitoria; la Nueva Alianza la supera por mucho en gloria. La Nueva Alianza trae vida y confianza delante de Dios, excediendo en gloria a aquello que era temporal, pues prepara al hombre para vivir eternamente en la Gloria Celestial, diferente de la Antigua Alianza que sólo traía juicio y muerte a los hombres.

Los judaizantes llevan a los hombres a practicar fiestas, hacer sacrificios, los involucran en todo tipo de rituales que no tienen valor para nosotros, pues todo se cumplió en Cristo, y ¡gracias a Dios! Él nos hizo libres de cualquier necesidad de repetir estas viejas prácticas.

La Nueva Alianza también es superior en finalidad, en objetivo. Ella trajo el significado real de las cosas, la forma final de entendimiento. El Nuevo Testamento trajo la revelación plena de Dios: “…leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu…” (Ef. 3:4-5). La revelación de los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento es la revelación plena y total de Dios para el hombre. Lleva al hombre a la verdad, al cumplimiento de todas las cosas y a la salvación. La Antigua Alianza era apenas la sombra de lo venidero (He. 10:1); ahora estando en la realidad, en Cristo, la misma Antigua Alianza toma su verdadero cumplimiento.

Consideraciones finales 

Habiendo observado las diferencias que existen entre el Antiguo y el Nuevo Pacto, debemos estar atentos para no sustituir algo de mayor poder, gloria y finalidad, por aquello que ya se desvaneció, aquello que, aun teniendo su propósito y plazo establecido, ya no está en vigor. Esto es volver a edificar aquello que ya había destruido, haciéndose transgresor (Gá. 2:18).

Que Dios pueda llevarnos a un equilibrio en lo que se refiere a la vida cristiana. Que cada uno de nosotros pueda manejar bien la Palabra de verdad, investigando y entendiendo el significado de cada cosa, percibiendo, con mucha lucidez y equilibrio, las cuestiones transitorias y las permanentes.

Oramos para ver una generación de cristianos que estén involucrados con Dios de manera viva, y que estén dispuestos a vivir la verdad y morir por ella, siendo fieles defensores del Evangelio Eterno. ¡La gracia del Señor Jesucristo sea con su espíritu! ¡Amén!

Joinville, Santa Catarina / Brasil

Marcelo Vieira

Siervo de Jesuscristo, esposo, escritor, produtor musical. Vive en la ciudad de Joinville, Santa Catarina, en Brasil, lugar en el cual es servidor de la iglesia local. Felizmente casado con Thais, padre de una hermosa niña llamada Helena.