“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Proverbios 6:6-7).
El que es cabeza de una familia tiene, bajo esa relación, una obra que realizar para Dios: Gobernar correctamente a su propia familia. Y su obra es doble: Primero, tocante a su estado espiritual; segundo, tocante a su estado exterior.
El estado espiritual de la familia
Primero, tocante al estado espiritual de su familia, ha de ser muy diligente y sobrio, haciendo lo máximo para aumentar la fe donde ya la hay y para iniciarla donde no la hay. Por esta razón, basándose en su palabra, debe con diligencia y frecuencia, compartir con los de su casa las cosas de Dios que sean apropiadas para cada caso. Y nadie cuestione esta práctica de gobernar de acuerdo con la Palabra de Dios, porque si la enseñanza en sí es de buen nombre y honesta, se encuentra dentro de la esfera y los límites de la naturaleza misma y debe hacerse, con más razón, muchas otras enseñanzas de una naturaleza más elevada. Además, el apóstol Pablo nos exhorta: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Fil. 4:8). Poner en práctica este piadoso ejercicio en nuestra familia es digno de elogio y es muy apropiado para todos los cristianos. Esta es una de las cosas que Dios encomendó tanto a su siervo Abraham y que tanto afectó su corazón. Conozco a Abraham, dice Dios, “conozco” (Gn. 18:19 – VRV 1909) que es, de veras, un buen hombre. “Porque yo… sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová…” (Gn. 18:19). Esto fue algo que también el buen Josué determinó que sería su práctica durante todo el tiempo que viviera sobre esta tierra: “…yo y mi casa serviremos a Jehová.” (Jos. 24:15).
Además, también encontramos en el Nuevo Testamento que los que no cumplían este deber eran considerados de un rango inferior; sí, tan inferiores que no eran dignos de ser elegidos para ningún oficio en la Iglesia de Dios. El (obispo o) pastor tiene que ser alguien que gobierna bien su propia casa, que tiene a sus hijos sujetos con toda seriedad, porque el hombre que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar la iglesia de Dios? “Pero es necesario que el obispo sea… marido de una sola mujer… que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad…” (1 Ti. 3:2, 4). Note que el apóstol Pablo parece determinar al menos esto: Que el hombre que gobierna bien su familia tiene una de las cualidades que debe tener el pastor o diácono en la casa de Dios, porque “…el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (Versículo 5). Considerar esto nos aclara la obra de la cabeza de una familia tocante al gobierno de su casa.
- El pastor debe ser firme e incorrupto en su doctrina y, por cierto, que también debe serlo la cabeza de una familia (Tit. 1:9; 6:5-7).
- El pastor debe ser apto para enseñar, redargüir y exhortar; y así debe ser también la cabeza de una familia (1 Ti. 3:2; 6:7).
- El pastor mismo tiene que ser ejemplo de fe y santidad; y así debe ser también la cabeza de una familia (1Ti. 3:2-4; 4:12). David dijo: “Entenderé el camino de la perfección… En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.” (Sal. 101:2).
- El pastor tiene la función de reunir a la iglesia y, cuando la haya reunido, orar juntos y Esto es recomendable también para la cabeza de la familia cristiana.
Objeción: Pero mi familia es impía y rebelde tocante a todo lo que es bueno. ¿Qué debo hacer?
Respuesta:
- Aunque esto sea así, igualmente, debe usted gobernarlos, ¡y no ellos a usted! Dios lo ha puesto sobre ellos y usted debe usar la autoridad que Dios le ha dado, tanto para reprender sus vilezas, como para mostrarles que la maldad de su rebelión es contra el Señor. Elí lo hizo, pero no lo suficientemente; igualmente David (1 S. 2:24-25; 1 28:9). También debe contarles qué triste era su propio estado cuando se encontraba en la condición de ellos; así que esfuércese en recobrarlos de la trampa del diablo (Mr. 5:19).
El que es cabeza de una familia tiene, bajo esa relación, una obra que realizar para Dios: Gobernar correctamente a su propia familia. Y su obra es doble: Primero, tocante a su estado espiritual; segundo, tocante a su estado exterior.
2. También debe esforzarse para que asistan a los cultos de adoración a Dios, por si acaso Dios convierta sus almas. Jacob le dijo a su familia y a todos los que lo rodeaban “Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia…” (Gn. 35:3). Ana llevó a Samuel a Silo a fin de que morara con Dios para siempre (1 S. 1:22). El alma tocada por el Espíritu se esforzará por llevar a Jesucristo, no sólo a su familia, sino a toda la ciudad (Jn. 4:28-30).
3. Si son obstinados, y no quieren acompañarlo, entonces traiga hombres piadosos y de convicciones firmes a su casa, para que allí prediquen la Palabra de Dios cuando usted haya, como Cornelio, reunido a su familia y amigos (Hch. 10). Usted sabe que el carcelero de Filipos, Lidia, Crispo, Gayo, Estéfanas y otros fueron salvos, no sólo ellos mismos, sino que también los de su familia por la Palabra predicada y, algunos de ellos, por la Palabra predicada en sus casas (Hch. 16:14-34; 18:7-8; 1 1:16).Y esta puede haber sido una razón, entre muchas, por la cual los apóstoles en su época enseñaban, no sólo en público, sino también de casa en casa, posiblemente, creo yo, para ganar a los miembros de la familia que todavía eran inconversos y vivían en sus pecados (Hch. 10:24; 20:20-21).Algunos de ustedes saben lo común que era invitar a Cristo a sus casas, especialmente si tenían algún en fermo que no quería o no podía acudir a él (Lc. 7:2-3; 8:41). Si es así con los que tienen enfermos físicos en su familia, entonces ¡cuánto más lo es donde hay almas que necesitan a Cristo, necesitan ser salvas de la muerte y la condenación eterna.
4. No descuide usted mismo los deberes familiares entre ellos, como son leer la Palabra y orar. Si tiene algún familiar que es salvo, esté Si está solo, no obstante, sepa que tiene en ese momento, tanto la libertad de acercarse a Dios por medio de Cristo, como la capacidad de contar con el apoyo de la Iglesia universal, uniéndose a usted en oración a favor de todos los que habrán de ser salvos.
5. No permita en su casa libros impíos, profanos o herejes, ni conversaciones del mismo tenor; “…las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” (1 Co. 15:33). Me refiero a libros profanos o herejes que tienden a provocar una vida liviana o los que son contrarios a las enseñanzas fundamentales del Evangelio. Sé que se debe permitir que los cristianos tengan su libertad con respecto a cosas que no atañen a la fe, pero esas cosas que atacan la fe o la santidad deben ser abandonadas por todos los cristianos, especialmente por los pastores de las iglesias y las cabezas de familia. Tal como sucedió con Jacob, cuando ordenó a su familia y a todos los que estaban con él que se libraran de los dioses extraños entre ellos y que se cambiaran sus vestidos (Gn. 35:2), dejaron un buen ejemplo, o todos aquellos que, según el relato de Hechos, tomaron sus libros mundanos y los quemaron delante de todos los hombres, aunque valían cincuenta mil piezas de plata (Hch. 19:18-19). El descuido en este asunto ha ocasio nado la ruina de muchas familias, tanto entre los hijos como entre los sirvientes. El que vanos charlatanes y sus obras engañosas desvíen a familias enteras es más fácil de lo que mu chos suponen (Tit. 1:10-11). Ya hemos considerado el estado espiritual de su Ahora veamos su estado exterior.
El estado exterior de la familia
Segundo, tocante al estado exterior de su familia, usted debe considerar estas tres cosas.
- Que es su obligación asegurarse de que cuenten con el sustento necesario, “…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.” (1 Ti. 5:8). Observe que cuando la Palabra dice que debe tener cuidado de los suyos, no le da licencia para descuidarlos, ni permite que el mundo entre en su corazón, ni en su cuenta de banco, ni que se preocupe de los años o días venideros, sino que provea el sustento, a fin de que tengan comida y ropa; y si cualquiera de ustedes, o usted mismo, no se contenta con eso, se sale de los límites del gobierno de Dios (1 Ti. 6:8; Mt. 6:34). De esto se trata trabajar, a fin de contar con los medios para “…ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad…” (Tit. 3:14). Y nunca objete que “a menos que logre tener más, no estaré satisfecho”, porque eso sería falta de fe. La Palabra dice que Dios da de comer a los cuervos, cuida a los gorriones y viste a la hierba. ¿Qué más puede desear el corazón que ser alimentado, vestido y cuidado? (Lc. 12:6-7; 22-31).
- Por lo tanto, aunque usted mantenga a su familia, haga que todo su trabajo sea con moderación: “Vuestra modestia sea conocida de todos los hombres…” (Fil. 4:5 – VRV 1909). Cuídese de no ocuparse tan intensamente de las cosas de este mundo, que llegue al punto de obstaculizar el cumplimiento de sus deberes y los de su familia hacia Dios, los cuales, por gracia, tiene que cumplir, como son: orar en privado, leer las Escrituras y reunirse con otros creyentes. Es indigno que los hombres, junto con sus familias, vayan detrás de este mundo al punto de apartar su corazón de la adoración a Cristianos: “…el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen;… y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa.” (1 Co. 7:29-31). Muchos cristianos viven y actúan en este mundo como si lo espiritual fuera algo secundario y como si este mundo fuera lo único que realmente necesita, cuando en realidad, todas las cosas de este mundo son transitorias, y lo espiritual es lo único verdaderamente necesario (Lc. 10:40-42).
3. Si quiere ser la cabeza de una familia digna de usted, debe ocuparse de que haya armonía cristiana entre los que dependen de usted, como sucede en las familias donde gobierna alguien que teme a Dios.
No permita en su casa libros impíos, profanos o herejes, ni conversaciones del mismo tenor; “…las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” (1 Co. 15:33). Me refiero a libros profanos o herejes que tienden a provocar una vida liviana o los que son contrarios a las enseñanzas fundamentales del Evangelio.
– Debe usted asegurarse de que sus hijos y empleados estén sujetos a la Palabra de Dios porque, aunque le corresponde sólo a Dios gobernar el corazón, Él espera que usted gobierne al hombre exterior, porque si no lo hace, puede en poco tiempo cortar su descendencia (aun todos los varones) (1 S. 3:11-14). Ocúpese, entonces, de que sean sobrios en todas las cosas, en sus vestidos, su lenguaje, que no sean glotones ni borrachos; ni deje que sus hijos maltraten sin razón a sus empleados ni que se traten neciamente los unos a los otros.
– Aprenda a distinguir entre cualquier ofensa que su familia le haya hecho a usted y la que le haya hecho a Dios y, aunque debe ser muy celoso del Señor y no tolerar nada que sea una transgresión abierta contra Él, debe aquí mostrar su discernimiento y pasar por alto y olvidar las ofensas personales: “…el amor cubrirá multitud de ” (1 P. 4:8). No sea como los que se enfurecen, cuyas miradas parecen las de un loco cuando alguien los ofende, pero que se ríen o hacen caso omiso y no reprenden cuando alguien deshonra a Dios.
– “…que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad…” (1 Ti. 3:4). Salomón a veces era tan grandioso en este sentido, que dejaba atónitos a los que lo visitaban (2 Cr. 9:3-4).
La condición de la esposa
Pero pasemos de lo general a lo particular, ¿tiene usted una esposa? Debe considerar cómo se comporta en esa relación y, para hacerlo correctamente, tiene que considerar la condición de su esposa, si realmente cree o no.
Primero: Esposa creyente: Si cree, entonces:
- Tiene usted el compromiso de bendecir a Dios por “Porque su estima sobrepasa… a la de las piedras preciosas.” Y ella es la bendición de Dios para usted y es para su gloria (Pr. 12:4; 31:10; 1 Co. 11:7). “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura: la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.” (Pr. 31:30).
- Debe amarla por dos razones: – Es su propia carne y hueso: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne…” (Ef. 5:29). – Es, junto con usted, heredera de la gracia de la vida (1 P. 3:7). Esto, digo, debe motivarlo a amarla con amor cristiano; amarla, creyendo que ambos son los muy amados de Dios y del Señor Jesucristo, y que estarán juntos cuando disfruten de la vida eterna con Él.
- Debe conducirse usted hacia ella y delante de ella como lo hace Cristo hacia Su Iglesia y delante de ella; como dice el apóstol Pablo: Los hombres deben amar a sus esposas “…así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella…” (Ef. 5:25). Cuando los esposos se comportan como deben, entonces no serán sólo esposos, sino el cumplimiento de una ordenanza de Dios para la esposa, que le predica a ella la conducta de Cristo hacia su esposa. Una dulce fragancia envuelve las relaciones de los esposos y esposas que creen (Ef. 4:32); la esposa, digo, significando la Iglesia, y el esposo, a su Cabeza y Salvador “…porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia…” (Ef. 5:23), y Él es el Salvador del Cuerpo.
Este es uno de los propósitos principales por el cual Dios instituyó el matrimonio, que Cristo y Su Iglesia, figuradamente, estén dondequiera que haya una pareja que cree por gracia. Por lo tanto, el esposo que se comporta indiscretamente hacia su esposa, no sólo se comporta contrariamente a la regla, sino que provoca que su esposa pierda el beneficio de tal ordenanza, frustra el misterio de su relación.
Por lo tanto, digo: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia…” (Ef. 5:28- 29). Cristo dio su vida por Su Iglesia, cubre sus debilidades, le transmite Su sabiduría, la protege y la ayuda en sus asuntos en este mundo; y lo mismo debe hacer el esposo por su esposa. Salomón y la hija de Faraón dominaban el arte de hacer esto, como pueden comprobarlo en el Cantar de los Cantares. Por lo tanto, cargue con las debilidades de ella, ayúdela en sus enfermedades, hónrela como al vaso más débil y tenga en cuenta la fragilidad de su cuerpo (1 P. 3:7).
Debe usted asegurarse de que sus hijos y empleados estén sujetos a la Palabra de Dios porque, aunque le corresponde sólo a Dios gobernar el corazón, Él espera que usted gobierne al hombre exterior, porque si no lo hace, puede en poco tiempo cortar su descendencia (aun todos los varones) (1 S. 3:11-14). Ocúpese, entonces, de que sean sobrios en todas las cosas, en sus vestidos, su lenguaje, que no sean glotones ni borrachos; ni deje que sus hijos maltraten sin razón a sus empleados ni que se traten neciamente los unos a los otros.
En resumen, sea tal esposo para su esposa creyente que ella pueda decir que Dios no sólo le ha dado marido, sino un esposo que demuestra todos los días la conducta de Cristo hacia Su Iglesia.
Segundo: Esposa inconversa o carnal
Segundo, si su esposa es inconversa o carnal, también tiene un deber que cumplir, el cual está obligado a cumplir por dos razones: 1. Porque ella corre el continuo peligro de la condenación eterna. 2. Porque es su esposa la que está en esta condición impía.
¡Oh! ¡Qué poco sentido del valor de las almas hay en el corazón de algunos maridos, que manifiestan una conducta poco cristiana hacia sus esposas y delante de ellas! Ahora bien, si quiere tener las cualidades de una conducta apropiada:
- Piense seriamente en el estado desgraciado de ella, a fin de que su corazón anhele la salvación de su alma.
- Cuídese de que debido a una conducta incorrecta suya, no tenga ella ocasión de justificar sus propias impie Y aquí necesita ser doblemente diligente porque ella reposa en su seno y, por lo tanto, puede percibir aun la falta más pequeña en usted.
- Si ella se comporta indebida o incontrolablemente, como bien puede ser porque vive sin Cristo y sin Su gracia, entonces esfuércese por vencer la maldad de ella con su propia bondad, los infortunios de ella con su propia paciencia y Es una vergüenza para usted, que vive bajo otros principios, comportarse como ella.
- Aproveche las oportunidades para convencerla. Observe su estado de ánimo, y cuando parece bien dispuesta, háblele a su corazón.
- Cuando hable, hágalo con propósito. No es necesario decir muchas palabras, sólo las Job, en pocas palabras, respondió a su esposa y la desvió de sus palabras necias: “Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?…” (Job 2:10).
- Haga todo sin amargura y sin la menor apariencia de enojo: “… que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.” (2 Ti. 2:25-26). “¿… salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (1 7:16).
Elstow/Reino Unido.
John Bunyan
Fue un escritor y predicador cristiano inglés, famoso por su novela El Progreso del Peregrino. Recibió muy poca educación. Era hijo de un comerciante de Bedfordshire. Fue detenido por predicar sin licencia. Sin embargo continuaba predicando.