AVANZANDO EN LA PRESENCIA DE DIOS

“Una mujer ociosa y descuidada en la oración, la lectura y estudio de las Escrituras, siempre, siempre tendrá un ancla que la ate a este mundo de vanidades ilusorias.Anónimo        

Cuando nuestra mirada está en otras cosas, y no en el Señor, siempre estaremos en un alto riesgo de desviarnos y de perder el propósito eterno de Dios para nuestra vida. Los afanes de la vida y las múltiples tareas nos roban las oportunidades de ir a los pies de nuestro Señor para ser enseñadas, instruidas, consoladas y transformadas por Él.

Muchas mujeres hoy en día, jóvenes y mayores, están viviendo vidas frustradas, desordenadas y agotadas; ingenuamente, muchas de nosotras caemos en esto con demasiada frecuencia. Creo que la razón principal, en la mayoría de los casos, es que no tenemos a Cristo como el centro de nuestras vidas, no tenemos tiempo para estar a solas con Él, no hemos cultivado una relación íntima con Dios, no vivimos en Su Palabra.Y por esta razón, no experimentamos la llenura del Espíritu Santo en nosotras porque no pasamos tiempo de calidad en la oración y la comunión con el Señor. No invertimos en ello el tiempo suficiente y, por ende, fallamos en todo lo demás.

Algunas podrían justificarse diciendo: “Yo no tengo tiempo para leer mi Biblia. No tengo tiempo para tener una hora tranquila o una hora santa con el Señor”. Otras quizás piensan: “Cuando trato de leer u orar mi mente divaga, no puedo concentrarme”. O tal vez dirían: “¿Qué hago, si tengo niños pequeños?” O: “Estoy demasiado cansada, no tengo fuerzas.Tengo que responder con mi universidad”. O: “Tengo demasiada carga en mi trabajo”; O: “Tengo un esposo y una familia muy exigentes”.Todas nosotras tenemos estas luchas, y debemos determinar cómo y de qué manera podemos enfrentarlas.

Eligiendo las prioridades 

Alguien dijo algo muy importante: “Elige las prioridades para tu vida, y luego construye tu vida en torno a esas prioridades”. No existe tal cosa como ser cristianas a medias o solamente de nombre, o ser cristianas de domingo, o de iglesia ¡Bíblicamente hablando, eso no existe! El cristianismo verdadero incluye una comunión diaria con Dios que se expande a todas las áreas de nuestra vida.

Muchas mujeres hoy en día, jóvenes y mayores, están viviendo vidas frustradas, desordenadas y agotadas; ingenuamente, muchas de nosotras caemos en esto con demasiada frecuencia. Creo que la razón principal, en la mayoría de los casos, es que no tenemos a Cristo como el centro de nuestras vidas, no tenemos tiempo para estar a solas con Él…

Nuestra vida familiar, nuestras relaciones laborales, nuestra responsabilidad como estudiantes, como empleadas, nuestra vida como miembros de la iglesia, nuestro rol como madres y esposas tienen su lugar, pero sobre todas las cosas somos hijas de Dios, llamadas a la comunión con Jesucristo. Y cuando no estamos viviendo esto, todo lo demás resulta perjudicado.

Susana Wesley 

Y déjame, por favor, contarte algunas cosas de la vida de nuestra hermana Susana Wesley, lo cual nos ayudará a ver un ejemplo de cómo sí podemos priorizar nuestra vida con el Señor. Susana Wesley fue madre de 19 hijos. A ella se le conoce como la fundadora del Metodismo. Susana atendía con diligencia todos los quehaceres de su casa, incluso los concernientes a la administración de los recursos, y todo lo referente a la agricultura. Sin embargo, ella apartaba dos horas para la devoción a solas con el Señor. Fue una mujer inteligente, apasionada por los estudios, aprendió griego, latín y francés. Susana fue la fuente principal de educación para sus hijos y, a pesar de ser conocida como una mujer frágil, ella tomaba tiempo en la mañana y en la tarde para estar a solas con Dios, para estudiar y meditar las Escrituras; no importaba lo que sucediera, ella colocaba el reloj y, apenas éste sonaba, ella se disponía en su cuarto para buscar la comunión con Dios. Debido a que muchas veces su esposo estaba ausente, ella se dispuso a dar el servicio a sus hijos los días domingos, tomando sermones de su padre o de su esposo. Rápidamente, estos servicios se hicieron famosos, al punto que se llegaron a reunir hasta doscientas personas en su hogar para compartir sus servicios familiares. Susana Wesley también dedicó tiempo a la Escritura, dejando excelentes materiales y cartas literarias. Susana forjó en sus hijos un amor profundo por el Señor. Ella manifestaba siempre que orar era necesario, no solamente por estar en oración, sino para estar siempre en la presencia del Señor.

No existe otra alternativa. Somos deudoras suyas y debemos vivir como tales. El Señor renueve nuestro entendimiento y podamos ser transformadas e inspiradas a hacer todos aquellos cambios necesarios para poder honrar con nuestras vidas el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Por esta causa, dejaré aquí algunos consejos provenientes de la Palabra del Señor y de la vida de mujeres piadosas, para cultivar esta importante práctica en nuestras vidas.

  1. Buscad primeramente el Reino de Dios

La Palabra del Señor nos insta en Mt. 6:31 al 33: “No os afanéis… ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”

Nuestra vida familiar, nuestras relaciones laborales, nuestra responsabilidad como estudiantes, como empleadas, nuestra vida como miembros de la iglesia, nuestro rol como madres y esposas tienen su lugar, pero sobre todas las cosas somos hijas de Dios, llamadas a la comunión con Jesucristo.

Como dije anteriormente, la causa de gran parte de todos estos problemas está en que cada día vivimos muy afanadas por asuntos que la Palabra del Señor establece como añadiduras, no que esto no tenga su lugar en la vida, mas la Palabra del Señor nos dice que debemos buscar primeramente el Reino de Dios y Su Justicia, y nos muestra entonces que todas las demás cosas serán añadidas; es decir, que si estamos alineadas con el Señor en nuestro día a día entonces veremos cómo las cosas que necesitamos estarán también ahí. Entendemos que este es un consejo importante para todos y, en este caso, para nosotras como mujeres que normalmente estamos afanadas y turbadas cual Marta. Debemos buscar primeramente al Señor, es decir, darle el primer lugar en todo, porque el Padre Celestial sabe de qué cosa tenemos necesidad.

Recuerda en cuántas ocasiones hemos experimentado que, de manera sobrenatural y muy providencial, llega la ayuda que necesitamos para tal o cual labor o para nosotras mismas en asuntos naturales del diario vivir. Quiero resaltar del pasaje lo siguiente: “…pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.” Amadas hermanas del Señor, tenemos un Padre Celestial que quiere ser conocido también bajo esta preciosa figura de padre. Las que somos madres, o incluso como hijas, hemos visto cómo nuestros padres naturales, sabiendo de qué tenemos necesidad, han provisto todas aquellas cosas; es así como nuestro Señor también quiere ser conocido: como nuestro Padre que con amor provee para nosotras, porque sabe exactamente de qué tenemos necesidad. Entonces, el primer consejo que recibimos a través de Su Palabra es venir con confianza a buscar primeramente el Reino de Dios, porque nuestro amado Padre, que sabe todas las cosas y sabe de qué tenemos necesidad, nos dará también todas estas añadiduras según Su buena voluntad, no según nuestra caprichosa voluntad, sino según lo que más nos convenga.

  1. Levántate más temprano para tener comunión con el Señor y ofrece al Señor las primicias de tu día

El conocido predicador Charles Spurgeon decía: “Sería bueno tener por norma no buscar a nadie por la mañana hasta no haber buscado el rostro de Dios”.Y la Escritura nos muestra el ejemplo de Jesús (Mr. 1:35): “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. 

Sé que este es un hábito que no muchas hermanas han desarrollado, mas el mismo Señor Jesucristo lo hacía para estar a solas con Su Padre cada día, y nos está invitando a imitarlo.

Ahora, amada hermana, no puedo decirte a qué hora es temprano para ti. Lo que estos pasajes nos dejan ver con claridad es que nuestro Señor daba las primicias de su día para tener comunión con Su Padre. Él sabía que tendría días muy agitados y que antes de comenzar Su ministerio necesitaba presentarse primero ante Su Padre para atender y escuchar Su voluntad. Dicho esto, quiero tomar este consejo para animarte a organizar tu tiempo, de manera que puedas presentarte ante tu Padre con las primicias de tu día antes de que los afanes de este mundo puedan absorber tu tiempo con el Señor. El salmista dice: “Por la mañana hazme oír tu misericordia” (Sal. 143:8).

En mi caso, tengo una familia que inicia muy de mañana sus labores y, por experiencia propia, cuando no puedo tener mi tiempo con el Señor, experimento días muy difíciles en los cuales me siento débil para afrontar los desafíos del día. Entonces, para mí es importante poder estar con el Señor en las madrugadas a fin de escuchar Su voz y ver Su rostro, y ser for- talecida y dirigida por el Señor.“Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a ti,y con ansias esperaré.” (Sal. 5:3).

El conocido predicador Charles Spurgeon decía: “Sería bueno tener por norma no buscar a nadie por la mañana hasta no haber buscado el rostro de Dios”.

Tal vez, querida hermana, para ti sea diferente y puedas estar con el Señor un poco más tarde. Lo importante aquí es poder identificar el tiempo perfecto para estar a solas con el Señor en oración y en la lectura de Su Palabra, a fin de poder ofrecerle las primicias de tu día.

  1. Aparta un tiempo específico para cultivar la oración

Adicional a nuestro tiempo con el Señor en las mañanas, debemos saber que para tener una buena vida de oración, debemos tener otros momentos específicos durante el día (ojalá pudiéramos tener un horario) para desarrollar una práctica constante de la oración. Mira lo que decía el salmista David (Sal. 55:17): “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz.”

Mira esa frase: “Tarde y mañana y a mediodía…” ¡Qué bueno es poder mirar el ejemplo de hombres de oración como el salmista David y como Daniel! Todas las virtudes que vemos en Daniel se debían a que él tenía una buena vida secreta: Tres veces al día se presentaba delante de Dios en oración. Cuando vemos las palmeras que son azotadas por los huracanes, pero no se caen, nos están enseñando una gran lección: la raíz debe ser más profunda que lo externo. Si mi vida íntima, mi vida de oración es profunda, mi vida externa va a poder sostenerse en medio de cualquier situación. Mira lo que dice la Escritura sobre Daniel: “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado (el cual prohibía orar a otro dios que no fuera el rey), entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.

Las Escrituras nos dejan ver cómo hombres y mujeres piadosos estaban a los pies del Señor en oración de una manera constante y organizada “tres veces al día”. Esto hizo la diferencia en sus vidas. Allí muchos encontraron el poder de la gracia divina; la dirección y sabiduría para hacer todas las obras que les fueron encomendadas; el gozo, la paz y el amor del Salvador para sus almas; todo esto en el glorioso tiempo de oración. Mi querida hermana, muchas veces ordenar nuestras vidas es ordenar nuestro tiempo de oración

¡El Señor nos ayude a todas en este aspecto!

  1. Estudia juiciosa y constantemente la Palabra de Dios

“Oh, Señor, santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Déjame animarte aún en este momento a una cosa muy importante: a ser una mujer de la Palabra, a leerla, estudiarla, meditarla y vivirla. Si esta no es una práctica en tu vida, hoy te quiero animar a ello ¡Nunca es demasiado tarde para comenzar! ¡Comienza hoy mismo! Ora al Señor que despierte en ti este deseo y te dé la disciplina necesaria; recuerda que Él da el querer, así como el hacer, mas toma la determinación en tu corazón de que vas a ordenar tu vida alrededor de la Palabra de Dios y su enseñanza haciéndola tu prioridad. Esto es indispensable, tanto en tu vida como en la mía. Necesitamos cada vez más, tener un conocimiento profundo de Dios y Sus caminos. Debemos leer la Palabra para buscarlo a Él, desarrollar una relación con Él enraizada en Su revelación escrita.Y no se puede hacer esto sin una fiel entrega y un sacrificio diario. Debemos ser constantes, coherentes y regulares en este trabajo. La meditación, lectura y estudio de la Palabra transformarán radicalmente nuestra vida.

Puedes comenzar escogiendo un libro de las Escrituras para estudiarlo ordenadamente, pasaje por pasaje, versículo por versículo; lee el libro de principio a fin para poder identificar el propósito del libro, el tema; quién lo escribió, a quién está dirigido; resalta las palabras fundamentales, repetidas; trata de mirar el contexto histórico. Una vez tengas esto, mira lo que el Señor quiere decirte por medio de estas palabras ¿Qué te habla? ¿Qué verdad está forjando en ti? Recuerda estar siempre meditando en Su Palabra, leerla en oración.También puedes profundizar acerca del libro escogido previamente, leyendo comentarios de siervos serios de Dios que hablen sobre dicho libro; la interpretación de buenos maestros te ayudará a entender un poco más ese libro.

  1. Edificándonos con material para mujeres

Otra buena práctica es acompañar tu tiempo de devoción con material espiritual que edifique tu vida. Puedes buscar en base a temas de tu interés para saber más sobre el consejo del Señor para tu vida. Hay desafíos particulares que vivimos las mujeres, sean solteras, viudas, luchas que tenemos las madres, esposas, y en nuestro rol como mujeres cristianas.Y la iglesia ha acumulado gran contenido y sabiduría distribuidos en libros, programas, biografías, entrevistas, enseñanzas y conferencias, todo esto a nuestra mano para poder crecer en nuestra vida y comunión con el Señor. Desperdiciar tales riquezas sería una pena y un desastre para nuestras vidas. Podríamos decir con certeza que casi sobre todo asunto que aqueja nuestra alma, Dios ya ha provisto grandes porciones de Su gracia a Su pueblo. En este caso es bueno recurrir al consejo de mujeres sabias o de cristianos maduros que nos puedan recomendar buenos libros, predicadores confiables, ministerios femeninos bíblicos, y material libre de engaño y levadura espiritual. Todo esto también ha sido una poderosa herramienta espiritual para el crecimiento de muchas mujeres en el camino de la fe.

Debemos leer la Palabra para buscarlo a Él, desarrollar una relación con Él enraizada en Su revelación escrita.Y no se puede hacer esto sin una fiel entrega y un sacrificio diario. Debemos ser constantes, coherentes y regulares en este trabajo. La meditación, lectura y estudio de la Palabra transformarán radicalmente nuestra vida.

Nunca es tarde

Todos estos pequeños consejos pueden hacer la diferencia. Nunca llegaremos a grandes cosas si no comenzamos con pequeñas cosas. Nunca tendremos resultados diferentes si seguimos haciendo lo mismo todo el tiempo. Es necesario hacer un alto en nuestro camino y volver nuestro corazón a Dios, pedir perdón, rogar Su gracia, y tomar medidas necesarias para cambiar. Hemos sido descuidadas en asuntos que deberían ser nuestra prioridad. Dios, por su Espíritu, nos llama la atención, no sólo para exhortarnos, sino con el fin de despertarnos de nuestro letargo espiritual y ayudarnos en este nuevo camino.

Busquemos insistentemente un mayor tiempo de comunión con Dios, amemos Su Palabra, esforcémonos en ella, démosle la prioridad a Dios en nuestra vida y veremos que todas las cosas nos serán añadidas, y nuestra vida será transformada radicalmente.

“Señor, abrázame con tanta pasión que me enternezca y me una de tal manera a ti que jamás quiera separarme. Abre los cielos; ven, Señor Jesús, derriba la puerta de mi corazón y toma mi vida”. (Nancy Leigh DeMoss)

Bogotá / Colombia

Diana Ramírez

Colaboradora y escritora del ministerio Tesoros Cristianos. Nacida en la ciudad de Florencia (Caquetá). Servidora en la iglesia local donde reside. Dichosamente casada con Pablo David Santoyo y bendecida por el Señor con su hija Salomé.