EL PELIGRO DE LAS REDES SOCIALES

“Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.  (1 Corintios 10:23)

 

Mientras escribo este artículo, el mundo toma decisiones acerca de la posibilidad de continuar con la popular aplicación de la mensajería instantánea

WhatsApps’, debido al cambio de su política de privacidad.

¿Pero será sólo el tema de la privacidad y la exposición a la publicidad el único peligro de las redes sociales, o existen otros aspectos aún más serios a considerar? ¿Qué hay de bueno y de malo en las redes sociales? ¿Es sólo un problema potencial para la población joven? ¿Cómo puedo detectar que las redes se están convirtiendo en un problema para mí, y cómo avanzar hacia la solución? ¿Qué medidas preventivas deberían considerar los individuos y las familias antes de que la situación los desborde? Como cristianos, debemos conocer qué dice Dios en Su Palabra con respecto a este tema muy actual.

Lo bueno de las redes sociales

En tiempos de distanciamiento social por la pandemia, encontramos en las plataformas tecnológicas una muy útil herramienta para seguir conectados. Así, muchos pudieron continuar, de manera virtual, dictando o tomando clases, desde la básica hasta la superior; otros realizaron teleconsultas a sus pacientes. Pero lo más importante ha sido que se continuaron las reuniones cristianas por este medio; de hecho, se vio un aumento en la participación, además de que pudimos interconectarnos, de manera regular, aun con hermanos de otros países, hecho que sólo se producía anteriormente de manera excepcional. También debemos mencionar a su favor que estas plataformas pueden constituirse en una ventana permanentemente abierta para la predicación del Evangelio y para la promoción de material de edificación para la Iglesia.

De este modo reconocemos, de manera positiva, que las redes y la tecnología permiten ampliamente la comunicación, como nunca antes había existido en la historia de la humanidad.

En tiempos de distanciamiento social por la pandemia, encontramos en las plataformas tecnológicas una muy útil herramienta para seguir conectados. Así, muchos pudieron continuar, de manera virtual, dictando o tomando clases, desde la básica hasta la superior; otros realizaron teleconsultas a sus pacientes. eces prolongado y silencioso), y no encuentra otra manera de hacerlo.

Sin ser exhaustivos, otros aspectos positivos que han sido considerados incluyen: Actualización de noticias en tiempo real, facilidad para encontrar personas con quienes compartimos intereses y aficiones, acceso a todo tipo de consejos, guías, tutoriales y manuales que nos ayudan en nuestro día a día, desde cómo hacer algún remedio casero o una receta de cocina, hasta cómo resolver el más complicado problema de cálculo infinitesimal. Las redes sociales han permitido promocionar negocios y nuevos emprendimientos y, de hecho, las tiendas virtuales han revolucionado el mercado.

Peligros evidentes de las redes sociales 

Pero no todo es bueno. También debemos reconocer serios peligros, tales como la suplantación de identidad, la cual se volvió frecuente con el uso de perfiles falsos. Abundan en estos días diversas clases de delitos cibernéticos: las estafas, la extorsión, y el chantaje, los cuales se han vuelto comunes. Muchos se han vuelto expertos en técnicas de engaños y estafas virtuales. Los jóvenes abandonados por sus padres son víctimas de acoso cibernético, maltrato, abuso y agresión a través de las redes sociales, desencadenando una epidemia de bajo rendimiento académico, depresión, ansiedad, sentimientos de soledad y cambios en los patrones de sueño y de alimentación, que pueden alterar seriamente la vida de las personas; a esto hay que añadir las altas tasas de obsesión compulsiva en la cual viven jóvenes que no conciben estar desconectados de la red. También tenemos un aumento de delitos sexuales en la red. Internet se volvió la cueva ideal de pedófilos y pederastas, quienes, ganando la confianza de menores o adolescentes, mediante el engaño, llevan a sus víctimas a la tragedia del abuso sexual.

Peligros de las redes sociales no tan evidentes 

Pasando a otro grupo de peligros que pasan sutilmente desapercibidos, pero que potencialmente pueden ser muy peligrosos para la vida espiritual, moral y social de las personas, podríamos hablar del exhibicionismo selectivo que satura la mayoría de las redes sociales. Se exhibe una sola cara de nuestra vida, la atractiva, donde abundan el dinero, los éxitos, viajes, compras y alegrías, dejando a un lado los despidos en el trabajo, las rupturas amorosas, las crisis económicas… o todo aquello que nos pueda hacer sentir vulnerables o inferiores a los demás. Parece que las redes sociales se han convertido en un asunto donde “todo es vanidad” (Ec. 1:2), tal como lo decía el rey Salomón, y donde abunda realmente la excesiva vanidad. Desde las exageraciones de currículum y experiencia profesional en LinkedIn, hasta cierto tipo de filtros en fotos en Instagram para ocultar aquellas partes de nuestro cuerpo que no nos agradan. La obsesión por los ‘retuits’ y la reproducción de nuestros videos se volvió un elemento de alegría o profunda tristeza. Los hombres que siempre están buscando llamar la atención sobre sí mismos, encontraron en la guarida de las redes un lugar donde exaltar y promocionar su ‘yo’. Todas estas tentaciones son características de una generación sin Dios, sin Cristo y sin propósito para su vida; generación presa de los intereses económicos de multinacionales, y caracterizada por corazones vacíos, hambrientos y dependientes. Lo que el hombre busca en las redes sociales es aquella tan anhelada “felicidad y realización”, que sólo verdaderamente podrá encontrar cuando venga humildemente en arrepentimiento y fe a los pies de Cristo y Su Evangelio.

La familia de los “huérfanos digitales”

Los padres de hoy tenemos un nuevo desafío ante nosotros: saber utilizar la tecnología a favor, y cuidar de sus peligros. Lastimosamente, ahora es muy común encontrar a padres y madres de familia que, de manera inconsciente, prestan mayor atención a sus celulares que a sus hijos. Huérfanos digitales es el concepto que se les ha dado a los niños, niñas y adolescentes, hijos de padres adictos a la tecnología en tal grado, que prestan mayor atención a los dispositivos móviles o computadoras que a su mismo hijo o hija. Estas familias se caracterizan porque en los tiempos de comida (si acaso la tienen juntos) no existe una conversación fluida, sino que se ve interrumpida por el uso de los celulares. A pesar de que estos niños reciben los cuidados fundamentales para su desarrollo, sin embargo, carecen de apego emocional por parte de sus padres, de dirección espiritual y de disciplina moral, lo cual genera graves consecuencias, tales como inmoralidad, rebeldía, inseguridad y problemas en sus relaciones interpersonales presentes y futuras. El uso excesivo de la tecnología y la falta de atención a los hijos, convierte a los niños y jóvenes en seres retraídos, aislados y propensos a malas influencias. Se rompe el lazo del amor y del vínculo familiar, tan indispensable en el impacto de las futuras generaciones que estamos criando para Cristo. Los padres que crían en el temor del Señor a sus hijos, que tienen conversaciones profundas y trascendentales con ellos, que realizan el culto familiar regularmente, que conocen y suplen las necesidades emocionales y espirituales de sus hijos, que juegan y se divierten con sus hijos, son cada vez más escasos; y los que hay están más propensos a las sutilezas y trampas de un mundo digital cada vez más poderoso, donde escasea el amor de Cristo y Su verdad.

¿Podrías tú estar adicto a las redes?

En este punto, la pregunta que demanda una respuesta honesta es: ¿Controlas el manejo de tus redes sociales o ellas te están controlando? Hay algunas señales que pueden ayudarte a conocer tu nivel de dependencia de dichas redes:

  • Si lo primero que haces al abrir los ojos, en vez de invocar el nombre del Señor y orar, es consultar tus redes sociales en busca de novedades.
  • Si revisas con más frecuencia tus redes que tu Biblia.
  • Si conoces más tu lista de contactos y sus publicaciones que a los hermanos de tu iglesia local.

Se exhibe una sola cara de nuestra vida, la atractiva, donde abundan el dinero, los éxitos, viajes, compras y alegrías, dejando a un lado los despidos en el trabajo, las rupturas amorosas, las crisis económicas… o todo aquello que nos pueda hacer sentir vulnerables o inferiores a los demás. 

  • Si exploras con avidez las publicaciones de tus “amigos” en busca de sus nuevos acontecimientos, y te sobreviene el pensamiento de que su vida es mejor que la tuya.
  • Si estar con los hermanos de la iglesia o familiares no es un impedimento para estar revisando constantemente tu celular.
  • Si caes en el exhibicionismo y la necesidad de publicar y fotografiar todo lo que te sucede, desde tus comidas diarias hasta tu pose antes de dormir.
  • Si sustituyes las conversaciones cara a cara por las charlas a través de internet, en las cuales te sientes más cómodo.
  • Si prefieres el culto ‘online’, que asistir presencialmente a las reuniones de la iglesia.
  • Si te mantienes en línea casi todo el día.
  • Si salir de casa sin tu teléfono es sinónimo de estrés y taticardia.

Hoy existe un desorden llamado ‘nomofobia’, que consiste en el miedo irracional a permanecer un intervalo de tiempo sin el celular. El término, que es un acrónimo de la expresión inglesa “no-mobile-phone phobia”, fue acuñado durante un estudio realizado por la oficina británica de correos Royal Mail, y encargado al instituto demoscópico YouGov (estudia las orientaciones y la opinión pública sobre algún asunto) para estimar la ansiedad que sufren los usuarios de teléfonos móviles. Como hay gente que sólo se convence cuando tiene los números delante, ya existen aplicaciones para estimar el tiempo consumido en las redes. Por ejemplo, FaceUp es una aplicación que acumula estadísticas sobre el tiempo que usas el celular, al igual que Checky, que te da la información sobre cuántas veces has consultado el teléfono ese día y dónde; o Moment Family, que rastrea el uso del celular y establece un límite para toda la familia. “La vida es lo que pasas mientras miras la pantalla del Smartphone”, es el lema de FaceUp. Podríamos hacer el ejercicio y escudriñar nuestro diario vivir para ver cómo está nuestra vida espiritual en esta área.

Consejos para iniciar la desintoxicación

El primer punto para solucionar un problema es reconocerlo. Una vez hayamos admitido que tenemos debilidad y somos propensos a pecar en esta área, podemos comenzar a tomar algunos pasos prácticos en la gracia de Dios para vencer en este asunto y retomar el control.

1. Desconéctate, y ten prioridades. Jesús decía: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo…” (Mt. 5:29). Si tenemos cosas que nos están haciendo pecar, debemos sacarlas de nuestra vida. Desconectarnos en ciertos momentos del día sería un buen comienzo: una hora antes de acostarte y en períodos del día, especialmente en tus horas de devoción personal y cuando estés con tu esposa y/o hijos, deja tus dispositivos fuera de la habitación y en modo avión; eso sería una manera de priorizar tu vida espiritual y las relaciones personales antes que las virtuales.

“La vida es lo que pasas mientras miras la pantalla del Smartphone”, es el lema de FaceUp. Podríamos hacer el ejercicio y escudriñar nuestro diario vivir para ver cómo está nuestra vida espiritual en esta área.

2. Usa las redes para edificación: Dios le habló a Habacuc: “…Escribe la visión, y grábala en tablas, para que corra el que la lea. ” (Hab. 2:2; versión LBLA). Si tienes redes sociales úsalas de manera sabia y edificante. Como cristianos deberíamos usar todos los medios a nuestro alcance para la expansión del Evangelio y la verdad de Cristo. Cuántos amigos, familiares y hermanos en la fe tenemos que necesitan desesperadamente una voz de esperanza. Si el diablo y sus hijos usan estas herramientas para contaminación, ¿no debería esto animarnos para ser luz en estas esferas? Damos gracias a Dios por todos los ministerios que propagan la verdad de Dios a través de estas herramientas actuales y de alta difusión.

3. Organiza tu tiempo: Andad sabiamente… redimiendo el  tiempo. ” (Col. 4:5). Son muchas las personas que consultan el móvil a lo largo del día para ver qué ha pasado y qué cosas han subido o compartido sus contactos. Y al final, la suma de esos ‘breaks’ (o rupturas) resulta en un total de tiempo empleado en redes que no se ha dedicado a otras tareas, ya sean a nivel personal, espiritual, familiar o laboral. Esta pérdida de tiempo puede ser una de las más peligrosas sutilezas en este asunto; por eso, debemos ser vigilantes y hacer una administración sabia de nuestro tiempo. Organizar nuestra vida basada en prioridades dará un curso sabio y fructífero a nuestro tiempo y fuerzas. Horas para la lectura de la Palabra, oración, deberes diarios, tiempos familiares, actividades eclesiásticas, comidas y otras cosas, deben estar en nuestra agenda diaria. Optimizar el tiempo nos ayudará para darle el lugar debido a aquello que podemos considerar ocio o entretenimiento, sin abusar de ello y sin que llegue a dominarnos. Reorganiza tus prioridades. Es fácil dejar para lo último actividades importantes, mientras consumes valiosos minutos de tu día haciendo ‘click’ para mirar la vida de otros, mientras pierdes el control de la tuya.

4. Aspectos prácticos: Responde tu correo electrónico en una “sola sentada”. Puede que ya uses este truco para el correo electrónico, pero si no lo has hecho, es muy sencillo: en lugar de responder cada mensaje que llega e interrumpe tu día, asigna diez minutos, cuando estés libre, para responder a todo lo que haya llegado en las últimas dos horas. Esto liberará mucho tiempo y ancho de banda mental. No mezcles el tiempo de trabajo y las redes sociales, ¡cómo si no estuvieras ya lo suficientemente distraído en el trabajo! No revises tus cuentas personales de redes sociales hasta que estés en un descanso.

El fondo del problema 

Jesús dice: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mt. 6:21). Jóvenes y adultos han puesto su tesoro en la distracción y entretenimiento de las pantallas, han puesto su corazón en falsas promesas de las redes sociales. Conscientes o no, a cada instante se lleva a cabo una lucha, y la mente es el campo de batalla.Y por la sobreexposición a contenidos que no edifican, desvían la atención y consumen el tiempo de lo que sí realmente edifica, y nos hacemos más y más vulnerables. A este tipo de cuidado y vigilancia nos llama el elocuente proverbio: “Con toda diligencia, guarda tu corazón; porque de él brotan los manantiales de la vida.” (Pr. 4:23; LBLA). Jesús, en Su Evangelio, dirige nuestro amor a Dios por sobre todas las cosas, y de manera íntegra (Mt. 22:37). Somos responsables de lo que pongamos delante de nuestros ojos. El salmista decía: “Me negaré a mirar cualquier cosa vil o vulgar…” (Salmo 101:3; NTV). La alternativa para alimentar nuestra mente está en Filipenses 4:8 (versión Lenguaje Actual):

Finalmente, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo que merece respeto, en todo lo que es justo y bueno; piensen en todo lo que se reconoce como una virtud, y en todo lo que es agradable y merece ser alabado.”

Esclavitud o libertad

En la primera carta de Pablo a los Corintios, versículos 6:12 y 10:23, se nos enseña que todas las cosas nos son lícitas o permitidas, pero no todas nos convienen, no todas nos edifican y no podemos dejarnos dominar por ninguna. Habiendo reconocido algunas de las bondades de las herramientas tecnológicas, en general, y de las redes sociales, en particular, debemos admitir que no es el uso, sino el abuso de las mismas las que han terminado ocupando mucha atención en nuestras vidas y consumiendo tiempo y energía, desorganizando nuestras prioridades y desplazando actividades vitales, como el tiempo para la familia, la actividad física, la lectura y la oración.

 “Andad sabiamente… redimiendo el ” (Col. 4:5). Son muchas las personas que consultan el móvil a lo largo del día para ver qué ha pasado y qué cosas han subido o compartido sus contactos. Y al final, la suma de esos ‘breaks’ (o rupturas) resulta en un total de tiempo empleado en redes que no se ha dedicado a otras tareas, ya sean a nivel personal, espiritual, familiar o laboral.

Hoy, un creyente puede pasar fácilmente varias horas al día en las redes sociales, pero le cuesta permanecer unos minutos en la oración, lo cual demuestra que ha perdido el control y, lentamente, ahora son las redes las que lo manejan o dominan y, como lo señalan los versículos ya citados, esto no conviene, ni edifica. Es el momento de iniciar los correctivos.

John Piper, escritor cristiano, señala: “Los dos motivos bíblicos de por qué se debe luchar para liberarse de cualquier tipo de dominio, son: primero, porque la esclavitud es tan peligrosa; y segundo, porque ¡la libertad es tan maravillosa!

La esclavitud es realmente peligrosa. El persistente rechazo a decir “¡No!” a una costumbre dominadora, implica el riesgo de que tu conciencia se endurezca, de modo que ya no te sientas culpable por dicha esclavitud. Y después, otras costumbres se justificarán más fácilmente, y pronto podría suceder que todo el concepto bíblico de lucha espiritual, vigilancia, abnegación y autocontrol, desaparezca de tu vida. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!” (1 Co. 10:12) ¿Crees que estás más allá de la posibilidad de que tu fe naufrague? ¿De dónde crees que surgen los desviados de la doctrina bíblica y los apóstatas? Son gente que, poco a poco, ignoran la voz de Dios en sus propias conciencias con respecto a cosas que, aparentemente, no son importantes, pero que realmente sí lo son.

La segunda razón por la que debemos luchar para liberarnos de toda esclavitud es porque la libertad es realmente maravillosa. El apóstol Pablo dice: “Bienaventurado (dichoso) el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.” (Ro. 14:22).

¡Ceder de forma persistente a los excesivos deseos del cuerpo, en contra de la voz de la conciencia, implica una vida de miseria! Pero enfrentarse y hacer lo contrario, aprovechar la Ley del Espíritu de Vida interior, y sentir que uno mismo tiene el fruto del dominio propio, doblegando al cuerpo rebelde para que se someta, de modo que ya no sea un maestro, sino un sirviente… ¡Eso sí que es alegría y victoria!

Querido lector, busca esta libertad de la esclavitud de las redes sociales, y disfruta de sus bienaventuradas recompensas.

Pablo Andrés Moyano

Médico especialista en Medicina Familiar con 20 años de experiencia, escritor, docente y servidor en la iglesia local donde reside. Bendecido por el Señor con un matrimonio conformado por su esposa Sandra Vélez y sus dos hijos Natalia Andrea y David Andrés.

Pablo David Santoyo

Director y fundador del ministerio Tesoros Cristianos. Nacido en la ciudad de Bogotá donde vive actualmente. Predicador, escritor y servidor en la iglesia local donde reside desde hace 18 años. Bendecido por el Señor con un matrimonio conformado por su esposa Diana Ramírez y su hija Salomé.