DIFERENCIA ENTRE GRACIA Y REINO

Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. (2 Pedro 1:10)

Después de todas las consideraciones de los artículos anteriores, estamos conscientes de que somos salvos, eternamente salvos, y que nuestra salvación no es algo que podamos perder. Ahora pasaremos a ver la diferencia que existe entre dádiva y recompensa, entre don y galardón.

Dios, quien nos salvó puramente por gracia, se deleita en recompensar a Sus hijos que cumplieron aquello para lo cual fueron regenerados, es decir, las buenas obras preparadas de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef. 2:10). Es un placer para Dios galardonar a aquellos que diligentemente buscaron, en el poder del Espíritu Santo, confirmar su vocación y elección (2 P. 1:10), y se volvieron semejantes a Cristo (Ro. 8:29). Esto es algo que va más allá de la salvación. Esta recompensa nada tiene que ver con la salvación eterna, pero sí con el Reino de Cristo.

Algunas consideraciones necesarias

Para comprender este tema son necesarios algunos principios. Necesitamos creer que habrá un Milenio literal, un Reino de mil (1.000) años, donde Cristo Jesús será el Rey de toda la Tierra, y donde Sus santos vencedores reinarán con Él (Ap. 20:1-7). Eso se vuelve más claro para nosotros cuando vemos la distinción que existe en la Biblia entre diferentes épocas; necesitamos entender los ‘aions’ de Dios, palabra que muchas veces es traducida como ‘siglo’. Aunque creemos que el trabajar de Dios en toda la historia ha sido a través de Su gracia redentora, aun así, podemos percibir que hay momentos distintos en la historia del mundo. Un ejemplo claro de eso es la primera venida de nuestro Señor Jesucristo a este mundo, que es mencionada en la Biblia como el ‘inicio de los últimos días’. De igual modo, escribiendo a Timoteo, Pablo habla de que Dios tiene “su tiempo” determinado (1 Ti. 6:15). Además de eso, las Escrituras no se limitan entre los extremos cielo e infierno, como muchos cristianos imaginan. Existe mayor complejidad en estos temas relacionados con lo que sucede después de la muerte y en la era venidera.

Reyes y sacerdotes 

Como ya lo hemos visto, Cristo reinará sobre esta Tierra durante mil años. Él es el REY DE REYES (Ap. 19:16). En el Milenio, Él será el Gobernante Supremo de las naciones. Los salvos que estuvieren adecuadamente preparados se reunirán con Él. ¿Usted ya se preguntó por qué fuimos hechos un reino de sacerdotes? (Ap. 1:6; 5:10). Un abogado ejerce de abogado; un cocinero cocina; un ingeniero ejerce de ingeniero; un rey reina. Pero reinaremos solamente en el futuro. ¿Pero cómo podemos representar a Cristo de esa manera, sin una debida preparación? ¿Podemos tener tal responsabilidad sin estar habilitados para tanto? Un Dios tan organizado y sabio,¿pondría a niños para reinar sobre Sus posesiones? ¡Claro que no! Para eso estamos siendo preparados, entrenados, clasificados, estamos en un proceso preparatorio para lo que haremos en el futuro. Esto se trata de una recompensa, según nuestro desempeño en este entrenamiento, para cumplir con un propósito específico.

Dios, quien nos salvó puramente por gracia, se deleita en recompensar a Sus hijos que cumplieron aquello para lo cual fueron regenerados, es decir, las buenas obras preparadas de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef. 2:10).

En la época del Milenio, Cristo reinará sobre todo el mundo, y los salvos, que fueron entrenados y capacitados, estarán reinando con Él como gobernadores, alcaldes y administradores (Lc. 19:11-27).

El Don de la Vida 

La salvación es un regalo del cielo, una dádiva de Dios, un don de Dios. Solamente podemos extender nuestras manos vacías y apegarnos a esa bienaventuranza eterna. Tenemos la vida eterna, ella es dádiva de Dios para nosotros los que creemos (1 Jn. 5:13). Juan no dice que la tendremos en el futuro, ni que la teníamos; él dice que la tenemos, es decir, la tenemos ahora, nos fue dada como un regalo (Ef. 2:8-10).

La condicionalidad de los textos 

Una gran ayuda para el lector es siempre, en su estudio bíblico, hacerse la siguiente pregunta: ¿Existe una condición que se nos exija en este texto? Si es así, ese texto sólo puede estar tratando de galardón, de recompensa. Si en el texto existe un elemento condicional, o sea, si usted hace algo, por lo que recibirá algo, entonces ese texto se trata del Reino, y no de salvación eterna. Por ejemplo, en Apocalipsis 2:10 dice: “…Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” Este es un texto claramente condicional: Si eres fiel, recibirás algo como recompensa por tu fidelidad.

Cada uno vea cómo sobreedifica (1 Co. 3:10-17)

El texto de Corintios citado anteriormente, revela una clara distinción entre salvación y galardón, como veremos a continuación. En estos versos tenemos la Iglesia presentada como Edificio de Dios, como Casa de Dios. Este Edificio es fundamentado sobre la Roca, que es Jesucristo. Y cada uno de los miembros de esta Casa es un miembro responsable en la sobreedificación; Pablo, Cefas (Pedro), Apolos, tú y yo, todos estamos involucrados por Dios en esta tarea.

Pablo comienza diciendo: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada…” De hecho, todo comienza con la gracia, avanza en la suficiencia de la gracia y se concluye por la gracia. No hay nada que parta de nosotros mismos. La gracia es el depósito de toda provisión celestial. Sin embargo, Pablo fue prudente en su servicio. Él dice que, “como perito arquitecto”, él puso “el fundamento”. Pablo trabajaba en la causa de Cristo de modo prudente; él puso el Fundamento ¿Qué Fundamento es ese? Jesucristo. Él es la Piedra Fundamental. Pablo anunció sobre Jesucristo a los corintios, ellos lo recibieron y fueron salvos; estaban sobre el Fundamento y estaban firmes.

Infelizmente, vivimos tiempos difíciles. Hay muchos falsos cristianos, personas que piensan ser salvas porque repitieron algunas palabras delante de una plataforma, o porque de vez en cuando visitan una congregación. Nada de eso produce la vida. Es necesario nacer de nuevo, y debemos examinarnos si realmente estamos sobre el Fundamento: Cristo Jesús.

Pero una vez que somos salvos, ¿qué debemos hacer ahora? “…cada uno mire cmo sobreedifica.” Acabamos de descubrir que fuimos salvos para algo, no solamóente salvos de algo, sino también para algo. Fuimos salvos del infierno, de la muerte, de los pecados, del diablo, y otras cosas… Pero fuimos salvos para obediencia, santificación, fructificación, crecimiento en gracia y, como dice en el texto, para edificación. Vemos también que esta responsabilidad es individual: “cada uno”; cada uno necesita cooperar, como dice Efesios: “…según la actividad propia de cada miembro…” (Ef. 4:16). Sea cuidadoso en la sobreedificación, sea prudente, esté disponible y busque estar preparado, “…como obrero que no tiene de qué avergonzarse…” (2 Ti. 2:15).

Los materiales 

En el verso 12 encontramos los materiales usados en la edificación. Por un lado tenemos: oro, plata, piedras preciosas; y por otro lado tenemos: madera, heno y hojarasca. Los tres primeros se relacionan con la Divinidad; los tres últimos, con la humanidad. Los tres primeros son los materiales apropiados; los otros materiales son inapropiados; “…cada uno mire cómo sobreedifica.

El oro habla de la naturaleza divina. El arca de la alianza, que representaba la presencia de Dios, era hecho de oro por dentro y por fuera (Ex. 25:11). La plata habla de la redención; la moneda del templo que era llamada siclo del santuario era de plata. Fue el precio por el cual nuestro Señor fue vendido (Mt. 26:15). Y las piedras preciosas significan el trabajar del Espíritu Santo, convirtiendo piedras ordinarias en preciosas por Su moldear (1 P. 2:5; Ex. 39:10-13; Ap. 21:19-21). Nada menos que eso es exigido de nosotros para la edificación. Es interesante que en las listas de dones de 1 Corintios 12:4-6 y Efesios 4:4-6 tenemos a la Trinidad Santa involucrada. No hay edificación genuina sin el uso de estos materiales. Como dice en 1 Pedro 4:11: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo

Todo debe ser hecho según la Palabra de Dios, en el poder de Dios, a través de Cristo Jesús y en el Espíritu Santo. Así edificaremos con los materiales apropiados.

Ahora, en la clase inferior de materiales, tenemos: madera, heno y hojarasca. Esencialmente, la madera habla de la naturaleza humana. El heno es una hierba usada para alimentar a los animales, y representa la obra humana. Y la hojarasca, hace referencia a un tallo dejado después que las espigas son cortadas, solamente es un tallo sin fruto, sin flor, sin nada. Estos son materiales que representan cosas corruptibles, no cosas permanentes. Su característica es que no tienen capacidad de mantenerse con el paso del tiempo, son descartables y sustituibles. Esa es la gloria humana, para nada sirve, es una gloria vana (vanagloria). Son materiales inapropiados para la edificación de la Casa de Dios (1 P. 1:22-25).

Pero una vez que somos salvos, ¿qué debemos hacer ahora? “…cada uno mire cómo sobreedifica.” Acabamos de descubrir que fuimos salvos para algo, no solamóente salvos de algo, sino también para algo. Fuimos salvos del infierno, de la muerte, de los pecados, del diablo, y otras cosas… Pero fuimos salvos para obediencia, santificación, fructificación, crecimiento en gracia y, como dice en el texto, para edificación.

Al inicio del verso 13 dice: “…la obra de cada uno se hará manifiesta…” Esto nos lleva a entender que ahora, en el tiempo presente, estos materiales están ocultos a los ojos humanos, pero están detrás de todo lo que hacemos; ellos están presentes, pero de manera velada, probablemente sólo visibles a los ojos de Dios. Pero el texto nos habla que la naturaleza de estos materiales (que representan nuestra obra), un día será revelada, será evidente, será manifiesta.

El Día del Juicio 

Pablo continúa diciendo que esta manifestación tiene un día y una hora marcados; “…porque el día la declarará…” Querido lector, un día cada uno de nosotros irá a comparecer delante del Tribunal de Cristo (2 Co. 5:10). Vamos a rendir cuentas delante de Él, ese es el día, el gran Día, el Día del Juicio de la Casa de Dios. ¡Qué solemne es este mensaje, qué serio, habremos de rendir cuentas al Señor de la Casa! ¿Y cuál es el método por el cual nuestras obras serán probadas? Es un método antiguo de purificación, en el cual se utilizaba el fuego para purificar metales. El uso del fuego es necesario, él purifica el oro, destruyendo lo que es corruptible y limpiando lo que es incorruptible. Este será el método de Dios. Este fuego traerá a la luz la realidad de todo lo que hicimos, destruyendo todo lo que no es oro, plata y piedras preciosas, y revelando las obras que realmente fueron hechas en Dios.

En el verso 13 tenemos cuatro palabras que describen lo que sucederá con nuestras obras en aquel día. Son las palabras: manifiesta, declarará, revelada y probará. En conjunto, dichas palabras declaran que nuestras obras serán conocidas. Las cosas más ocultas se volverán manifiestas, demostrando las más profundas intenciones; y también serán puestas a prueba para verificar si son genuinas. Todo eso revela algo muy claro: en aquel Día, nada quedará oculto, nada dejará de ser revelado, ni la más profunda intención del corazón. Dios nos juzgará hasta lo más íntimo y probará todo aquello que hicimos.

Es interesante notar un hecho: Todos están edificando, no hay nadie que no esté edificando, todos, de alguna manera, lo están haciendo. ¿Usted ya pensó que incluso los que no han hecho nada, de alguna manera han acumulado algo? Significa que nadie está paralizado; están edificando, y la advertencia es: ¡Cada uno mire cómo sobreedifica!

Galardones 

Los versos 14 y 15 presentan el elemento condicional “si” en su inicio. “Si permaneciere la obra de alguno (ponga su nombre aquí) que sobreedificó, recibirá recompensa.” Si en aquel Día, lo que hicimos permanece, después de haber recibido la vida eterna, después de ser salvos, si después de eso nuestra obra permanece, recibiremos galardón, recompensa, algo recibido. Nuestro Padre es tan bondadoso que decidió que sea así. Él nos recompensará por aquello en lo que cooperemos con Él en la edificación de Su Iglesia.

Sufriendo, pero salvo 

Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (Verso 15). Querido lector, en caso de que la obra de un cristiano no sea aprobada en aquel Día, consecuentemente, él sufrirá daño, tendrá perjuicio. ¡Sufrirá pérdida! ¿Pero pérdida de qué? ¿De la salvación? Indudablemente que no, pues el mismo texto dice que él será salvo ¿Por qué? Porque la salvación es por gracia, es un regalo, es una dádiva de Dios; pero él perderá el galardón, o parte de él (2 Jn. 8). Tendríamos que disponer muchas páginas para describir todo lo que las Escrituras nos dicen sobre este daño por el cual un genuino cristiano podría pasar; pero la Biblia dice claramente que él puede pasar por muchas circunstancias, debido a su negligencia con aquello que recibió de Dios.

Aquí tenemos un juicio distinto del que es causado por el pecado y que lleva al infierno; de este juicio están libres todos los que son salvos. Pero ese juicio del cual estamos hablando aquí está relacionado con lo que hacemos después de ser salvos, con la sobreedificación de la Casa de Dios, en la cual estamos todos involucrados. La advertencia es clara: “… cada uno mire cómo sobreedifica.”

Una información extremadamente importante 

El apóstol concluye en los versos 16 y 17 con una información extremadamente relevante y una advertencia solemne: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” ¿Usted ya fue llevado a pensar que no nos pertenecemos a nosotros mismos y que lo que hacemos lo estamos haciendo con algo que es propiedad de otro, y este otro es el mismo Dios? Estamos involucrados con algo que va más allá de nosotros, mucho más allá de nosotros mismos. Es como si Pablo dijera: ¿Ustedes no perciben en lo que están involucrados? ¿Ustedes no tienen ojos para ver la seriedad? ¿No disciernen la realidad de que ustedes son santuario de Dios? Santuario es la palabra para describir el templo de Jerusalén, especialmente para el Lugar Santo y el Santo de los santos. Pablo está aplicando esta palabra para el Edificio de Dios, la Iglesia de Dios, la Casa de Dios, que somos nosotros. Y él continúa diciendo: “…el Espíritu de Dios mora en vosotros.” Fuimos salvos para ser la habitación del Espíritu (Ef. 2:20-22). Eso no sólo nos llena de temor y responsabilidad de cuidar lo que nos fue confiado, sino que también expresa que todo lo que necesitamos está disponible para nosotros a través del Dios que habita en nosotros. Aquel que habita en nosotros es nuestro Ayudador, Auxiliador, Abogado, Consolador y nuestro Paracleto (en griego, ‘Parakletos’). Avanzamos a través de Su divino poder, crecemos a través de Él, con Él y en Él. Jamás podemos descuidar Su presencia, Su poder, Su capacitación. Él es la Fuente de Vida, y es todo lo que necesitamos.

Una advertencia solemne

Verso 17: “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” La palabra destruir aquí significa corromper, contaminar.

¡Qué terrible advertencia tenemos! Dios es el dueño de la Casa y se ocupa en cuidarla y defenderla de todo intento de destrucción. Dios juzgará con severidad a aquellos que no tienen cuidado de cómo proceden en Su Casa.

¡Qué terrible advertencia tenemos! Dios es el dueño de la Casa y se ocupa en cuidarla y defenderla de todo intento de destrucción. Dios juzgará con severidad a aquellos que no tienen cuidado de cómo proceden en Su Casa.

Querido lector, usted, siendo alguien consciente, jamás dañaría la casa de alguien, mucho menos si ese lugar fuera considerado sagrado. Usted la cuidaría mucho mejor que si fuera suya, porque está lidiando con el patrimonio de otro. Si en las cosas naturales comprendemos bien eso, ¿cómo podemos ser tan negligentes en la edificación de la Casa de Dios? ¿Cómo podemos lidiar con ella de cualquier manera?

¿Será que olvidamos quién es el Dueño de la Casa? ¿Será que no hemos leído al respecto la frase: “…la santidad conviene a tu casa…”? (Sal. 93:5). ¡Qué terrible advertencia tenemos aquí, por no decir una santa amenaza, de que si destruimos la Casa de Dios, Él se ocupará de lidiar con nosotros de la misma manera!

Hijos responsables 

No hay forma de leer este maravilloso texto, y no quedarnos asombrados del celo que Dios tiene con Su Casa, no solamente en lo que dice respecto a la Casa, sino también a las vidas individuales de cada hermano y hermana. Sin duda, estamos seguros con respecto a nuestra salvación, pero este hecho no es jamás una licencia de parte de Dios para vivir como queramos.

A la luz de lo que acabamos de ver en 1 Corintios 3, podemos llegar a una clara conclusión: Dios es garante de la salvación de todos aquellos que Él llamó, “será salvo”, pero Él lidiará con ellos por causa de lo que les fue ordenado: cada uno mire cómo sobreedifica.” Él no solamente nos salvó, también nos hizo responsables, y Él demandará de nosotros que cumplamos.

Hijos que obedecen y cumplen Su propósito 

Querido lector, tenga cuidado con su vida. Usted es templo del Espíritu Santo (1 Co. 6:19). Usted fue comprado por precio (1 Co. 6:20). Usted tiene un dueño, que es Dios, y debe cumplir todo aquello que Él le llamó a hacer. Si usted tiene a Cristo Jesús en su vida, usted tiene el Fundamento, pero, ¿cómo está edificando sobre este Fundamento? ¿Está consciente de que la gracia le fue concedida para volverse responsable y habilitado para responder apropiadamente a Dios, y que no tendremos excusas en lo que se refiere a esto? Dios nos llamó, nos capacitó, y ahora necesitamos cumplir de manera apropiada Sus propósitos.

La salvación nos conduce a una realidad de vida 

La verdadera salvación nos lleva a una vida de santidad. La verdadera salvación nos lleva a una vida fructífera. La verdadera salvación nos lleva a una vida de búsqueda de Dios y de cumplir Sus propósitos. Ella no nos da permiso para vivir una vida descuidada. No nos permite sobreedificar de cualquier manera. La Casa es de Dios, las reglas son de Él, el plano de Su casa está muy bien diseñado, debemos hacer todo conforme al modelo de Dios, que es Cristo. De todo lo que hacemos en nuestro cuerpo, y por medio de éste, daremos cuentas ante Dios (2 Co. 5:10). Un verdadero cristiano es alguien que teme a Dios y que anda en Sus caminos.

Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él…” ¡El Señor tenga misericordia de nosotros!

Joinville, Santa Catarina / Brasil

Marcelo Vieira

Siervo de Jesuscristo, esposo, escritor, produtor musical. Vive en la ciudad de Joinville, Santa Catarina, en Brasil, lugar en el cual es servidor de la iglesia local. Felizmente casado con Thais, padre de una hermosa niña llamada Helena.