¿EN CUÁL IGLESIA DEBO CONGREGARME?

“…no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (Hebreos 10:25).

En los días que vivimos, esta pregunta es cada vez más frecuente en el pueblo cristiano. A nuestro alrededor hay una gran variedad de iglesias cristianas; el mercado religioso está lleno con todo tipo de ellas: iglesias grandes e iglesias pequeñas; iglesias tradicionales e iglesias liberales; iglesias reformadas e iglesias pentecostales; iglesias denominacionales e iglesias locales. Existe toda una gama de variedades y divisiones dentro del cristianismo que hacen de esta pregunta un asunto muy relevante y trascendental para ser considerado.

Si de mi parte fuera posible, invitaría primeramente a todos aquellos que nos leen, a buscar en su ciudad la asamblea que hace parte de la comunión de las iglesias en las cuales nosotros servimos y con las cuales tenemos comunión, pero somos conscientes de que no todas las personas tendrán esta oportunidad.

 A nuestro alrededor hay una gran variedad de iglesias cristianas; el mercado religioso está lleno con todo tipo de ellas: iglesias grandes e iglesias pequeñas; iglesias tradicionales e iglesias liberales; iglesias reformadas e iglesias pentecostales; iglesias denominacionales e iglesias locales.

Así que es necesario dejar algunos principios que servirán como guía para considerar en cualquier situación y lugar: ¿Cómo o en qué lugar debemos congregarnos?

Una iglesia enfocada en la enseñanza y en la doctrina  

“Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.” (Hch. 5:42)

Podríamos decir con toda certeza que esta primera característica es la principal y la más fundamental de todas. Todas las demás derivan de ésta. La enseñanza y la doctrina de una iglesia refleja qué tipo de iglesia es. Una iglesia que tiene en poco la Palabra de Jesucristo y Su doctrina, no es sólo una iglesia superficial, sino que podríamos dudar seriamente si es una iglesia de Jesucristo… o si más bien es una secta. Es importante aclarar que no es sólo preguntar si esa iglesia se considera de sana doctrina ¡No! En realidad, se debe ver, examinar y probar a profundidad si realmente dicha congregación de cristianos vive, crece y se desarrolla en torno a la Santa Palabra y doctrina de nuestro Señor Jesucristo.

Una iglesia recomendable es aquella cuyo motor, guía y sostén es la Santa Palabra de Dios. Sus ministros son hombres de la Palabra. Sus reuniones tienen un enfoque bíblico. Sus prácticas están claramente reveladas en las páginas del Nuevo Testamento. No se interesan por ser relevantes a la cultura actual, sino que se interesan por ser bíblicos.

Esta cualidad debe ser tomada muy en serio en nuestros días, ya que son muchos los lugares donde, en el altar del pragmatismo religioso, se han sacrificado los principios bíblicos, y las personas son atraídas con todo tipo de estrategias, menos las bíblicas y correctas. Muchas personas son atraídas a lugares debido a sus grandes edificios, luces, salones, sonido, música, entretenimiento, mensaje de la prosperidad, mensajes motivacionales y prácticas superficiales. Y esto, aunque parezca muy atractivo a la vista, puede ser el ingrediente más claro ante nuestros ojos de que estamos ante una iglesia nociva y apóstata.

Como decía el conocido misionero Paul Washer: “No busques una iglesia lo más cerca de tu casa; busca una iglesia lo más cerca de la Biblia”.

Ahora, ciertamente, esta búsqueda requiere algunos asuntos prácticos que debemos considerar.

Los ministros de la iglesia 

“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Ti. 2:2) 

La enseñanza y la doctrina de una iglesia refleja qué tipo de iglesia es. Una iglesia que tiene en poco la Palabra de Jesucristo y Su doctrina, no es sólo una iglesia superficial, sino que podríamos dudar seriamente si es una iglesia de Jesucristo… o si más bien es una secta.

Definitivamente, para que una iglesia tenga esta característica, debe tener hombres bíblicos, capaces de enseñar e instruir idóneamente a los creyentes en la doctrina y enseñanza de Jesucristo.

Tristemente, el cristianismo de nuestros días ha cambiado la imagen de los siervos de Dios. Falsamente, en muchos lugares se piensa que un siervo de Dios es un hombre próspero, elocuente, popular y carismático. En muchos lugares, esta imagen errónea ha dado cabida a que hombres impíos entren solapadamente a las iglesias, convirtiéndolas en franquicias económicas, donde el Evangelio es un producto que se vende, y las ovejas “clientes” son explotadas. Pastores lobos que han hecho de la iglesia, en “el nombre del Señor”, un comercio religioso detestable.

No se necesita mucha espiritualidad y discernimiento para darnos cuenta cuándo un hombre usa la Palabra para pedir dinero o para predicarnos a Jesucristo, y a Éste crucificado.

En otros lugares muchos llegan al ministerio siendo neófitos y sin preparación. Esto desemboca en una iglesia que es alimentada con una dieta nociva de sueños, visiones y revelaciones espirituales. Y estas prácticas convierten a las congregaciones en asambleas adictas a las revelaciones de los “seudo-ungidos”, en vez de ser un pueblo edificado sobre la revelación de la Palabra de Dios.

Sin embargo, la verdadera Iglesia de Jesucristo se caracteriza porque sus ministros son hombres de la Palabra, entrenados, preparados para alimentar al rebaño con la leche espiritual de la doctrina de Cristo. Estos hombres viven para la gloria de Dios y la edificación espiritual de la Iglesia.

La iglesia es sostenida por columnas espirituales (liderazgo). Y si al considerar a dichos hombres, no encontramos en ellos conocimiento profundo de la Palabra, fidelidad doctrinal, idoneidad para predicar, capacidad espiritual para discipular y aconsejar; entonces no deberíamos considerar tal iglesia como una opción para congregarnos y caminar con dicho rebaño.

Los ingredientes de las reuniones

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles…” (Hch. 2:42).

También debemos preguntarnos si en las reuniones de dicha iglesia hay tiempos específicos, significativos, constantes y valiosos donde la Palabra y la doctrina sean expuestas a sus miembros. Sin darnos cuenta, en los últimos tiempos se ha ido modificando el culto o la reunión cristiana. Cada vez son más las iglesias que, con la idea de ser más atractivas para el mundo, son llevadas a acortar y relegar el tiempo de la Palabra a una segunda o última opción.

El tiempo de la reunión, que es un momento sagrado y santo, ha sido profanado por el aumento del tiempo de la alabanza que, en muchos casos, es más espectáculo que adoración, obras de teatro, celebración de días festivos (día de la madre, y otros), campañas políticas, stands de comedia y otros tipos de banalidades que han convertido a la iglesia más en un parque de diversión religiosa profanada, que en una asamblea santa.

El tiempo y la perseverancia en un asunto demuestra cuán importante es para nosotros. Una iglesia que no puede soportar un mensaje de cincuenta minutos o una hora de predicación, revela un muy alto grado de perversidad y apostasía. Sin embargo, es común en muchos lugares que la reunión ha sido diseñada para que las personas alivien sus conciencias con una reunión de 30 minutos de alabanza, 15 minutos de ofrenda y anuncios, y 25 de ministración de la Palabra que, en la mayoría de los casos, sólo es una charla motivacional. Este tipo de reunión es ideal para un cliente cómodo y carnal. Poco tiempo, poco compromiso, poco impacto, poca Biblia, poca verdad, poco arrepentimiento y poca transformación espiritual. 

Tristemente, el cristianismo de nuestros días ha cambiado la imagen de los siervos de Dios. Falsamente, en muchos lugares se piensa que un siervo de Dios es un hombre próspero, elocuente, popular y carismático.

Dichas iglesias deben ser evitadas por el buscador sincero de Jesucristo. En un ambiente así, sin darnos cuenta, nos volveremos livianos, mundanos y superficiales. Estas iglesias al gusto del cliente cuentan, en sus grandes membresías, con un gran número de cabras, y pocas ovejas; su liderazgo lo constituyen lobos en su mayoría, y no verdaderos pastores bíblicos. 

Tales iglesias deben ser evitadas, ¿y por qué no decirlo francamente? Debemos huir de ellas; huir como aquellos que buscan salvar sus almas.

Una búsqueda importante

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” (Mt. 7:7)

Definitivamente, el lugar donde nos vamos a congregar determinará el tipo de vida cristiana que vamos a llevar. Una iglesia bíblica que predica a Jesucristo y que pastorea a sus miembros en torno a la verdad será una iglesia que tendrá mucho impacto en sus miembros, en sus familias y en la sociedad.

Buscar una iglesia bíblica es verdaderamente un desafío que vale la pena tomar. Es muy seguro que no será la iglesia más grande de tu ciudad, ni la más conocida. Pero cierto es que Dios siempre tiene un remanente, un pueblo que lo ama y lo sigue verdaderamente.

La oración sincera y constante, y todo el material (videos, enseñanzas y libros) que nos pueda ayudar a tener discernimiento de lo que es una iglesia bíblica, debe ser considerado. Una búsqueda constante y el deseo de conocer la voluntad de Dios ciertamente te llevará a una iglesia sana y eminentemente bíblica.

Nuestra deseo y oración es que el Señor te guíe en este camino.

Continúa…

Bogotá / Colombia

Pablo David Santoyo

Director y fundador del ministerio Tesoros Cristianos. Nacido en la ciudad de Bogotá donde vive actualmente. Predicador, escritor y servidor en la iglesia local donde reside desde hace 18 años. Bendecido por el Señor con un matrimonio conformado por su esposa Diana Ramírez y su hija Salomé.