FE VS. OBRAS

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Ef. 2:8-9).

Históricamente, el cristianismo ha estado dividido en dos corrientes de pensamientos para definir cómo se salva el ser humano: Por gracia, a través de la fe, o por obras (aunque no niegan la fe). En este breve artículo consideraremos, a través de la Escritura, lo referente a este asunto tan crucial.

Iniciaremos diciendo que muchas personas suponen que si tratan de llevar una “vida de bien”, han hecho todo lo que es necesario para que las puertas del Cielo se abran ante ellos. Colocan su confianza en las buenas obras que han realizado como requisito para satisfacer la justicia de Dios. Esa es una confianza vana. Ese es el camino que enseñan todas las religiones: llegar a la Deidad a través de buenas obras. Es aquí donde se establece una clara diferencia con el cristianismo, en el cual la salvación no es por obras, sino por gracia a través de la fe.

Es menester decir que el hombre carece de todos los recursos para entrar al Cielo, o dicho de otra manera, el ser humano no puede lograr su salvación viviendo una vida de bien. La razón es que Dios ha declarado, a través de las Escrituras, que el hombre no es bueno (Ro. 3:12), y que la única manera de alcanzar el bien es confiando en la justicia de Jesucristo.

El creer que somos justificados por las buenas obras, independientemente de la fe, o añadiéndole a la fe, es establecer una falsa base como requisito para la salvación.

La gracia, la base para la salvación 

Para entender que la salvación no es por obras necesitamos entender primero, apreciado lector, qué es la gracia; porque la gracia es la base sobre la cual Dios establece la salvación para todos los hombres. El escritor Samuel Pérez Millos define la gracia de la siguiente manera: “La gracia…es el amor que desciende hasta la condición del miserable, de ahí, que cuando se habla de gracia haya un acompañamiento de descenso, como ocurre con la gracia de Jesucristo que se hace pobre, siendo rico (2 Co. 8:9). La gracia es el amor que obliga a Dios a descender al encuentro del hombre en Cristo Jesús.” Podemos decir entonces que la gracia es el amor en descenso de Dios en Cristo para buscar y salvar al hombre pecador. Es un regalo, del cual la humanidad no es merecedora.

La fe: El medio instrumental 

En los versos arriba citados, el apóstol Pablo nos dice: “por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios…” Al lado de la gracia que salva está la fe, que es el instrumento por el cual podemos alcanzar la salvación. La fe no es obra, la fe es el medio para alcanzar la salvación, pero no es la causa, la causa es Dios en su gracia. A esta gracia no se accede por vía de obras. Esa es la razón por la cual el ser humano no puede ser salvo por obras. El Espíritu Santo aclara que es por medio de la fe. La palabra griega para la expresión ‘por medio de’ es –diá-, esta preposición significa ‘a través de’. Dios estableció desde la antigüedad que la fe sea el canal por medio del cual podemos recibir los beneficios de la obra perfecta y completa de Cristo. Definimos entonces que la fe es el único medio para salvación.

El creer que somos justificados por las buenas obras, independientemente de la fe, o añadiéndole a la fe, es establecer una falsa base como requisito para la salvación.

Pablo, en Romanos 3:21-26, dejó claro que es por la gracia -un regalo no merecido- de Dios que somos justificados (3:24), pero nuestra fe nos da acceso a esa gracia (3:26), es decir, la gracia (y no la fe) es la que nos salva, pero la fe hace posible experimentar la gracia. Vemos que la gracia se anuncia como causa de salvación en el mismo plan de redención, como lo anunció Pablo a Timoteo: “…quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos…” (2 Ti. 1:9).

Para que ningún ser humano pueda gloriarse 

Volvamos al segundo verso citado arriba: “…no por obras, para que nadie se gloríe.” (Ef. 2:9). Este texto tiene un alto contenido teológico para evidenciar que la salvación no puede ser por obras. A través de este verso, el Espíritu Santo buscaba enseñarle al hombre que la salvación depende sólo de Dios, porque Él es la causa primaria y única de ella. Con esta exposición, el Señor acaba con cualquier pretensión de que alguien piense que puede colaborar de alguna manera en su salvación; ésta no es iniciada por actos humanos, sino que procede del propósito Divino, por ello no puede proceder de las obras. La palabra obras está en plural; comprende entonces cualquier clase de obras del ser humano, tanto las obras de la Ley (dada por Dios a Moisés), como las del hombre. Recuerde lo que dice el apóstol: Nadie puede ser declarado justo delante de Dios por el cumplimiento de las obras de la Ley (Ro. 3:20, 28). Y ese es el tema principal en la epístola circular que Pablo, el apóstol, les escribe a las iglesias en Galacia.

Otro evangelio: Salvación por obras 

Pablo, por dirección divina, comenzó su obra apostólica, y en la región de Galacia predicó el Evangelio. Como resultado de ese trabajo surgieron muchas iglesias gentiles, gentiles convertidos a Cristo, sin guardar la Ley. Pero algunos judaizantes se introdujeron en dichas iglesias para exigir a los cristianos gentiles una especie de conversión al judaísmo, por el cual debían circuncidarse y guardar la Ley de Moisés. Eso es verificado por Lucas en Hechos 15:1: “Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis (obras) conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.” Los judaizantes estaban diciendo que Cristo es un buen albañil que ha comenzado un edificio, pero que no lo ha terminado; y debe hacerlo Moisés. Estas personas creían que se requería mucho más que solamente la fe en Jesús para ser salvos, y que la observancia estricta de las ceremonias judías, especialmente la circuncisión (obras), también era necesaria. Así que, cuando se enteraron de la conversión de gentiles que no guardaban las obras de la Ley y, especialmente, sin la necesidad de la circuncisión, estas personas se introdujeron en la iglesia en Antioquía.

Vemos entonces que el propósito de la Epístola a los Gálatas era neutralizar este peligroso error, enfatizando nuevamente en el glorioso Evangelio de la libre gracia de Dios en Cristo Jesús: La salvación por la sola fe, sin las obras de la Ley.

Dice el apóstol en Gálatas 1:6: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.” Esta nueva enseñanza era un evangelio diferente, no el que había enseñado Pablo, que sí era y es el único Evangelio. El llamamiento a la salvación descansa en la gracia. Si alguien se aleja de la gracia, entonces entra en la esfera de la Ley, pues ambas son excluyentes entre sí. El evangelio diferente hace que su receptor deje a un lado el único modo de justificación (la fe), para intentar alcanzarla por la vía de las obras (las de la Ley), mediante la cual nunca llegará a ella. Así lo declaró Pablo en Romanos 11:6: “Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.” Pablo mismo había creído durante mucho tiempo en la justificación delante de Dios por medio del cumplimiento de las obras de la Ley judaica, hasta que se encontró con el Resucitado, en el camino a Damasco, donde Dios le mostró lo infructuoso de su intento y el fracaso de la vía del   de la Ley como forma de justificación ante Dios. Entendió que el añadirle obras “meritorias” a la salvación significaba que era por fe y por obras. Y las Escrituras indican claramente que los conceptos de salvación por gracia y de salvación por obras tienen que ver con principios completamente opuestos, no se pueden incluir la una en la otra; no se puede tener una salvación basada en 25% obras y 75% gracia; la una excluye completamente a la otra. No se pueden incluir las obras dentro de la gracia, ni la gracia dentro de las obras. Ninguna obra humana puede salvar, ni justificar a nadie.

 El evangelio diferente hace que su receptor deje a un lado el único modo de justificación (la fe), para intentar alcanzarla por la vía de las obras (las de la Ley), mediante la cual nunca llegará a ella.

Concluye el párrafo de la siguiente manera: “…para seguir un evangelio diferente.” Era diferente en cuanto al fundamento: algún porcentaje de fe y algún porcentaje de obras de la Ley. Pero el Evangelio dado a Pablo era así: “…sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo…” (Gá. 2:16). Los gálatas estaban abandonando el verdadero Evangelio en favor de uno diferente, uno que proclamaba la fe más las obras de la Ley como el camino de salvación; pero Pablo dice enfáticamente en el verso 1:7: “No que haya otro…”, literalmente, que no es otro. No hay otro Evangelio, sólo uno. Las falsas religiones y los falsos maestros estaban anunciando, no que era un evangelio diferente, sino algo que no era el Evangelio. Y querido lector, es aquí donde presentamos lo que dice la Escritura: Nadie puede ser llamado a salvación por otra vía que no sea por el Evangelio genuino, que es el que Pablo recibió del Señor Jesús y predicaba.

El propósito de este falso evangelio era pervertir el verdadero Evangelio de Cristo; éste enseña que el hombre es únicamente salvo a través de la fe. La fe es el único medio de salvación presentado en la Biblia a través de los apóstoles y profetas. En esa perversión o tergiversación colocaban al hombre como colaborador en algo, mediante sus obras, para la salvación. Lo que hacían era apartar a los hermanos de la salvación por la fe, para guiarlos a una salvación inalcanzable por las obras de la Ley, y esto socavaba el fundamento mismo del Evangelio, dejando sin efecto la obra gloriosa de nuestro Señor Jesucristo en la cruz. El concepto de obras para salvación está totalmente opuesto al pensamiento Divino y apostólico.

El peligro de otro camino de salvación 

Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.” (Gá.1:9) Establecemos con este verso el peligro de anunciar un evangelio diferente, razón por la cual debemos ser fieles al testimonio de la Escritura. Un evangelio diferente carece de toda acción salvadora, porque su poder para salvar recae en las obras de los hombres, las cuales son insuficientes para conceder al hombre su salvación. Y Pablo refrenda su posición al decir que la predicación de un evangelio diferente (fe más obras), cae en la categoría de un mensaje que no es el verdadero Evangelio, y el que lo predica es anatema, es decir, cae en maldición. Vemos por qué el hombre no puede salvarse por las obras. Para el Espíritu Santo, establecer una vía de salvación diferente a la fe es predicar otro evangelio y, por ende, el que lo predica cae bajo juicio de maldición por menospreciar el sacrifico de Cristo en la cruz y considerarlo insuficiente para la salvación del hombre. Aquellos que ponen otro evangelio en lugar del verdadero, atraen maldición sobre sí, ¡Es una solemne advertencia! Y esta advertencia está vigente para todos los tiempos. El verdadero Evangelio de la gracia no da opción alguna al pecador en materia de salvación, y determina absolutamente que sólo se recibe la salvación por gracia a través de la fe en Cristo (Ef. 2:8). En el mismo sentido, el apóstol dice en 1 Corintios 16:22: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene.” Aquellos que predican un evangelio diferente al Evangelio de la gracia, no aman a Jesucristo, quien es el único Salvador y el único camino de salvación. Tanto el mensajero como su mensaje deben ser considerados malditos. Considere esto: Un vaso con agua es una bebida saludable y refrescante, pero cuando se le añade una gota de veneno, llega a ser mortífera.

Las obras nos desvinculan de la gracia 

De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.” (Gá. 5:4). El apóstol hace una solemne advertencia: Quien quiera vivir bajo las obras de la Ley, o dicho de otra manera, quien quiera vivir tratando de ser justificado por las obras, pone a un lado a Cristo, desligándose de Él. La persona entra en la esfera de la Ley, saliéndose de la esfera de la gracia, y en ésta sí encontraría salvación. Aquí, desligarse implica dejar sin eficacia, equivale entonces a dejar sin efecto los resultados que se alcanzan en la unión con Cristo mediante la fe. Aquel legalista que se desliga de Cristo, abandona el sistema de la gracia para entrar al de las obras; se separa de la gracia, y pasa al sistema que hace imposible la salvación del ser humano. Quien se desliga de Cristo, buscando su salvación fuera de Él, rompe con Él, y abandona la esfera de la gracia, única esfera en la cual el hombre puede salvarse sólo por gracia, a través de la fe.

La fe, instrumento para salvación y justificación 

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Ro. 5:1). Este verso nos resume cuanto venimos hablando. La Biblia Textual traduce más  este texto: “Por tanto, habiendo sido declarados justos por la fe, tenemos paz ante Dios mediante nuestro Señor Jesucristo.” El verbo griego traducido por ‘justificado’ es diakaiothéntes; esta forma verbal indica que es una acción definitivamente acabada, y que alguien más la hizo; puesta en voz pasiva, la obra fue hecha por Cristo en la cruz. La aplicación de este beneficio se produce por fe en el mismo instante del ejercicio de la fe. El cristiano es beneficiario de esta bendición espiritual, la cual quedó realizada definitivamente para todo aquel que cree. A través de la justificación, pasamos a disfrutar de una posición inalcanzable para el hombre por cualquier otra vía que no sea la fe. Insistimos, Dios salva al hombre por la fe, sin obras.

Incompatibilidad entre la fe y las obras 

Vemos entonces incompatibilidad entre la gracia salvadora (sin mérito alguno por parte del hombre, y se basa única y exclusivamente en la obra de Dios y es tomada por fe) y las obras del hombre, incluidas en ellas las obras de la Ley, las cuales excluyen totalmente a la gracia (Ro. 11:6).

Aquel legalista que se desliga de Cristo, abandona el sistema de la gracia para entrar al de las obras; se separa de la gracia, y pasa al sistema que hace imposible la salvación del ser humano.

Dios determinó la salvación del hombre por esta vía con el propósito de que nadie se gloriara. Sólo la gracia dada por Dios en provisión para el hombre, mediante la entrega de Su Hijo Jesucristo, salva al hombre; por lo tanto, la única gloria que debe brotar del corazón del hombre es hacia Dios, y no hacia a sí mismo, porque la obra salvadora proviene de Dios. Así se cumple lo que está escrito: “…El que se gloríe, gloríese en el Señor.” (1 Co. 1.31).

La causa y la razón de la salvación es la gracia. Esta es la enseñanza de Pablo, pero él también muestra el instrumento para alcanzarla: La fe en la obra redentora del Señor Jesucristo.

La conclusión final de la doctrina que el apóstol Pablo predicaba, y que debe ser la nuestra, se resume en un texto en su Epístola a los Romanos, capítulo 3, versículo 28, el cual dice:

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obrasde la ley.”

 

Villavicencio / Colombia

Jhair F. Diaz

Colaborador y escritor del ministerio: Cristianos Edificación y Comunión. Nacido en Puerto Berrío (Ant). Vive en la ciudad de Villavicencio hace 5 años donde sirve en la iglesia local donde reside. Felizmente casado con Leidy Castellanos y tiene un hijo: Sebastián Santiago Díaz