… y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Efesios 1:22-23
Por algún tiempo hemos estado considerando en compañerismo acerca de este asunto: ¿Por qué nos reunimos así? A fin de cuentas, ¿por qué nos reunimos? El significado mismo de Iglesia es “aquéllos llamados fuera ahora reunidos en asamblea”. Todos recibimos la vida de nuestro Señor Jesús y todos participamos de esa vida. Dios nos llamó de entre las naciones para constituirnos en un pueblo para Sí. Es precisamente esto lo que somos y por causa de eso no podemos dejar de reunirnos juntos.
En los días primitivos, cuando era predicado el evangelio y las personas eran salvas, éstas se reunían espontáneamente. Se reunían para adorar al Señor; se reunían para servir al Señor como un pueblo, una Iglesia, un cuerpo. No había problema. Hoy, sin embargo, tenemos problemas porque hallamos que aquellos que fueron salvos por la gracia, aun los que están viviendo en una misma área, no se están reuniendo juntos. Algunas personas se reunirán bajo un determinado tipo de organización denominacional, mientras que otras lo hacen en la forma de compañerismo independiente. Comprobamos pues que el pueblo de Dios está esparcido; el pueblo de Dios no está unido. Y aunque ellos se están reuniendo, no lo están haciendo como un solo pueblo, como una sola Iglesia y como un solo cuerpo. Debemos congregarnos con nuestros hermanos y hermanas, pero ¿dónde deberíamos de ir? ¿Con quiénes deberíamos reunirnos? ¿Hay alguna justificación para nosotros reunirnos separadamente de otros compañe-rismos y de las denominaciones? ¿Hay alguna justificación para que nosotros nos reunamos de esta manera? Pienso que esta es una pregunta muy importante y una cuestión muy vital que debemos responder. Y si no podemos responderla en forma afirmativa, deberíamos dispersarnos y ni siquiera estar aquí.
Ahora, por supuesto, para responder a esta pregunta, debemos regresar al verdadero propósito de Dios a través de las edades. No se trata de un mero asunto accidental. Esto realmente nos conduce de regreso al verdadero propósito de Dios para toda la eternidad. ¿Por qué nos reunimos aquí? ¿Por qué por lo menos nos reunimos? ¿Por qué estamos congregados así? Hay una razón: Nos reunimos juntos para cumplir el propósito de Dios concerniente a Su Hijo. Estar reunidos juntos no es por causa de suplir nuestras propias necesidades. Es verdad, tenemos muchas necesidades, e igualmente es verdad que si nos reunimos así, muchas de nuestras necesidades serán satisfechas. ¡Gracias a Dios por eso! Pero eso es apenas una consecuencia. No nos congregamos para satisfacer nuestras necesidades. Nos reunimos para satisfacer la necesidad real de Dios. Nuestro Dios tiene una necesidad, y Su necesidad está relacionada con Su Hijo. Él tiene un propósito bien definido con respecto a Su Hijo. Él tiene una idea definida acerca de Su Hijo. Él no es indeciso en torno a ello en modo alguno.
¿Cuál es Su propósito respecto a Su amado Hijo, la niña de Sus ojos? En Efesio 1:10, está escrito: “… de reunir todas las cosas en Cristo…”. En Colosenses 1:18, dice: “… para que (Cristo) en todo tenga la preeminencia”. Dios ha creado todas las cosas en Cristo, por Cristo y para Cristo, para que Cristo tenga el primer lugar en todas las cosas, y Él sea la cabeza de todas las cosas. Para que esto sea cumplido, Él necesita realizar estas cosas primeramente entre Su pueblo, esto es, en Su Iglesia. Dios lo constituyó por Cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (lea Efesios 1:22-23).
Por lo tanto, aquí usted encontrará una razón muy definida para nuestra reunión conjunta. La razón por la cual nos congregamos juntos es que Cristo pueda ser todo para nosotros, para que Él pueda ser la cabeza en todas las cosas en la Iglesia, que Él pueda tener el primer lugar en nuestras vidas individualmente y corporativamente. Esta es la razón por la cual nos reunimos así.
REUNIDOS EN SU NOMBRE
La explicación más simple de lo que es la iglesia está en Mateo 18:20: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Dos o tres reunidos juntos -en plural. ¿En quién se reúnen ellos? Están reunidos juntos en Su nombre, el nombre que está sobre todo nombre, y ante ese nombre se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor.
Desafortunadamente, el pueblo de Dios hoy no se reúne en torno de ese maravilloso, incomparable nombre. Al contrario, muchos entre Su pueblo se congregan en torno al nombre de algún gran hombre de Dios. Sin duda, respetamos estos grandes hombres de Dios. Agradecemos a Dios por Martín Lutero, pero ¿nos debemos reunir bajo el nombre de Lutero? Respetamos a Juan Wesley. Dios lo usó poderosamente y hemos recibido buena herencia de él, pero ¿debemos congregarnos en el nombre de Wesley. Tenemos también una buena opinión sobre Menno-Simons, pero ¿será que nos reunimos en el nombre de Menno -menonitas?
En los días primitivos, cuando era predicado el evangelio y las personas eran salvas, éstas se reunían espontáneamente. Se reunían para adorar al Señor; se reunían para servir al Señor como un pueblo, una Iglesia, un cuerpo.
Muchos se reúnen en torno al nombre de una formalidad, una organización. Creemos en los presbíteros, pero ¿acaso nos reunimos en nombre de los Presbiterianos? Creemos en la congregación, pero ¿nos reunimos en nombre de los Congregacionalistas? Algunas personas se congregan alrededor de una verdad, una doctrina. Creemos en esas verdades. No creemos en herejías, pero sí en las verdades. Es verdad que algunos hasta se reúnen en torno a herejías, pero algunos se congregan en torno de alguna verdad. Creemos en el bautismo de los creyentes, pero ¿será que nos reunimos en nombre de los Bautistas? Creemos en la santidad, pero ¿estamos congregados en el nombre de la Santidad?
Algunos se reúnen en el nombre de una experiencia, una experiencia cristiana. De hecho, creemos en todas estas experiencias cristianas. Creemos en Pentecostés, pero ¿será que nos reunimos en torno del nombre de los Pentecostales? Creemos en los carismas, pero ¿será que estamos reunidos en nombre de los Carismáticos?
El problema hoy es que el pueblo de Dios se reúne en torno de diferentes nombres, y, a causa de eso, está dividido. La Palabra de Dios nos dice que necesitamos reunirnos en Su nombre. Sólo hay un nombre debajo del cielo por el cual podemos ser salvos, y sólo es en este nombre que debemos reunirnos. Por lo tanto, si el pueblo de Dios se reúne en torno a ese nombre y sólo de ese nombre, ellos serán uno, estarán unidos, no estarás esparcidos y no habrá confusión.
¿Por qué nos reunimos así? Es porque no nos identificaremos con ningún otro nombre fuera del incomparable nombre de nuestro Señor Jesús. Creemos que Su nombre es suficiente para nosotros. Creemos que Su nombre es todo lo que necesitamos. No queremos ser llamados por ningún otro nombre sino por el nombre de nuestro Señor Jesús. Y haciéndolo así, creemos que somos uno con nuestros hermanos y hermanas. No estamos divididos, no somos causa de confusión.
Pero ¿qué significa estar reunidos en Su nombre? Su nombre no es sólo un título. Podemos denominarnos la Iglesia de Cristo. Bueno, estamos bajo Su nombre. O podemos llamarnos la Asamblea de Dios. Estamos bajo su nombre. Pero el nombre no es sólo un título. El nombre habla de Su presencia, pues la Biblia dice que donde dos o tres están reunidos en Su nombre, allí está Él en medio de ellos. En otras palabras, donde Su nombre es honrado, allí está Su presencia. Cuando nos reunimos en Su nombre, significa que nos colocamos bajo Su autoridad. Permitimos que Él sea la Cabeza, Cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia. En otras palabras, consideramos a Cristo como nuestra Cabeza, y por el hecho de retener firmemente la Cabeza, todo el cuerpo es servido y mantenido unido. Ese es el significado de reunirse “en Su nombre”. Podemos clamar por Su nombre, usar Su nombre y sin embargo seguir nuestro propio camino.
Recuerde que en Mateo dice de personas que en el día postrero vendrán a Él y le dirán: “Señor, Señor, no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? ”.Y el Señor dirá: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. ¿Por qué? Porque no hicieron la voluntad de Dios.
EL PROPÓSITO DE DIOS CON RESPECTO A SU HIJO
¿Será que nos reunimos en el nombre sin igual de nuestro Señor Jesús? ¿Será que es apenas un título, una formalidad, Un tecnicismo? ¿O es una realidad? ¿Nos colocamos de hecho bajo Su autoridad y le dejamos ser la Cabeza de la Iglesia? ¿Dejamos que Él ejerza autoridad sobre nosotros en todas las cosas -no en ciertas cosas-, sino en todas las cosas? No es que ciertas cosas son decididas por el Señor y la mayoría de los asuntos sean decididos por un comité, sino que todo debe estar bajo Su autoridad. ¿Será que esto es una realidad? Si Cristo no es la Cabeza en la Iglesia, ¿cómo puede encabezar todas las cosas? Si Cristo no tiene el primer lugar en todas las cosas en la Iglesia, ¿cómo puede Él tener el primer lugar en el universo? Si aquellos que confían en Él, aquellos que en Él creen, no le honran ni se sujetan a Su autoridad, ¿quién lo hará?
La única justificación, si es que hay alguna, para que nos reunamos así, es para colocarnos completa, absoluta y enteramente bajo el nombre de nuestro Señor Jesús. Dejar que Él sea nuestra Cabeza, que Su autoridad sea conocida, que Su voluntad sea hecha y que Él sea honrado y respetado. No nos reunimos para satisfacer nuestras necesidades. Nos reunimos para suplir la necesidad de Dios. No nos congregamos para cumplir nuestro propósito, aunque éste sea espiritual, sino que nos juntamos para cumplir el propósito de Dios referente a Su Hijo. Nos reunimos no para vernos sino para verlo a Él. No nos congregamos para buscar cualquier cosa a no ser el propio Señor Jesús. Él es nuestra piedra de fundamento, Él es nuestra piedra angular y nuestra piedra principal. Él es Aquel sobre quien estamos afirmados. Él es Aquel por el cual estamos unidos y quien completa todas las cosas. Es Cristo y solamente Cristo. Por eso es que nos reunimos así.
TRES R: REVELACIÓN, RESOLUCIÓN, REVOLUCIÓN
Primero que todo, para retener firme la Cabeza, y permitir que Él sea la Cabeza sobre todas las cosas es necesario revelación. Necesitamos que Dios abra nuestros ojos para que veamos a Cristo como Dios lo ve. Si no vemos a Cristo como Dios lo ve, nunca seremos capaces de honrarlo como deberíamos. La única forma por la cual podemos mantenernos afirmados en la Cabeza es verlo como la Cabeza, como Dios desea: esta es la revelación.
El problema hoy es que el pueblo de Dios se reúne en torno de diferentes nombres, y, a causa de eso, está dividido. La Palabra de Dios nos dice que necesitamos reunirnos en Su nombre. Sólo hay un nombre debajo del cielo por el cual podemos ser salvos, y sólo es en este nombre que debemos reunirnos.
Después de la revelación, se tiene la segunda ‘r’: resolución. Habiendo recibido revelación, no es posible simplemente dejarla de lado. Si realmente recibimos revelación, eso implicará tomar una resolución. En otras palabras, decidiremos en nuestro corazón permitir que Él sea la Cabeza.
La tercera ‘r’ es de revolución, pues eso revolucionará a nuestra vida. Percibiremos que no podremos convertirlo en nuestra Cabeza si aún estuviéremos viviendo en la carne. La carne debe irse. Descubriremos que nuestra vida tendrá que pasar por una revolución; deberá ser Cristo y no más nosotros. Esta es la única forma de realmente mantenernos firmes a la Cabeza, y de esta manera, el propósito de Dios respecto a Su Hijo podrá ser alcanzado plenamente.
El propósito de Dios respecto a Su pueblo
La segunda razón por la cual nos reunimos en esta forma es que nos congregamos juntos para satisfacer el propósito de Dios respecto a Su pueblo, la Iglesia. No es sólo para que cumplamos el propósito de Dios respecto a Su Hijo, sino también para satisfacer el propósito de Dios con relación a Su pueblo.
Dios tiene un propósito bien definido, no sólo respecto a Su Hijo sino también en relación con aquéllos que creen en Su Hijo. Dios tiene una idea clara y definida acerca de Su Hijo, lo que Él hará por Su Hijo. Pero Él también tiene una idea clara y definida sobre aquéllos que son Su pueblo y que Él quiere que Su pueblo sea como Su Hijo.
En Romanos 8, nos dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. No, aún no termina la cita: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados ”. Todos somos llamados conforme a un propósito. ¿Qué propósito es ese? ¿Cuál es nuestro llamamiento? Somos llamados para ser el cuerpo de Cristo. El propósito de Dios es que seamos un cuerpo para la única Cabeza, que es Cristo.
Sabemos que todos somos salvos individualmente. En otras palabras, yo no puedo ser salvo por ti, ni tampoco tú puedes ser salvo por mí. De la misma manera, yo no puedo ser bautizado por ti, y tú no puedes ser bautizado por mí. En los días primitivos, en la iglesia de Corinto, se seguía una práctica que no se basaba en las Escrituras. Se bautizaban vivos por los muertos. Si una persona ya estuviese muerta pero no hubiese sido bautizada, una persona viva era bautizada por ella. Esto ocurría porque ellos creían que si alguien no hubiese sido bautizado iría al infierno. La regeneración bautismal es un error muy antiguo. Nadie puede ser bautizado por ti, ninguno puede creer por ti, nadie puede ser salvo por ti. Tú mismo debes ser salvo. En otras palabras, Dios salva a cada uno individualmente. De hecho, es verdad, si Dios salva una persona en una familia, Él tiene una promesa de que salvará esa familia, si tú te afirmas en Su promesa. Si das un buen testimonio, verificarás que toda tu familia será salva; pero asimismo, cada miembro de la familia deberá venir al Señor individual y personalmente.
Somos salvos individualmente, pero somos llamados corporativamente. Conocer la salvación del Señor individualmente es conocer la gracia de Dios, pero conocer el llamamiento de Dios en forma corporativa, es conocer Su propósito. Mucha gente es salva, pero pocos conocen el propósito de Dios. Muchas personas conocen la gracia de Dios, gracias a Dios por eso, pero si sólo conocemos la gracia de Dios y no Su propósito, ¿cuánto recibe Dios de nosotros? Hemos recibido mucho de Dios; obtenemos el mejor de los negocios, es verdad, mas ¿qué gana Dios? Eso hará de nosotros cristianos egoístas y egocéntricos. Todo es para nosotros, hasta Dios mismo es para nosotros. Y si por si acaso Dios se demora un poquito en responder a nuestra oración, murmuramos. Ese no es el tipo de cristianos que Dios quiere. Gracias a Dios que conocemos la gracia de Dios, pero necesitamos conocer Su propósito. Sólo cuando conocemos el propósito de Dios es que somos liberados de egocentrismo y pasamos a vivir centrados en Cristo.
EL CUERPO DE CRISTO
El propósito de Dios es llamarnos para que seamos el Cuerpo de Cristo. Somos llamados como un cuerpo. ¿Por qué un cuerpo? Porque nuestro Cristo es tan rico que es necesario todo el cuerpo para contener Sus insondables riquezas. ¿Por qué el cuerpo? Porque nuestro Cristo es tan glorioso que se hizo necesario todo el cuerpo para manifestar Su gloria. No somos llamados para componer una organización o institución humana; somos llamados para ser un organismo vivo. No nos asociamos a una organización y nos convertimos en miembros. En este cuerpo de Cristo, no hay miembros en el sentido humano, esto es, tú no te asocias. Tú no te puedes asociar. No hay manera de asociarte, por más que tú quieras. Es necesario nacer en el cuerpo. La lista está integrada por todos los miembros del cuerpo de Cristo. Si tú naces en el cuerpo de Cristo, entonces eres un miembro. Todos aquéllos que nacieron de lo alto, son nacidos en este único cuerpo.
Regresando al siglo diecinueve, en Dublín, Irlanda, había un dentista, el doctor Cronin, quien amaba mucho al Señor. Y no sólo amaba al Señor, sino que realmente amaba al pueblo de Dios. De manera que cuando se mudó para Dublín, Irlanda, comenzó a visitar a sus hermanos en el Señor. Un domingo, fue a una iglesia y procuró encontrarse con los hermanos y hermanas. Después de haberse reunido con ellos por algunas semanas o algunos meses, el pastor le dijo: “Doctor Cronin, es muy bueno que se esté reuniendo con nosotros. Nos gustaría que fuese un miembro de nuestra iglesia”.
“Bien”, respondió el doctor Cronin, “me agrada mucho congregarme con ustedes, pero no siento que deba unirme a su iglesia como un miembro”. “Si usted no es un miembro, no es bienvenido”. Por lo tanto, el doctor Cronin tuvo que encontrar otra iglesia. Él fue a otra iglesia y comenzó a congregarse con hermanos y hermanas, y estaba satisfecho en medio de ellos. Después de algunos domingos, de nuevo el pastor vino hasta él y dijo: “Doctor Cronin, usted es muy bienvenido en nuestro medio, pero nos gustaría que fuese miembro de nuestra iglesia”. El doctor Cronin dijo: “Lo siento mucho, pero no puedo asociarme a una organización. Realmente quiero ser uno con todos los hermanos y hermanas”. “Bueno, siendo así, no es bienvenido”. Entonces, después de haber estado en varios lugares, finalmente no tenía dónde ir. Quería ser uno con todos sus hermanos y hermanas, pero ninguno de ellos lo quería si él insistía en ser uno con todos. Todos querían que él fuese uno con algunos pocos, pero no con todos. Luego, el doctor Cronin no tenía dónde ir. Finalmente, gracias a Dios, Dios levantó otra pareja con el mismo pensamiento que él tenía, y comenzaron a reunirse en sus casas. Este fue el comienzo del Movimiento de los Hermanos (Brethren Movement).
¿Por qué nos reunimos así? Hay tantas asambleas. ¿Por qué necesitamos componer una más? ¿Cuál es la justificación? ¿Por qué no nos reunimos en alguna iglesia denominacional y hacernos miembros allí? O ¿por qué no nos congregamos con algún grupo independiente? ¿Por qué nos reunimos en esta forma? Y, probablemente, si nos reunimos así, seremos rechazados por todos. ¿Por qué? Hay una razón: nosotros creemos que Dios nos llamó para que seamos un cuerpo. En Colosenses 3, es dicho: “Fuisteis llamados en un solo cuerpo”. En Efesios 2, encontraremos que Dios colocó a los gentiles y a los judíos juntos, en un mismo cuerpo, y mediante la cruz los reconcilió en Sí mismo en un solo cuerpo. Creemos en la unidad del cuerpo de Cristo; creemos que el pueblo de Dios no debe estar dividido; creemos que no debemos estar separados en sectas. Nos afirmamos sobre la base de la unidad del cuerpo de Cristo. Queremos abrir nuestros corazones para todo el pueblo de Dios. A quienquiera que Cristo reciba, queremos también recibir, porque son nuestros hermanos y hermanas. Sentimos que esta es la única base en la cual podemos reunirnos. No somos pretenciosos o presuntuosos al punto de decir que nosotros somos el cuerpo de Cristo o que somos la Iglesia. No lo somos porque el cuerpo de Cristo incluye a todo el pueblo de Dios; la Iglesia incluye a todos los salvos de Dios. Somos apenas algunos, sin embargo testificamos que el cuerpo es sólo uno. Por lo tanto, nos reunimos basados en la unidad del cuerpo de Cristo. No nos congregamos cimentados en alguna doctrina especial, en alguna forma específica, bajo ningún nombre especial, sino que nos reunimos en el nombre de nuestro Señor Jesús, afirmados en la realidad de la unidad del cuerpo de Cristo. No hay lista de miembros aquí. Si alguien pertenece al Señor, ese es miembro del cuerpo de Cristo. No es necesario asociarse. Estamos dentro porque estamos en el cuerpo de Cristo. ¿No es esto maravilloso?
No nos asociamos a una organización y nos convertimos en miembros. En este cuerpo de Cristo, no hay miembros en el sentido humano, esto es, tú no te asocias. Tú no te puedes asociar. No hay manera de asociarte, por más que tú quieras. Es necesario nacer en el cuerpo. La lista está integrada por todos los miembros del cuerpo de Cristo.
A fin de atender al llamado de que seamos un solo cuerpo, ¡necesitamos mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz! Agradecemos a Dios por habernos dado la unidad del Espíritu. Es dado a todo el pueblo de Dios -un cuerpo, un Espíritu, una esperanza de nuestro llamamiento, un Señor, un bautismo, una fe, un Dios que es Padre de todos nosotros, el cual es sobre todos, está en todos y opera a través de todos nosotros. Todos aquéllos que realmente creen en el Señor Jesús tienen la unidad del Espíritu implantada dentro de ellos. Debemos, pues, guardarla diligentemente. Fundamentados sólo en esta unidad es que debemos congregarnos con nuestros hermanos y hermanas. No debemos reunirnos con nuestros hermanos y hermanas basados en cualquiera otra cosa fuera de Cristo. Debemos guardar diligentemente la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz y estar listos para tener comunión con todos nuestros hermanos y hermanas, y ser capaces de tolerar todas las diferencias. Gracias a Dios por todas las diferencias, pues las diferencias y variedades traen plenitud, si estuviéremos abiertos unos a los otros en vez de cerrados, y prestos a considerar a los demás sin insistir en nuestro propio punto de vista. Si esta fuere nuestra actitud, creemos que Dios, entonces, podrá obrar en nosotros de tal manera a conducirnos a la unidad de la fe y al pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la madurez, a la estatura del varón perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo. Entonces no seremos como niños, mecidos y conducidos de un lado para otro. Creemos en esto. Y por el hecho de que creemos en esto, por eso nos reunimos así.
MANIFESTAR A CRISTO JUNTOS
No sólo nos congregamos como el cuerpo de Cristo, basados en la unidad del cuerpo de Cristo, sino que también creemos que es la voluntad de Dios que nosotros, reunidos así, manifestemos a Cristo juntos. ¿Qué es la Iglesia? La Iglesia es la manifestación corporativa de Cristo. En 1 Corintios 12:12, leemos que a pesar de ser muchos, somos sólo uno. A pesar de haber muchos miembros, sólo hay un cuerpo: “…el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros… así también Cristo”. En otras palabras, Cristo quiere manifestarse en forma corporativa a través del cuerpo, y es por eso que nos reunimos así. Queremos manifestar a Cristo juntos. Es verdad que cada uno de nosotros manifiesta a Cristo de alguna forma, cada uno de nosotros debe manifestar a Cristo de alguna manera. Pero para manifestar a Cristo plenamente, es necesario todo el pueblo de Dios por el Espíritu Santo, para que Cristo pueda habitar en nuestros corazones por la fe, para que estando arraigados y cimentados en amor, podamos comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Dios en Cristo Jesús.
SER EDIFICADOS JUNTOS
¿Por qué nos reunimos? Nos reunimos para expresar a Cristo juntos, de tal manera que Él sea manifestado en la forma más plena. A fin de que podamos manifestar a Cristo juntos, necesitamos ser edificados juntos. Somos piedras vivas, pero si tales piedras vivas estuvieren dispersas por todas partes, eso indica ruina. Las piedras vivas que están amontonadas en una pila, aún transmiten una visión de ruina. Tales piedras necesitan ser ordenadas y edificadas en forma orgánica, a fin de que se conviertan en la santa habitación de Dios. Dios no puede vivir sólo en una piedra. Tal piedra puede ser hasta un monumento, pero jamás ser una casa. Dios no puede vivir bajo un montón de piedras, pues eso sería una tumba. Dios sólo puede vivir en una casa; por lo tanto, las piedras vivas deben ser edificadas en conjunto. Ah, hermanos y hermanas, veo montones tras montones tras montones. Veo la iglesia de los muertos, no la Iglesia de los vivientes.
Recuerdo que hace algunos años, cuando estuve en Inglaterra, fui a ver la famosa Abadía de Westminster. A medida que andaba por aquel lugar, una enorme catedral, mi impresión fue que aquello era la iglesia de los muertos, no la iglesia de los vivos. ¿Por qué? Porque a cada paso que daba, pisaba sobre un hombre muerto. Ellos entierran los muertos en el piso, en las salas -en todo lugar, hasta en las paredes mismas pueden ser encontrados nombres. Es la iglesia de los muertos, no la iglesia de los vivientes. Es un montón, no una casa.
¿Por qué nos congrega Dios? ¿Será para que seamos apilados uno sobre otro y permanezcamos como estamos? Tú sabes, podemos ser apilados y permanecer como estamos. Si tengo una arista aquí y simplemente estoy amontonado sobre ti, es posible que tal arista jamás sea cortada. Y es de esa forma que acontece. Se puede encontrar muchas uniones del pueblo de Dios, pero todas esas aristas permanecen intactas. Y cuando tú no te sientes confortable, te mudas para otro lugar, y así jamás serás tocado. No, nosotros debemos ser edificados juntos de tal forma que manifestemos a Cristo.
TRES C: COMPROMISO, CRISIS, CRUZ
A fin de que seamos edificados juntos, voy a sugerir tres “c’s” -compromiso, crisis y cruz. Si realmente quisiéramos ser edificados juntos, necesitamos estar comprometidos. Pienso que esto es evidente. Aunque nadie lo quiera, sabemos que es algo indispensable. Necesitamos estar comprometidos, no sólo con el Señor, sino también tener compromiso con nuestros hermanos y hermanas. Los “listos” nunca se comprometen; jamás llegan demasiado cerca. Si tú te aproximas mucho, te podrás quemar; pero gracias a Dios por el fuego. ¿Estás comprometido? Si realmente lo estás, vendrá la crisis. No gozarás de tiempos de paz y sosiego. Si tú quisieres tener un tiempo de descanso, vé al teatro. (Entiéndase bien, no te estoy alentando a ir al teatro.) Si vas a la iglesia, la iglesia verdadera, recuerda que sobrevendrá la crisis a tu vida. Muy pronto percibes que fuiste tocado por una crisis. Comienzas a sentir: “Este hermano, ah, terrible; aquella hermana, negligente, imposible”. Cuando la crisis llega a tu vida, tienes la tercera ‘c’, la cruz. ¿Estás tú dispuesto a negarte, tomar tu cruz y seguir al Señor? Esta es la única forma en que realmente podemos ser edificados juntos.
No debemos reunirnos con nuestros hermanos y hermanas basados en cualquiera otra cosa fuera de Cristo. Debemos guardar diligentemente la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz y estar listos para tener comunión con todos nuestros hermanos y hermanas, y ser capaces de tolerar todas las diferencias.
¿Por qué no hay más edificación entre el pueblo de Dios? Encontramos muchas reuniones y asambleas, pero poca edificación. Es porque no estamos comprometidos, porque intentamos evitar las crisis, porque escapamos de la cruz. Oh, que realmente podamos percibir que la razón por la cual nos reunimos así es para expresar a Cristo de manera corporativa. Queremos que Él habite y tenga Su satisfacción y descanso en nosotros. Queremos ser edificados en forma conjunta, pero para que esto acontezca, son necesarias las tres “c’s”. ¿Las tienes tú?
FUNCIONAR JUNTOS
A fin de expresar a Cristo, no basta que seamos edificados juntos, sino que necesitamos también funcionar juntos. En 1 Pedro 2:4-5 leemos que cuando llegamos a Cristo, somos como piedras vivas y que somos edificados como casa espiritual, sacerdocio santo. Cuando tú vas a una casa, esa casa representa su dueño, expresa su gusto. No sólo somos casa espiritual para manifestar a Cristo, sino que somos también el sacerdocio santo en la casa. Por lo tanto, nos reunimos de tal manera que podamos funcionar juntos. Cada miembro, cada parte en el cuerpo tiene su don y gracia que Dios le ha dado maravillosamente, y es nuestra responsabilidad que todos trabajemos -cada parte. No nos reunimos para escuchar a alguien, ni tampoco para que seamos servidos por algunos pocos. Nos congregamos para que todos podamos funcionar como miembros del cuerpo de Cristo. Este es el motivo por el cual nos reunimos así.
No te consideres un extranjero. En Efesios 2, está escrito que no somos más extranjeros ni transeúntes, sino que somos de la casa de Dios, siendo edificados corporativamente sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo el propio Jesucristo la piedra angular, para que seamos habitación santa para Dios. Es eso lo que somos. Por consiguiente, es de esperar que todos los que están reunidos trabajen. No sólo son algunos pocos los que funcionan, sino todos los miembros funcionando de acuerdo al don y la gracia que Dios ha dado a cada uno; y cada miembro funciona coordinadamente, no independientemente. El maravilloso cuadro del sacerdocio es que cuando los sacerdotes servían, no era sólo uno o dos. Sabemos que millares, millares de sacerdotes servían en el templo. Ellos servían por turnos, por órdenes, y lo hacían juntos como un solo hombre bajo el sumo sacerdote. No había confusión, ni desorden; todo era ordenado, dirigido por el sumo sacerdote. Nuestro Señor Jesús es nuestro sumo sacerdote. El Espíritu Santo representa al sumo sacerdote hoy en la tierra, y todos nosotros somos sacerdotes. Necesitamos servir en la casa de Dios como un sacerdocio bajo la dirección del Espíritu Santo. ¡Oh, cuán bello será eso! Es por eso que nos reunimos así.
EL INSTRUMENTO DE DIOS
¿Por qué nos reunimos como el cuerpo de Cristo? Nos congregamos para servir a Dios. No somos sólo un vaso, también somos un instrumento en la mano de Dios. Como un vaso, debemos ser llenos de la plenitud de Cristo. Como un instrumento, debemos ser usados por Dios para traer Su reino y traer Su voluntad sobre la tierra como es en el cielo, a fin de traer de regreso al Rey.
En Efesios 3, leemos que la multiforme sabiduría de Dios es manifiesta a los principados y potestades a través de la Iglesia. En Efesios 6, leemos que debemos posicionarnos y resistir. Debemos posicionarnos de forma tal que la voluntad de Dios sea realizada. Es por eso que estamos reunidos aquí. Estamos aquí para trabajar juntamente con Dios. Estamos aquí para que adoremos juntos a Dios, para ministrar al Señor juntos. Estamos aquí para ministrar al pueblo de Dios juntos. Asimismo estamos aquí para ministrar al mundo. No estamos aquí simplemente para tener momentos de ocio. ¿Esperas tú subir al cielo cargado en una poltrona? ¿O esperas luchar hasta llegar allá? ¿Hay alguna herida en tu cuerpo? ¿Será que estás tan confortable que te encuentras ileso?
Oh, hermanos y hermanas, ¿por qué nos reunimos así? Son estas las razones por las que nos reunimos así. Si esto agrada al Señor, que así sea. Si fallamos, que Dios no lo permita, seremos removidos y Dios suscitará otros a fin de mantener Su testimonio por los siglos y generaciones; asimismo la Iglesia de Dios habiendo fallado, Dios jamás dejó de tener Su testimonio sobre la tierra. Siempre habrá aquéllos que son fieles a Él. Oh, quiera Dios que seamos enrolados entre esos.
Oh Señor, ten misericordia de nosotros. En tu precioso nombre. Amén.
Richmond, Virginia / Estados Unidos
Stephen Kaung
Nacido en 1915. Es un siervo chino, orador, escritor, y conferencista cristiano. A temprana edad se convirtió al cristianismo. Se involucró con la obra cristiana en otras partes del mundo.